miércoles, 16 de abril de 2014

Itinerario hacia el origen

Ulises Velázquez Gil

Comienzo con una confesión de mi parte; cuando leo libros de ensayo, por lo regular siempre lo hago sin seguir el orden propuesto; primero, el artículo que me genera mayor interés, para luego seguir con otro muy distinto, y así sucesivamente, hasta haber leído todo su contenido. De esta extraña y nada ortodoxa manera he pasado por las armas de la lectura varios libros al respecto, pero esta manía de mi parte encontró su elemento vital en un volumen específico. Se trata de Viaje a México, del polígrafo y flâneur Adolfo Castañón, volumen de treinta y ocho textos, entre ensayos, crónicas y retratos que van de los autores queridos hasta las experiencias del escritor, metido en la vorágine del mundo presente.
Recuerdo que comencé con el ensayo sobre Salvador Elizondo, mismo que dejó maravillado por la serie de datos que se proporcionan al respecto. Mientras me sumergía más a profundidad en su lectura, me topé con algunos textos ya conocidos: el aniversario 50 del Fondo de Cultura Económica, la crónica de la premiación de Octavio Paz en Estocolmo, y el clásico retrato de un abogado ilustrado, Jesús Castañón Rodríguez, eximio hombre de libros y padre del autor. (La primera vez que los leí, fue gracias a pequeño volumen llamado El jardín de los eunucos.) Al leerlos de nueva cuenta, me dije: “Si buena parte de los textos de Viaje a México son de factura reciente, ¿por qué me topo con éstos ya conocidos?” Un lector más drástico que quien escribe, diría que Castañón ya no tiene más obras que mostrar. Falso. Más bien, estos textos ayudan un poco al resto por una sencilla razón: recordar una tradición, un origen donde coincidan todos estos temas. No por nada, este libro se divide en dos partes: “Venas encontradas”, donde el autor nos cuenta las mil y un maneras de leerse en el mundo: en un bautizo, viajando a tierras tan literarias como Oaxaca y Yucatán, o en el recuerdo de dos maestros primordiales en su formación como escritor: Alfonso Reyes y Octavio Paz, y “México y sus escritores”, donde se consigna el acendrado interés del autor por difundir la obra de grandes autores de las letras mexicanas, entre atípicos como Juan García Ponce, Sergio Pitol, Jaime Reyes y el propio Elizondo, como canónicos como Andrés Henestrosa, José Luis Martínez, Juan José Arreola y hasta Carlos Fuentes y Jaime Sabines, sin dejar de mencionar a los nuevos ensayistas, a caballo entre los treinta y cuarenta años.
Tanto los aniversarios editoriales y las crónicas de un escritor en tierras extrañamente amistosas como los retratos librarios y las remembranzas cafeteras, son formas distintas de celebrar la literatura, donde el corazón -en paralelo con el pensamiento- escribe sus mejores páginas. Por ello, no es gratuito que obras ya conocidas convivan en igualdad de condiciones en un volumen tan exquisito como señero, donde la sorpresa es el pan de cada día. 
(Paréntesis aparte, Viaje a México -título que remite a aquel volumen homónimo de Paul Morand- se encuentra completamente emparentado, por un lado del charco atlántico, con el Ejercicios de admiración de E.M. Cioran, y por este otro extremo del mar, con Retratos personales y Los días del maestro, de sus coevos mexicanos Enrique Krauze y Vicente Quirarte, respectivamente, pero si Mexicanos eminentes y Peces del aire altísimo, son los egregios recipiendarios de aquéllos, Viaje a México tiene un tremendo precedente en ese clásico contemporáneo de nombre Arbitrario de literatura mexicana.)
En su lectura de autores presentes, pretéritos y futuros, Adolfo Castañón está leyendo al mundo, es decir, al México donde le tocó en suerte vivir y escribir. Y ya que menciono la palabra México, el texto homónimo que abre el libro es una suerte de “carta de creencia”, donde su admiración por el país no sólo se queda en la letra impresa, sino en los viajes hacia el interior, evidenciando otra cara, muy distinta a la habitualmente ofrecida hacia el exterior. En una palabra, Viaje a México es más un itinerario hacia el origen que un cementerio de nombres y fechas cuya petulante pátina le quita pasión y sincero interés.
Finalizo estas líneas con una invitación para aquellos lectores interesados en conocer otra manera de ver las letras mexicanas, para que se acerquen a este libro y conozcan otra mirada acerca de ese México que nos recibe y circunda. No me cabe la menor duda de que Viaje a México cumple (y con creces) su cometido, en espera de suscitar nuevas maneras de contemplar nuestro país, sin demagogias ni exclusiones de ningún tipo. Todo sea, por decir algo, a favor de la cultura mexicana. (Así sea.)

Adolfo Castañón. Viaje a México. Ensayos, crónicas y retratos. Madrid, Iberoamericana / Vervuert, 2008. (La crítica practicante, 4)

(19/marzo/2012)

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