Leyendo la bitácora en red de mi siempre admirada Julia Cuéllar, me desayuné con la novedad de que había escrito unas cuantas líneas acerca del Día del Niño, el cual, en estos tiempos tan interesantes, solamente queda celebrarlo en casa. (Qué remedio.) En su post, ella recuerda sus caris favoritas y un tiempo donde los sueños y los milagros eran cosa de todos los días. Después de leer su sincera evocación, me quedé largo rato pensando en algunas cosas donde se halla presente el espíritu infantil. Y haciendo caso a mi formación como literato, vinieron a mi mente varias lecturas: algunas ya pretéritas, otras muy presentes.
Recuerdo que mis acercamientos a la llamada literatura infantil (término en proceso, para ser franco), se debieron gracias al puesto de revistas cuando compraba cada semana los fascículos de la serie Cuenta Cuentos, editada por Salvat; cada libro iba acompañado por un elepé o un cassette, según fuera el caso. Gracias a esta colección, me acerqué tanto a los cuentos de los hermanos Grimm como a la mitología griega; también supe de un niño que se divertía rugiéndole a los tigres, una vendedora de mangos que se dejó maravillar por la gloria de la nobleza hindú, caballos voladores que vencían a centenares de soldados árabes, incluso la historia de cómo un pedazo de madera llegó a convertirse en un niño de verdad, en fin... no había límite para sacar cuantas historias se pudiera. Cabe notar una ligera precisión: cada cuento tenía un narrador específico, quien a su vez le daba distintos matices a los personajes. Y de pilón, la presencia musical de Rosa León, cuyas canciones también tenían algo que contar. Lamentablemente, y por algún extraño motivo, dejé trunca la colección, y, por tanto, mis lecturas fueron otras.
Sin embargo, otro grato encuentro se debió mediante una lectura capital, a los diez años, de El Principito de Antoine de Saint-Exúpery, libro que me regaló mi mamá. En una tarde sin televisión -se había descompuesto-, quedé maravillado con las andanzas de aquel pequeño habitante de un asteroide habitado, además de él, por una delicada rosa y dos volcanes apagados. Conocí que el mundo puede ser algo complicado, si lo vemos desde la mirada adulta, pero susceptible a cambios, desde la perspectiva del niño. Tan maravillado quedé con su rápida lectura que temporalmente lo presté a la biblioteca de mi salón de clases. Al final del ciclo escolar, regresó a casa. Por desgracia, aquel sencillo ejemplar de pasta azul desapareció, mas no mi inquietud y mi asombro.
Con esta ligera recordanza, en estos tiempos donde la palabra es más que la vida, siempre es grato y emocionante regresar a esas primeras lecturas, pero también encontrarse con una nueva aventura esperando tras el anaquel de cualquier librería. Por ejemplo, la serie del Dr. Doolittle (muy famosa en caricatura) escrita por Hugh Lofting, las obras de Roald Dahl (¡¡Me declaro admirador de Matilda!!), cuentos populares italianos compilados por Italo Calvino, Michael Ende y sus historias interminables, y, claro, las ocurrencias de nuestros contemporáneos Fernando del Paso, Francisco Hinojosa, Juan Villoro, Mónica B. Brozon y Norma Muñoz Ledo, por decir algunos. Siempre es una maravilla vivir esas obras mientras las leemos, aunque la televisión y el cine les quiten algo de su magia natural. (Y ya que menciono esto, ¿por qué me salté la serie de Harry Potter? Muy sencillo, aún no la he leido; algún día se me dará, no os preocupéis. Por mientras, ustedes que la conocen de pe a pa, deben contarme su experiencia.)
Querida Julia, quien escribe también recuerda varias caris que fueron sus modelos a seguir (incluso tengo un post al respecto), pero creo a carta cabal que mis verdaderas motivaciones surgieron más de la literatura; mis primeras lecturas dan fe de ello. De una cosa sí estoy seguro: que la Imaginación, como el Cid Campeador, seguirá ganando muchas batallas después de todo, y que no hay edad para comenzar a leer: estas cosas aún nos permiten seguir siendo niños, sin importar los tiempos presentes, pretéritos y futuros. Lo demás viene por añadidura, ¿no es así?
1 comentario:
matilda! sí, yo también soy fan!
y de Ende!!! :)
No he leído Harry Potter tampoco, pero alguna gracia debe de tener...
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