En un documental producido por Canal 22, se le pregunta al escritor colombiano Álvaro Mutis que si alguna vez ha escrito algún poema en el baño. Con parsimonia responde que no, pero reconoce que en la ducha surgen las mejores ideas para ello. A decir verdad, sí me quedo con esta opinión, pero el tema del baño merece algunas líneas al respecto, ¿no creen?
Obviando su labor aséptica, el cuarto de baño es la oficina más dinámica por excelencia. ¿Por qué? Por tratarse de un territorio libre para hacer lo que nos pinte en ganas. Las mujeres que usan el baño tienden, en público, a contar cosas reales, rumores e incluso mentiras ocasionales; un espacio de coyuntura, por así decirlo. En privado, dedican horas y felices minutos para arreglarse con mucho cuidado. (Quienes tenemos la dicha de convivir con ellas, antes que todo, debemos entender sus razones para tardarse en el baño. Lo demás, ya es ganancia y agregado.)
Por el lado masculino, en un baño público puede tenderse a la red comunicativa, pero no del todo, a menos que quienes asistan al mismo sean amigos, compadres, socios o lo que se deje. En el baño privado, lo que se busca es desaparecer momentáneamente del mundo y robarle algunos minutos al tiempo para leer algún periódico o acaso la novela del momento.
Personalmente, mientras lo uso, me demoro más de lo planeado en la ducha o, aprovechando una escala técnica, introduzco de contrabando un libro que leo mientras estoy allí. He comprobado con ello dos cosas: una, bañarse antes que el resto de la familia, nos concede un poco de tiempo para hacer otras cosas, y la otra, se lee más rápido un libro en el baño que en otro lugar. Además, como al buen Arquímedes (citado ad litteram por Mutis), varias de las mejores ideas ahí tienen su génesis. Solamente hay que buscarlas. ¡¡Eureka!!
Para terminar, como Pinky y Cerebro, haré lo mismo que hago todas las noches: esperar que llegue la medianoche para meterme al baño con todo y el libro que estoy leyendo: Península, Península de Hernán Lara Zavala. (Llevo ya más de la mitad y eso que el autor me lo obsequió el lunes 12...)
Y ustedes, ¿qué hacen allí? (Ya me dirán...)
2 comentarios:
Todas las novelas de mi curso de Cultura Mexicana las leí en el baño... no tenía tiempo para nada más y teníamos que leer un libro por semana. Sólo ahí podía terminarlos para sentarme a escribir un ensayo.
Shh, no le digas a nadie. Creo que mi maestra de esa materia todavía no lo sabe...
Saludos friolentos.
Nunca he podido disfrutar del baño. De la ducha, sí, pero es otra cosa. En los días tensos, entro a bañarme con una cerveza, que voy tomando poco a poco con el baño.
Pero odio con toda mi alma sentarme a "hacer las necesidades". Es un trámite que quisiera obviar, que quisiera no pasar. Por eso nunca he intentado leer en el baño.
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