Hace un mes, exactamente, tuve la fortuna de asistir al Tercer Remate de Libros en el Auditorio Nacional, a ver qué novedades (si es que aún las hay, dada mi experiencia del año pasado) podía encontrar. De no ser por Julia Cuéllar, dicho evento se me habría olvidado. (¡¡Gracias!!)
Llegué al Auditorio Nacional pasadas las 3 p.m y llevaba los aditamentos que todo cazalibros debe llevar cada vez que ocurre una venta de libros: tres bolsitas de plástico (como las que regalan en las librerías) y una bolsa de papel (como las que se usan para los regalos, sólo que la mía era del CIDE) escondida dentro de un folder, como si nada más llevara puros papeles. Ya estando en el lugar del los hechos, procedí primero a revisar todos los stands, que para mi buena fortuna ¡¡se habían multiplicado!! Además de los puestos que vi el año pasado, otras editoriales se unieron al proyecto y por poco me da el patatús. ¡¡Por dónde empiezo!!
Después de revisar a vuelo de pájaro todos los stands, di comienzo a mis compras. En el puesto de Verdehalago, aprovechando la promoción de tres libros por diez pesos, adquirí los Versos hospitalarios de Miguel González Avelar, las Chiribitas de Leticia Herrera Álvarez y un ejemplar del Homenaje a Borges que publicó El Colegio Nacional hace una década. En varios puestos, solamente me hice de los libros Voces que cuentan de Sari Bermúdez, Guía para la navegación de Alfonso Reyes de José Luis Martínez y el Arbitrario de literatura mexicana de Adolfo Castañón. Sin embargo, fueron dos editoriales donde me pasé la mayor parte del tiempo: Era y Aldus. Por un precio muy módico compré Las siete cabritas de Elena Poniatowska y dos ejemplares de Las batallas en el desierto del muy laureado José Emilio Pacheco. (¡¡Compré un libro suyo el día de su cumpleaños!! Alegre coincidencia...), pero Aldus se llevó, además de mi tiempo y mi peculio, toda mi admiración, y para lo que compré allí, no era para menos: La ciudad como palimpsesto de Guillermo Tovar y de Teresa, El brujo de Autlán de Antonio Alatorre, Era mi corazón piedra de río de Carlos Pellicer, y Espejo de historias y otros reflejos de Jorge F. Hernández. Además, recibí de regalo un libro de Eugenio Aguirre, cuyo nombre ahora no recuerdo. Al filo de las cinco de la tarde, ya con la billetera a punto de vaciarse, emprendí la retirada.
Al día siguiente, me di a la tarea de leer buena parte del material adquirido en el remate. Primero comencé con el libro de Sari Bermúdez, que me pareció muy ameno; todas las entrevistas que lo conforman son de una diversidad que nada le pide a los libros de Cristina Pacheco ni a los de Elena Poniatowska. No dudaría en recomendarlo. Lo terminé en el fin de semana y me seguí con dos libros simultáneos: los Versos de González Avelar y las Siete cabritas de Poniatowska. De la poesía del ilustre abogado y humanista, puedo decir que se mueve muy bien en esos temas; no es gratuito que haya sido secretario de Juan José Arreola. Sobre los ensayos de Poniatowska, en torno a siete mujeres de la vida nacional (Frida Kahlo, Elena Garro, Rosario Castellanos, Nahui Olin, Pita Amor, María Izquierdo y Nellie Campobello), están escritos con una prosa entre muy desenfadada pero con una tremenda investigación previa, que los hace necesarios para conocer otra mirada sobre esas luminarias. Un material algo atípico en la bibliografía de Elena Poniatowska.
Una semana después de mis compras, y en pleno uso de mis vacaciones, tomé el libro de Jorge F. Hernández y me sumergí en su lectura. Espejo de historias y otros reflejos es un conjunto de relatos sobre historiadores inverosímiles (con sus atisbos de realidad, claro) que nos hacen ver que la Historia, aunque dura en el trato, siempre nos saca la mejor de las sonrisas. Además, el libro se complementa con una serie de artículos en torno a la vida misma, es decir, al uso de la memoria. (Hace unos días, le escribí al autor y le hice ver ésta y otras apreciaciones.) En el séptimo día de mi lectura, lo terminé con lágrimas en los ojos. Estaba más que conmocionado.
Y como la vena sensible estaba a flor de piel, decidí darle vacaciones a la prosa y regresar a la poesía gracias a la antología de Carlos Pellicer llamada Era mi corazón piedra de río. De acuerdo con el prólogo, se trataba de una antología de poemas sentimentosos ideada por el poeta en un principio, pero la política y, por consiguiente, su fallecimiento, dejó trunca esa intención, hasta que su colega Dionicio Morales cumplió con ese proyecto. En esa antología, no cabe duda que la maestría poética de Pellicer goza de cabal salud y que sus imágenes dejan maravillado a quien se acerque a ellas. Sobra decir que es bueno acercarse a las obras completas, pero esta antología deja a más de uno complacido.
Y como mis vacaciones estaban a un paso de terminarse, para cubrir mi cuota como lector de domingo, me apliqué a Las batallas en el desierto, libro al que volvía luego de una primera lectura ¡¡hace ya diez años!! La verdad, la relectura me hizo recordar imágenes otrora familiares, pero también me hizo cada vez más conciente de la obsesión autocrítica que tiene José Emilio Pacheco con sus obras. (Una grabación de Voz Viva de la UNAM me dio cuenta de ello.) Aún así, quedé maravillado con una historia redonda, única.
Termino estas líneas con dos libros también leídos en paralelo: La ciudad como palimpsesto de Guillermo Tovar y de Teresa, y las Chiribitas de Leticia Herrera Álvarez. El primero, que no es sino una mínima parte del enorme volumen La ciudad de los Palacios, es una elegía por la ciudad que perdimos a lo largo de los siglos. (Alegato al fin, digno es destacar la precisión de los datos que empleó el autor.) Y de las Chiribitas, ¿qué puedo decir? A caballo entre el aforismo y el minicuento, Leticia Herrera juega con el lector a través de varios textos, donde al final queda más que impresa una sincera sonrisa. (Más claro, ni el agua de la llave...)
Bien sé que me faltan varios libros, como ya lo habran notado, y algunos, como el Homenaje a Borges y el otro ejemplar de Las batallas..., fueron dos regalos inesperados para dos amistades muy allegadas. Por ahora me quedo con éstos y quizás la próxima les dedique algunas líneas de mi parte. ¡¡Gracias por todo!!
1 comentario:
Ce post m'a beaucoup aide dans mon positionnement. Merci pour ces informations
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