martes, 30 de junio de 2009

José Emilio Pacheco: la memoria y la nostalgia

Tanto en el santoral cívico como en el religioso, siempre hay un buen pretexto para celebrar y recordar a los personajes que forjaron una nueva forma de decir las cosas, sea a favor o en contra de una sola perspectiva. Sin embargo, existe un determinado número de personajes que se niegan a inclinar la balanza hacia algún lado, sino que su labor primordial es hacer la crónica de los hechos, o mejor dicho, en describir la antesala de su desastre. Un ejemplo de ello: José Emilio Pacheco, quien además de todo, hoy cumple 70 años.
Nacido un día como hoy de 1939, José Emilio Pacheco Berny encontró en la palabra escrita el mejor medio para describir el mundo circundante, como todo escritor que se respete; sin embargo, a él le correspondió, desde el primer momento que tomó la pluma, en hacer la crónica paulatina del desastre que se avecina. Desde la publicación de sus primeras obras en la revista Medio Siglo, el sacerdocio literario de Pacheco se dirigió hacia el rescate de las cosas pasadas. Prosiguió esta labor en México en la cultura, suplemento del periódico Novedades, la Revista de la Universidad de México, y en La Cultura en México, de la revista Siempre! Desde estas trincheras hemerográficas, Pacheco reseñó cuanto libro le pusieran enfrente y creó una nueva forma de hacer literatura y periodismo al unirlos en una sección ya memorable: Calendario. Más adelante, en la revista Proceso, dicha serie se volvió Inventario, el cual aún espera integrarse a la obra pachequiana.
En la obra de José Emilio Pacheco, hay dos grandes constantes: la memoria y la nostalgia. En su poesía, regularmente abunda en temas nostágicos, por aquellas cosas que ya se fueron; cabe resaltar también que en la narrativa esto se halla presente. Preclaro ejemplo de ello: Las batallas en el desierto. (En el homenaje que se le hizo la semana pasada en El Colegio de México, Pacheco confesó que mucha gente, luego de leer su novelita, se ha sentido identificada con las cosas que allí pasaron, y que, si alguna vez se aventara a escribir sus memorias, seguramente lo tildarían de mentiroso. Vivir para ver.) Por el lado de la memoria, gracias a su infatigable pasión por leer cuanta cosa le pongan al paso, dio como resultado una novela sui generis (en tiempos de la nouveau roman, eso era moneda corriente), mostrando sus respetos hacia el Holocausto: Morirás lejos.
Ante una carretada de homenajes, mesas redondas y premios al por mayor, ¿qué más podría decirse sobre José Emilio Pacheco? Algunos detalles ratoneros como, por ejemplo, su acendrado empeño por corregir las ediciones subsecuentes de sus libros. (Recuerdo que, luego de una conferencia suya en El Colegio Nacional, corrigió, de puño y letra, una errata en mi ejemplar de Tarde o temprano, su poesía reunida hasta 2000.) Cada vez que se reedita un libro, claro, éste ya pasó por su criba correctiva. Otro detalle ratonero: siempre que la ocasión lo amerita, no deja de agradecerle a su esposa, Cristina Pacheco, por el tiempo que han pasado juntos, y al convertirse en testigos de una ciudad que se difumina día tras día.
Por último, si las palabras de quien escribe pecan de parquedad o no pasan de semejante villamelonada, reitero la invitación para acercarse a su obra, que nos depara una nueva sorpresa cada vez que la frecuentamos. Y aunque muchos se inclinan por contar entre sus favoritas a Las batallas en el desierto, El principio del placer, Ciudad de la memoria o El silencio de la luna (a título personal, me quedo con la segunda), hay poemas que no tienen desperdicio, como éste que comparto con todos ustedes. (¡¡Felicidades, José Emilio!!)

Inmemorial

El misterioso día
se acaba con las cosas que no devuelve.
Nunca nadie podrá reconstruir
lo que pasó ni siquiera en este
más cotidiano de los mansos días.

Minuto: enigma irrepetible.
Quedará tal vez
una sombra una mancha en la pared
vagos vestigios de ceniza en el aire.

Pues de otro modo qué condenación
nos ataría a la memoria por siempre.

