domingo, 28 de marzo de 2010

Lady Gaga: nueva soberana del pop

En el extraño mundo del pop, todo cantante y/o grupo que se respete tiene de dos sopas: resistir los embates del tiempo o retirarse al verse indefenso. ¿Qué quiero decir con esto? Cuando el verdadero talento se ejerce, nos importa poco si el artista de marras sea atractivo o si tiene, dicho sea en otros términos, un imponente caboose de pullman. Sin embargo, al originarse un tremendo maridaje entre talento y belleza, el resultado suele ser impactante. Así sucede con la cantante norteamericana Lady Gaga, quien hoy cumple 24 años y con un exitoso segundo sencillo en los charts: “Telephone”.
Stephani Joanna Angelina Germanotta, su nombre real, nació en la babélica Nueva York. Sus padres, de origen ítalo-estadounidense, estaban en el negocio del internet y las telecomunicaciones. Y como la música es otra forma de la comunicación, es admitida en la prestigiada Academia Julliard, pero ella prefirió ingresar a una escuela católica. Luego de aprender a tocar el piano y participar en sesiones de micrófono abierto, consiguió un lugar en la Escuela de Arte Tisch, de la Universidad de Nueva York, donde logra perfeccionar sus dotes musicales.
Aunque ya tenía una casa disquera, donde hacía todo tipo de chambas, entre componer letra y música, su segura salida de allí la condujo por varios caminos. Un colega suyo, Rob Fusari, con quien había compuesto varias canciones, un día se dio cuenta del potencial de Stephani a partir de que ella llegaba al estudio de grabación cantando el estribillo de “Radio Ga Ga” de Queen. Y como ya era típico que ella llegara haciendo aquello, Fusari cambió el Radio por Lady, cosa que la bautizó como Lady Gaga. Había nacido una nueva estrella del pop, pero primero había que picar piedra.
Antes de lanzarse a su aventura musical, Gaga colaboró con Lady Starlight en la confección de sus vestuarios, donde se fusionaban el glamour y los espectáculos de burlesque. Para 2007 fueron invitadas al fabuloso Lollapallooza, de donde salieron airosas y en cuyo performance se hallaban elementos dignos de David Bowie y Queen. Fusari, al ver el talento desbordante de Lady Gaga, logro conectarla con Vincent Herbert, de Streamline Records, disquera para la que trabajo escribiendo canciones para Fergie, Pussycat Dolls, New Kids on the Block y, aunque parezca increíble, para Britney Spears. Sin embargo, sus inusitadas capacidades vocales decidieron su destino como cantante.
Para 2008 sale a la venta The Fame, álbum que fusionaba todo tipo de rítmos y tendencias musicales: desde el descarado pop hasta el más selecto heavy metal. Y como sus intereses rebasaban todo tipo de barreras, se asocio con el colectivo Haus of Gaga, quien se encargaba del vestuario, la escenografía y las coreografías de sus shows. El primer sencillo, “Just dance”, la posicionó como una de las mejores cantantes del género: una extraña mezcla entre canciones del mejor Bowie, el clásico Queen, con algo de dance y una pizca de ironía marca diablo. Mismo y subsecuente éxito merecieron "Love games", "Paparazzi" y la polémica y deliciosa "Poker face", cuyo videoclip mereció no pocas reacciones en contra. (Y sus fans lo saben muy bien...)
Mientras The Fame describía los aristas de un espectáculo en vías de corrupción, vacío en esencia y cuya entrada en él se volvía en pozo sin fondo, cuestiones que Lady Gaga logró observar mientras hacía la gira promocional del disco, ella se tomó un descanso para recargar pila, escribir nuevas canciones y, por consiguiente, entrar al estudio para grabarlas. El resultado: The Fame Monster (2009), dirigido a criticar el mundo visto y tercamente vivido en The Fame. Para sus activos y nuevos fans, esto significó la confirmación del estilo Gaga, cuyas letras iban con todo, como "Bad romance", su primer sencillo, por ejemplo. En su consecuente clip, Lady Gaga pasaba de un vestuario a otro, de acuerdo al desarrollo de la historia. Si en "Poker face" llevó a la categoría de clásicos el payasito azul y la máscara de espejos, en "Bad romance" dejó de lado las sombras en los ojos, empleó vestuarios más ceñidos y misteriosos, y, como cereza del pastel, mostrarnos toda el esplendor de su anatomía, luciendo coqueta lencería y, claro, con sus infaltables lentes. (Quien se digne a ver el videoclip, podrá contar -si su paciencia lo permite- con ¡¡casi siete cambios de ropa!! Se ve que no repara en gastos...)
Con todo, la presencia en el medio artístico de Lady Gaga, vino a llenar de aire puro y nuevas expectativas el ambiente musical del pop. (Después de Madonna, nadie más se había aventado a innovar tanto en música como en los shows. Hasta ahora...) Con la aparición de Lady Gaga, podría decirse que un legado musical ya tiene una segura heredera y una muy digna sucesora. (Sí, claro, este tipo de palabras, dichas hace diez años, le hubieran quedado muy a la medida a Britney Spears, pero con el estado actual de dicha cantante, creo que Gaga ha sabido sacarle mucho partido a su favor. Pero dejemos las adversiones para otro lugar.)
Finalmente, creo que Lady Gaga apunta para posicionarse un buen rato en el ambiente popero. Entre escándalos sin importancia y, claro, la polémica que suscitan sus videos, no me cabe la menor duda que ella, por mérito propio, ya es considerada como una nueva soberana del pop, aún reconocida por la propia reina, Madonna, quien celebra sobremanera el estilo y la versatilidad de los shows estilo Gaga. En lo personal, me fascina buena parte de sus canciones, sus clips me parecen geniales (en especial, los de "Bad romance"), y queda en ustedes la invitación para acercarse a una cantante que no le pide nada a nadie. De algo sí estoy seguro, que tendremos Lady Gaga para rato. Sí que sí.

