La jalisciense ciudad de Zapotlán el grande (hoy Ciudad Guzmán) ha dado al mundo tres talentos únicos en su género: José Clemente Orozco, Consuelito Velázquez y Juan José Arreola, quien nació un día como hoy, hace 90 años, y cuya obra literaria sigue con la frescura primigenia con que nació al mundo de las Letras.
Nacido en el seno de una familia numerosa, Juan José Arreola Zúñiga tuvo desde niño una enorme inclinación por las letras, mismas que primero hallaron en la palabra hablada su primer vehículo para la expresión. Durante la Cristiada, Arreola en vez de elegir una escuela de gobierno o un seminario clandestino, simplemente se puso a trabajar por invitación de su padre. ¡¡Qué no hizo!! Entre vendedor de tepache y calzado, criador de pollos, fue en su oficio de encuadernador donde las letras ya nunca lo abandonaron. Con éstas sobre la espalda, en 1938 viajó a la ciudad de México para buscar su destino y, por qué no, para ganarse la vida. (Cuatro paisanos suyos, Juan Rulfo, José Luis Martínez, Antonio Alatorre y Emmanuel Carballo, también harían lo propio.)
Creador de revistas tempraneras como Eos y Pan, Arreola aprovechó estos foros de expresión para publicar sus primeras obras, las cuales se hallan a caballo entre el ensayo y la narrativa; característica fundamental de dos de sus autores admirados: Giovanni Papini y Jorge Luis Borges. Su primer cuento, "Hizo el bien mientras vivió" (1943), marcó el nacimiento de un cuentista non. Pero fueron su cuento Gunther Stapenhorst (1946) y su primer libro Varia invención (1949) quienes le dieron la carta de ciudadanía literaria.
Como la palabra seguía haciendo mella en el ser y hacer de Arreola, ésta lo llevó a trabajar en dos lugares que fueron, por así decirlo, sus universidades: el Fondo de Cultura Económica y El Colegio de México. (Convivir con Alfonso Reyes, en sí, ya era el privilegio más grande.) Pero en esos lugares, ofreció traducciones, correcciones de galera e inclusive allí nacieron más libros suyos como Confabulario (1952), Bestiario (1958) -el cual, dice la leyenda, fue transcrito por José Emilio Pacheco-, La feria (1963) -su única novela-, y Palindroma (1971).
Pero su admiración por la palabra sobrepasaría la frontera de la página impresa y esto lo demostró a carta cabal en el teatro. Después de hacer sus pininos en el teatro universitario, dirigido por Fernando Wagner y Rodolfo Usigli, viajó a París para perfeccionarse y llegó a trabajar en la Comédie Francaise, al lado de Jean-Louis Barrault. Y como la declamación, desde niño, le atraía mucho, la poesía de grandes autores como Ramón López Velarde y Pablo Neruda dicha por su propia voz acababa por maravillar al respetable. Arreola le daba un nuevo sentido a la creación literaria que no era propiamente suya, tal y como lo hace un juglar con los jugares y cantares del tiempo vivido. Además, gracias a sus diálogos (o monólogos) televisivos, nos hacía descubrir otros tiempos, otras palabras. Sin embargo, el 4 de diciembre de 2001, Juan José Arreola dejó este mundo y viajó hacia otros horizontes donde compartir la experiencia de la palabra. (Un juglar nunca puede estarse quieto en un solo lado, ¿no creen?)
Hoy que la rueda gira noventa veces, es preciso acercarse a las obras de Juan José Arreola: las escritas, cuya frescura y peculiaridad siguen maravillándonos, y las habladas, es decir, los programas televisivos y las transcripciones de sus múltiples entrevistas. El mejor homenaje de todos es leerlo y cada quien sabrá expresarnos su experiencia arreoliana porque, y no me pico de original al decirlo, hay un "antes de Arreola" y un "después de Arreola". Luego de leerlo, ya la vida no es la misma. Muchas gracias.
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