Vueltas y vueltas en derredor de instantes vacíos.
Despójate del día de hoy para seguir ignorando y viviendo.

miércoles, 24 de junio de 2009

Björk o el imperio de la versatilidad

Entre los muchos descubrimientos que hice en mi época lejana de preparatoriano, se encuentra mi acercamiento hacia cierta estación de radio, de la cual sólo quedan fragmentos en la memoria colectiva. Sin embargo, del polvo de aquellos lodos, rescato la presencia de una cantante non que, aún hoy, me sigue haciendo mella: Björk. (Al mencionarla, sé que digo todo, pero me aviento.)
Un requisito fundamental para todas aquellas cantantes inclasificables, es haber nacido en una geografía alterna a la habitual. Éste es el caso de Björk Guðmundsdóttir, nacida en Reikiavik, Islandia, el 21 de noviembre de 1965. Se dice que las familias versátiles suelen parir genios en potencia, y en Björk no fue la excepción, dado que su madre es una acérrima activista en pro de la ecología, y su padre, un acendrado guitarrista de rock, una especie de Eric Clapton islandés, quien llevó a su hija por los senderos de la música y la composición. Y por el lado materno, Björk se interesó por las ciencias naturales, la física y el jazz.
Cuando los caminos llaman, debe ser por una razón de peso; desde temprana edad, Björk dio muestras de su talento interpretativo, sea en reuniones familiares o escolares. Una interpretación muy suya de "I love to love" llegó a oídos de una casa disquera islandesa, quien decidió firmar un contrato, mas nunca se concretó, y otro sello discográfico entró al quite. Así, en 1977, sale a la luz Björk, su primer álbum solista, y compuesto por varios covers.
Como los intereses musicales de la islandesa eran igual de disímiles como sus lecturas tempranas, Björk peregrinó a lo largo de casi una década por el punk, el fusion jazz y el pop, hasta llegar a 1986, cuando forma, junto a otros músicos, The Sugarcubes. Su canción más famosa, "Birthday", dio a la banda un sello casi depresivo, sin dejar a un lado el pop. Fue tanta la fama que obtuvo dentro de The Sugarcubes que su siguiente paso, una vez ya fuera del grupo, fue atravesar el Atlántico. Y al llegar a Londres, donde radica hasta la fecha, comenzar de cero con un nuevo estilo, cada vez más personal.
Influida por el dance londinense, sale a la luz Debut (1993), del que se desprenden "Big time sensuality", "Human behaviour" y la conocidísima "Violently happy", que evidencian un talento desmedido, pero también una predilección por los temas depresivos y algo meditabundos. (Que levante la mano o tire la primera piedra quien alguna vez no se haya identificado con "Violently happy".) Cabe destacar que ese talento se reflejó de igual manera en sus videoclips, algunos de ellos dirigidos por Michel Gondry, donde se transpira creatividad a cada segundo.
Su segundo álbum, Post (1995) sólo confirmó lo ya conocido: un estilo desenfadado, álgido y movido (tal es el caso de "Army of me"), pero nos regaló una joya musicalmente hablando: "It's so quiet", donde regresa el jazz de sus orígenes. En el caso particular de esta canción, Björk nos demuestra que cualquier género (si se permite la etiqueta, claro) le queda corto. En una palabra, la versatilidad -en lo que a música se refiere- se torna su escudo de armas. Más ejemplos de ello: Homogenic (1997), Vespertine (2001), Medulla (2004) y Volta (2007), su más reciente producción.
Ya que hablamos de versatilidad, Björk también ha incursionado en otros mundos diametralmente ajenos a la música, como, por ejemplo, el cine. En Prêt-à-porter (1994), de Robert Altman, tiene una breve aparición en el papel de una modelo, pero en Dancer in the dark (2000), de Lars von Trier, donde su interpretación como Selma Jezkova se lleva las palmas. Y, de refilón, convence al público no dado a los musicales. (Como quien dice, fue al Polo Norte a vender paletas ¡¡y las vendió!!)
La crítica musical, alguna vez lo dije, no es mi fuerte, y haciendo este tipo de apuntes, menos aún. De algo estoy seguro: del gusto renovado que tengo por la obra de Björk. Donde yo veo versatilidad, algunos observan polémica y no es para menos. Al ser una artista de alcances internacionales, debe permanecer al tanto del movimiento de este mundo, sea a favor de la ecología (como su madre), sea en pro de un mejor trato humano. (Quien recuerde aquel grito "Tibet, Tibet!!" al final de un concierto en China, luego de interpretar "Declare independence", sabe a qué me refiero.) Por ahora, me declaro admirador de su música y la última palabra, claro está, la tienen los verdaderos fans. ¿No es así?

