Esta semana inicia de capa caída para las letras mexicanas, con el sensible fallecimiento del escritor, filósofo e investigador universitario Alejandro Rossi, a quien el destino galardonó con el Premio Xavier Villaurrutia en 2006 por su primera novela Edén. Vida imaginada., luego de habernos regalado sendos libros de cuentos y ensayos como La fábula de las regiones, Un café con Gorrondona, Cartas credenciales y el clásico Manual del distraído; obras que no hace mucho tiempo el Fondo de Cultura Económica conjuntó en un tomo de Obras reunidas. Trabajos que evidencian un talento innegable y una maestría en el uso del español.
Al igual que varios de sus compañeros de generación, como Salvador Elizondo y José de la Colina, Alejandro Rossi Guerrero tuvo un origen o una primera formación en el extranjero. Nacido el 22 de septiembre de 1932 en Florencia, de padre italiano y madre venezolana, tuvo una vida errante que lo llevó de Italia a Aregentina, de ahí a Venezuela, para luego llegar a México, donde declaró residencia hasta el fin de sus días. Realizó estudios de Filosofía (fue un destellante alumno del no menos eminente José Gaos), mismos que perfeccionó en Alemania, al lado del polémico Martin Heidegger, y en Inglaterra. Como investigador en esta materia, deriva un libro clásico en su género: Lenguaje y significado.
Sin embargo, para las letras mexicanas, no fue sino hasta la década de los setenta cuando dio sus primeros destellos de creatividad, cuando Octavio Paz lo invita a colaborar en la revista Plural. Mientras vivía las latas de la edición, Rossi comenzó a publicar una serie de ensayos y relatos cuyo afán primigenio fue llenar una página libre de la publicación. Pero esos textos fueron más allá. Con ese particular estilo de contar una historia, nació para las letras mexicanas un escritor singular. A partir de allí, Rossi se volvió una leyenda tanto en Plural como en Vuelta, donde también regaló sus obras y su tiempo. (Cabe decir que fue el director suplente de la revista mientras Octavio Paz se encontraba en Londres.) También hizo lo propio en Letras Libres, heredera de las anteriores.
Una característica evidente en la obra de Rossi es la forma con que plantea un asunto, cómo presenta una anécdota, y al final, lo que parecía obvio resulta que no era como se veía. Esto es más que evidente en La fábula de las regiones y Un café con Gorrondona. Cuestión que lo emparenta con Salvador Elizondo y José de la Colina, grandes amigos suyos además de todo. Un talento más que genial encontró asilo tanto en la UNAM como en El Colegio Nacional.
El pasado sábado 6 de junio, las letras mexicanas pierden a un genio más, cuya obra se encuentra más que abierta y digna de suscitar grandes sorpresas y nuevos lectores. (A título personal, prefiero los ensayos de Cartas credenciales, libro que lleva el nombre de su discurso de ingreso a El Colegio Nacional.) Sin embargo, para las letras no hay tiempo y siempre será un buen momento para acercarse a la obra de Alejandro Rossi. Por ahora, el duelo es evidente, mas no eterno.
Cìao, Alejandro Rossi!!!
1 comentario:
Una presencia valiosa que se apaga en nuestras letras. Otra más en tan poco tiempo. Recuerdo agradecido su Manual del distraído. Gracias por tu espacio que frecuento aunque es la primera vez que dejo una huella.
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