Ulises Velázquez
Gil
En
algún párrafo de México, ciudad del fuego
y del agua, Octavio Paz dijo que la comida “es una feria, un ballet de
sabores”; lo mismo podemos decir de la literatura, abundante en suculentas
novelas y cuentos, ensayos forjados con la pericia del mejor gourmet y poemas compuestos en la
repostería de las palabras, y aunque la mayor parte del tiempo las únicas
letras relacionadas con el mundo de la cocina son sólo las plasmadas en
recetarios y revistas de facilidad culinaria, es preciso hacer un alto en el
camino para reconsiderar aquella percepción.
Con una marcada trayectoria en el
mundo de la poesía en México, Claudia Hernández de Valle-Arizpe nos entrega Porque siempre importa. De cocina y cultura,
suerte de escala íntima en el género ensayístico que compila buena parte de los
artículos publicados en el diario Unomásuno,
producto de su legendaria columna “La
Divina comida” (con todo y su respectiva versión radiofónica
transmitida por Radio Educación), donde cocina y cultura convivían en sana
armonía, dejando apantallado a más de uno. Dividido en cuatro importantes
apartados (De comida, escritores y
libros; México. Historia y presente, Otros mapas, y China y Japón), Hernández de Valle-Arizpe nos lleva a conocer
varios momentos de la cocina en la cultura. (¿Y viceversa?)
Cuando el arte de comer nos orilla a
compartir todas nuestras experiencias, el mundo que nos rodea resuelve
justipreciar el lugar que nos corresponde y cuando las letras se sientan a la
mesa, es inevitable encontrarnos con varios comensales (algunos, de sobra
conocidos); gracias al buen apetito de la autora, renacentistas como Leonardo
Da Vinci y Gunther Grass descubren sus facetas culinarias en aras de crear una
buena prosa y una divina comida, cuya liturgia y ritual cuentan con la misma
importancia, incluso ciertas peculiaridades de escritores inclasificables como
Juan Carlos Onetti, Franz Kafka y Michel Tournier. (Es más, hasta Amélie
Nothomb, iconoclasta hasta para ella misma, se sienta con afanes de biografíar
su hambre.) Ante semejantes convidados, la autora descubre ante nosotros los
placeres de la comida y de la escritura.
De su infinita sabiduría como
observador de la vida en México, el dibujante Abel Quezada nos regaló la
siguiente definición: La patria es lo que
comemos desde niños, y si nuestra geografía alimenticia se compone por
chiles, chocolate, insectos, hongos comestibles, y esas formas de la ambrosía vueltas
pan y dulces típicos, no cesaremos de darle la razón, e igualmente en las páginas
de Porque siempre importa la autora
nos enseña mil y un maneras de llevar a México en la patria, en el corazón… y
en el estómago, aderezadas con la bullanga de las coplas populares, y suscitando
emociones encontradas entre los extranjeros que nos visitan, como en todas sus
películas. Y ya que hablamos de cine, también comparte con nosotros las
metáforas que la comida cobra en la pantalla de plata, demostrando que la vida
no sería la misma sin la presencia de un rico platillo ni de conocer el menú de
otros lares. (Por cierto, la autora también nos regala varias instantáneas de
su experiencia gourmet en China y
Japón, de donde extrajo varias cosas, dignas de especial atención.)
Con todo, Claudia Hernández de
Valle-Arizpe contribuye a la conversación entre cocina y cultura desde varias
formas que nos recuerdan el deber de la comida y la presencia que ésta tiene dentro
de la geografía, la política, la religión, el arte y la literatura. A guisa de
un menú de miradas, Porque siempre
importa cuenta con la importante prosapia de otras letras culinarias, como La cultura del antojito de José
Iturriaga de la Fuente ,
el Grano de sal de Adolfo Castañón, y
las imprescindibles Memorias de cocina y
bodega de aquel famoso gourmand
llamado Alfonso Reyes. Adentrarse en su lectura, en sí, ya es la mejor de todas
las degustaciones. ¡¡Buen provecho!!
Claudia
Hernández de Valle-Arizpe. Porque siempre
importa. De comida y cultura. México, Universidad Autónoma de la Ciudad de México, 2009. (Al
margen)
(1°/agosto/2011)
1 comentario:
Gracias a Dios que apareciste en mi vida. Leerte es un oasis en mi desierto de angustias y preocupaciones. Te quiero mucho Ulises.
Con cariño,
Rocío Paulina Mariposa Eléctrica.
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