Hay mujeres que definen un día, otras que hacen lo propio con su tiempo, pero aquéllas que definen toda una vida, empezando por la suya, no cabe duda que la eternidad ya las tiene en el mejor de todos sus espacios. Cada vez que emprendo la gloriosa tarea de celebrar a alguna de las dichosas consejeras de esta empresa neobabélica, siempre debo tener presentes estas primeras palabras. Y hoy, día que resume en su efemérides la palabra independencia, corresponde hacer los honores a una maravillosa mujer con todas las Letras, Mayela Véliz, quien cumplirá no sólo años, sino también proyectos.
Conocí a Mayela hace algún tiempo, en aquellos días cuando la engorrosa institución de la brecha generacional generaba más desaguisados que coincidencias, en la carrera de Letras Hispánicas en la FES-Acatlán (UNAM). Siempre se distinguió, desde el primer día, en saber mirar, es decir, conocer varios puntos de vista, meditarlos después, para, posteriormente, generar nuevas propuestas y, por qué no, de una manera inusitada. Destacan, por decir algunos, su ingente participación en el libro Otros 1001 sonetos mexicanos del prolíficamente correcto Raymundo Ramos, misma que derivó su notable faceta como editora de la benemérita colección Dulce y Útil; gracias a su mirada confiable y certera, a la par que sus colegas de edición, dicha empresa libraria tiene más de un puerto hacia donde llegar.
¿Qué podemos destacar de Mayela Véliz? Muy sencillo. Además de una belleza incomparable, resalta su certera inteligencia que la lleva por el buen camino de la investigación, su generosidad cuando de compartir y profesar el conocimiento se refiere, y sobre todo, una permanente y siempre viva capacidad de asombro. No hay tema que se le escape vivo. (Caso contrario, investiga siempre para no quedar a la vera del camino.) Y, claro, todas esas cualidades le permiten ganar todo tipo de batallas habidas y por haber. Si alguna palabra del diccionario fuera su segura sinónima, no dudaría en decir que confianza le queda a la medida. (Y hasta le quedaría pequeña, si se empeña... lo cual no dudaría ni un ápice.)
Sobra decirlo, querida Mayela, pero lo repito con gusto: las mujeres no tienen edad. Además de los buenos deseos hacia ti, me inclino también porque cada día conserves ese estilo y esa genialidad que bien te distingue. Es un gran privilegio coincidir contigo y, claro, que lleguen mejores días para ti. (Mereces que te diga más, pero aquí cierro la frase.)
¡¡¡Felicidades, Mayela!!!
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