La mañana de ayer fue todo un suceso la ceremonia de la caja del tiempo en la Catedral Metropolitana, encabezada por el Presidente Felipe Calderón y acompañado por lo más granado de la cultura y la política. Dicho evento fue la consecuencia natural del hallazgo en una torre de la catedral, hace unos meses, de una caja semejante, que data del siglo XVIII, en cuyo interior se encontraron monedas, algunos grabados, documentos, entre otras cosas, como testimonio del tiempo que se vivía. Y, claro está, la respuesta fue obvia: cuando se terminaran las labores de restauración, colocar donde la anterior, una nueva, conteniendo objetos de nuestro tiempo, entre éstos, la bandera nacional, la Constitución Política, documentos escritos por los líderes de los tres poderes, pinturas de Carmen Parra, una selección de obras de Octavio Paz, saludos en las diversas lenguas indígenas del país, testimonios de Mario Molina (Premio Nobel de Química 1995), Miguel León-Portilla, Julieta Fierro, Javier Garciadiego, entre otras cosas. (Seguramente más de uno expresó su extrañamiento por el contenido oficial, pero eso será materia de discusión hasta dentro de algunos años.)
Ante semejante acto donde la memoria tiene la última palabra, cabe decir que la propia internet es pletórica en cápsulas y/o cajas de tiempo. ¿De qué forma? Muy sencillo, en las bitácoras en red, es decir, en los blogs. Me explicaré. Gracias a la ubicua y polifacética internet, varias personas deciden compartir sus hallazgos, andanzas, disgustos y experiencias mediante la bitácora virtual (blog), donde el sincero y señero acto de la escritura une a todos sin importar tiempo ni espacio. En mi breve experiencia bloguera (el terminajo no es mío, sino de María Amelia), he transitado (sea como ciudadano, sea como extranjero) por varios de esos foros; algunos muy buenos, otros peculiares, y no pocos, bastante malos. Pero en todos radica la intención de arrojar a las aguas de la memoria colectiva lo que somos: sea palabra, sea símbolo. Un ejemplo. La poesía escrita por nuestros contemporáneos de pretérito imperfecto, permanecerá gracias a un curioso lector internauta que pasaba por allí, y el comentario que deje al respecto, será su tarjeta de visita. Lo mismo con los blogs de temas políticos, económicos, literarios, memorialistas.
A raíz del fallecimiento de la australiana Olive Riley, hasta hace poco la bloguera más veterana en activo, me vino a la cabeza que todo blog es una cápsula del tiempo, porque ella plasmó sus experiencias en la red, de donde las compartió, día tras día, con el resto del planeta. Quien le sigue en edad e intenciones, la española María Amelia, de 96 años, aún sigue escribiendo y sus posts han recibido una cantidad exorbitante de visitantes (entre admiradores y amigos que siguen frecuentemente sus andanzas), pero, como a la mayoría de nosotros, blogueros, ha recibido la engorrosa visita de internautas petardistas y altisonantes. Aún así, María Amelia sigue ganando batallas como el Cid Campeador. Una verdadera caja viviente del tiempo.
En suma, la súper carretera de las Informaciones está llena de cajas del tiempo: hay blogs que parecen cajas chinas, o de Pandora, si se quiere. Pero, en sentido estricto, serían cajoneras porque abres una gaveta y entras a otro mundo, el cual tiene otras más y así... over and over again. Aunque, para algunos blogs (como La aguja que lleva el hilo), llega un momento para cerrar el ciclo y, como la cajita de Catedral, le dejará al tiempo la última palabra. De cualquier manera, para nosotros sólo restará la palabra y lo demás no nos importa. ¿Verdad que sí?
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