Octavio Paz dijo alguna vez, en ocasión del ingreso de Salvador Elizondo a la Academia Mexicana de la Lengua, que con este acto, la Academia se volvía un recinto mitad cofradía, mitad club literario. Casi treinta años después, sus palabras tienen una vigencia perenne, dado que el ingreso a sus filas de un nuevo miembro, origina esa misma impresión. Y la presencia en sus filas del escritor y artista plástico Fernando del Paso no es la excepción, cuya ceremonia se llevó a cabo hace unas horas.
Minutos antes de las 7 p.m, hora de inicio de la sesión pública y solemne de la Academia Mexicana de la Lengua, al Salón de Recepciones del Museo Nacional de Arte (MUNAL) comenzaban a llegar, entre público en general, varias luminarias de la ciencia y la cultura, como Consuelo Saízar, Ignacio Trejo Fuentes, Dora Pellicer, posiblemente a Víctor Díaz Arciniega, entre otros, quienes veían la paulatina llegada de los insignes miembros de la AML. Quien esto escribe, llegó diez minutos antes de la hora citada, mismos que empleó para saludar, primero, a Carlos Gorbea, abogado de lustre histórico, y luego a la queridísima Maribel Báez, rostro dinámico de la Dirección de Literatura del INBA. Después de acomodarnos en nuestros respectivos lugares, Carlos, un amigo suyo y un servidor aprovecharon la cercanía de sus asientos para saludar a Fernando Serrano Migallón, Diego Valadés, Felipe Garrido, Concepción Company, Ascensión Hernández Triviño y Vicente Quirarte, quienes agradecieron nuestra asistencia. (Con mi querida Chonita la charla fue muy breve, dado que la ceremonia comenzaría en algunos momentos más, pero se mostró muy contenta con mi presencia por aquellos lares.)
A las 7 en punto, dio comienzo la sesión pública y solemne donde Fernando del Paso, haría más que oficial su ingreso como Académico correspondiente, con la sola lectura de su discurso de ingreso acerca de una de las lenguas que conforman, en buena medida, al español: la lengua sefaradí. Del Paso nos llevó de la mano por la historia de esa lengua, nacida en tierras españolas durante la dominación judeoárabe; también hizo énfasis en los avatares que pasó la lengua luego de la expulsión de los judíos de España en 1492, mismos que mantuvieron en constante peregrinaje a sus hablantes, desde Bulgaria y Grecia hasta Turquía y Tierra Santa. En otra parte de su trabajo, Del Paso hizo una breve revisión a todos los estudios en torno a la lengua, mismos que forman un precedente en lo que a estudios filológicos y lingüísticos se refiere. Un dato de su discurso que me dejó maravillado, es el hecho de que Francisco Franco, durante la Segunda guerra mundial, pasara de antisemita a filosefaradí. (Quien fuera, por casi cuarenta años, émulo del demonio, para una comunidad rica en cultura, fue su acendrado salvador. Cosas de la vida.) Finalmente, la participación del autor de Noticias del Imperio, cabe decir, fue algo breve, respecto de otras sesiones.
Después que el Director de la AML, José G. Moreno de Alba, distinguiera a Fernando del Paso con la venera y el diploma que lo acreditan como miembro de la Academia, cedió la palabra al escritor y filólogo Ernesto de la Peña para responder al discurso del nuevo recipiendario. Éste dedicó su intervención en ponderar, según él, sus mejores novelas: José Trigo, Palinuro de México y Noticias del Imperio, calificándolas por su maestría como galaxias plurimembres.
Al final de tan sonado evento, el público asistente aprovechó para saludar a Del Paso y hasta tomarse fotos con él; algunos aprovecharon para acercarse a otros escritores y pedirles la respectiva rúbrica. (En mi caso, fueron Ernesto de la Peña y Vicente Quirarte, quienes se mostraron sorprendidos al ver las ediciones que yo tenía; aún así, me agradecieron sobremanera ese gesto.) Mientras unos le sacaban jugo al festejado y otros bajaban al vestíbulo principal del museo para tomarse un vino de honor, me reuní con tres amigos míos, Eduardo Arcia, Elvia Luna y Fortuna Totah, a quienes veo cada miércoles en la Academia Mexicana de la Historia. Estaban maravillados por el evento y no pensaban retirarse sin antes departir un buen vino con ellos. Y mientras llegaba ese momento... ya tenía seguros los discursos de ingreso de Fernando Serrano Migallón, Felipe Garrido, Julieta Fierro y Concepción Company. (A su debido tiempo contaré cómo me fue con ellos.)
Para finalizar estas líneas, al fin me tomé un buen vino y uno que otro refresco con mis colegas; mientras Eduardo y Elvia esperaban su turno para que Del Paso les dedicara sus ejemplares, platicaba gustoso con Maribel sobre las latas de la investigación bibliográfica. (Gracias a una amiga mía, posiblemente ya no tendría tantos problemas con un tema que la tiene en un hilo. A ver qué sucede.) Luego de presumir sus libros ya firmados, emprendimos paulatinamente la retirada, satisfechos de un evento muy sonado. Y si le sumamos la excelsa iluminación de los palacios circundantes, no cabe duda que compartimos el tiempo en la capital de la cultura. Minería, Correos, Bellas Artes, el propio MUNAL, definitivamente maravilloso. Una noche sin igual, y eso gracias a Fernando del Paso y la Academia Mexicana de la Lengua. ¡¡Gracias!!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario