Ulises Velázquez Gil
(@Cliobabelis)
En la lengua como en la
medicina, se suele tomar la parte por el todo, con miras a encontrar el proceso
interior que hace posible su funcionamiento, y, por ende, el efecto producido
hacia fuera de sí. En esa empresa, nadie, absolutamente nadie se halla exento
de toparse con sorpresa alguna, con un gratísimo resultado, o una falla
inminente.
Para el caso del español de México, esta incursión de
índole lingüístico-filológica tiene en Concepción Company Company (Madrid,
España, 1954) a una gloriosa exponente, cuyos trabajos han merecido la gloria
del renombre o el infierno de la confusión, si se me permite la disyuntiva. A
diferencia de sus compatriotas (que buscaban su propio lugar en los primeros
años de una España rebosante de juventud), en la década de los ochenta, la movida de Company se originó en el
ámbito académico; y allende el Atlántico, consolidó el (posible) destino de
todo español: hacer las Américas.
Trasplantada en la UNAM, desde la Licenciatura hasta el
Doctorado, Concepción Company encontró su nicho de investigación en el estudio
del español de México (no por nada, José G. Moreno de Alba, otrora explorador
de ese territorio, fue su profesor). Como su colega y compatriota Ascensión
Hernández Triviño, encontró en el Instituto de Investigaciones Filológicas
segura residencia para sus afanes científicos y humanísticos. Resultado de esos
intereses, fueron la revista Medievalia
y su consecutiva línea editorial (que gozan, hoy en día, de cabal salud), y su
primer libro: La frase sustantiva en el
español medieval (1991).
Concretamente, en la historia del español hablado en
México, Concepción Company encontró un territorio fértil para profundizar en
sus pesquisas; en Documentos lingüísticos
de la Nueva España. Altiplano central (1994) concentró su atención en dar
fe de cómo evolucionó una lengua que buscaba, a la par de su homóloga
peninsular, una identidad propia. (Recordemos a Nebrija: la lengua es compañera
del imperio; pero la única revancha que tiene los pueblos conquistados frente a
sus opresores, es mediante la lengua. Ver para creer.)
En aras de
adentrarse en la construcción de la identidad lingüística de México, ha
producido innumerable cantidad de artículos y estudios, como su Léxico histórico del español de México
(2000, en colaboración con Chantal Melis) y la interminable serie de volúmenes
llamados Sintaxis histórica de la lengua
española (La frase verbal, 2006; La frase nominal, 2009); para los
versados en el ámbito lingüístico, las investigaciones de Company han sentado
varios precedentes en cuanto a la imperiosa necesidad de conocer los procesos
que dieron lugar al crecimiento y a la evolución del español hablado en México.
Por su
persistencia en estudiar ese fenómeno, la renovada fuerza aplicada en ello, la
Academia Mexicana de la Lengua consideró fundamental la inclusión de una joven investigadora a tan
noble corporación. Además, cabe decir que ello reforzaría la presencia de la
lingüística al interior de ésta.
El 10 de noviembre
de 2005, en la Coordinación de Humanidades de Ciudad Universitaria, como
corresponde a toda sesión pública de la corporación, Concepción Company se
convirtió en la séptima ocupante de la Silla V. (Darío Rubio, José Vasconcelos y
Rubén Bonifaz Nuño, por decir algunos, le antecedieron en tiempo y forma; éste
ultimo, colega y maestro en su instituto de adscripción.) Y como no hay ingreso
oficial sin discurso inaugural, la nueva académica leyó una versión abreviada
de éste: El siglo XVIII y la identidad
lingüística en México. Nos dice: Se
acumula en ese siglo un concentrado importantísimo de microquiebres funcionales
o pequeños cambios, ya sea en forma de incrementos notables de frecuencia de
empleo, ya sea en forma de primeras documentaciones, que sugiere que ese
periodo fue un parteaguas gramatical entre el español peninsular y el mexicano,
ya que a lo largo de él tomó carta de naturaleza, esto es, se volvió parte del
habla cotidiana del pueblo, un buen número de formas de expresión que
constituyen caracterizadores dialectales del español de México hoy en día.
Dentro de ese
proceso que daba origen a una nuevo dialecto (variante de lengua, entiéndase)
del español peninsular, Company mencionó la presencia del llamado mexicanismo lingüístico, es decir, un
conjunto de formas y construcciones compartidos por otras variedades del
español americano; una muestra de ello, se resume en la oración “eso se los dije”. (Si prestamos algo de
atención, quién no ha empleado alguna vez expresiones parecidas a ese ejemplo.
Más de uno quedaría patidifuso…) Algunos
de los mexicanismos que se manifiestan con especial fuerza en el último siglo
del virreinato son: notable incremento de indigenismos léxicos, importantísimo
aumento de diminutivos, primera documentación de la resemantización del verbo coger, primera documentación de las
pronominalizaciones del tipo eso se los dije, proliferación de pronombres posesivos, incremento significativo de
sintagmas posesivos con doble mención del poseedor, su casa de mi prima, y generalización del pretérito simple a
expensas del pretérito compuesto.
Si miramos con
detenimiento los hallazgos lingüísticos que mencionó esta investigadora,
entraremos en la cuenta de que el español de México tiraba hacia lo alto; de
ser una variante hablada en las colonias, adquiriría por sí sola su propia
carta de identidad, y ya que mencionamos esa palabra, cabe decir que México,
aparte de entregarle un alud de temas para investigación, dio familia y
nacionalidad mexicanas a una mujer apasionada por el conocimiento. Aparte de
reforzar la presencia femenina en la Academia Mexicana de la Lengua, con ella
agarra nuevo impulso aquella sentencia de Ramón Menéndez Pidal: Verter vino viejo en odres nuevos. (Como
quien dice, el conocimiento de las dos orillas, indígena y peninsular.)
Concepción
Company Company, como académica de número y Presidenta de la Comisión de
Lexicografía (ambas encomiendas, dentro de la corporación) ha revitalizado el
papel que la Academia Mexicana de la Lengua he seguido a la par de la consigna
de la Real Academia Española, Limpia,
fija y da esplendor. La limpió de prejuicios, fijó un nuevo precedente y,
sobre todo, darle un nuevo esplendor a una corporación de rancio abolengo. Su
sesuda perspectiva nos descubre la anatomía
de una lengua que todavía suscita discusiones, no libre de grandes
sorpresas, que nos esperarán con sumo provecho. (Lo demás es silencio.)
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