Ulises
Velázquez Gil
En
una canción de la española Luz Casal se puede encontrar la siguiente estrofa: “Vengo
del Norte, vengo de un mundo/ de fantasías y héroes de sal/ que no tuvieron
mejor destino/ que centinelas del temporal”. Para el libro que ahora nos ocupa,
hay un aura de premonición o quizá la actualización de un designio.
Uno de los sucesos capitales de la
historia mexicana del siglo XIX, sin lugar a duda, es la guerra entre México y
Estados Unidos, que buena parte del tiempo sufre el asedio maniqueo y broncíneo
del gobierno en turno; sin embargo, hay historias que bien merecen contarse, aún
si la gloria obtenida le pertenezca al bando contrario.
Vicente Quirarte se ocupa de ello Vergüenza
de los héroes. Armas y letras de la guerra entre México y Estados Unidos, donde
con fluida prosa y datos bien balanceados, repartidos en cinco textos, nos
presente sucesos y figuras que se dieron durante esa etapa toral, pero haciendo
énfasis en los escritores que empuñaron la pluma y tomar el papel como campo de
batalla.
En “Discurso de las armas y las letras” (título de
raigambre cervantina), nos presenta a varios escritores y periodistas que
echaron mano de sus talentos y habilidades para darle guerra (literalmente) al
invasor estadounidense; así también a un soldado que el tiempo acabaría por emparentar
con una de las plumas señeras del siglo XIX. Entre las tropas del general Scott
venía el capitán Mayne Reid, aventurero, periodista y amigo de Edgar Allan Poe.
Aunque de origen irlandés, no abrazó la causa de los San Patricio. En cambio,
escribió una curiosa novela titulada Los tiradores en México […]. En pluma
de Reid, la guerra entre México y Estados Unidos se transforma en una vertiginosa
novela de aventuras […]. Semejante habilidad para la transformación de
la historia en ficción explica la influencia que Reid ejercería posteriormente sobre
Julio Verne y Emilio Salgari.
Si para un joven oficial estadounidense la historia
mexicana es material de novela, para los escritores y periodistas de este lado
del río es un compromiso con el tiempo presente y ensalzar el espíritu de sus
compatriotas, tal y como ocurrió con la defensa de Churubusco y de otros
reductos del bando mexicano. E incluso, trocar la pluma y el papel por el fusil
y las municiones, como ocurrió con el impresor Vicente García Torres y el
dramaturgo Manuel Eduardo de Gorostiza. Aún con estas excepciones a la regla,
los versos de Manuel Carpio y de Francisco González Bocanegra, además de la
prosa sin par de Guillermo Prieto, cumplieron con su incendiario propósito. Una
vez que se termina de leer este ensayo, caemos en la cuenta de que las grandes
batallas no sólo se dan bajo el sino de las armas, también sobre la página
impresa: los comunicados del general Scott en The American Star, por ejemplo.
En “Tiempo de artistas”, se enfatiza el papel de pintores
y dibujantes de origen extranjero en cuanto a su descripción del paisaje mexicano
de aquellos días, donde, geógrafos empíricos armados de lápiz y de acuarelas,
fueron de gran importancia para el avance de las tropas enemigas y consolidar
dominios como triunfos militares. En este sentido, la figura del joven coronel
Robert E. Lee fue fundamental para esos propósitos, como agente de enlace como
dichos artistas. Sin mencionar la habilidad
estratégica de Lee y la destreza artística de [Carlos] Nebel, indudablemente
que el arte y la guerra se unieron en este caso para mayor desgracia de México.
[…] gran parte de los artistas extranjeros que vivieron entre nosotros
realizaron deliberadamente labor de espionaje o su obra fue utilizada con esos
fines por las potencias extranjeras.
Mientras los paisajistas abrían brecha y camino
para el avance enemigo, en teatros y periódicos la expresión nacional buscaba
sus propios senderos; Fernando Calderón, Niceto de Zamacois y los ya mencionados
González Bocanegra y Guillermo Prieto le daban voz a una sociedad mexicana en busca
de sentido para afrontar su irrebatible destino.