sábado, 6 de marzo de 2010

Coldplay: una experiencia proteica

Hace algunas semanas, una famosa revista sobre música realizó, como cada década, su lista de los mejores discos; como en todo listado, no faltan tanto las omisiones involuntarias como las elecciones arbitrarias. Sin embargo, digno es de notar la presencia de un grupo bastante peculiar y cuyo camino musical se encuentra en constante movimiento. Me refiero a la agrupación británica Coldplay, que dentro de unas horas hará acto de presencia en el Foro Sol, al oriente de la Ciudad de México.
Nacido a finales de los años 90, y conformado por Chris Martin, Jon Buckland, Guy Berryman y Will Champion, Coldplay aparece en la escena musical londinense en una época donde grupos, como Radiohead y U2 (con quienes se les llegó a relacionar, dada la naturaleza de sus primeras canciones) partían el queso con todo y caseína. Sin embargo, en el ancho y ajeno mundo de la música, Coldplay comenzaba a labrar su propio sendero musical y para muestra, un botón: de su álbum debut Parachutes (2000), se desprendió su sencillo más famoso (no el primero, claro)de nombre "Yellow", mismo que se volvió -en cierta manera- como su tarjeta de visita. (Sin embargo, cabe notar que la agrupación ya tenía grabaciones previas, de las que sólo mencionaremos los EP Safely (1998) y The blue room (1999), cuyo primer sencillo, "Bigger stronger", los dio a conocer por las frecuencias de la BBC.) Después del Parachutes, el resto... ¿sería historia? Tal vez, si sólo nos restringimos a "Yellow", pero también "Trouble" y "Shiver" hicieron lo suyito.
Para la mayoría de los artistas, la llamada maldición del segundo disco es cosa que genera escozor entre el gremio artístico; para el caso de la cuarteta Martin-Buckland-Berryman-Champion, fue sólo una confirmación del enorme talento compartido. En su caso, A rush of blood to the head (2002), ya contaba en sus letras con temas un poco más delicados y sesudos, si me permiten el acercamiento, evidentes en "In my place", "Clocks" y la cuasi depresiva "The scientist"; destaca también en este disco el uso del falsete por parte de su vocalista, elemento que acabó por volverse un toral distintivo de la música de Coldplay. (Por cierto, A rush... fue la producción que se "coló" en el listado oficial de aquella revista de marras.)
En algún momento de su existencia, no hay grupo musical que tenga en su haber un disco proclive a la experimentación (¿y cuándo no?), sea en la gráfica y plasticidad de la portada y el booket, sea en la innovación en los arreglos musicales y hasta en el contenido de sus letras. Para Coldplay, el disco que mejor reúne estas características es el X & Y (2005), donde se destapan varias obsesiones del vocalista, pero a su vez juega con las imágenes. V. gr. La creación de un alfabeto gráfico -con colores y todo-, basado a su vez en la clave Baudot, código telegráfico creado por el francés Émile Baudot a finales del siglo XIX, mediante el cual está escrito, en la portada del álbum, el nombre del disco. (Y con un poco más paciencia e ingenio, descifrar la frase de la tercera de forros del cuadernillo. Ahí les dejo el reto.) Respecto al tópico musical, Coldplay introduce elementos de música electrónica en varios de sus tracks (en el tercer sencillo, "Talk", se le rinde homenaje a la legendaria agrupación Kraftwerk), pasando por la influencia de David Bowie y Brian Eno, sin olvidarse de sus orígenes rockeros clásicos, tal es el caso del track oculto "'Til kingdom come", canción compuesta ex-profeso para el legendario Johnny Cash, quien murió antes de entrar al estudio de grabación. Muy a pesar de haber colocado en los charts radiofónicos sencillos como "Fix you", "The hardest part" y la celebradísima "Speed of sound", la crítica trató muy mal al X & Y, quizás por pasarse de experimentales. De pilón, cabe decir que con este álbum, Coldplay cierra una trilogía y, por ende, una época de raras incursiones musicales, y que lo mejor del grupo vendría después. Entre renovarse o morir, optaron por lo primero.
