Una de las contradicciones de la vida, es que siempre acabamos por sentir cierta admiración por los villanos o, mejor dicho, por los tipos mal humorados o simplemente huraños. Y sin embargo, esto no les quita ni un ápice de genialidad. Si me estoy refieriendo al pesado del Dr. Gregory House, no se habrán equivocado.
De todas las series con temática nosocomial, House M.D., creada por David Shore en 2004, es la más irreverente (y, por ende, directa), pero también es la más humana, dados los casos que nos presenta. Un médico que sufre las secuelas de una enfermedad mal diagnosticada, mismas que intenta reducir con dosis y dosis de vicodine, es el encargado de diagnosticar a los pacientes del Hospital Universitario Princeton-Plainsboro cuyo padecimiento aún no es develado por completo al personal. Con la ayuda de sus fieles lacayos Eric Foreman (un afroamericano que cuestiona los métodos de House y que prefiere un trato más humano hacia los pacientes), Robert Chase (un hijo de papi metido a médico) y Allison Cameron (la bella e inteligente del grupo, amor secreto de House en alguna temporada), House resuelve los más difíciles casos usando, claro está, una deducción característica del detective más audaz. Incluso, en ocasiones, House pide ayuda o consejo a su colega James Wilson, oncólogo a quien hace un poco la vida de cuadritos. Pero el elenco no estaría completo sin la presencia de Lisa Cuddy, directora del hospital y quien intenta poner a House en su lugar.
Sin embargo, ¿dónde radica la importancia de Dr. House entre todas las series de temática médica? No es un dramedy como Grey's anathomy, donde se desenvuelven con mayor libertad los personajes, pero tampoco es E.R. o General Hospital, donde todos los personajes se equiparan casi al grado de los héroes de la épica grecolatina. House nos demuestra que también los médicos tienen sus lados flacos, es decir, humanos. A la par de su talento para acertar en el diagnóstico correcto, House se empecina en incomodar a sus pacientes (gracias al sarcasmo, desde luego), pero les hace ver que parte del problema radica en ellos mismos. Cameron, Chase y Foreman tienen su propia manera de ver a su enérgico jefe, pero los tres coinciden en admirar su talento. Y Wilson y Cuddy, bueno, digamos que el carácter contreras de su colega les ayuda a sostener su postulado y, por qué no, hasta su puesto. Sin picarme de pretencioso, diría que House M.D. es un claro ejemplo de la ley de la dialéctica, y, a veces, hasta de la navaja de Occam. (Y la tarea va por su cuenta.)
Para cerrar estas líneas, solamente diré que la importancia de ser Dr. House radica en su manera de decirnos las cosas, de confrontarnos con las enfermedades, sin olvidar que los médicos también son parte del problema, y, por tanto, de su propia solución. Cada quien sabrá poner a Gregory House en un altar o en la hoguera. No puedo decir más al respecto, porque hay cosas que me agradan de él, como decir las cosas sin tapujos. (Desde el punto de vista del paciente, duele que nos digan la verdad, pero es mucho más cruel disfrazarla o posponerla.) Ustedes tienen la última palabra.
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