martes, 16 de junio de 2009

Diez cosas para mi "cumple"

A lo largo de mi vida, he pasado por todas las latas que conlleva la celebración de mi cumpleaños, cualesquiera que se traten o se llamen. Desde la típica mordida al pastel, pasando por los regalos con pinta de roperazo, hasta los olvidos voluntarios y los desayunos, comidas y cenas en fast track. Ahora bien, a un paso de pisar la raya de la edad de los nuncas, decidí hacer una lista sobre cómo y qué me gustaría tener en mi cumple.
  1. No soplarme las típicas, aunque engorrosas mañanitas, en cualquiera de sus versiones. (Si deseo de todo corazón aceptarlas para no hacer cara de fuchi, más vale que sean interpretadas por la OFUNAM, con salterio del Porfiriato, o, ya de perdida, por una marimba chiapaneca. No pido más.)
  2. Conocer las efemérides del día, a lo menos para saber con quien tendré que compartir tanto el santoral cívico como el religioso, luego que la diosa Fortuna se digne en inscribir mi nombre con letras de titanio en los anales de la vida.
  3. Escuchar mi música favorita de toda la vida (Serrat, Vangelis, St. Germain, Duke Ellington, etc.), o en su defecto, la canción de moda que contraataque mi subconsciente cada vez que éste se deje. (Mis sugerencias: "Lovers in Japan" de Coldplay, "Poker face" de Lady Gaga, y "No soy una señora" de María José.)
  4. Comprar un libro que me interese mucho leer, por encima de toda la avalancha que tengo y debo leer. (Cada año hago esto, así que no tendré problema alguno.) Pero si alguna de mis amistades decide regalármelo, igual queda de súper lujo.
  5. Tomarme el debido tiempo para recorrer las exposiciones de moda en los museos de la ciudad. (El MUNAL es buena sugerencia, ¿no creen?)
  6. Comer opíparamente en algún restaurante de comida china o mexicana, dada mi fama de gourmand. (También se aceptan sugerencias.)
  7. Platicar con algún escritor sobre las latas de la letra; para que se cumpla esto, suele verse de varias maneras: en la presentación de un libro, una conferencia o, simplemente, en un tête-à-tête, con café y bizcochos.
  8. Pasear por la ciudad con una mujer hermosa e inteligente, tomados del brazo, bajo una noche lluviosa o cálida, según el pronóstico del tiempo lo indique.
  9. Levantarme más temprano que de costumbre y contemplar por la ventana cómo el día va entrando a la vida, mientras tengo en la mano derecha una taza de café con leche, y en la izquierda, un chocolate Turín relleno de rompope.
  10. La más importante, recibir las muestras de afecto y admiración de mi familia, mis amigos, mis colegas y mis lectores, quienes son y serán los verdaderos artífices de esta vida breve que llega a otro año más.
Bien sé que toda vida es digna de ser vivida, sin embargo, la única cosa que nos diferencia del resto del mundo, es la manera de hacer las cosas. Como alguna vez me dijo Javier Garciadiego, "lo importante es hacer las cosas con pasión". Verdad que sí.
Bonne Anniversaire!!!

lunes, 15 de junio de 2009

Inspiración para Leyvi Castro

Compartir el silencio encendido
bajo los linderos de la nostalgia,
donde la promesa de un hola

se torna en presente adiós.

domingo, 14 de junio de 2009

¡¡¡Felicidades, Elise!!!

