domingo, 28 de marzo de 2010

Lady Gaga: nueva soberana del pop

En el extraño mundo del pop, todo cantante y/o grupo que se respete tiene de dos sopas: resistir los embates del tiempo o retirarse al verse indefenso. ¿Qué quiero decir con esto? Cuando el verdadero talento se ejerce, nos importa poco si el artista de marras sea atractivo o si tiene, dicho sea en otros términos, un imponente caboose de pullman. Sin embargo, al originarse un tremendo maridaje entre talento y belleza, el resultado suele ser impactante. Así sucede con la cantante norteamericana Lady Gaga, quien hoy cumple 24 años y con un exitoso segundo sencillo en los charts: “Telephone”.
Stephani Joanna Angelina Germanotta, su nombre real, nació en la babélica Nueva York. Sus padres, de origen ítalo-estadounidense, estaban en el negocio del internet y las telecomunicaciones. Y como la música es otra forma de la comunicación, es admitida en la prestigiada Academia Julliard, pero ella prefirió ingresar a una escuela católica. Luego de aprender a tocar el piano y participar en sesiones de micrófono abierto, consiguió un lugar en la Escuela de Arte Tisch, de la Universidad de Nueva York, donde logra perfeccionar sus dotes musicales.
Aunque ya tenía una casa disquera, donde hacía todo tipo de chambas, entre componer letra y música, su segura salida de allí la condujo por varios caminos. Un colega suyo, Rob Fusari, con quien había compuesto varias canciones, un día se dio cuenta del potencial de Stephani a partir de que ella llegaba al estudio de grabación cantando el estribillo de “Radio Ga Ga” de Queen. Y como ya era típico que ella llegara haciendo aquello, Fusari cambió el Radio por Lady, cosa que la bautizó como Lady Gaga. Había nacido una nueva estrella del pop, pero primero había que picar piedra.
Antes de lanzarse a su aventura musical, Gaga colaboró con Lady Starlight en la confección de sus vestuarios, donde se fusionaban el glamour y los espectáculos de burlesque. Para 2007 fueron invitadas al fabuloso Lollapallooza, de donde salieron airosas y en cuyo performance se hallaban elementos dignos de David Bowie y Queen. Fusari, al ver el talento desbordante de Lady Gaga, logro conectarla con Vincent Herbert, de Streamline Records, disquera para la que trabajo escribiendo canciones para Fergie, Pussycat Dolls, New Kids on the Block y, aunque parezca increíble, para Britney Spears. Sin embargo, sus inusitadas capacidades vocales decidieron su destino como cantante.
Para 2008 sale a la venta The Fame, álbum que fusionaba todo tipo de rítmos y tendencias musicales: desde el descarado pop hasta el más selecto heavy metal. Y como sus intereses rebasaban todo tipo de barreras, se asocio con el colectivo Haus of Gaga, quien se encargaba del vestuario, la escenografía y las coreografías de sus shows. El primer sencillo, “Just dance”, la posicionó como una de las mejores cantantes del género: una extraña mezcla entre canciones del mejor Bowie, el clásico Queen, con algo de dance y una pizca de ironía marca diablo. Mismo y subsecuente éxito merecieron "Love games", "Paparazzi" y la polémica y deliciosa "Poker face", cuyo videoclip mereció no pocas reacciones en contra. (Y sus fans lo saben muy bien...)
Mientras The Fame describía los aristas de un espectáculo en vías de corrupción, vacío en esencia y cuya entrada en él se volvía en pozo sin fondo, cuestiones que Lady Gaga logró observar mientras hacía la gira promocional del disco, ella se tomó un descanso para recargar pila, escribir nuevas canciones y, por consiguiente, entrar al estudio para grabarlas. El resultado: The Fame Monster (2009), dirigido a criticar el mundo visto y tercamente vivido en The Fame. Para sus activos y nuevos fans, esto significó la confirmación del estilo Gaga, cuyas letras iban con todo, como "Bad romance", su primer sencillo, por ejemplo. En su consecuente clip, Lady Gaga pasaba de un vestuario a otro, de acuerdo al desarrollo de la historia. Si en "Poker face" llevó a la categoría de clásicos el payasito azul y la máscara de espejos, en "Bad romance" dejó de lado las sombras en los ojos, empleó vestuarios más ceñidos y misteriosos, y, como cereza del pastel, mostrarnos toda el esplendor de su anatomía, luciendo coqueta lencería y, claro, con sus infaltables lentes. (Quien se digne a ver el videoclip, podrá contar -si su paciencia lo permite- con ¡¡casi siete cambios de ropa!! Se ve que no repara en gastos...)
Con todo, la presencia en el medio artístico de Lady Gaga, vino a llenar de aire puro y nuevas expectativas el ambiente musical del pop. (Después de Madonna, nadie más se había aventado a innovar tanto en música como en los shows. Hasta ahora...) Con la aparición de Lady Gaga, podría decirse que un legado musical ya tiene una segura heredera y una muy digna sucesora. (Sí, claro, este tipo de palabras, dichas hace diez años, le hubieran quedado muy a la medida a Britney Spears, pero con el estado actual de dicha cantante, creo que Gaga ha sabido sacarle mucho partido a su favor. Pero dejemos las adversiones para otro lugar.)
Finalmente, creo que Lady Gaga apunta para posicionarse un buen rato en el ambiente popero. Entre escándalos sin importancia y, claro, la polémica que suscitan sus videos, no me cabe la menor duda que ella, por mérito propio, ya es considerada como una nueva soberana del pop, aún reconocida por la propia reina, Madonna, quien celebra sobremanera el estilo y la versatilidad de los shows estilo Gaga. En lo personal, me fascina buena parte de sus canciones, sus clips me parecen geniales (en especial, los de "Bad romance"), y queda en ustedes la invitación para acercarse a una cantante que no le pide nada a nadie. De algo sí estoy seguro, que tendremos Lady Gaga para rato. Sí que sí.

