viernes, 31 de diciembre de 2021

2021 en quince


Ulises Velázquez Gil

Cada año, sobra decirlo, al momento de realizar la selección oficial, se dan emociones encontradas, tanto por los títulos excluidos como por los que llegaron a quedarse; al final del día, priman el placer de la lectura y la esperanza de compartir en otro momento aquellas cosas que se quedaron tanto en la mesita de trabajo como en el buró.

A diferencia del año pasado, donde se echaron en falta los espacios físicos para presentaciones y charlas en torno a libros de cuño reciente, en este 2021 se reactivó un poco esa dinámica (con las medidas sanitarias correspondientes) y las mesas de novedades se llenaron de nuevos títulos, en espera de sus nuevos lectores y de integrarse a listados posteriores. En ambos casos -con todo y su modalidad a distancia-, la conversación prosigue y goza de cabal salud.

De infaltable tradición en esta columna en línea, comparto con ustedes mi listado con los quince libros que más me impactaron en el año (dejando en ustedes su posterior búsqueda y lectura, desde luego); también cabe mencionar que en algunos destella la experiencia de la primera vez: tanto en invención como en intención. Novelas gratamente esperadas, compilaciones de cuento que resumen una vida detrás de la pluma y hasta un libro de poesía que encontró su realización definitiva en estos meses de pandémica estampa, por mencionar sólo algunos ejemplos, participan de aquella experiencia. Quede en ustedes conocerla de buenas a primeras, y aunque suene a perogrullada, toda omisión o presencia desconcertante, que recaiga en el firmante de estas líneas.

POESÍA:

-Cancerófoba (Patricia Arredondo)

CUENTO:

-Los grandes hits de Shanna McCullough (Héctor Iván González)

-Después del exilio (Jazmín García Vázquez)

NOVELA:

-Un bosque flotante (Jorge F. Hernández)

-El jardín de las certezas (Diana Ramírez Luna)

-La princesa traicionada (Horacio Saavedra)

-Memorias tullidas del paraíso (Ingrid Solana)

-Niebla ardiente (Laura Baeza)                       

ENSAYO:

-Grados de miopía (Andrea Chapela)

-Gestos del centauro (Marcos Daniel Aguilar)

-Un lugar seguro (Olivia Teroba)

-El lado B de la cultura (Julia Santibáñez)

-Landscapes: escrituras móviles (Fabiola Eunice Camacho)

MEMORIAS:

-Selva oscura (Aline Pettersson)

CRÓNICAS:

-Anacrónicas (José Ángel Leyva)  

Mención especial para Fernando Fernández, cuya constancia lectora nos obsequió La majestad de lo mínimo (en torno a Ramón López Velarde, cuyo centenario luctuoso se cumplió en este año) y para dos nuevos integrantes de El Colegio Nacional, cuyos discursos de ingreso nos recuerdan dos asignaturas pendientes con los días que corren: Las huellas de la memoria y los pasos al devenir de Felipe Leal y El maravilloso mundo de los virus de Susana López Charretón.

Bien se sabe que tanto el primero como el último día de cada año no deja de soltarnos dudas sobre nuestro quehacer con la vida; de una cosa sí puedo estar seguro: que la pasión por la lectura persistirá. Y hasta aquí, la presente escala. ¡Muchas gracias a ustedes!

 

babelises@hotmail.com 

@Cliobabelis 

lunes, 20 de diciembre de 2021

Visita guiada

 

Ulises Velázquez Gil


En el prólogo de los Cuadernos 1957-1972 de Emil Cioran, Simone Boué hace énfasis en la importancia que tuvieron esos cuadernos para su autor, “por tratarse de su único contacto con la escritura”, en una época donde su bloqueo escritor era cosa de todos los días. Para quienes ejercemos el diario oficio de la escritura, un cuaderno se vuelve instrumento indispensable para todas las cosas que se desean realizar, y que, por los vaivenes de la vida, no pasan de la sola página donde se escriben.

Después de varias escalas en revistas y suplementos, Fabiola Eunice Camacho nos presenta su primer libro, donde sus obsesiones e intereses (sólo reservados en un principio al cuaderno) se encuentran a la busca de otros lares, de su lector idóneo.

Landscapes: escrituras móviles se compone por trece ensayos, donde su autora se cuestiona cuál es el verdadero quehacer de la escritura (de su escritura), y del cómo ésta no deja de suscitarle otras rutas, amén de dudas y, por qué no, de revelar su propio itinerario en aras de una escritura prístina que proteica, condiciones sólo reveladas -en principio- al recipiente del cuaderno. Acaso la parte más íntima de cualquier proceso creativo sea los cuadernos de trabajo. Son laboratorios ambulantes, en ellos se vierten mecanismos, se resguardan citas, se escriben las dudas, se garabatean los espacios en blanco, se proyecta la primera intuición de la obra.