Ya se ha dicho en incontables ocasiones que celebrar a una de las mujeres que conforman el entramado de la Nueva República de Babel, es hacerlo hacia una actitud, una mirada, un tiempo; y esto incluye el pensamiento a contra corriente que forma parte de su vida. Verdad que sí. Ahora bien, hoy le corresponde a la socióloga Elisa Cuevas convertirse en la recipiendaria de estas palabras.
No recuerdo exactamente cuándo y cómo conocí a Elisa. Nada más sé que coincidimos en el mismo lugar, que por sabido se omite. La primera vez que la vi en acción, es decir, en el debate puro, acompañaba al Mtro. Raymundo Ramos, a quien ella profesa una sincera y extensa admiración. Aunque Elisa maneja (¡¡y muy bien!!) los temas políticos, también le dedica tiempo a las cuestiones humanísticas. Me explico. Pasa rápidamente de tema sin dejar de lado el sentido de la conversación. No hay tema que no pase por su katana crítica.
Aparte de esto, destaca de ella su cordialidad en el trato diario; resalta en público los aciertos de un colega, pero en privado te hace ver los errores, siempre con la misma actitud y con una disposición titánica para escuchar a quien se deje. Además, su espíritu solidario (que no solitario) hace de ella una óptima elección. Y si le sumamos que heredó algo de ello a su hija Edna (y, al paso que lleva, su nieto Leonardo también habrá de), estamos frente a una mujer íntegra, franca y congruente. (En el diccionario personal de un servidor, Elisa entraría por default en la palabra determinación.)
Querida Elise, hace ya tanto tiempo que llevo de conocerte, y cada día te reinventas a ti misma. Sin embargo, esto hace que renueve día tras días todas mis muestras de admiración. Tus dos retoños pueden estar tranquilos, dado que los llenas de orgullo. En pocas palabras...
¡¡¡Felicidades, Elise!!!

viernes, 12 de junio de 2009

Carta prometida para Hernán Lara Zavala

Querido Hernán:

Hace cinco meses tuvimos un primer encuentro, donde cumplí mi palabra al localizarte unos ejemplares de tu libro Contra el ángel, mismos que te entregué aquella tarde en el Sanborns de San Ángel. Primero me dedicaste un ejemplar de Península, Península, tu última novela, y luego unos ejemplares (para una amiga mía, que cumplió años ese día y para quien escribe) de tu Antología personal que publicó la Universidad Veracruzana y que te inspiró un grato sobrenombre hacia mi persona: el caza libros. Al final de nuestro encuentro, me dijiste lo siguiente: Esperaré tus críticas sobre mi novela. (Gracias de antemano.) Más vale tarde que nunca, helas aquí.
Antes de Península, Península, nunca había leído alguna obra tuya. (Bueno, algunos ensayos y un cuento, pero hasta ahí.) De inmediato, comencé a leerla y la manera como describes los paisajes de la península de Yucatán me dejó maravillado que no solté el libro en toda esa semana. (Con esa sola intención, ya tenías asegurado un sincero lector; que no quede allí.) Al principio, me costaba seguir historia tras historia; no terminaba un capítulo con personaje diferente cuando ya me presentabas a otro muy distinto; al llegar al fin de la primera parte, ya había ahondado en las vidas de muchos personajes, quienes sufrían un díficil tiempo al presenciar y vivir la inminente guerra de castas de 1848. (Si me permites, aquí cabría decir que para un lector ávido de conocer sobre este hecho, tu novela está que ni mandada a hacer. Bueno, con sus debidas distancias respecto a un sesudo estudio de sobra conocido.)
Cuando inicié la segunda parte, ya pude ver ampliamente la presencia de un escritor en lengua inglesa muy querido por ti, William Faulkner, quien alguna vez jugó con el tiempo y las vidas de sus personajes para contar una historia, en apariencia local, meramente universal. (Por la estructura de los capítulos, me recordó Las palmeras salvajes, y el título, claro, me remite a Absalon, Absalon.) No me cabe la menor duda que la Península (léase Yucatán, Campeche y Quintana Roo) es tu propio Yoknapatawpha; también tu Comala o Macondo, si se quiere ver así.
Hernán, aún hay muchas cosas que decir sobre tu novela. Por ahora me limito a expresarte mi más sincera admiración y desearte que sigas escribiendo otras, porque para los cuentos y los ensayos, más que escribirlos, los transpiras. La próxima vez que el tiempo nos haga coincidir en alguna presentación, tendré la oportunidad de expresarte todas estas apreciaciones.
Nuevamente, muchas gracias por tu novela. Te mando un fuerte y fraternal abrazo.
Sinceramente,
U.V.

