Un libro atípico de Fernando Savater, El valor de educar, comienza con una significativa "Carta a la maestra", donde el filósofo de San Sebastián explica (por así decirlo) su pensamiento sobre la importancia de la enseñanza. (En alguna parte del texto justifica la razón del título, sobre el cual debatiré en otra ocasión.) Cuando leía esta parte del libro, y aprovechando la ocasión del día presente, decidí hacer lo mismo, mas no pasó de la mera idea. (¡¡Nunca pasé de la primera línea!!) Así que me auxiliaré por la forma que esta bitácora en red me ofrece cada vez que hay un apuro: las Leaving Port Memories. Gracias mil.
Conocí a la primera de mis maestras prodigiosas en el sexto año de primaria. Nunca olvidaré su nombre: Socorro Sarabia. Gracias a los chispazos de conocimiento que me venían en clase, con la siguiente frase me regaló un destino: A ti te gusta mucho la historia, ¿no es así? En realidad, no sabía qué decir en ese momento, así que me limité a que las cosas pasaran, incluso que mis compañeritos me pusieran el mote de historiador. (Si ellos me vieran ahora...) Claro que ponía empeño en todas las materias, pero la Historia de México era mi mero fuerte y eso nadie lo podía negar. (Hasta yo, si se quiere...) Gracias a esa temprana percepción, ahora la historia es mi vida.
Mi segunda maestra, Beatriz Arcos Pino, aparece en el último año de secundaria. Para mi buena fortuna, además de ser la asesora del grupo, impartía la clase de Español; cosa que le quitó la tirría que le tenía a los módulos anteriores. Su pasión por las Letras Hispánicas permeó en mí hasta el grado de interesarme por la obra de Pablo Neruda, el cual fue el tema de su tesis de Licenciatura. (En aquel tiempo, estaba muy de moda Il postino, película de temática nerudiana.) Pero también me motivó a participar en un concurso de oratoria, mismo que gané. En una palabra, hizo nacer en mí la pasión por la palabra, aunque me interesara por el derecho posteriormente. (Pero regresé al camino de las Letras, ¡¡eso sí!!)
Las maestras restantes de mi galería personal, en cierta forma nunca me dieron clase, pero el tiempo compartido y el corte de caja que hago en estos días, me orillan a colocarlas en ese nivel. Entre compañeras, amigas, colegas y alumnas (cuyo perfil se encuentra en la Galería de Consejeras), ya las considero mis maestras prodigiosas porque cada día aprendo algo nuevo de ellas, y porque sus regaños y extrañamientos hacía quien escribe han sido sus mejores enseñanzas. (Algunas aún me consideran su profesor, cosa que no me atrevo a debatirles. Cuestión de enfoques.)
Pero como lo dije hace tiempo en otro capítulo de las LPM, "aún tengo mucho que enseñar y, claro está, demasiadas cosas por aprender". (¿No es así, Laurette, Rosalie, Annette, Irmita, Pau, Vero y Leyvi?)
1 comentario:
El mundo es tan pequeño, compartimos espacios y momentos sin saberlo. Leo que asististe al Encuentro de Escritores en el Claustro de Sor Juana, seguramente nos cruzamos sin saberlo. Yo fui a la inauguración de la exposición fotográfica de retratos de escritores. Es lindo saber que nos interesa lo mismo, los debates estarán padres. Seguiré visitando tu blog y gracias por tus comentarios en el mío.
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