Un primer libro, de cierta manera, es un cuaderno, por guardar toda serie de sucesos y de cosas que componen el ser y hacer de una escritora. Para el caso de Fabiola, los suyos tienen tarjetas de visita, fichas bibliográficas y hasta un breve ejercicio autobiográfico, muy a la manera del catálogo de una exposición: El lector es un autor de tiempo completo: @sr_gatoburbujas […] Quizá ahora la lectora es quien escribe, el escritor es, ¿qué es el escritor?

A medida que avanzamos en la lectura de Landscapes, no dudamos en creer esa constante lectura que deriva en la ulterior escritura; sin embargo, una buena escritura se compone de muchas lecturas, a guisa de “colección” de sucesos y cosas que permean en el texto mismo. Y ya que hablamos de colecciones, éstas se pueden comprender mejor desde los linderos autobiográficos, donde el afán coleccionista a ratos se vuelve inusitada acumulación. En el principio fue la acumulación y luego, el vacío. […] Ya se sabe que un buen coleccionista tiene por principio de cuentas un sentido táctil muy desarrollado. Toda colección es subjetiva y al hacerla puede que incluso lleguemos a romper las cadenas de producción y los estándares de consumo por el hecho de que nos abstendríamos de comprar plásticos y tecnología. Acumularíamos sin depurar.

Uno de los ejercicios acumulativos (y acumuladores) por excelencia, es la escritura de cuadernos y diarios, donde se consignan los hechos de la vida; una cita de brillo espectacular convive en franca compañía con el dato vacuo, de numeralia sólo reservada al enciclopedismo del juego de mesa Maratón. Si acumulamos objetos, también memorias, incluso conocimientos. Pero la delgada línea entre el coleccionismo y la acumulación sólo se comprende si justipreciamos el valor concedido a las cosas. (Del síndrome de Diógenes al catálogo de mercadolibre, pero con ideas y apreciaciones.).

Otro tema de toral importancia en los ensayos de Fabiola Eunice Camacho es la ciudad, misma que aborda en el ensayo homónimo del libro. Una ciudad siempre es fugitiva. No sólo escapa de cualquier clase de reglas y formas de medición, sino también de las miradas que pretendan privarle de su voluntad de estar en constante movimiento. Más que funambulista, la autora es citámbula, por sus constantes paseos e incursiones, tanto geográficas como imaginarias; lectora de Walter Benjamin y discípula de Vicente Quirarte, sus pasos sobre la calle y por los renglones trazan reflexiones a la busca de leerse mejor y volverse parte del objeto que le atrae sobremanera. Si Italo Calvino puso al viandante en el mapa, nuestra autora le obsequia una postal de propia mano. ¿Qué es lo que pasa en la ciudad? ¿Qué va a pasar en ella? La ciudad responde con paisajes.

(Paréntesis aparte. En una escena de Paisaje en la niebla de Theo Angelopoulos, un personaje muestra a los niños protagonistas un fragmento de película y les pide que fijen su mirada hacia éste, porque más allá se ve un paisaje idóneo, un no-lugar por así decirlo. Así ocurre con la literatura: nos muestra cosas fuera de nuestro entendimiento, pero si enfocamos un poco la vista, hay cosas más allá de lo evidente… Incluso ciudades propias y ajenas, que es preciso construir y deconstruir.)

Un tópico fundamental que aparece frente a nosotros cuando se habla de ciudades, reside en el acto de habitar(las), inquietud que la autora plasma en “Escrituras al margen: notas para habitar los espacios en blanco”, donde la ciudad más importante por visitar o por conocer no se encuentra en documentos cartográficos, sino en el viaje al interior de una misma, mientras se hace propia una habitación ajena. Viajar en situaciones de duelo o hastío no es igual a huir, es sólo una forma de obtener perspectiva. Viajar y hospedarse es como armar el marco del rompecabezas. Como un experimento donde la distancia del personaje es lo que completa la acción, no hago sino borrar de manera pasajera mis recuerdos sobre casi todos los viajes en mi vida adulta. […] Viajes sin ninguna pretensión que respirar otros humores, deambular por otras calles. Dormir en otras camas.

En suma, Landscapes: escrituras móviles consigna la persistencia escritural de Fabiola Eunice Camacho por un oficio extenuante como renovador, cuyas andanzas y maestranzas sólo se reservan, en principio, al cuaderno personal, indispensable en ese ajuste de cuentas con la vida; suerte de visita guiada por el interior de nuestro cuarto.

Si se hiciera una galería ideal de ensayistas mexicanas contemporáneas, de la misma forma con que se monta una exposición, la curaduría correspondiente no dudaría en colocar en la misma sala a nuestra autora junto a Ingrid Solana, Marina Azahua, Georgina Cebey, Olivia Teroba y Laura Sofía Rivero, por mencionar sólo algunas exponentes; de travesías diversas, que confluyen hacia un constante cuestionamiento, sólo resuelto mediante la persistencia de la escritura.

Queden aquí estas letras en movimiento, en espera de hallar a sus lectores y descubrir, por cuenta propia, esa travesía al interior de sí mismos.   

Fabiola Eunice Camacho. Landscapes: escrituras móviles. México, Los Libros del Perro, 2021 (Ensayo).  

(6/diciembre/2021)