Entre los muchos descubrimientos que hice en mi época lejana de preparatoriano, se encuentra mi acercamiento hacia cierta estación de radio, de la cual sólo quedan fragmentos en la memoria colectiva. Sin embargo, del polvo de aquellos lodos, rescato la presencia de una cantante non que, aún hoy, me sigue haciendo mella: Björk. (Al mencionarla, sé que digo todo, pero me aviento.)
Un requisito fundamental para todas aquellas cantantes inclasificables, es haber nacido en una geografía alterna a la habitual. Éste es el caso de Björk Guðmundsdóttir, nacida en Reikiavik, Islandia, el 21 de noviembre de 1965. Se dice que las familias versátiles suelen parir genios en potencia, y en Björk no fue la excepción, dado que su madre es una acérrima activista en pro de la ecología, y su padre, un acendrado guitarrista de rock, una especie de Eric Clapton islandés, quien llevó a su hija por los senderos de la música y la composición. Y por el lado materno, Björk se interesó por las ciencias naturales, la física y el jazz.
Cuando los caminos llaman, debe ser por una razón de peso; desde temprana edad, Björk dio muestras de su talento interpretativo, sea en reuniones familiares o escolares. Una interpretación muy suya de "I love to love" llegó a oídos de una casa disquera islandesa, quien decidió firmar un contrato, mas nunca se concretó, y otro sello discográfico entró al quite. Así, en 1977, sale a la luz Björk, su primer álbum solista, y compuesto por varios covers.
Como los intereses musicales de la islandesa eran igual de disímiles como sus lecturas tempranas, Björk peregrinó a lo largo de casi una década por el punk, el fusion jazz y el pop, hasta llegar a 1986, cuando forma, junto a otros músicos, The Sugarcubes. Su canción más famosa, "Birthday", dio a la banda un sello casi depresivo, sin dejar a un lado el pop. Fue tanta la fama que obtuvo dentro de The Sugarcubes que su siguiente paso, una vez ya fuera del grupo, fue atravesar el Atlántico. Y al llegar a Londres, donde radica hasta la fecha, comenzar de cero con un nuevo estilo, cada vez más personal.
Influida por el dance londinense, sale a la luz Debut (1993), del que se desprenden "Big time sensuality", "Human behaviour" y la conocidísima "Violently happy", que evidencian un talento desmedido, pero también una predilección por los temas depresivos y algo meditabundos. (Que levante la mano o tire la primera piedra quien alguna vez no se haya identificado con "Violently happy".) Cabe destacar que ese talento se reflejó de igual manera en sus videoclips, algunos de ellos dirigidos por Michel Gondry, donde se transpira creatividad a cada segundo.
Su segundo álbum, Post (1995) sólo confirmó lo ya conocido: un estilo desenfadado, álgido y movido (tal es el caso de "Army of me"), pero nos regaló una joya musicalmente hablando: "It's so quiet", donde regresa el jazz de sus orígenes. En el caso particular de esta canción, Björk nos demuestra que cualquier género (si se permite la etiqueta, claro) le queda corto. En una palabra, la versatilidad -en lo que a música se refiere- se torna su escudo de armas. Más ejemplos de ello: Homogenic (1997), Vespertine (2001), Medulla (2004) y Volta (2007), su más reciente producción.
Ya que hablamos de versatilidad, Björk también ha incursionado en otros mundos diametralmente ajenos a la música, como, por ejemplo, el cine. En Prêt-à-porter (1994), de Robert Altman, tiene una breve aparición en el papel de una modelo, pero en Dancer in the dark (2000), de Lars von Trier, donde su interpretación como Selma Jezkova se lleva las palmas. Y, de refilón, convence al público no dado a los musicales. (Como quien dice, fue al Polo Norte a vender paletas ¡¡y las vendió!!)
La crítica musical, alguna vez lo dije, no es mi fuerte, y haciendo este tipo de apuntes, menos aún. De algo estoy seguro: del gusto renovado que tengo por la obra de Björk. Donde yo veo versatilidad, algunos observan polémica y no es para menos. Al ser una artista de alcances internacionales, debe permanecer al tanto del movimiento de este mundo, sea a favor de la ecología (como su madre), sea en pro de un mejor trato humano. (Quien recuerde aquel grito "Tibet, Tibet!!" al final de un concierto en China, luego de interpretar "Declare independence", sabe a qué me refiero.) Por ahora, me declaro admirador de su música y la última palabra, claro está, la tienen los verdaderos fans. ¿No es así?
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