sábado, 6 de marzo de 2010

Coldplay: una experiencia proteica

Hace algunas semanas, una famosa revista sobre música realizó, como cada década, su lista de los mejores discos; como en todo listado, no faltan tanto las omisiones involuntarias como las elecciones arbitrarias. Sin embargo, digno es de notar la presencia de un grupo bastante peculiar y cuyo camino musical se encuentra en constante movimiento. Me refiero a la agrupación británica Coldplay, que dentro de unas horas hará acto de presencia en el Foro Sol, al oriente de la Ciudad de México.
Nacido a finales de los años 90, y conformado por Chris Martin, Jon Buckland, Guy Berryman y Will Champion, Coldplay aparece en la escena musical londinense en una época donde grupos, como Radiohead y U2 (con quienes se les llegó a relacionar, dada la naturaleza de sus primeras canciones) partían el queso con todo y caseína. Sin embargo, en el ancho y ajeno mundo de la música, Coldplay comenzaba a labrar su propio sendero musical y para muestra, un botón: de su álbum debut Parachutes (2000), se desprendió su sencillo más famoso (no el primero, claro)de nombre "Yellow", mismo que se volvió -en cierta manera- como su tarjeta de visita. (Sin embargo, cabe notar que la agrupación ya tenía grabaciones previas, de las que sólo mencionaremos los EP Safely (1998) y The blue room (1999), cuyo primer sencillo, "Bigger stronger", los dio a conocer por las frecuencias de la BBC.) Después del Parachutes, el resto... ¿sería historia? Tal vez, si sólo nos restringimos a "Yellow", pero también "Trouble" y "Shiver" hicieron lo suyito.
Para la mayoría de los artistas, la llamada maldición del segundo disco es cosa que genera escozor entre el gremio artístico; para el caso de la cuarteta Martin-Buckland-Berryman-Champion, fue sólo una confirmación del enorme talento compartido. En su caso, A rush of blood to the head (2002), ya contaba en sus letras con temas un poco más delicados y sesudos, si me permiten el acercamiento, evidentes en "In my place", "Clocks" y la cuasi depresiva "The scientist"; destaca también en este disco el uso del falsete por parte de su vocalista, elemento que acabó por volverse un toral distintivo de la música de Coldplay. (Por cierto, A rush... fue la producción que se "coló" en el listado oficial de aquella revista de marras.)
En algún momento de su existencia, no hay grupo musical que tenga en su haber un disco proclive a la experimentación (¿y cuándo no?), sea en la gráfica y plasticidad de la portada y el booket, sea en la innovación en los arreglos musicales y hasta en el contenido de sus letras. Para Coldplay, el disco que mejor reúne estas características es el X & Y (2005), donde se destapan varias obsesiones del vocalista, pero a su vez juega con las imágenes. V. gr. La creación de un alfabeto gráfico -con colores y todo-, basado a su vez en la clave Baudot, código telegráfico creado por el francés Émile Baudot a finales del siglo XIX, mediante el cual está escrito, en la portada del álbum, el nombre del disco. (Y con un poco más paciencia e ingenio, descifrar la frase de la tercera de forros del cuadernillo. Ahí les dejo el reto.) Respecto al tópico musical, Coldplay introduce elementos de música electrónica en varios de sus tracks (en el tercer sencillo, "Talk", se le rinde homenaje a la legendaria agrupación Kraftwerk), pasando por la influencia de David Bowie y Brian Eno, sin olvidarse de sus orígenes rockeros clásicos, tal es el caso del track oculto "'Til kingdom come", canción compuesta ex-profeso para el legendario Johnny Cash, quien murió antes de entrar al estudio de grabación. Muy a pesar de haber colocado en los charts radiofónicos sencillos como "Fix you", "The hardest part" y la celebradísima "Speed of sound", la crítica trató muy mal al X & Y, quizás por pasarse de experimentales. De pilón, cabe decir que con este álbum, Coldplay cierra una trilogía y, por ende, una época de raras incursiones musicales, y que lo mejor del grupo vendría después. Entre renovarse o morir, optaron por lo primero.
Inspirados por el título de una pintura de la mexicana Frida Kahlo, Coldplay denomina a su cuarta producción de estudio con el épico y pomposo nombre de Viva la vida or Death and all his friends (2008), donde se omite por completo el falsete del vocalista y sus registros de voz alcanzarían niveles insospechados. Además, las temáticas de las letras se vuelven un poco más plurales, es decir, que lo mismo describen la peculiaridad de un día lluvioso y los cementerios de Londres, que de reinos vencidos y negaciones de la muerte. El primer sencillo del disco, "Violet Hill", se dio a conocer gracias a los artificios del internet, pero fue "Viva la vida" quien presentó, a los activos y nuevos fans de la banda, la esencia del álbum. Impresionante fue su respuesta que, casi con carácter de inmediato, salió a la venta un EP nuevo, Prospekt's march, algo así como el álbum hermano de Viva la vida, donde además de presentarnos canciones nuevas y hasta una nueva versión de "Lost" con la participación del rapero Jay-Z, se desprendieron los sencillos "Lovers in Japan" y "Life in technicolor, pt. II". (Paréntesis aparte: les propongo que escuchen, alternadamente, ambos discos, para así descubrir una sola cosa: lo complementarios que son. Después de ello, comprenderemos que la salida del Prospekt's march no fue tan mercadológica que digamos, ¿no creen?) Y como la presencia de los pintores está muy socorrida, sendas portadas se conforman con fragmentos significativos de dos pinturas del artista francés Eugène Delacroix: "La libertad guíando al pueblo" (Viva la vida) y "La batalla de Poitiers" (Prospekt's march).
Y para que luego no me reclamen, digno es destacar también la labor social y altruista que realiza la banda: por ejemplo, el 10% de sus ingresos por concierto van dirigidos para obras de caridad, y la militancia de Chris Martin en dos organizaciones, Make trade fair (en pro de un comercio justo) y Meat free monday (donde consumir carne gratis una vez por semana ayudará a reducir el calientamiento global).
A grandes rasgos, Coldplay es una agrupación que ha sabido inventarse a cada paso; ha sabido tomar de sus precedentes musicales (en el árbol genealógico de la música inglesa, podría decirse que hay una línea muy directa con The Beatles) elementos que la distinguen como una de las mejores bandas del Reino Unido. También cabe decir que esa hambre de innovación, los ha llevado a crear los mejores discos, incluso en los terrenos del diseño gráfico. (La portada del A rush of blood to the head fue diseñada por el artista sueco Sølve Sundsbø, muy famosa en el orbe mundial, y retomada en un reciente sello postal que puso a la venta el Correo Británico.) En una palabra, se trata, en toda la extensión de la palabra, de una experiencia proteica. La verdad, no sabría qué más decir sobre un grupo que me gusta sobremanera; simplemente me limito en contar algo de su historia, en invitarlos para acercarse a su obra.
Por último, dentro de unas horas, la alineación Martin-Buckland-Berryman-Champion, como parte del Viva Tour, nos deleitará, hoy y mañana, con lo mejor de su repertorio. Que así sea.

miércoles, 3 de marzo de 2010

Enoch Cancino Casahonda (1928-2010)