Inspirados por el título de una pintura de la mexicana Frida Kahlo, Coldplay denomina a su cuarta producción de estudio con el épico y pomposo nombre de Viva la vida or Death and all his friends (2008), donde se omite por completo el falsete del vocalista y sus registros de voz alcanzarían niveles insospechados. Además, las temáticas de las letras se vuelven un poco más plurales, es decir, que lo mismo describen la peculiaridad de un día lluvioso y los cementerios de Londres, que de reinos vencidos y negaciones de la muerte. El primer sencillo del disco, "Violet Hill", se dio a conocer gracias a los artificios del internet, pero fue "Viva la vida" quien presentó, a los activos y nuevos fans de la banda, la esencia del álbum. Impresionante fue su respuesta que, casi con carácter de inmediato, salió a la venta un EP nuevo, Prospekt's march, algo así como el álbum hermano de Viva la vida, donde además de presentarnos canciones nuevas y hasta una nueva versión de "Lost" con la participación del rapero Jay-Z, se desprendieron los sencillos "Lovers in Japan" y "Life in technicolor, pt. II". (Paréntesis aparte: les propongo que escuchen, alternadamente, ambos discos, para así descubrir una sola cosa: lo complementarios que son. Después de ello, comprenderemos que la salida del Prospekt's march no fue tan mercadológica que digamos, ¿no creen?) Y como la presencia de los pintores está muy socorrida, sendas portadas se conforman con fragmentos significativos de dos pinturas del artista francés Eugène Delacroix: "La libertad guíando al pueblo" (Viva la vida) y "La batalla de Poitiers" (Prospekt's march).
Y para que luego no me reclamen, digno es destacar también la labor social y altruista que realiza la banda: por ejemplo, el 10% de sus ingresos por concierto van dirigidos para obras de caridad, y la militancia de Chris Martin en dos organizaciones, Make trade fair (en pro de un comercio justo) y Meat free monday (donde consumir carne gratis una vez por semana ayudará a reducir el calientamiento global).
A grandes rasgos, Coldplay es una agrupación que ha sabido inventarse a cada paso; ha sabido tomar de sus precedentes musicales (en el árbol genealógico de la música inglesa, podría decirse que hay una línea muy directa con The Beatles) elementos que la distinguen como una de las mejores bandas del Reino Unido. También cabe decir que esa hambre de innovación, los ha llevado a crear los mejores discos, incluso en los terrenos del diseño gráfico. (La portada del A rush of blood to the head fue diseñada por el artista sueco Sølve Sundsbø, muy famosa en el orbe mundial, y retomada en un reciente sello postal que puso a la venta el Correo Británico.) En una palabra, se trata, en toda la extensión de la palabra, de una experiencia proteica. La verdad, no sabría qué más decir sobre un grupo que me gusta sobremanera; simplemente me limito en contar algo de su historia, en invitarlos para acercarse a su obra.
Por último, dentro de unas horas, la alineación Martin-Buckland-Berryman-Champion, como parte del Viva Tour, nos deleitará, hoy y mañana, con lo mejor de su repertorio. Que así sea.

miércoles, 3 de marzo de 2010

Enoch Cancino Casahonda (1928-2010)