jueves, 11 de junio de 2009

Fernando del Paso en la Academia

Octavio Paz dijo alguna vez, en ocasión del ingreso de Salvador Elizondo a la Academia Mexicana de la Lengua, que con este acto, la Academia se volvía un recinto mitad cofradía, mitad club literario. Casi treinta años después, sus palabras tienen una vigencia perenne, dado que el ingreso a sus filas de un nuevo miembro, origina esa misma impresión. Y la presencia en sus filas del escritor y artista plástico Fernando del Paso no es la excepción, cuya ceremonia se llevó a cabo hace unas horas.
Minutos antes de las 7 p.m, hora de inicio de la sesión pública y solemne de la Academia Mexicana de la Lengua, al Salón de Recepciones del Museo Nacional de Arte (MUNAL) comenzaban a llegar, entre público en general, varias luminarias de la ciencia y la cultura, como Consuelo Saízar, Ignacio Trejo Fuentes, Dora Pellicer, posiblemente a Víctor Díaz Arciniega, entre otros, quienes veían la paulatina llegada de los insignes miembros de la AML. Quien esto escribe, llegó diez minutos antes de la hora citada, mismos que empleó para saludar, primero, a Carlos Gorbea, abogado de lustre histórico, y luego a la queridísima Maribel Báez, rostro dinámico de la Dirección de Literatura del INBA. Después de acomodarnos en nuestros respectivos lugares, Carlos, un amigo suyo y un servidor aprovecharon la cercanía de sus asientos para saludar a Fernando Serrano Migallón, Diego Valadés, Felipe Garrido, Concepción Company, Ascensión Hernández Triviño y Vicente Quirarte, quienes agradecieron nuestra asistencia. (Con mi querida Chonita la charla fue muy breve, dado que la ceremonia comenzaría en algunos momentos más, pero se mostró muy contenta con mi presencia por aquellos lares.)
A las 7 en punto, dio comienzo la sesión pública y solemne donde Fernando del Paso, haría más que oficial su ingreso como Académico correspondiente, con la sola lectura de su discurso de ingreso acerca de una de las lenguas que conforman, en buena medida, al español: la lengua sefaradí. Del Paso nos llevó de la mano por la historia de esa lengua, nacida en tierras españolas durante la dominación judeoárabe; también hizo énfasis en los avatares que pasó la lengua luego de la expulsión de los judíos de España en 1492, mismos que mantuvieron en constante peregrinaje a sus hablantes, desde Bulgaria y Grecia hasta Turquía y Tierra Santa. En otra parte de su trabajo, Del Paso hizo una breve revisión a todos los estudios en torno a la lengua, mismos que forman un precedente en lo que a estudios filológicos y lingüísticos se refiere. Un dato de su discurso que me dejó maravillado, es el hecho de que Francisco Franco, durante la Segunda guerra mundial, pasara de antisemita a filosefaradí. (Quien fuera, por casi cuarenta años, émulo del demonio, para una comunidad rica en cultura, fue su acendrado salvador. Cosas de la vida.) Finalmente, la participación del autor de Noticias del Imperio, cabe decir, fue algo breve, respecto de otras sesiones.
Después que el Director de la AML, José G. Moreno de Alba, distinguiera a Fernando del Paso con la venera y el diploma que lo acreditan como miembro de la Academia, cedió la palabra al escritor y filólogo Ernesto de la Peña para responder al discurso del nuevo recipiendario. Éste dedicó su intervención en ponderar, según él, sus mejores novelas: José Trigo, Palinuro de México y Noticias del Imperio, calificándolas por su maestría como galaxias plurimembres.
Al final de tan sonado evento, el público asistente aprovechó para saludar a Del Paso y hasta tomarse fotos con él; algunos aprovecharon para acercarse a otros escritores y pedirles la respectiva rúbrica. (En mi caso, fueron Ernesto de la Peña y Vicente Quirarte, quienes se mostraron sorprendidos al ver las ediciones que yo tenía; aún así, me agradecieron sobremanera ese gesto.) Mientras unos le sacaban jugo al festejado y otros bajaban al vestíbulo principal del museo para tomarse un vino de honor, me reuní con tres amigos míos, Eduardo Arcia, Elvia Luna y Fortuna Totah, a quienes veo cada miércoles en la Academia Mexicana de la Historia. Estaban maravillados por el evento y no pensaban retirarse sin antes departir un buen vino con ellos. Y mientras llegaba ese momento... ya tenía seguros los discursos de ingreso de Fernando Serrano Migallón, Felipe Garrido, Julieta Fierro y Concepción Company. (A su debido tiempo contaré cómo me fue con ellos.)
Para finalizar estas líneas, al fin me tomé un buen vino y uno que otro refresco con mis colegas; mientras Eduardo y Elvia esperaban su turno para que Del Paso les dedicara sus ejemplares, platicaba gustoso con Maribel sobre las latas de la investigación bibliográfica. (Gracias a una amiga mía, posiblemente ya no tendría tantos problemas con un tema que la tiene en un hilo. A ver qué sucede.) Luego de presumir sus libros ya firmados, emprendimos paulatinamente la retirada, satisfechos de un evento muy sonado. Y si le sumamos la excelsa iluminación de los palacios circundantes, no cabe duda que compartimos el tiempo en la capital de la cultura. Minería, Correos, Bellas Artes, el propio MUNAL, definitivamente maravilloso. Una noche sin igual, y eso gracias a Fernando del Paso y la Academia Mexicana de la Lengua. ¡¡Gracias!!