Chiapas, se ha dicho hasta el hartazgo, es tierra de poetas. ("Levantas una piedra y sale un poeta", es la frase lugar común en torno a ello.) Pero cuando uno de ellos deja este mundo para insertarse en las grecas de la eternidad, no deja de sentirse ese vacío por su ausencia.
Enoch Cancino Casahonda, poeta de enorme valía sentimental para el pueblo chiapaneco, a la par que sus paisanos Rosario Castellanos y Jaime Sabines, y como lo había predicho en alguno de sus poemas ("Si tengo que morir,/ que sea por marzo"), dejó este mundo "De noche, de pronto,/y sin un llanto". Y así fue; mientras las secciones culturales de los diarios y los programas culturales de la tevé aún dedican espacios a la reciente partida de Carlos Montemayor, sobre Cancino Casahonda no se dijo nada, salvo algunas notas en diarios de Chiapas y el parco homenaje de cuerpo presente que le realizó el H. Congreso de su estado, encabezado por el gobernador Juan Sabines. Y hasta ahí.
Nacido el 6 de octubre de 1928, en Tuxtla Gutiérrez, Enoch Cancino Casahonda se convirtió, de alguna forma, en la piedra angular de la poesía contemporánea de Chiapas, en cuya tradición precedente logra emparentarse con la obra de nones poetas como Rodulfo Figueroa, Santiago Serrano y Armando Duvalier, pero también abre la brecha a los ya mencionados Rosario y Jaime, y a los más jóvenes, como Óscar Oliva, Roberto López Moreno y Efraín Bartolomé. En su poesía hizo del lenguaje coloquial (las palabras de todos los días, de los ciudadanos de a pie) materia prima de sus poemas. Queda demostrado esto con los títulos de sus libros: Con las alas del sueño (1951), La vid y el labrador (1957), Ciertas canciones (1964), Estas cosas de siempre (1970), y Tedios y memorias (1982), por mencionar dos antologías personales de 1979 y 1985. Para la mayoría de los chiapanecos, es imposible olvidar su "Canto a Chiapas", obra que circula tanto en versión impresa como en disco compacto, infaltable en toda reunión familiar. (Por cierto, conocer al jurado que falló a favor de aquel poema, fue la primera de muchas lecciones que el tiempo le depararía: Carlos Pellicer, Andrés Henestrosa y Rómulo Calzada. Un espaldarazo de aquellos que determinan el resto de la vida, ¿no creen?)
Su extraordinario amor a la palabra le abrió las puertas tanto del Seminario de Cultura Mexicana como las de la Academia Mexicana de la Lengua, a la que regaló sus mejores años como Académico correspondiente.
Para fortuna nuestra, queda su obra poética donde se evidencia un talento único y cuya sencillez en las imágenes poéticas, lo hace digno de conocer. (Estoy seguro que los chiapanecos lo tendrán -¡¡más que nunca!!- muy presente.) Y para quienes apenas saben de su existencia en las letras mexicanas, dejóles la invitación para hacerlo.
Cierro estas líneas con un poema suyo, incluido en Ciertas canciones y otros poemas (1999), antología suya publicada por el Fondo de Cultura Económica.


El rostro del tiempo

A cada metro, a cada instante,
hemos de aprender, de olvidar,
de reconsiderar algo.
El rostro jugando con sus expresiones,
la palabra con su sentido,
la cobardía con su heroísmo,
la soledad con su tumulto,
son ese estira y encoge
en que el misterio del tiempo
nos deja su resaca,
su condición violenta de ola en calma.
Sólo la rosa ve las manos del silencio.
(¡¡Gracias, don Enoch!!)

martes, 2 de marzo de 2010

Palabras de Alejandro Aura

Cada vez que se frecuenta una obra poética, se revisa una parte del mundo que nos tocó ver y sentir; pero cuando llega ese momento en el mero cumpleaños del autor, la visita es más que placentera. Sí que sí.
Alejandro Aura (1944-2008), poeto (así se decía él) y promotor cultural, cumpliría hoy la siempre recíproca edad de 66 años, y una manera de recordarlo es acercándonos tanto a su obra narrativa (Los baños de Celeste) y teatral (Bang!, Las visitas, Salón Calavera) como a su poética (Poeta en la mañana, Alianza para vivir, Volver a casa, etc.), de la que comparto con ustedes uno de sus poemas más socorridos y que, en cierta manera, fue su testamento.

Despedida

Así pues, hay que en algún momento cerrar la cuenta,
pedir los abrigos y marcharnos,
aquí se quedarán las cosas que trajimos al siglo
y en las que cada uno pusimos nuestra identidad;
se quedarán los demás, que cada vez son otros
y entre los cuales habrá de construirse lo que sigue,
también el hueco de nuestra imaginación se queda
para que entre todos se encarguen de llenarlo,
y nos vamos a nada limpiamente como las plantas,
como los pájaros, como todo lo que está vivo un tiempo
y luego, sin rencor, deja de estarlo.

¿Se imaginan el esplendor del cielo de los tigres,
allí donde gacelas saltan con las grupas carnosas
esperando la zarpa que cae una vez y otra y otra,
eternamente? Así es el cielo al que aspiro. Un cielo
con mis fauces y mis garras. O el cielo de las garzas
en el que el tiempo se mueve tan despacio
que el agua tiene tiempo de bañarse y retozar en el agua.
O el cielo carnal de las begonias en el que nunca se apagan
las luces iridiscentes por secretear con sus mejillas
de arrebolados maquillajes. El cielo cruel de los pastos,
esperanzador y eterno como la existencia de los dioses.
O el cielo multifacético del vino que está siempre soñando
que gargantas de núbiles doncellas se atragantan y se ríen.

Lo que queda no hubo manera de enmendarlo
por más matemáticas que le fuimos echando sin reposo,
ya estaba medio mal desde el principio de las eras
y nadie ha tenido la holgura necesaria para sentarse
a deshacer el apasionante intríngulis de la creación,
de modo que se queda como estaba, con sus millones,
billones, trillones de galaxias incomprensibles a la mano,
esperando a que alguien tenga tiempo para ver los planos
y completo el panorama lo descifre y se pueda resolver.
Nos vamos. Hago una caravana a las personas
que estoy echando ya tanto de menos, y digo adiós.


(¡¡Gracias, Alejandro!!)

lunes, 1 de marzo de 2010

Hasta siempre, Carlos Montemayor...