Chiapas, se ha dicho hasta el hartazgo, es tierra de poetas. ("Levantas una piedra y sale un poeta", es la frase lugar común en torno a ello.) Pero cuando uno de ellos deja este mundo para insertarse en las grecas de la eternidad, no deja de sentirse ese vacío por su ausencia.
Enoch Cancino Casahonda, poeta de enorme valía sentimental para el pueblo chiapaneco, a la par que sus paisanos Rosario Castellanos y Jaime Sabines, y como lo había predicho en alguno de sus poemas ("Si tengo que morir,/ que sea por marzo"), dejó este mundo "De noche, de pronto,/y sin un llanto". Y así fue; mientras las secciones culturales de los diarios y los programas culturales de la tevé aún dedican espacios a la reciente partida de Carlos Montemayor, sobre Cancino Casahonda no se dijo nada, salvo algunas notas en diarios de Chiapas y el parco homenaje de cuerpo presente que le realizó el H. Congreso de su estado, encabezado por el gobernador Juan Sabines. Y hasta ahí.
Nacido el 6 de octubre de 1928, en Tuxtla Gutiérrez, Enoch Cancino Casahonda se convirtió, de alguna forma, en la piedra angular de la poesía contemporánea de Chiapas, en cuya tradición precedente logra emparentarse con la obra de nones poetas como Rodulfo Figueroa, Santiago Serrano y Armando Duvalier, pero también abre la brecha a los ya mencionados Rosario y Jaime, y a los más jóvenes, como Óscar Oliva, Roberto López Moreno y Efraín Bartolomé. En su poesía hizo del lenguaje coloquial (las palabras de todos los días, de los ciudadanos de a pie) materia prima de sus poemas. Queda demostrado esto con los títulos de sus libros: Con las alas del sueño (1951), La vid y el labrador (1957), Ciertas canciones (1964), Estas cosas de siempre (1970), y Tedios y memorias (1982), por mencionar dos antologías personales de 1979 y 1985. Para la mayoría de los chiapanecos, es imposible olvidar su "Canto a Chiapas", obra que circula tanto en versión impresa como en disco compacto, infaltable en toda reunión familiar. (Por cierto, conocer al jurado que falló a favor de aquel poema, fue la primera de muchas lecciones que el tiempo le depararía: Carlos Pellicer, Andrés Henestrosa y Rómulo Calzada. Un espaldarazo de aquellos que determinan el resto de la vida, ¿no creen?)
Su extraordinario amor a la palabra le abrió las puertas tanto del Seminario de Cultura Mexicana como las de la Academia Mexicana de la Lengua, a la que regaló sus mejores años como Académico correspondiente.
Para fortuna nuestra, queda su obra poética donde se evidencia un talento único y cuya sencillez en las imágenes poéticas, lo hace digno de conocer. (Estoy seguro que los chiapanecos lo tendrán -¡¡más que nunca!!- muy presente.) Y para quienes apenas saben de su existencia en las letras mexicanas, dejóles la invitación para hacerlo.
Cierro estas líneas con un poema suyo, incluido en Ciertas canciones y otros poemas (1999), antología suya publicada por el Fondo de Cultura Económica.


El rostro del tiempo

A cada metro, a cada instante,
hemos de aprender, de olvidar,
de reconsiderar algo.
El rostro jugando con sus expresiones,
la palabra con su sentido,
la cobardía con su heroísmo,
la soledad con su tumulto,
son ese estira y encoge
en que el misterio del tiempo
nos deja su resaca,
su condición violenta de ola en calma.
Sólo la rosa ve las manos del silencio.
(¡¡Gracias, don Enoch!!)

martes, 2 de marzo de 2010

Palabras de Alejandro Aura

Cada vez que se frecuenta una obra poética, se revisa una parte del mundo que nos tocó ver y sentir; pero cuando llega ese momento en el mero cumpleaños del autor, la visita es más que placentera. Sí que sí.
Alejandro Aura (1944-2008), poeto (así se decía él) y promotor cultural, cumpliría hoy la siempre recíproca edad de 66 años, y una manera de recordarlo es acercándonos tanto a su obra narrativa (Los baños de Celeste) y teatral (Bang!, Las visitas, Salón Calavera) como a su poética (Poeta en la mañana, Alianza para vivir, Volver a casa, etc.), de la que comparto con ustedes uno de sus poemas más socorridos y que, en cierta manera, fue su testamento.

Despedida

Así pues, hay que en algún momento cerrar la cuenta,
pedir los abrigos y marcharnos,
aquí se quedarán las cosas que trajimos al siglo
y en las que cada uno pusimos nuestra identidad;
se quedarán los demás, que cada vez son otros
y entre los cuales habrá de construirse lo que sigue,
también el hueco de nuestra imaginación se queda
para que entre todos se encarguen de llenarlo,
y nos vamos a nada limpiamente como las plantas,
como los pájaros, como todo lo que está vivo un tiempo
y luego, sin rencor, deja de estarlo.

