Siempre es necesario, ahora que el tiempo parece estar a favor nuestro, voltear a ver hacia aquellas personas que hacen llevadera e inspiracional la vida que se vive día tras día. (Esto sucede a cada paso en el presente blog, cuando dedico unas palabras hacia alguna de mis diligentes consejeras.) Ahora me corresponde hacerlo con una maravillosa persona, la historiadora Celina Aceves, con quien he compartido muchas cosas en el ancho y ajeno camino de la historiografía mexicana, y quien cumple añitos hoy. Entremos en materia.
A semejanza de otras pero vitales conocencias, conocí a Cely gracias a una presencia igualmente maravillosa: Rosalía Velázquez Estrada, a quien tendremos más que presente a causa de aquella serie televisiva de nombre Discutamos México. En alguna de sus sesiones en su respectiva oficina, Celina seguía el tremendo hilo de Ariadna que Rosalía le ponía en sus manos con el fin de generar una obra de investigación. (Para fortuna nuestra, ha demostrado que muchas empresas siempre llegan a buen puerto, sin importar tiempo ni circunstancias.)
Son pocas las veces que he convivido con Cely, pero no son menores, si les interesa saberlo; para valorar la grandeza de una labor, hay que fijarse en sus mínimos detalles. Cuando ella comparte sus lecturas, sus vivencias (conoció el donaire y la gentileza del siempre bien admirado Javier Garciadiego) y sus palabras, aunque breves, siempre permanecen intactas y, por ende, muy vivas. Y si le sumamos que goza de una belleza vitalizadora, no dudo que el mayor privilegio, luego de conocerla, será disfrutar de su compañía y, claro, de su amistad. (Si fuera posible agregarle a alguna palabra el significado de su nombre, no vacilaría en decir que transparencia le quedaría muy a la medida. Sí que sí.)
La verdad, me gustaría decirle más cosas, pero el tiempo no me deja hacerlo... ¿Por qué? Muy sencillo, aún falta vida para conocer unas cosas y tiempo que confirme otras. De cualquier manera, el privilegio de conocerla es prístino y franco. Y mientras llegan, querida Cely, hoy me digno a celebrar tu presencia y tu amistad, intransferible como las buenas palabras, y también aprovecho para decirte una cosa muy sencilla: Las mujeres no tienen edad, su entusiasmo las hace eternas. (Diría algo más, pero aquí me detengo.)
¡¡Felicidades, Celina!!
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