Cuando un talento versátil y un espíritu combativo se conjugan en una sola persona, suelen ser más que maravillosos sus resultados, pero cuando aquella persona fallece, no cabe duda que el mundo se vuelve sólo un montón de palabras.
Como lo mencioné hace poco, en la Feria de Minería supe por Guadalupe Loaeza de la muerte del escritor y activista social Carlos Montemayor (Parral, Chih., 13 de junio de 1947), acaecida en la Ciudad de México, la madrugada de ayer domingo 28 de febrero. Apenas en diciembre recibió, junto a sus colegas Hugo Hiriart y José Luis Rivas, el Premio Nacional de Ciencias y Artes en la categoría de Lingüística y Literatura, y el domingo 21 se dio tiempo para convivir con amigos y lectores en una sesión del ciclo Escritores en Palacio, dentro de la propia feria del libro.
Bien sé que abundarán los espacios para hablar de todas sus aristas creativas (poesía, narrativa, traducciones y hasta el bel canto) y de su espíritu combativo (que lo llevó a adentrarse por los senderos de la guerrilla, el zapatismo y las culturas indígenas), pero por ahora me limitaré a compartir con todos ustedes un poema suyo, porque en varias entrevistas realizadas a su persona, Montemayor se reconocía, ante todo, como un poeta: en sus novelas (Guerra en el paraíso, Las armas del alba, Minas del retorno), cuentos (Las llaves de Urgell, Premio Xavier Villaurrutia 1971), traducciones (la poesía griega antigua y contemporánea, y los Carmina Burana, por ejemplo) y poemas (Abril y otros poemas, Memoria del verano), se nota sobremanera el amor por la lengua, al detalle que conforma cada palabra, es decir, la vida misma.
Finalmente, invito a todos ustedes (y también a mí, ¿por qué no?) para acercarse a su obra, sea cual sea el tema que nos interese. (Para fortuna nuestra dejó listos dos libros: uno de análisis político y una novela, Las mujeres del alba, próxima a salir.) Hasta aquí dejo mis líneas y le cedo la palabra al poeta.

No vendrán los años

No vendrán los años, no vendrá el olvido.
No pasaremos, no, como tantas cosas.
La llovizna seguirá cayendo sobre la tierra
y estaremos en otro lugar, amor,
natural, eterno, que el cuerpo comprende.
Volveremos por él a donde nada desaparece.
Estar ahí, amiga, será estar para siempre.
Haberte amado así, será haberlo hecho para siempre,
más limpios que el mundo o las lluvias,
más que la fuerza de los mares.
En tu cuerpo hay una permanente arena,
una permanente lluvia, permanentes horas.
Todo lo que vive, desde tus ojos nos mira.
Y a través de tu cuerpo crece
nuestro encuentro luminoso como la tierra o las estaciones;
un grito silencioso insistiendo
en que no volverá a entristecernos la muerte;
que eleva en nosotros su ternura
como hasta la parte más alta de un monte,
un alto lugar donde nos sentamos a contemplar desde tus
ojos
el paisaje de lo que no muere,
de lo que no desaparece.

(¡¡Hasta siempre, Carlos Montemayor!!)