¿Se imaginan el esplendor del cielo de los tigres,
allí donde gacelas saltan con las grupas carnosas
esperando la zarpa que cae una vez y otra y otra,
eternamente? Así es el cielo al que aspiro. Un cielo
con mis fauces y mis garras. O el cielo de las garzas
en el que el tiempo se mueve tan despacio
que el agua tiene tiempo de bañarse y retozar en el agua.
O el cielo carnal de las begonias en el que nunca se apagan
las luces iridiscentes por secretear con sus mejillas
de arrebolados maquillajes. El cielo cruel de los pastos,
esperanzador y eterno como la existencia de los dioses.
O el cielo multifacético del vino que está siempre soñando
que gargantas de núbiles doncellas se atragantan y se ríen.

Lo que queda no hubo manera de enmendarlo
por más matemáticas que le fuimos echando sin reposo,
ya estaba medio mal desde el principio de las eras
y nadie ha tenido la holgura necesaria para sentarse
a deshacer el apasionante intríngulis de la creación,
de modo que se queda como estaba, con sus millones,
billones, trillones de galaxias incomprensibles a la mano,
esperando a que alguien tenga tiempo para ver los planos
y completo el panorama lo descifre y se pueda resolver.
Nos vamos. Hago una caravana a las personas
que estoy echando ya tanto de menos, y digo adiós.


(¡¡Gracias, Alejandro!!)

lunes, 1 de marzo de 2010

Hasta siempre, Carlos Montemayor...

Cuando un talento versátil y un espíritu combativo se conjugan en una sola persona, suelen ser más que maravillosos sus resultados, pero cuando aquella persona fallece, no cabe duda que el mundo se vuelve sólo un montón de palabras.
Como lo mencioné hace poco, en la Feria de Minería supe por Guadalupe Loaeza de la muerte del escritor y activista social Carlos Montemayor (Parral, Chih., 13 de junio de 1947), acaecida en la Ciudad de México, la madrugada de ayer domingo 28 de febrero. Apenas en diciembre recibió, junto a sus colegas Hugo Hiriart y José Luis Rivas, el Premio Nacional de Ciencias y Artes en la categoría de Lingüística y Literatura, y el domingo 21 se dio tiempo para convivir con amigos y lectores en una sesión del ciclo Escritores en Palacio, dentro de la propia feria del libro.
Bien sé que abundarán los espacios para hablar de todas sus aristas creativas (poesía, narrativa, traducciones y hasta el bel canto) y de su espíritu combativo (que lo llevó a adentrarse por los senderos de la guerrilla, el zapatismo y las culturas indígenas), pero por ahora me limitaré a compartir con todos ustedes un poema suyo, porque en varias entrevistas realizadas a su persona, Montemayor se reconocía, ante todo, como un poeta: en sus novelas (Guerra en el paraíso, Las armas del alba, Minas del retorno), cuentos (Las llaves de Urgell, Premio Xavier Villaurrutia 1971), traducciones (la poesía griega antigua y contemporánea, y los Carmina Burana, por ejemplo) y poemas (Abril y otros poemas, Memoria del verano), se nota sobremanera el amor por la lengua, al detalle que conforma cada palabra, es decir, la vida misma.
Finalmente, invito a todos ustedes (y también a mí, ¿por qué no?) para acercarse a su obra, sea cual sea el tema que nos interese. (Para fortuna nuestra dejó listos dos libros: uno de análisis político y una novela, Las mujeres del alba, próxima a salir.) Hasta aquí dejo mis líneas y le cedo la palabra al poeta.

No vendrán los años

No vendrán los años, no vendrá el olvido.
No pasaremos, no, como tantas cosas.
La llovizna seguirá cayendo sobre la tierra
y estaremos en otro lugar, amor,
natural, eterno, que el cuerpo comprende.
Volveremos por él a donde nada desaparece.
Estar ahí, amiga, será estar para siempre.
Haberte amado así, será haberlo hecho para siempre,
más limpios que el mundo o las lluvias,
más que la fuerza de los mares.
En tu cuerpo hay una permanente arena,
una permanente lluvia, permanentes horas.
Todo lo que vive, desde tus ojos nos mira.
Y a través de tu cuerpo crece
nuestro encuentro luminoso como la tierra o las estaciones;
un grito silencioso insistiendo
en que no volverá a entristecernos la muerte;
que eleva en nosotros su ternura
como hasta la parte más alta de un monte,
un alto lugar donde nos sentamos a contemplar desde tus
ojos
el paisaje de lo que no muere,
de lo que no desaparece.

(¡¡Hasta siempre, Carlos Montemayor!!)