A raíz del fallecimiento del poeta Octavio Paz y, por ende, de la desaparición de su legendaria revista Vuelta, las letras mexicanas estuvieron en un largo impasse, mismo que, meses después, originó una nueva revista, la cual rendiría muy a su manera su admiración hacia la prosapia hemerográfica paciana que la antecedió: Vuelta, Plural, Taller, El Hijo Pródigo, Barandal. En enero de 1999, nació Letras Libres.
Bajo la dirección de Enrique Krauze, Letras Libres conservó a buena parte de los colaboradores de Vuelta, pero también abrió sus puertas a escritores y analistas de tendencia contraria, y como toda revista que se respete, a los nuevos valores de las letras latinoamericanas. A la par de difundir las cosas que se hacen allende las fronteras, también se preocupó por voltear la mirada hacia el país, siguiendo aquella máxima de León Tolstoi: "Pinta tu aldea y pintarás al mundo".
A diferencia de su antecesora, un sello distintivo de Letras Libres es el carácter monográfico de sus números: certera forma de contemporizar con los tiempos presentes y, si se quiere, señal de madurez analítica. Permitáseme varios ejemplos: el primer número, enero 1999, fue dedicado al problema de Chiapas, que llegaba a su primer quinquenio aún sin avances; el séptimo versó acerca de las generaciones literarias en México; el #12, la fe en los tiempos actuales, en fin... cada ejemplar de Letras Libres siempre deja algo qué decir y qué desear. Otro elemento que la distingue de forma señera, es la inclusión de un dossier fotográfico comentado por algún colaborador externo, cosa que también pone a la vanguardia a la revista en lo que artes gráficas se refiere. Y como buen revista de avanzada, adoptó y se adaptó a los medios electrónicos en pro de su difusión, en este caso se sirvió del internet, con la aparición de su página web, una de las más visitadas en todo el orbe cibernético.
Podría decir más sobre Letras Libres, pero pecaría de exageración (¿y cuándo no?) si lo hiciera. Simplemente me limitaré a celebrar su presencia ahora que cumple una consistente y prodigiosa década de existencia. Sus constantes cambios de imagen y de contenidos me han extrañado un poco, sin embargo, es una revista que debe leerse. Para cerrar, una de dos: o la amas con todas las letras o la odias a ultranza. El resto va por su cuenta.
¡¡Muchas gracias y felicidades, Letras Libres!!
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