domingo, 28 de febrero de 2010

Minería era una fiesta

En la entrega anterior, quien esto escribe había contado algunas de las cosas que le pasaron a lo largo de una semana en la XXXI Feria Internacional del Libro en el Palacio de Minería; ahora corresponde cerrar el ciclo con la crónica del último día, es decir, hoy domingo 28 de febrero. Entro en materia.
La noche del viernes 26, después de una opípara cena con Elisa Cuevas y demás flota que la acompañaba, mi agenda resolvió juntarme varios motivos de gran importancia para asistir el último día de la Feria de Minería. Sin embargo, ninguno de esos motivos no estaría completo sin el principal de todos: invitar a una amiga muy querida, cuestión que resolví en minutos y desde mi celular, mientras esperaba el metro en la estación Bellas Artes. Cuando oí su voz, casi estallaba de alegría y como el tiempo era más que valioso, de banquetazo le expresé mi invitación, la cual ella aceptó casi con carácter de inmediato, solamente que habría de confirmarlo con antelación. Y así fue.
A las 12:30 pm, tal y como habíamos quedado, comenzó nuestro (re) encuentro; pero antes que cualquier cosa, le puse la calcomanía que la acreditaba como participante y el resto, seguro adivinan, fue all exclusive. Mientras platicábamos las cosas que habían pasado desde aquel memorable día de su examen profesional, veíamos con cierto desdén la maratónica fila que había frente a la taquilla, y al momento de cruzar la puerta principal del Palacio de Minería, nos reímos un poco y como el tiempo hacía mella cada segundo, nos dirigimos a la Antigua Capilla donde se llevaría a cabo el Homenaje a René Avilés Fabila: a la 1 pm, para ser precisos. Primero saludamos a Rosario Casco, esposa de René y como el tiempo apremia, entramos casi al mismo tiempo que ella y María Luisa Mendoza, la China, y demás invitados al chou de René. Como nos había tocado la tercera fila, y a la izquierda, pudimos ver llegar a diversas luminarias, como Carlos Bracho, Dionicio Morales, Jorge Ruiz Dueñas, Roberto López Moreno, Óscar de la Borbolla, entre otros, ciudadanos de a pie, expositores y participantes, y reporteros de TV UNAM, con Rosa Brizuela a la cabeza. Ni tardos ni perezosos, pasamos a saludar al buen René, quien agradeció nuestra presencia y aprovechó para dedicarle a mi bellísima acompañante su ejemplar de Fantasías en carrusel, con todo y besito.
Con una capilla hasta el tope de gente, el homenaje comenzó, primero, con las palabras de Fernando Macotela, director de la Feria, quien luego de su participación, como su investidura lo indica, se retiró de botepronto, dejando en la China y en René todo el chou. La China dedicó su intervención en hacer un elogio bien medido sobre la vida, obra y milagros de Avilés Fabila, quien al llegar el momento de tomar la palabra, comentó su periplo como figura pública; mientras unos celebran su obra de creación literaria (donde se emparenta con Jorge Luis Borges y Juan José Arreola, por cierto), otros sólo tienen la fortuna de conocerlo gracias a sus artículos periodísticos sobre política y sus intervenciones en noticiarios y programas de análisis, como los del Canal 34, claro. Sin embargo, todo su séquito de fans, lectores y mujeres bellas deseábamos que no terminara la hora porque podíamos estar con él horas y horas, pero el tiempo, como sabemos, no es nuestro. Y como sorpresa final digna de comentarse, hizo su arribo a la Capilla su gran amiga Helena Paz Garro, sentada sobre una silla de ruedas y guiada por una enfermera. (Confieso que al verla sentí una punzada en el corazón, porque una hija de genios, doblemente genial, ahora veía pasar el tiempo. Cosas de la vida.) De cualquier manera, fue un evento inolvidable, la verdad, y como nadie podía irse sin felicitar de primera fuente a René, mi acompañante y su cicerone de petatiux emprendimos la retirada. En uno de los barandales del palacio nos encontramos a Gonzalo Martré y, claro, al buen Pascual Borzelli. Lo mejor del día apenas comenzaba.
Mientras llegaba la hora del siguiente evento, decidimos pasearnos un rato por el palacio y cumplir algunos encargos; no sin antes tomar un poco de agua en la improvisada cafetería y donde platicamos sobre un posible proyecto donde el propio René era el móvil del crimen. (Habrá un día para hablarlo con calma...) De paso, en la escalinata principal del palacio, nos encontramos a Rodrigo Martínez Baracs, joven y prolífico historiador, quien me saludó con gusto y a quien presenté a mi dulce acompañante. Una maravilla de coincidencia. (Seguramente en Discutamos México o en el Quinto Encuentro de la SOMEHIL se habrá de repetir. No lo dudo.)
En nuestro camino, nos topamos con Felipe Garrido, a quien saludé con enorme gusto y, como había hecho con Garciadiego, le di el pitazo sobre un libro suyo que publicó la Universidad Autónoma de Nuevo León. Rápidamente, llegamos al stand y al verlo me pidió que le bajara todos los ejemplares, mismos que compró gustoso. Además de agradecer aquel detalle, quedó de tomarse un café con nosotros y regalarle a mi belle de jour un ejemplar de su discurso de ingreso en aquella edición especial que tuvo a bien regalarme el día de mi cumpleaños. "Después del martes, cuando gusten...", nos dijo y en eso quedamos.
Pasadas las 3 pm, entramos como Dios nos dio a entender al Salón de la Academia de Ingeniería, donde Guadalupe Loaeza presentaba su libro sobre la comedia electoral; por tratarse de una figura pública y acompañada -qué les digo- por otra "luminaria", Manuel Espino, el lugar estaba abarrotado y hasta los reporteros de TV UNAM -con Rosa Brizuela a la cabeza, otra vez- hacían malabares para sacar la nota. Cuando la Loaeza tomó la palabra, lo primero que dijo fue pedir un minuto de silencio a la memoria de su colega Carlos Montemayor, quien falleció en la madrugada del domingo. Lo que vino después, fue una ronda no pedida de preguntas y una avalancha de fans que pedían a gritos que Guadalupe firmara sus ejemplares de La comedia electoral. (Por fortuna, fui el segundo y con un libro muy querido por ella: Primero las damas.) Y como llevábamos algo de prisa, nos enfilamos, nuevamente, hacia la Antigua Capilla.
Para nuestra fortuna, los muchachos de logística de la Feria nos dejaron entrar primero y así agarrar buen lugar; en esta ocasión fue en la izquierda de la segunda fila. Pasadas las 4 pm, hizo su llegada triunfal Jorge F. Hernández, recién desempacado de Nueva York, y que venía a presentar su novela Réquiem para un Ángel. (Por e-mail, Jorge me corroboró su invitación. Y aquí estamos.) Sin embargo, quien había llegado con demasiada antelación fue Fernando Rivera Calderón, su seguro presentador, y con una asistencia más que notable, comenzó la presentación. A diferencia del resto de las presentaciones, ésta se caracterizó por los palomazos de Rivera Calderón, quien musicalizó el primer episodio de la novela, además de su propia lectura del libro. (Como quien dice, un "palomazo angelical", muy al estilo de El Weso.) A su vez, Jorge comentó varias de las cosas que lo orillaron a escribir la novela, entre éstas, su constante asedio a los empleados de las librerías que suele visitar. Una presentación sin precedente, que dejó a muchos con las ganas de comprar la novela y así adentrarse en el mundo de Ángel Andrade, quien al autonombrarse "Salvador de la Ciudad de México", se volvió Ángel Anáhuac.
Al final de la presentación, no faltaron lectores en busca del consabido autógrafo, incluyendo mi bellísima acompagnatrice y el que esto escribe. Pero me aguanté al final, dado que Jorge cumplió su promesa: me regaló un ejemplar de la novela. Promesa cumplida. (Una vez leída, me corresponde conseguirle un ejemplar para ella.)
Para cerrar nuestra estancia en el Palacio de Minería, resolvimos entrar a la charla de Hugo Hiriart, en la que, sin deberla ni temerla, me apersoné frente a él para, ya saben, pedir la consabida firma. (Ahora que lo pienso, me vi muy lanzado, pero Hiriart, en cierta manera, me la regresó...) Me invitó a sentarme junto a él y sólo alcanzó a dedicar un libro. "Al rato te firmo los demás", y me cambié de lugar. Pero al momento de iniciar su charla con su interlocutor, José Santiago, mencionó mi nombre y lo que había hecho minutos antes. ("¡¡Trágame, tierra!!", me dije.) Pero como su personalidad nos invitaba a platicar con él, creo que estuvo bien el ventanazo. (Digo, creo.) Su charla fue de lo más desenfadado, donde los temas pasaron de José Lezama Lima, pasando por Joyce y Pérez Galdós, hasta cómo comprar libros de viejo, más lo que el público pedía a gritos. Al final, el tiempo apremia y el respetable tuvo que abandonar la sala para el siguiente evento... excepto un servidor, quien se esperó para sacarle las demás firmas a Hiriart, que en su caso, ¡¡fueron dibujos!! Para mí fue un inmenso placer y no creo arrepentirme de ello.
Pasadas las 6 pm, resolvimos dejar el Palacio de Minería con la enorme satisfacción de haber pasado un día inolvidable; fueron tantas las cosas vividas y vistas que quizás nos faltará tiempo y un teclado nuevo del ordenador para contarlas; lo que sí puedo decirles es que cerramos con broche de oro un buen mes, pero con la conciencia de que aún nos faltan los mejores días de nuestras vidas. Parafraseando aquella obra de Enrique Jardiel Poncela (también peli de Mauricio Garcés) sólo queda decir lo siguiente: ¡¡Espérame en Minería, vida mía!!
[A final de cuentas, Minería era una fiesta.]

