Ulises
Velázquez Gil
En
el prólogo de los Cuadernos 1957-1972 de Emil Cioran, Simone Boué hace
énfasis en la importancia que tuvieron esos cuadernos para su autor, “por tratarse
de su único contacto con la escritura”, en una época donde su bloqueo escritor
era cosa de todos los días. Para quienes ejercemos el diario oficio de la
escritura, un cuaderno se vuelve instrumento indispensable para todas las cosas
que se desean realizar, y que, por los vaivenes de la vida, no pasan de la sola
página donde se escriben.
Después de varias escalas en revistas y
suplementos, Fabiola Eunice Camacho nos presenta su primer libro, donde sus obsesiones
e intereses (sólo reservados en un principio al cuaderno) se encuentran a la
busca de otros lares, de su lector idóneo.
Landscapes: escrituras móviles se
compone por trece ensayos, donde su autora se cuestiona cuál es el verdadero
quehacer de la escritura (de su escritura), y del cómo ésta no deja de
suscitarle otras rutas, amén de dudas y, por qué no, de revelar su propio
itinerario en aras de una escritura prístina que proteica, condiciones sólo
reveladas -en principio- al recipiente del cuaderno. Acaso la parte más íntima
de cualquier proceso creativo sea los cuadernos de trabajo. Son laboratorios
ambulantes, en ellos se vierten mecanismos, se resguardan citas, se escriben
las dudas, se garabatean los espacios en blanco, se proyecta la primera intuición
de la obra.
Un primer libro, de
cierta manera, es un cuaderno, por guardar toda serie de sucesos y de cosas que
componen el ser y hacer de una escritora. Para el caso de Fabiola, los suyos
tienen tarjetas de visita, fichas bibliográficas y hasta un breve ejercicio
autobiográfico, muy a la manera del catálogo de una exposición: El lector es un autor de tiempo completo:
@sr_gatoburbujas […] Quizá ahora la lectora es quien escribe, el
escritor es, ¿qué es el escritor?
A medida que avanzamos
en la lectura de Landscapes, no dudamos en creer esa constante lectura que
deriva en la ulterior escritura; sin embargo, una buena escritura se compone de
muchas lecturas, a guisa de “colección” de sucesos y cosas que permean en el
texto mismo. Y ya que hablamos de colecciones, éstas se pueden comprender mejor
desde los linderos autobiográficos, donde el afán coleccionista a ratos se vuelve
inusitada acumulación. En el
principio fue la acumulación y luego, el vacío. […] Ya se
sabe que un buen coleccionista tiene por principio de cuentas un sentido táctil
muy desarrollado. Toda colección es subjetiva y al hacerla puede que incluso
lleguemos a romper las cadenas de producción y los estándares de consumo por el
hecho de que nos abstendríamos de comprar plásticos y tecnología. Acumularíamos
sin depurar.
Uno de los ejercicios
acumulativos (y acumuladores) por excelencia, es la escritura de cuadernos y
diarios, donde se consignan los hechos de la vida; una cita de brillo
espectacular convive en franca compañía con el dato vacuo, de numeralia sólo
reservada al enciclopedismo del juego de mesa Maratón. Si acumulamos objetos,
también memorias, incluso conocimientos. Pero la delgada línea entre el
coleccionismo y la acumulación sólo se comprende si justipreciamos el valor concedido
a las cosas. (Del síndrome de Diógenes al catálogo de mercadolibre, pero con
ideas y apreciaciones.).
Otro tema de toral importancia
en los ensayos de Fabiola Eunice Camacho es la ciudad, misma que aborda en el
ensayo homónimo del libro. Una
ciudad siempre es fugitiva. No sólo escapa de cualquier clase de reglas y
formas de medición, sino también de las miradas que pretendan privarle de su
voluntad de estar en constante movimiento.
Más que funambulista, la autora es citámbula, por sus constantes paseos e incursiones, tanto geográficas
como imaginarias; lectora de Walter Benjamin y discípula de Vicente Quirarte,
sus pasos sobre la calle y por los renglones trazan reflexiones a la busca de
leerse mejor y volverse parte del objeto que le atrae sobremanera. Si Italo
Calvino puso al viandante en el mapa, nuestra autora le obsequia una postal de
propia mano. ¿Qué es lo que pasa en la ciudad? ¿Qué va a pasar en ella? La
ciudad responde con paisajes.
(Paréntesis aparte. En una escena de Paisaje en
la niebla de Theo Angelopoulos, un personaje muestra a los niños protagonistas
un fragmento de película y les pide que fijen su mirada hacia éste, porque más
allá se ve un paisaje idóneo, un no-lugar por así decirlo. Así ocurre
con la literatura: nos muestra cosas fuera de nuestro entendimiento, pero si
enfocamos un poco la vista, hay cosas más allá de lo evidente… Incluso
ciudades propias y ajenas, que es preciso construir y deconstruir.)
Un tópico fundamental que aparece frente a
nosotros cuando se habla de ciudades, reside en el acto de habitar(las),
inquietud que la autora plasma en “Escrituras al margen: notas para habitar los
espacios en blanco”, donde la ciudad más importante por visitar o por conocer
no se encuentra en documentos cartográficos, sino en el viaje al interior de
una misma, mientras se hace propia una habitación ajena. Viajar en situaciones
de duelo o hastío no es igual a huir, es sólo una forma de obtener perspectiva.
Viajar y hospedarse es como armar el marco del rompecabezas. Como un experimento
donde la distancia del personaje es lo que completa la acción, no hago sino borrar
de manera pasajera mis recuerdos sobre casi todos los viajes en mi vida adulta.
[…] Viajes sin ninguna pretensión que respirar otros humores, deambular
por otras calles. Dormir en otras camas.
En suma, Landscapes:
escrituras móviles consigna la persistencia escritural de Fabiola Eunice
Camacho por un oficio extenuante como renovador, cuyas andanzas y maestranzas
sólo se reservan, en principio, al cuaderno personal, indispensable en ese
ajuste de cuentas con la vida; suerte de visita guiada por el interior
de nuestro cuarto.
Si se hiciera una galería ideal de ensayistas
mexicanas contemporáneas, de la misma forma con que se monta una exposición, la
curaduría correspondiente no dudaría en colocar en la misma sala a nuestra
autora junto a Ingrid Solana, Marina Azahua, Georgina Cebey, Olivia Teroba y Laura
Sofía Rivero, por mencionar sólo algunas exponentes; de travesías diversas, que
confluyen hacia un constante cuestionamiento, sólo resuelto mediante la
persistencia de la escritura.
Queden aquí estas letras en movimiento, en espera de hallar a sus lectores y descubrir, por cuenta propia, esa travesía al interior de sí mismos.
Fabiola Eunice Camacho. Landscapes: escrituras móviles. México, Los Libros del Perro, 2021 (Ensayo).
(6/diciembre/2021)
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