Ulises Velázquez Gil
Comienzo con una confesión de mi parte;
cuando leo libros de ensayo, por lo regular siempre lo hago sin seguir el orden
propuesto; primero, el artículo que me genera mayor interés, para luego seguir
con otro muy distinto, y así sucesivamente, hasta haber leído todo su
contenido. De esta extraña y nada ortodoxa manera he pasado por las armas de la
lectura varios libros al respecto, pero esta manía de mi parte encontró su
elemento vital en un volumen específico. Se trata de Viaje a México, del polígrafo
y flâneur Adolfo
Castañón, volumen de treinta y ocho textos, entre ensayos, crónicas y retratos
que van de los autores queridos hasta las experiencias del escritor, metido en
la vorágine del mundo presente.
Recuerdo que comencé con el
ensayo sobre Salvador Elizondo, mismo que dejó maravillado por la serie de
datos que se proporcionan al respecto. Mientras me sumergía más a profundidad
en su lectura, me topé con algunos textos ya conocidos: el aniversario 50 del
Fondo de Cultura Económica, la crónica de la premiación de Octavio Paz en
Estocolmo, y el clásico retrato de un abogado ilustrado, Jesús Castañón
Rodríguez, eximio hombre de libros y padre del autor. (La primera vez que los
leí, fue gracias a pequeño volumen llamado El
jardín de los eunucos.) Al leerlos de nueva cuenta, me dije: “Si
buena parte de los textos de Viaje
a México son de factura reciente, ¿por qué me topo con éstos ya
conocidos?” Un lector más drástico que quien escribe, diría que Castañón ya no
tiene más obras que mostrar. Falso. Más bien, estos textos ayudan un poco al
resto por una sencilla razón: recordar una tradición, un origen donde coincidan
todos estos temas. No por nada, este libro se divide en dos partes: “Venas
encontradas”, donde el autor nos cuenta las mil y un maneras de leerse en el
mundo: en un bautizo, viajando a tierras tan literarias como Oaxaca y Yucatán,
o en el recuerdo de dos maestros primordiales en su formación como escritor:
Alfonso Reyes y Octavio Paz, y “México y sus escritores”, donde se consigna el
acendrado interés del autor por difundir la obra de grandes autores de las
letras mexicanas, entre atípicos como Juan García Ponce, Sergio Pitol, Jaime
Reyes y el propio Elizondo, como canónicos como Andrés Henestrosa, José Luis
Martínez, Juan José Arreola y hasta Carlos Fuentes y Jaime Sabines, sin dejar
de mencionar a los nuevos ensayistas, a caballo entre los treinta y cuarenta
años.
Tanto los aniversarios
editoriales y las crónicas de un escritor en tierras extrañamente amistosas
como los retratos librarios
y las remembranzas cafeteras, son formas distintas de celebrar la literatura,
donde el corazón -en paralelo con el pensamiento- escribe sus mejores páginas.
Por ello, no es gratuito que obras ya conocidas convivan en igualdad de
condiciones en un volumen tan exquisito como señero, donde la sorpresa es el
pan de cada día.
(Paréntesis aparte, Viaje a México -título que
remite a aquel volumen homónimo de Paul Morand- se encuentra completamente
emparentado, por un lado del charco atlántico, con el Ejercicios de admiración de
E.M. Cioran, y por este otro extremo del mar, con Retratos personales y Los días del maestro, de sus
coevos mexicanos Enrique Krauze y Vicente Quirarte, respectivamente, pero si Mexicanos eminentes y Peces del aire altísimo, son
los egregios recipiendarios de aquéllos, Viaje
a México tiene un tremendo precedente en ese clásico contemporáneo
de nombre Arbitrario de
literatura mexicana.)
En su lectura de autores
presentes, pretéritos y futuros, Adolfo Castañón está leyendo al mundo, es
decir, al México donde le tocó en suerte vivir y escribir. Y ya que menciono la
palabra México, el
texto homónimo que abre el libro es una suerte de “carta de creencia”, donde su
admiración por el país no sólo se queda en la letra impresa, sino en los viajes
hacia el interior, evidenciando otra cara, muy distinta a la habitualmente
ofrecida hacia el exterior. En una palabra, Viaje
a México es más un itinerario hacia el origen que un cementerio de
nombres y fechas cuya petulante pátina le quita pasión y sincero interés.
Finalizo estas líneas con una
invitación para aquellos lectores interesados en conocer otra manera de ver las
letras mexicanas, para que se acerquen a este libro y conozcan
otra mirada acerca de ese México que nos recibe y circunda. No
me cabe la menor duda de que Viaje
a México cumple (y con creces) su cometido, en espera de
suscitar nuevas maneras de contemplar nuestro país, sin demagogias ni
exclusiones de ningún tipo. Todo sea, por decir algo, a favor de la cultura
mexicana. (Así sea.)
Adolfo Castañón. Viaje a México. Ensayos, crónicas y
retratos. Madrid, Iberoamericana / Vervuert, 2008. (La crítica
practicante, 4)
(19/marzo/2012)
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