viernes, 26 de febrero de 2010

El "cazalibros" en Minería

Desde la semana pasada, cuando dio comienzo la XXXI Feria Internacional del Libro en el Palacio de Minería, quien escribe, en su faceta de cazalibros, decidió darse sus respectivas vueltas para encontrar algún librito nuevo (aunque sólo fuera un decir, claro) o también para cerrar el círculo de la lectura, coronando con la consabida firma los ejemplares de su pequeña biblioteca. Como son tantas las cosas que vi y sentí en la semana que tomé al Palacio de Minería como mi casa, presento, día por día, algo así como mis highlights de la feria.
Jueves 18 (Primera escala: El Colegio Nacional y Publicaciones UNAM): Aproveché una visita de botepronto para preparar la logística de la llegada al palacio, dado que al siguiente día se realizaría la primera de dos presentaciones de la colección Dulce y Útil. Una escala obligada en todas las ferias donde logro asistir, es en el stand de El Colegio Nacional, donde mis ya conocidos libreros me convencieron de llevarme un ejemplar de la Memoria 2008, donde -¡¡por fín!!- logré hacerme del artículo de Enrique Krauze sobre la biografía, entre algunos textos de Eduardo Matos Moctezuma y -qué pena decirlo- el último texto de Alejandro Rossi sobre los 50 años de El laberinto de la soledad de Octavio Paz. No me cabe duda que aquel volumen habría de leerlo con devoción. Después de pagar gustoso mi nuevo florilegio, quedé con ellos de pasar en la semana por Un sol más vivo, antología poética del propio Paz, co-editada por el mismo Colegio. (Por el precio que me ofrecían, debí llevármelo de inmediato, pero decidí esperar...)
Cerré mi primera estancia con una visita obligada al pabellón de la UNAM, donde, por obra del destino, encontré los últimos ejemplares del discurso de ingreso de Adolfo Castañón a la Academia Mexicana de la Lengua. (Si les place saber a dónde fueron a parar aquellos ejemplares, les diré que buena parte de ellos volvieron a casa, es decir, con el propio Castañón.)
Viernes 19 (Segunda escala: Fondo de Cultura Económica y El Colegio Nacional): Después de la maravillosa primera presentación de los libros de Dulce y Útil en la Antigua Capilla, mis amigos Juan Bravo y Elisa Cuevas, y el que esto suscribe, nos dimos una vuelta por varias editoriales, entre éstas, Paidós, Alfaguara, y antes de salirnos a comer, los presenté con mis amigos de El Colegio Nacional; mientras Juan quedaba embelesado por el volumen poético de Paz y Elisa preguntaba por las obras de Daniel Cosío Villegas, ni tardo ni perezoso compré Calacas de Rubén Bonifaz Nuño, reciente poemario de su autoría. (A decir verdad, ya había tenido la fortuna de leerlo por completo, una tarde en la Librería del FCE en la Condechi, pero con el precio de feria, me lo llevé puesto. ¡¡Guau!!) Contentos con su primera impresión, nos retiramos con la esperanza de visitarlos la semana entrante.
Y para cerrar la visita, en el pabellón del Fondo de Cultura Económica compramos varios libros de la sección de ofertas, entre epistolarios de Alfonso Reyes y Octavio Paz, libros de cuentos de René Avilés Fabila y volúmenes poéticos de Carlos Pellicer. Estábamos maravillados con semejantes ofertas, pero sólo quedo allí, porque para adquirir los demás libros del FCE, cualquier momento es bueno y hasta con el 40% de descuento.
Martes 23 (Tercera escala: Biblioteca Mexiquense del Bicentenario): Llegué algo tarde a dos presentaciones que debía ver primero; por un lado, la presentación del fondo editorial Cofradía de Coyotes, y por el otro, la lectura poética de los autores de El billar de Lucrecia. Afortunadamente, al término del primero, me topé con Gonzalo Martré, quien se alegró mucho por encontrarse con uno de los lugartenientes de nuestro admirado Raymundo Ramos, a quien le mandó sus mejores vibras y la franca esperanza de verse algún día. Luego de despedirme, me tomé la licencia de "volarme" un ejemplar de la revista Vista, publicación hecha con motivo de la presencia de la BMC tanto en la FIL de Guadalajara como en Minería. (Qué cosas, ¿no?)
Y de inmediato, me lancé como de rayo para alcanzar los últimos momentos de la lectura poética; afortunadamente, logré una parte primordial de mi cometido: conocer a Nadia Escalante, poeta de prístina y solar presencia, y becaria de segunda vuelta por la Fundación para las Letras Mexicanas. Le hablé de un maravilloso proyecto editorial que se está cocinando y le pedí sus datos, con la firme promesa de verla nuevamente en alguna ocasión. Me dio las gracias y nos despedimos con agrado.
Y como el cazalibros no podía quedarse quieto ni un solo momento, aprovechó el encuentro internacional Algún día en cualquier parte. Bicentenario: Letras de Chile y México, para saludar y felicitar a su admirado Hernán Lara Zavala, y sacarle las respectivas firmas tanto a Marco Antonio Campos como a Hugo Gutiérrez Vega, siguientes participantes en el encuentro. Logrado mi cometido y haber ya saludado a Lara Zavala, enprendí la retirada hacia otro encuentro de poesía, sí, pero en el Centro Cultural de España, y a la misma hora. Además, ya había quedado con Adolfo Castañón de verlo por allá y entregarle su encargo. (Con decirles que hasta salí con un ejemplar de las Cartas mexicanas de Alfonso Reyes, que Adolfo tuvo la amabilidad de obsequiarme...)
Miércoles 24 (Cuarta escala: CONACULTA y Editora de Gobierno del Estado de Veracruz): También algo tarde, logré llegar a la mesa de poesía del encuentro de escritores México-Chile, no sin antes pasar al pabellón de Conaculta y comprar sendos libros de poesía de Pura López Colomé y Eduardo Casar, por cierto, también participante de la mesa en curso junto a Hernán Lavín Cerda y Vicente Quirarte. Una lectura maravillosa, lo que le sigue, fue el resultado de conjuntar a varios poetas de factura impecable; al final de la sesión, el cazalibros hizo de las suyas: primero le pidió su firma a Eduardo Casar, luego hizo lo propio con Quirarte, y al corresponderle el turno a Hernán Lavín Cerda, éste quedó maravillado cuando quien escribe le puso frente a él dos libros muy queridos: su novela Los sueños de la Ninfálida y el poemario Alucinación del filósofo. Sobre la novela, cabe decir que es la obra que más le gusta y que es un milagro que tenga en mi poder aquella obra. Me la firmó encantado de la vida y prometí solemnemente leerla en cuanto se diera la ocasión. (Por cierto, la esposa de Lavín Cerda también quedó sin habla al ver mi libro: "Ah, la Ninfálida, es el libro que más me gusta de Hernán... ¿ya la leyó?" Ahora la promesa va por partida doble.) Y para rematar el momento, saludé a mi admirado Pascual Borzelli, mago de la fotografía y quien seguiría los pasos del encuentro México-Chile hasta Jalapa, donde llegaría a buen fin.
Después de estar en la gloria (literaria, claro), me propuse asistir a la lectura poética del veracruzano José Luis Rivas y para ello, pasé al stand del Gobierno de Veracruz y compré, sin dudarlo ni tantito, Delta y Pájaros, volumen del que Rivas leería unos cuantos poemas. Y mientras hacía mi compra, una bellísima mujer estaba en tremenda plática con los muchachos del puesto. (Me imagino que les estaba haciendo un minúsculo sondeo, donde sin proponérmelo, metí mi cuchara y hasta le recomendé unos buenos libros.) Luego de convencerlos mutuamente y pagar mi elección, me fui platicando con aquel ángel de las letras: Nati Rigonni. Hablamos de todo y nada: entre latas de escritores, proyectos editoriales y un compartido amor por la palabra; por supuesto que le pedí sus datos (tal y como lo había hecho con Nadia Escalante) y en reciprocidad, le di los míos y prometimos intercambiar correspondencia. Nos despedimos con la esperanza de encontrarnos algún día, en cualquier lugar.
Entre las 2 y las 6 pm, mi tiempo y mi cacería se repartió en dos lecturas: la primera, de escritores michoacanos radicados en la Ciudad de México (donde conocí a Leticia Herrera y a Lucía Rivadeneyra, poetas de maravillosa genialidad) y la segunda, por parte de los poetas de la casa: la Casa del Poeta "Ramón López Velarde". Y donde un servidor se reencontró con Hernán Bravo Varela, a quien horas después, vería sentado en la sala Ponce del Palacio de Bellas Artes, durante la ceremonia del Premio Villaurrutia 2009. (Le agradó mucho encontrarme, porque desde la comida con Jorge F. Hernández y los becarios de ensayo de la FLM, habían pasado, no sé, ¡¡como cinco meses!!)
Y ya que hablo de Bellas Artes, cabe decir que la ceremonia de entrega del consabido premio a la poeta y traductora Tedi López Mills por su libro Muerte en la Rua Augusta, fue muy íntima, maravillosa, donde las voces de Pura López Colomé, Enrique González Rojo Arthur y la propia galardonada hicieron la noche. (A comparación con la ceremonia del año pasado -cuya crónica pueden leer en esta bitácora en red-, faltaron luminarias, pero abundó en cordialidad, compañerismo y, sobre todo, magia. Sí que sí.)
Jueves 25 (Quinta escala: Universidad Autónoma de Nuevo León): Debido a un bomberazo de última hora, ya no pude llegar a la lectura poética de José Luis Rivas (para la cual ya me había "peinado" varios libros suyos), y como mi desconsuelo estaba por el piso, en el puesto de la Universidad Autónoma de Nuevo León compré a muy buen precio un ejemplar de Alfonso Reyes: centauro de la voz errante de Adolfo Castañón, y como me debía una visita a El Colegio Nacional, voy llegando y... ¡¡sorpresa, sorpresa!! Allí estaba el propio Adolfo, quien al verme, me saludó cordialmente y en plena efusividad de mi parte, le mostré mi libro y pedí que me lo dedicara, cosa que hizo con todo el gusto del mundo. Y después, nos despedimos. (Como diría mi querida Nora de la Cruz, "¡¡Son señaaaaleees...!!")
Viernes 26 (Última escala: Fontamara ediciones): Antes de la segunda gloriosa presentación de Dulce y Útil en el Salón de la Academia de Ingeniería, Juan Bravo, Elisa Cuevas y su servilleta pétalo, paseamos de editorial en editorial, buscando -ahora sí- el libro prometido. Y mientras ellos negociaban con los marchantes de Paidós, disfrutaban de las glorias de Alfaguara y medían el terreno en Alianza Editorial, aproveché un momento para saludar a Javier Garciadiego, a quien puse al tanto de la presencia de un librito suyo en el stand de la UANL, del cual quedó de comprar todos los ejemplares. Me agradeció sobremanera el pitazo y hasta lo invité cordialmente a la presentación.
Mientras Juan y Elisa apuntaban datos y títulos de libros para futuros sondeos, en el espacio de Fontamara compré sin pensarlo mucho los últimos ejemplares de la Summa de Maqroll el gaviero (1948-1988) de Álvaro Mutis en la magnífica edición de Visor y a un precio maravilloso. (Como ya tengo la Summa... en la edición del FCE, resolví comprar la de Visor simplemente por mi afición por cotejar edición tras edición. Manías de filólogo.)
Minutos antes de la presentación, me tomé la libertad de irme corriendo a otra sala sólo para alcanzar a Dolores Castro, quien iba saliendo de una presentación previa; afortunadamente logré que mi firmara mis libros. Regresé a mi puesto en el auditorio con la satisfacción de haber cumplido mi cometido. Es más, después de la excelsa segunda presentación de Dulce y Útil, todos salimos del Palacio de Minería con las expectativas más que superadas.
Sin embargo, lo mejor de la Feria estaría por venir el último día, cuyas andanzas y maestranzas merecen un espacio aparte.
(Continuará...)