lunes, 8 de junio de 2009

Cìao, Alejandro Rossi

Esta semana inicia de capa caída para las letras mexicanas, con el sensible fallecimiento del escritor, filósofo e investigador universitario Alejandro Rossi, a quien el destino galardonó con el Premio Xavier Villaurrutia en 2006 por su primera novela Edén. Vida imaginada., luego de habernos regalado sendos libros de cuentos y ensayos como La fábula de las regiones, Un café con Gorrondona, Cartas credenciales y el clásico Manual del distraído; obras que no hace mucho tiempo el Fondo de Cultura Económica conjuntó en un tomo de Obras reunidas. Trabajos que evidencian un talento innegable y una maestría en el uso del español.
Al igual que varios de sus compañeros de generación, como Salvador Elizondo y José de la Colina, Alejandro Rossi Guerrero tuvo un origen o una primera formación en el extranjero. Nacido el 22 de septiembre de 1932 en Florencia, de padre italiano y madre venezolana, tuvo una vida errante que lo llevó de Italia a Aregentina, de ahí a Venezuela, para luego llegar a México, donde declaró residencia hasta el fin de sus días. Realizó estudios de Filosofía (fue un destellante alumno del no menos eminente José Gaos), mismos que perfeccionó en Alemania, al lado del polémico Martin Heidegger, y en Inglaterra. Como investigador en esta materia, deriva un libro clásico en su género: Lenguaje y significado.
Sin embargo, para las letras mexicanas, no fue sino hasta la década de los setenta cuando dio sus primeros destellos de creatividad, cuando Octavio Paz lo invita a colaborar en la revista Plural. Mientras vivía las latas de la edición, Rossi comenzó a publicar una serie de ensayos y relatos cuyo afán primigenio fue llenar una página libre de la publicación. Pero esos textos fueron más allá. Con ese particular estilo de contar una historia, nació para las letras mexicanas un escritor singular. A partir de allí, Rossi se volvió una leyenda tanto en Plural como en Vuelta, donde también regaló sus obras y su tiempo. (Cabe decir que fue el director suplente de la revista mientras Octavio Paz se encontraba en Londres.) También hizo lo propio en Letras Libres, heredera de las anteriores.
Una característica evidente en la obra de Rossi es la forma con que plantea un asunto, cómo presenta una anécdota, y al final, lo que parecía obvio resulta que no era como se veía. Esto es más que evidente en La fábula de las regiones y Un café con Gorrondona. Cuestión que lo emparenta con Salvador Elizondo y José de la Colina, grandes amigos suyos además de todo. Un talento más que genial encontró asilo tanto en la UNAM como en El Colegio Nacional.
El pasado sábado 6 de junio, las letras mexicanas pierden a un genio más, cuya obra se encuentra más que abierta y digna de suscitar grandes sorpresas y nuevos lectores. (A título personal, prefiero los ensayos de Cartas credenciales, libro que lleva el nombre de su discurso de ingreso a El Colegio Nacional.) Sin embargo, para las letras no hay tiempo y siempre será un buen momento para acercarse a la obra de Alejandro Rossi. Por ahora, el duelo es evidente, mas no eterno.
Cìao, Alejandro Rossi!!!

