Tanto en el santoral cívico como en el religioso, siempre hay un buen pretexto para celebrar y recordar a los personajes que forjaron una nueva forma de decir las cosas, sea a favor o en contra de una sola perspectiva. Sin embargo, existe un determinado número de personajes que se niegan a inclinar la balanza hacia algún lado, sino que su labor primordial es hacer la crónica de los hechos, o mejor dicho, en describir la antesala de su desastre. Un ejemplo de ello: José Emilio Pacheco, quien además de todo, hoy cumple 70 años.
Nacido un día como hoy de 1939, José Emilio Pacheco Berny encontró en la palabra escrita el mejor medio para describir el mundo circundante, como todo escritor que se respete; sin embargo, a él le correspondió, desde el primer momento que tomó la pluma, en hacer la crónica paulatina del desastre que se avecina. Desde la publicación de sus primeras obras en la revista Medio Siglo, el sacerdocio literario de Pacheco se dirigió hacia el rescate de las cosas pasadas. Prosiguió esta labor en México en la cultura, suplemento del periódico Novedades, la Revista de la Universidad de México, y en La Cultura en México, de la revista Siempre! Desde estas trincheras hemerográficas, Pacheco reseñó cuanto libro le pusieran enfrente y creó una nueva forma de hacer literatura y periodismo al unirlos en una sección ya memorable: Calendario. Más adelante, en la revista Proceso, dicha serie se volvió Inventario, el cual aún espera integrarse a la obra pachequiana.
Nacido un día como hoy de 1939, José Emilio Pacheco Berny encontró en la palabra escrita el mejor medio para describir el mundo circundante, como todo escritor que se respete; sin embargo, a él le correspondió, desde el primer momento que tomó la pluma, en hacer la crónica paulatina del desastre que se avecina. Desde la publicación de sus primeras obras en la revista Medio Siglo, el sacerdocio literario de Pacheco se dirigió hacia el rescate de las cosas pasadas. Prosiguió esta labor en México en la cultura, suplemento del periódico Novedades, la Revista de la Universidad de México, y en La Cultura en México, de la revista Siempre! Desde estas trincheras hemerográficas, Pacheco reseñó cuanto libro le pusieran enfrente y creó una nueva forma de hacer literatura y periodismo al unirlos en una sección ya memorable: Calendario. Más adelante, en la revista Proceso, dicha serie se volvió Inventario, el cual aún espera integrarse a la obra pachequiana.
En la obra de José Emilio Pacheco, hay dos grandes constantes: la memoria y la nostalgia. En su poesía, regularmente abunda en temas nostágicos, por aquellas cosas que ya se fueron; cabe resaltar también que en la narrativa esto se halla presente. Preclaro ejemplo de ello: Las batallas en el desierto. (En el homenaje que se le hizo la semana pasada en El Colegio de México, Pacheco confesó que mucha gente, luego de leer su novelita, se ha sentido identificada con las cosas que allí pasaron, y que, si alguna vez se aventara a escribir sus memorias, seguramente lo tildarían de mentiroso. Vivir para ver.) Por el lado de la memoria, gracias a su infatigable pasión por leer cuanta cosa le pongan al paso, dio como resultado una novela sui generis (en tiempos de la nouveau roman, eso era moneda corriente), mostrando sus respetos hacia el Holocausto: Morirás lejos.
Ante una carretada de homenajes, mesas redondas y premios al por mayor, ¿qué más podría decirse sobre José Emilio Pacheco? Algunos detalles ratoneros como, por ejemplo, su acendrado empeño por corregir las ediciones subsecuentes de sus libros. (Recuerdo que, luego de una conferencia suya en El Colegio Nacional, corrigió, de puño y letra, una errata en mi ejemplar de Tarde o temprano, su poesía reunida hasta 2000.) Cada vez que se reedita un libro, claro, éste ya pasó por su criba correctiva. Otro detalle ratonero: siempre que la ocasión lo amerita, no deja de agradecerle a su esposa, Cristina Pacheco, por el tiempo que han pasado juntos, y al convertirse en testigos de una ciudad que se difumina día tras día.
Por último, si las palabras de quien escribe pecan de parquedad o no pasan de semejante villamelonada, reitero la invitación para acercarse a su obra, que nos depara una nueva sorpresa cada vez que la frecuentamos. Y aunque muchos se inclinan por contar entre sus favoritas a Las batallas en el desierto, El principio del placer, Ciudad de la memoria o El silencio de la luna (a título personal, me quedo con la segunda), hay poemas que no tienen desperdicio, como éste que comparto con todos ustedes. (¡¡Felicidades, José Emilio!!)
Inmemorial
El misterioso día
se acaba con las cosas que no devuelve.
Nunca nadie podrá reconstruir
lo que pasó ni siquiera en este
más cotidiano de los mansos días.
Minuto: enigma irrepetible.
Quedará tal vez
una sombra una mancha en la pared
vagos vestigios de ceniza en el aire.
vagos vestigios de ceniza en el aire.
Pues de otro modo qué condenación
nos ataría a la memoria por siempre.
Vueltas y vueltas en derredor de instantes vacíos.
Despójate del día de hoy para seguir ignorando y viviendo.
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