Ulises
Velázquez Gil
Cada
vez que leo un libro de memorias y autobiografías, siempre me hace mella
aquella frase que Raymundo Ramos consigna en su conocido estudio y antología: “Recordar
es un arte difícil”. Y no es para menos, porque en el empeño de hacer corte de caja
de toda una vida, suelen aparecer otros recuerdos que pudieron revocar una postura
irrebatible, o atenuaron una polémica entonces férrea y furibunda. De cualquier
manera, volver a conocidos sucesos y figuras refrenda nuestro propio vaivén de
vida.
Después de dos volúmenes de índole
memorialista, Emmanuel Carballo (1929-2014) da cierre a esa etapa con otro similar,
en apariencia fragmentario, pero que añade, sazona o refrenda algo de lo dicho
previamente: Párrafos para un libro que no publicaré nunca, que se
compone por 96 textos, entre ensayos, cartas y notas al vuelo sobre escritores,
libros e instantáneas personales de un escritor que ejerció, férreamente, el
oficio de la crítica, con todo y altibajos.
De 1953 a 2011 -fechas
del primer y del último texto, respectivamente-, se da cuenta del proceso (también
del progreso, cabría notar) de un escritor frente a su oficio y del cómo éste
le atrajo aciertos que fallas, pero aprendizajes constantes por encima de todo.
Desde hace unos cuantos años
algunos de los poemas escritos en México se me caen de las manos. Sobre todo si
se trata de los escritos por nuestros poetas recién llegados. Casi todos ellos
(poetas y poemas) inducen a jugar a los acertijos. Lectores y críticos, al
leerlos, nos convertimos en vulgares eruditos de heráldica. A
primera vista, nos parece que Carballo hizo una radiografía puntual de la
poesía de cuño reciente, pero al checar el año de escritura, se descubre -no
sin sorpresa- ¡que es de 1953!, lo que nos lleva a pensar que no hay nada nuevo
bajo el sol… por ahora.
Como ocurrió con su Diario público (volumen
intermedio entre Ya nada es igual y el libro que ahora nos ocupa), se
pasa revista a la vida cultural de México en décadas recientes, con la salvedad
de que estos párrafos vienen a matizar nociones expuestas con antelación, o
también para develar su otra cara, no tan halagüeña que digamos. Encuentro esta
dualidad de miradas en “Las dos muertes de Martín Luis Guzmán”: Qué paradoja para los críticos en blanco y
negro que un hombre ganado por el sistema sea, en el fondo de sí mismo, un iconoclasta,
un disidente y un escritor de protesta. Cuando el hombre pacta con el gobierno,
el escritor enmudece. A partir de ese instante, la literatura deja de tener sentido,
razón, alas. Aunque Carballo no deja de reconocer la genialidad de uno de
sus grandes maestros -cuya mención se prodiga al vaivén de las páginas, digno
es resaltarlo-, sí le echa en cara su posterior significación. (Al final del
día, su obra le sobrevive…)
Una peculiaridad de estos Párrafos… es la alternancia
de pequeños ensayos (que nos remiten a sus Notas de un francotirador)
con cartas dirigidas a distintos corresponsales (de José Lezama Lima y Julio
Cortázar hasta familiares y amigos) e inclusive dos que tres anotaciones sobre
el oficio de la crítica, por parte de un implacable y respetado exponente. Y lo
más sorprendente, descubrir que aquellas consejas siguen más vigentes que
nunca. Cada generación en cuanto obtiene la credibilidad que le dan las
obras trascendentes publicadas por sus miembros lo primero que hace es
modificar la lista de los escritores sobresalientes que redactó la generación en
retirada a la cual va a sustituir. Quita a algunos viejos para colocar a algunos
jóvenes talentosos. […] Al crítico le corresponde poner orden, ser el
cronista de un momento (o de varios momentos sucesivos) de la literatura de un
país. […] El verdadero crítico cuando madura aprende a mirar amigos y
enemigos como autores a secas, en unos casos más capaces y en otros menos
talentosos; lo demás es lo de menos. (En tiempos donde los dictados del
gusto se someten al capricho del hype, es necesario atender comedidamente
la preceptiva de un crítico con hartas horas de vuelo, que hoy en día echamos
en falta.)
Una vez que llegamos a la última página de este
libro, cabe la siguiente pregunta: ¿por qué Carballo es enfático en decir que no
publicaría estos párrafos? Ante dicho cuestionamiento, me viene a la mente el
escritor Emil Cioran y la decena de cuadernos que dejó a su muerte, bajo la
instrucción de destruirlos, y en los cuales el franco-rumano escribió cosas
sólo reservadas para la secrecía o el descargo personal, y que, dichas a las figuras
allí mencionadas, multiplicaría los, de por sí, bastantes malentendidos.
No dudaría ni un ápice que también pase lo mismo
con Carballo, con la salvedad de que muchas de sus apreciaciones y juicios sólo
confirmen la perspectiva adquirida en lecturas anteriores. En este ejercicio de
autocrítica, me viene a la mente el Pro domo mea que Jean Meyer publicó
a tres décadas de su obra capital, La Cristiada, a guisa de ajuste de
cuentas o, quizá, como justa valoración del camino andado. A lo largo de cincuenta
y tantos años he tratado de ser fiel a mí mismo y congruente con las ideas en
las que sustenté y sustento mis tareas como escritor y hombre preocupado por
sus compatriotas. […] Supongo que a las personas como yo la historia
oficial nos juzgará con simpatía. Quisimos cambiar el mundo y no pudimos.
Con Párrafos para un libro que no publicaré
nunca, Emmanuel Carballo cierra una trayectoria de ímpetus críticos, así
también la de participante de una época pródiga en expresiones y en lecturas, ambas
susceptibles de justipreciarse y después colocar sucesos y cosas en el lugar
que les corresponde: legado de verdades a la espera de hallar a su destinatario.
Por la procedencia variopinta de los textos, encuentro cierta afinidad con los
que Fernando Fernández nos comparte en su blog, de nombre Siglo en la
brisa, donde ensayos de breve extensión y notas al vuelo se suceden con
franqueza y fidelidad, entre la celebración y el aprendizaje constantes, cualidades
dignas de un escritor comprometido con la página de cada día.
La última -de muchas palabras- queda a disposición de ustedes, de principio a fin. (Que así sea.)
Emmanuel
Carballo. Párrafos para un libro que no
publicaré nunca. México, Consejo Nacional para la Cultura y las
Artes-Dirección General de Publicaciones, 2013 (Memorias Mexicanas).
(10/junio/2022)