jueves, 4 de junio de 2009

Carta viajera para Adolfo Castañón

Admirado Adolfo:

Hace unos meses, asistí a la ceremonia de entrega del Premio Xavier Villaurrútia conferido hacia tu persona y en particular, hacia tu libro Viaje a México. (En aquella ocasión, aproveché para que me dedicaras mis ejemplares de Arca de Guadalupe y de tu discurso de ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua.) Lamentablemente, aquella noche de tu premio no pude comprar ese interesante volumen, y no fue sino hasta hace dos semanas cuando me hice de un ejemplar. Las presentes líneas no son más que la consecuencia de su lectura.
Comienzo con una confesión de mi parte; cuando leo libros de ensayo, por lo regular siempre leo sin seguir el orden propuesto, es decir, que primero leo el artículo que me genera mayor interés, para luego seguir con otro muy distinto, y así sucesivamente, hasta haber leído todo su contenido. Recuerdo que comencé con el ensayo sobre Salvador Elizondo, mismo que dejó maravillado por la serie de datos que proporcionas. Mientras me sumergía más a profundidad en su lectura, me topé con algunos textos ya conocidos: el aniversario 50 del Fondo de Cultura Económica, la crónica de la premiación de Octavio Paz en Estocolmo, y el clásico retrato de tu padre, Jesús Castañón Rodríguez, eximio hombre de libros. (La primera vez que los leí, fue gracias a pequeño volumen llamado El jardín de los eunucos.) Al leerlos de nueva cuenta, me dije: "Si buena parte de los textos de Viaje a México son de factura reciente, ¿por qué me topo con éstos ya conocidos?" Un lector más drástico que quien escribe, diría que ya no tienes más obras que mostrar. Falso. Más bien estos textos ayudan un poco al resto por un sencilla razón: recordar una tradición, un origen donde coincidan todos. Tanto los aniversarios editoriales y las crónicas de un escritor en tierras extrañamente amistosas como los retratos librarios y las remembranzas cafeteras, son formas distintas de celebrar la literatura, donde el corazón -en paralelo con el pensamiento- escribe sus mejores páginas. Por ello, no es gratuito que obras ya conocidas convivan en igualdad de condiciones en un volumen tan exquisito como señero, donde la sorpresa es el pan de cada día.
Paréntesis aparte, Viaje a México (título que remite a aquel volumen homónimo de Paul Morand) se encuentra completamente emparentado, por un lado del charco atlántico, con el Exercises d'admiration de E.M. Cioran, y por este otro extremo del mar, con Retratos personales y Los días del maestro, de tus coevos mexicanos Enrique Krauze y Vicente Quirarte, respectivamente. (Si Mexicanos eminentes y Peces del aire altísimo, son los egregios recipiendarios de aquéllos, Viaje a México tiene un tremendo precedente en ese clásico contemporáneo de nombre Arbitrario de literatura mexicana.) Al leer tanto a Andrés Henestrosa, Octavio Paz, Juan Rulfo, Carlos Fuentes y Fernando del Paso, como también a Jaime Sabines, Salvador Elizondo, Juan García Ponce y José Emilio Pacheco, estás leyendo al mundo, es decir, a México, donde te tocó vivir y escribir. Y ya que menciono la palabra México, el texto homónimo que abre el libro es una suerte de "carta de creencia", donde tu admiración por el país no sólo se queda en la letra impresa, sino en los viajes hacia el interior, evidenciando otra cara, muy distinta a la habitualmente ofrecida hacia el exterior. En una palabra, Viaje a México es más un itinerario hacia el origen que otra cosa.
Finalizo estas líneas con una invitación para aquellos lectores interesados en conocer otra manera de ver las letras mexicanas, para que se acerquen a tu libro y vean otra forma de ese México que nos recibe y circunda. No me cabe la menor duda de que Viaje a México logró (y con creces) su cometido. Adolfo, te agradezco sobremanera por las cosas buenas que me regaló (ésa es la palabra) tu reciente obra. Habrá un día para hacerlo de viva voz. ¡¡Muchas gracias!!
Cordialmente,
U.V.