Con “Los otros niños héroes”, Quirarte profundiza
un poco acerca de esa referencia obligada en la guerra de intervención
estadounidense: los Niños Héroes, que se ciñeron a seis por capricho
gubernamental, cuando en los hechos superaban la media docena. De ahí que el primer problema al
aproximarnos a los Niños Héroes sea de orden numérico: no son todos los que
están ni están todos los que son. En dos hitos de nuestra cotidianidad
ciudadana -el billete de cinco pesos, ahora fuera de circulación, y el monumento
de Chapultepec- aparecen los seis cadetes cuyos nombres han sido dados a las
calles adyacentes de la colonia San Miguel Chapultepec. Algunos de los sobrevivientes,
contemporáneos del sexteto de marras, así como José María Roa Bárcena buscaron
dimensionar mejor a todos aquellos participantes de la defensa de Chapultepec,
incluso aquellos que se sumaron al bando contrario al correr de los años.
Una particularidad de la obra de Vicente Quirarte es
el constante enlace entre las letras y la historia, mismo que podemos encontrar
tanto en libros de cuño reciente como en sus grandes clásicos Historias de
la Historia y El fantasma del Hotel Alsace. A semejanza de este
último, tenemos “Dos oficiales y una dama”, diálogo imaginario entre Robert E.
Lee y Ulysses S. Grant, jóvenes compañeros en la guerra del ’47, futuros adversarios
en la de Secesión veinte años más tarde. De aquel encuentro, resaltan diálogos
como los siguientes: LEE: […] Estos mexicanos saben ser patriotas como
los más. Después de todo, no es Usted solamente del industrioso Norte que piensa
en las cosas prácticas, sino reconocer galantemente al enemigo. GRANT: Búrlese
si quiere, coronel, pero, como usted sabe, aunque amo la carrera de las armas
quise ser matemático. Siempre he tenido facilidad para los números aunque carezco
de talento para los cálculos. En cambio, Usted ha resultado la estrella de
nuestros ingenieros militares. […] LEE: […] Como Usted sabe,
nuestras raíces son celtas, y puedo comprender a estos mexicanos tienen en sus
venas la bravura del indígena y la galanura del español. Por eso y otras cosas,
se identificaron con ellos los infortunados irlandeses comandados por John O’Leary.
GRANT: Si un día escribo mis memorias, aunque sean estrictamente militares, no
voy a dejar de hacer observaciones políticas. No podría. ¿O no está de acuerdo
en que ésta es una descarada y abierta guerra de conquista?
Paréntesis aparte. Por ratos, los versos de la
canción de Luz Casal parecen por momentos contraponerse a los de Álvaro Mutis
en su “Razón del extraviado”; sin embargo, de ambos podemos rescatar lo
siguiente: cuando Luz Casal habla de “centinelas del temporal”, se refiere al
papel que tanto mexicanos como estadounidenses tuvieron para alertar a sus
compatriotas, pero también para infundirles fe y fuerza en aras de su siguiente
batalla. Respecto a los versos “Del norte/ donde toda voz es una orden” (Mutis),
se habla de un temple imbatible, cualidad de los pueblos con afanes de
conquista.
En suma, Vergüenza de los héroes da cuenta
de un periodo importante de la historia mexicana de todos los tiempos, donde se
justiprecia mejor a los bandos en disputa, sin dejar de lado el oprobio de un
ejército en vías de consolidar su expansionismo manifiesto; una prosa en pie
de guerra que nos recuerda las batallas de cada día, en aras, siempre, de
consolidar nuestra identidad en tanto ciudadanos como recipiendarios de un valiente
legado, por generoso y universal.
He aquí el óbolo de un caballero andante de las Letras y de la Historia, que nos recuerda, a renglón batiente, que las mejores herencias no se reciben, sino se conquistan. (Quede aquí este franco testimonio.)
Vicente
Quirarte. Vergüenza de los héroes. Armas
y letras de la guerra de México y Estados Unidos. México, Libros del Umbral,
1999 (El Tule, 2).
(18/marzo/2022)