viernes, 10 de julio de 2009

Alejandro Jodorowsky ataca de nuevo

Para los activos y nuevos fans del chileno Alejandro Jodorowsky, anoche con la proyección de la película Fando y Lis por Canal 22, queda más que evidente la pluralidad con que este canal se ha movido a lo largo de casi dos años, cuando el novelista Jorge Volpi asumió su dirección. Para los cinéfilos de horas 24, fue una celebración de un cine que aún origina reacciones encontradas, a pesar de los cuarenta años de haberse filmado. Para los cinéfilos de nuevo cuño, el descubrimiento de un mundo nuevo. Sin embargo, ante todas estas respuestas, digno es voltear la mirada hacia el hombre detrás de esas películas, las cuales, cabe decir, hasta hace no pocos años, sólo circulaban en los sectores universitarios y, con un poco más de cuidado, hasta en la piratería.
Alejandro Jodorowsky Prullansky nació el 7 de febrero de 1929 en Tocopilla, pequeña ciudad al norte de Chile, en el seno de una familia judía. Desde muy temprana edad se acercó a la literatura, demostrando ser un ávido lector. Como sus intereses eran muy variados, viaja a Santiago, la capital, donde estudia la carrera de Medicina, misma que deja de lado para dedicarse a la Filosofía y a la Psicología. Además, se desempeña como mimo, bailarín y dibujante. Como buen escritor chileno en ciernes, se acerca a un importante grupo literario conformado por Pablo de Rokka, Nicanor Parra, Enrique Lihn, y teniendo como figura tutelar al gran Pablo Neruda. Jodorowsky alcanza cierta notoriedad al publicar sus primeros poemas, pero en el teatro se daría en su mayor expresión. En 1953 escribe su primera obra, El minotauro, y viaja a París para estudiar pantomima con Étienne Decroux, maestro de Marcel Marceau. Como integrante de la compañía de éste, viaja a México donde Salvador Novo y Rubén Broido lo convencen para quedarse y seguir haciendo lo que más le gusta: las marionetas, la pantomima y la dirección escénica; todas las obras que dirigió en México generaron, sobra decirlo, enconadas reacciones que lo mismo replantearon la perspectiva del teatro mexicano que suscitaron actos de censura. Y mientras se daba todo esto, Jodorowsky funda en París, junto al español Fernando Arrabal y el francés Roland Topor un nuevo movimiento artístico, el Pánico, donde cuestionaron a los anquilosados surrealistas y regido por tres cosas: terror, humor y simultaneidad.
Como los intereses artísticos de Jodorowsky son infinitos, en 1968 ingresa al mundo del cine (con muchas respuestas negativas por parte de los dinosaurios de la industria) con una película muy peculiar: Fando y Lis, basada en la obra teatral homónima de su amigo Arrabal, donde cuenta la travesía de una pareja de novios en busca de Tar, lugar ideal donde se halla la felicidad. Dicha opera prima genera tremendo escándalo, pero también un nuevo séquito de admiradores, que se consolidó con el estreno de El Topo (1970), una especie de western con toques de budismo zen. (Jodorowsky nos corrige: es un eastern.) Músicos de la talla de John Lennon y George Harrison ponderaron el trabajo del artista chileno.
Para 1973, y luego de sus primeras películas ganaran incontables premios en México y en el extranjero, Jodorowsky filma su trabajo más ambicioso: La montaña sagrada. Y las reaccione no se hicieron esperar; por una escena filmada afuera de la Basílica de Guadalupe, la Iglesia publicó una revista de ¡¡150 páginas!!, pidiendo la muerte del artista y acusándolo de hippie y sacrílego. Pero a Jodorowsky no le importó en lo absoluto esto. Su controvertida película aún circula y hasta motiva a la reflexión. Y como los alcances artísticos no paran, su siguiente empresa sería aún mayor: la adaptación fílmica de la novela Dune de Frank Herbert, para la que requirió la participación del actor Orson Welles, del pintor Salvador Dalí y del grupo Pink Floyd, a la que se unieron los dibujantes Moebius y H. R. Giger. Al final, dicho proyecto no se realizó, gracias a un boicot de Hollywood. (Sin embargo, algunos de los esbozos que Moebius y Giger hicieron para Dune, se emplearon para algunas secuencias de Star Wars y Alien, respectivamente, y David Lynch acabó por filmar su propia versión de Dune.)
Mientras Jodorowsky esperaba el momento idóneo para regresar al cine, se dedicó a la escritura de comics (junto a Moebius) y novelas de trasfondo autobiográfico, al igual que las lecturas de tarot, la psicogenealogía (estudio introspectivo del árbol genealógico) y la llamada psicomagia, donde retoma elementos chamánicos de las culturas autóctonas de México y Estados Unidos, y los fusiona con el teatro y el psicoanálisis. Para 1989, el cine regresa a su vida con Santa Sangre, película donde retoma de cierta forma el mito de Edipo. (Y la controversia no se hizo esperar...)
Finalmente, hablar de Alejandro Jodorowsky es una manera de acercarse a sus obras, sea en el género que se trate. Afortunadamente, Canal 22 proyectará el jueves próximo El topo, y el 23, La montaña sagrada. (La carretada de correos electrónicos en contra no cesará, pero al menos se logra difundir una obra única en su género.) Que esto también sirva para celebrar a un artista que llega a los 80 años tan joven como siempre, aunque Jodo se incline a decir que nació con el Universo. Verdad que sí.

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