Ulises Velázquez Gil
En
alguna parte de Somos cuentos de cuentos, José Saramago nos dice lo
siguiente: “¿Qué hacemos, los que escribimos? Nada más que contar historias”.
Sin importar el género o si se lleva el oficio en las venas, una buena historia
no se hace esperar; sin embargo, ésta se disfruta mejor cuando cuaja de principio
a fin, y en este sentido, el cuento es su denominación de origen.
Después de incursionar en el ensayo
de corto y largo aliento -con una breve escala poética-, Héctor Iván González
se interna por los senderos del cuento para entregarnos su primera carta de navegaciones
bajo el nombre de Los grandes hits de Shanna McCullough.
Compuesto por doce cuentos
(cuyo número me recuerda otro libro, de peregrina estampa), además de una prosa
elegante y fluida, en éstos se denota un amor al detalle y una historia redonda
en cuanto a su desarrollo, cuya atención de mantiene firme de principio a fin.
Tal y como se puede ver en “Una historia (History)”, donde uno se sabe narrado
mientras haya alguien dispuesto a conocer tu historia: […] en realidad me encuentro ante los límites de
una palabra, porque no sé si su historia es más una History que una storiette. Quizá
el cúmulo, el contacto, el juego y la continuidad de historias (Storiettes)
van formando tu Historia (History). Y en realidad me conmueve darme cuenta de
que así como esta palabrita, tú te desarrollas en varios planos, por lo menos
en más de dos. Una evocación y encuentro
con una mujer se vuelve, de manera periférica, en una breve reflexión acerca
del cuento, del cómo una historia puede formar parte de otra más grande, y viceversa.
De igual manera, un
mismo personaje apenas esbozado en una historia se torne figura elemental en
otra, como ocurre con Shanna McCullough, de breve mención en “El ánima de Venus”
(Las siguientes ocasiones fueron
más objetivas, debo admitir: entrabas y empezabas a analizar a la “heroína”,
podría ser “Rebequina”, “Dany Cheeks”, “Mariette”, “Silvia Saint”, “Shanna
McCullough” o “Rebbecca Wild”. No sé si sólo yo me fijaba en esos detalles,
tampoco sé si era la única, pero veía el filme como si estuviera en la sala de
Cannes), mientras que en el relato que da
nombre al volumen de marras, su vida, reservada al anonimato de la pantalla de
plata, se vuelve arranque de biografía para consumo personal. Me fui adentrando en el mundo de Shanna, ya
no veía videos de nadie más. Ninguna me interesaba más que ella, incluso me propuse
ver otras pornstars, aunque no conseguía sentir nada. […] Era como
un acto de fidelidad hacia ella. También deseaba que recibiera la celebridad
que merecía, una fama que era muy superior a la que hasta ese momento le habían
otorgado. (Si no podemos hacer nuestras
esas obsesiones, al menos, el esmero por contarlas sí deber serlo…)
Una constante en Los grandes hits de Shanna McCullough es la presencia de mujeres que destellan encanto y
sorpresa en la medida que Héctor Iván González nos las presenta. “Ágata”, por
ejemplo, nos devela a una belleza rara, cuyos mensajes de texto pecan de ingenuidad
y adolecen de buena ortografía (como los recados de la novia en turno en “El
principio del placer” de José Emilio Pacheco), y en “Golpe de temperatura”, por
el contrario, nos presenta al polo opuesto, Mercedes, que también se vuelve
obsesión para el protagonista, cuya intrepidez hacia ella se queda en mera
ingenuidad al conocerle un lado nada luminoso. (En ambos casos, el placer es
autoflagelante.)
Otra característica digna de notar, la fluidez con
que transcurren los sucesos plasmados en cada cuento, que constantemente nos
dan la impresión de estar frente a una pantalla de cine, y no es para menos,
porque un buen cuento se escribe con el mismo cuidado y dedicación a los
aplicados para la realización de una película. (Si varios de estos cuentos
pudieran llevarse a la pantalla grande, entre Damián Szifron y Quentin
Tarantino se daría el toma y daca por la silla del director, o por lo menos,
para adaptar el guion.)
Una condición sine qua non en toda primera
incursión en un género nuevo es la presencia de los autores leídos y admirados:
la elección de la propia genealogía, siguiendo el precepto de Jorge Luis
Borges, a quien Héctor Iván González rinde pleitesía en “Caravan”, o en “La
noche es igual en todas partes”, donde estrecha la mano de Julio Cortázar. Pero
el ejercicio de admiración no se queda ahí, sino que se amplia en “La última
noche”, de hilo policial y escenarios norteños, donde saluda a sus clásicos
contemporáneos como Daniel Sada, o en el caso de “Buscadores de tesoros, Inc.”,
donde las travesuras del azar nos remiten a Jorge F. Hernández y su búsqueda de
El álgebra del misterio, y, desde luego, al arte de fantasmas -frase
de José de la Colina con que definió al cine- que hace eco en más de un cuento.
(Paréntesis aparte. Como parte de esa persistencia
cinematográfica, no dudaría en añadirle su propia banda sonora a cada cuento.
Por ejemplo, al finalizar “Caravan”, escuchar “Et maintenant” de Gilbert Becaud
a guisa de créditos finales; de igual manera con “Alma de loca” de Adriana Varela
para “Una historia (History)”, o “With a little help to my friends” en la
versión de Joe Cocker para “Buscadores de tesoros, Inc.”, ideal para evocar una
aproximación de la felicidad o el reintegro de una realidad sin tapujos. Hasta “Lanzallamas”
tendría un énfasis apocalíptico con Piazzolla a guisa de soundtrack…)
Con todo, Los
grandes hits de Shanna McCullough da muestra de un consumado oficio de
narrador, que se lanza al ruedo una vez que su historia en proceso de contar le
sale al encuentro; una docena bien contada donde se evidencia una posible
respuesta a la interrogante de Saramago referida al principio de estas líneas: “En
el fondo creo que nunca seremos más que la memoria que tenemos. Y que esa es la
única y plausible historia que podemos contar […], en los personajes que vamos
inventando, a su vez inventores de nosotros mismos”.
Quede aquí constancia de un escritor non, en espera de que sus intenciones se vuelvan invenciones, por obra y gracia de la literatura. (Así sea.)
Héctor Iván
González. Los grandes hits de Shanna McCullough.
Monterrey, México, Dieci7iete Editorial, 2021 (Entre Fronteras).
(14/junio/2021)