sábado, 13 de febrero de 2010

Toño Esquinca en Alfa 91.3 fm

Hace un mes, exactamente, que podemos escuchar en la frecuencia del 91.3 fm al versátil locutor Antonio Esquinca, quien hasta finales de 2009 formó parte de otro corporativo radiofónico, donde generó, además de cierto renombre, un estilo bastante peculiar frente al micrófono. (Con todo y su muchedumbre.) Su ingreso a las filas de Alfa 91.3, donde conduce el segmento comprendido de 6 a 13 hrs., lo mismo suscitó reacciones encontradas, que lo mismo celebraban su ingreso a la estación que fuertes reclamos por "suplir" al conocidísimo Idzi Dutkiewicz y su otrora emisión matutina La carambola. Pero vayamos por partes, por favor.
Quien esto escribe, sin pretensiones de negarlo, es asiduo radioescucha del segmento radial de Toño Esquinca, el cual cumple su principal función: entretener por las mañanas, de subirle un poco el ánimo para comenzar de buena forma el día. (Algunos me dirán: "Pero si Idzi y sus caramboleros también hacían lo propio, caray... Entonces, ¿por qué tanto pinche cambio?") Cabe notar que también me agrada el estilo de Idzi (desenfadado, pero ecuánime a sus horas... de transmisión en el 88.1 fm, claro), pero creo que la llegada de Toño Esquinca sirvió para inyectar un poco de juventud (a la par que experiencia motivacional), y sobre todo, queridos lectores, para compartir con los jóvenes de ahora, entre adeptos de Black Eyed Peas, Tokio Hotel, My Chemical Romance, etcétera y lo que se acumule en la semana -hasta Lady Gaga, si me empeño-, aquellas canciones que ahora son leyenda: "Friday, I´m in love" de The Cure, "The whole of the moon" de Waterboys, "Secret" de OMD, entre otras delicias musicales (dignas del legendario Rock 101) y uno que otro churro radial (resabio del a ratos fastidioso Mix FM), que redimen el trabajo de Toño. (No se me puede escapar su empeño como figura motivacional, punto a favor de la empresa donde trabaja, cuya principal característica es el apoyo y la difusión de programas del mismo perfil; si no me creen, los invito a que revisen la carta programática de la estación matriz, el 1030 am, hasta los comerciales que se transmiten a lo largo de las emisoras del corporativo GRC.)
Paréntesis aparte: desde el miércoles 13 de enero, se ha desatado, en la página que Alfa 91.3 tiene en Facebook, una enconada polémica por el ingreso de Toño a la estación, donde las quejas, pero también las felicitaciones y palabras de apoyo hacia el locutor de marras, estaban de a peso. Recuerdo ahora la opinión de una usuaria del feisbuq, que cito de forma aproximada: "¿Cómo le hago para darme de baja de la página de fans de Alfa?" Seguro adivinaron, por razones obvias.
Finalmente, con las presentes líneas no busco conseguirle más adeptos a Antonio Esquinca (solitos llegan, no se apuren), ni mucho menos darle la razón a sus detractores (¿fans de Idzi? No lo creo...) y quitarle sin ton ni sonia un nuevo número de seguidores, simplemente lo hago porque me interesa hablar sobre la radio, como radioescucha que soy, y dejar constancia de las cosas que son, fueron y serán. Para quienes no lo saben o quizás lo olvidan, en el cuadrante se han dado encontronazos más fuertes y hasta peores que éste: salidas injustificadas de noticiarios (remember Carmen Aristegui), cambios drásticos de programación, atentando contra la preferencia de los radioescuchas (la impune "transformación" de Radioactivo en Reporte 98.5, o la vil marranada que convirtió a Jazz FM en Radio Uno, cuya fama se basa en tortas y pan pintado), en fin... que la lista es larga y el tiempo, muy poco.
Después de todo, la radio tiene opciones para todo y para todos; a final de cuentas, el tiempo también pinta. Y ya.

