viernes, 27 de agosto de 2010

La princesa y el cazalibros

Se ha dicho hasta la repetición que los mejores viajes son los que surgen de botepronto, sin planearlos siquiera en agenda impresa y/o virtual, y cuyos resultados suelen ser satisfactorios a final de cuentas. Anoche no fue la excepción, dado que aunque daba por segura mi asistencia a un evento previo, siempre llega otro que nos hace el día. Véamos por qué.
Gracias a un correo electrónico, se me informó oportunamente que el eminente investigador Patrick Johansson Kéraudren ingresaría a la Academia Mexicana de la Lengua y que dicho acto se llevaría a cabo el 26 de agosto, a las 7 pm, en el auditorio de la Coordinación de Humanidades en Ciudad Universitaria. Mientras lo anotaba en mi agenda 2010 del Conaculta y en mi Lupy de bolsillo, me topé con una sorpresa: una hora antes estaba agendada la tradicional Venta Nocturna del Fondo de Cultura Económica, a la cual siempre asisto, si no para comprar libros, al menos para platicar con varios escritores. Al final, decliné a favor de la sesión pública de la AML, y una amiga mía, Princesa de las Letras para más señas, también quedó en asistir. (Así ¿o más claro?)
Quien esto escribe llegó una hora antes del evento, tiempo que aprovechó para encontrarse con algunos colegas, como Concepción Abellán y Pilar Máynez, bien acompañada por su esposo, Serafín González, investigador de la UAM-Iztapalapa. Luego hicieron su arribo Alicia Reyes (nieta de don Alfonso) y Andrea Martínez Baracs (hija de José Luis Martínez), quienes no dudaron en saludar a varios de los ya presentes. Como la hora pactada, las 7 pm, se avecinaba con certeza, ingresamos al auditorio para ocupar un buen lugar para la ceremonia. Tal como lo había prometido, mi Princesa de las Letras llegó a tiempo y, claro, como la cercanía de dos orillas había hecho lo suyo, platicamos un breve tiempo y en esas estábamos cuando Ascensión Hernández de León-Portilla llegó y nos saludó cordialmente. Para entonces ya habían llegado varios de los integrantes de la Academia y el nuevo recipiendario, Patrick Johansson, quien leyó su discurso de ingreso, Encuentros, desencuentros y reencuentros, un texto de maravillosa factura, cordialmente respondido por Miguel Léon-Portilla. Después que Patrick fue investido con la venera de la corporación, todos los asistentes (familiares, colegas y amigos) procedimos a felicitarlo. Y entre saludo y saludo, mi querida Princesa entregaba libros suyos a diestra y siniestra, y un servidor acompañó a Chonita por un encargo al Instituto de Investigaciones Filológicas, no sin antes sacarle la firma tanto a Gonzalo Celorio como al buen Adolfo Castañón, y de saludar a Vicente Quirarte con la esperanza confirmada de verlo en octubre.
Después de guardarme algunos libros que recibí de ella, y luego que mi diligente Princesa entregara casi todos sus ejemplares, decidimos irnos, de golpe y porrazo, hacia los rumbos de la Condesa, donde nos esperaba, finalmente, la Venta Nocturna. (En el tiempo que duró nuestro viaje, pasamos revista a casi ¡¡dos años!! de no vernos en persona.)
Luego de estacionar el coche a una cuadra de la Librería Rosario Castellanos, y de hacer una escala en el toilette, la Princesa y un servidor recorrimos cada espacio y contemplamos desde los balcones la panorámica del lugar, desde donde saludamos a María Luisa Escobar de TV UNAM. Después, nos acercamos al sitio donde Jorge F. Hernández y Hernán Lara Zavala platicaban gustosamente, para después hacer las consabidas presentaciones; compartió con Jorge F. el franco destino de la Complutense en Madrid, y con Hernán, el origen de la Península, Península. (Para ella, estos encuentros eran algo más que una coincidencia, es decir, una promesa bien cumplida, y para un servidor, gratas amistades del primer día. Los veré en octubre.) Y, claro, no lejos de allí, Gabriela Cano me vio e intercambiamos sendos saludos. Mientras la noche seguía en el Fondo, la Princesa y el cazalibros emprendieron la dolorosa retirada y cenar algo por esos lares.
Casi a las 12 am, y después de firmarme un ejemplar de su libro, nos despedimos, con la esperanza de volvernos a ver en un tiempo. De cualquier manera, acababa de hacerme la noche. Sí que sí.

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