viernes, 12 de febrero de 2010

Esther Seligson en la morada del Tiempo

Cada vez que un poeta muere, también lo hace una parte del mundo; pero cuando una mujer que dedicó la mayor parte de su vida al quehacer de las letras, podría decirse que la pérdida es por partida doble. La mañana del pasado lunes 8 de febrero, la escritora mexicana Esther Seligson hizo mutis en ese enorme escenario que es la vida misma y se fue en silencio. Para aquellos que la conocieron (sea en persona, sea como lectores), se le extrañará sobremanera.
De marcadas raíces judías (mismas que motivaron buena parte de su obra literaria), Esther Seligson nació el 25 de octubre de 1941 en la Ciudad de México; estudió Letras Francesas e Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, y más adelante, fue alumna del Centre Universitaire d'Études Juives en París, Francia, y en la Universidad Hebrea de Jerusalén. A pesar de haber hecho estudios superiores tanto en México como en el extranjero, sus grandes pasiones fueron el teatro, la religión, la literatura y la traducción, mismas que sustentaron beuna parte de su vida.
En 1969 publica su primer libro, Tras la ventana un árbol, donde ya comienza a vislumbrarse el universo de su narrativa: ambientes místicos, temáticas de índole bíblica, homérica y, claro, judaíca. En 1973, su novela Otros son los sueños mereció el premio Xavier Villaurrutia. Luz de dos, libro de cuentos que afianza su lugar en las letras mexicanas, aparece en 1978.
Entre la escritura de su propia obra, se dio tiempo para incursionar en el universo de la traducción; por sus manos, autores como los inclasificables Edmond Jábès y E. M. Cioran -con quien trabó una amistad de más de veinte años- fueron conocidos en el ambiente literario de México e Hispanoamérica. (Cabe decir que las traducciones de Seligson fueron pioneras en el universo cioraniano en español, algunos años antes que las hechas por el español Fernando Savater, alumno y amigo del avinagrado rumano.)
Para principios de la década de los ochenta, publica una de sus novelas más celebradas, La morada en el Tiempo, donde recrea su propia visión del Génesis y, si nos vemos con cuidado, hasta del Éxodo. En el intermedio entre ésta y Sed de mar (1988), reparte su tiempo entre sus clases como profesora del Centro Universitario de Teatro (UNAM), sus intermitentes estancias en Jerusalén, y la frecuente colaboración en revistas como Casa del Tiempo, Vuelta, Equis y la Revista de la Universidad, que contó con sus artículos hasta la fecha. Su interés en el campo teatral la llevó a escribir un libro canónico para comprender los nuevos caminos del teatro en México: El festín efímero.
En los últimos años, tanto el Fondo de Cultura Económica como Ediciones Sin Nombre editaron casi en su totalidad el grueso de su obra; sin embargo, hay una obra que aún falta por salir a la luz: se trata de Un crisantemo en el balcón, el epistolario que tuvo con E. M. Cioran, del que ya se publicaron algunas cartas en la revista Equis. (Paréntesis aparte: en 1986, año en que están fechadas las últimas misivas, Esther Seligson se distancia del rumano iconoclasta casi por completo; hasta su muerte en 1995, ella no volvió a saber de él y le dedicó una serie de artículos en las páginas de La Jornada, que, años después, se reunieron en Apuntes sobre E. M. Cioran, pequeño volumen de la colección La Centena de Conaculta.)
A título personal, la primera vez que supe de su existencia fue gracias a la obra de Cioran. Lo primero que conseguí de ella, fue Tríptico, volumen que conjunta Otros son los sueños, Diálogos con el tiempo y Sed de mar. Tan impresionado quedé con una prosa fluida, a caballo entre la poesía y la narrativa, que me apresuré a conseguir -¡¡y a como diera lugar!!- varios ejemplares para regalar. (Hasta la fecha, es el segundo libro que más he obsequiado, entre La última escala del "tramp steamer" de Álvaro Mutis, y el Recuento de poemas de Jaime Sabines. Que esta mención sirva como mera estadística.)
De acuerdo con la fecha en la dedicatoria de mis libros (6 de agosto de 2009), mi primer y único encuentro con Esther, fue en Bellas Artes, durante la presentación de un libro de Estela Leñero; se mostró maravillada al ver a quien esto escribe como su único admirador en aquel momento. Mientras me dedicaba con gran empeño todos sus libros (excepto uno, que no diré por ahora), me preguntaba cómo había dado con su obra, cuál era mi signo zodiacal y, claro, mis impresiones como lector de sus textos. Se alegró mucho al saber que Tríptico era el libro que siempre obsequiaba; incluso se mostró sorprendida al ver que el de la voz tenía un ejemplar de Tras la ventana un árbol. "Ese libro ni siquiera lo tengo, sabe usted...", me dijo. Terminó de firmarlos y me agradeció tan maravilloso encuentro. (Luego de ver el fatal anuncio en el periódico y de ver pasar estos recuerdos delante de mis ojos, quizás me siento afortunado. Quizás...)
Cierro estas líneas con la clásica y certera invitación para conseguir sus libros y acercarse a una obra única, que nos invita a vivir en las moradas del Tiempo, siempre con las puertas abiertas de par en par, y así recibir a aquellos lectores que, una vez leída, ya forma parte de nuestra vida. (¿No es así, mis queridas Onatta y Claudette?)
¡¡Gracias, Esther!!