viernes, 31 de octubre de 2008

Tercer Encuentro SOMEHIL

Durante esta semana, se llevó a cabo la tercera edición del Encuentro que realiza la Sociedad Mexicana de Historiografía Lingüística (SOMEHIL), institución que cada dos años reúne a estudiosos de la lingüística en sus diversas modalidades, como las lenguas indígenas, la tradición clásica, la difusión de la lengua española, entre otros temas.
El primer día de actividades se llevó a cabo en el salón 5524 de El Colegio de México y la actividad inaugural del encuentro fue una conferencia impartida por el Dr. Miguel Ángel Esparza Torres, de la Universidad Rey Juan Carlos I, acerca de la obra de Antonio de Nebrija. Al término de ésta, se dio paso a una mesa dedicada a la Tradición clásica, donde destacaron las excelentes ponencias de Claudia Parodi, Heréndira Téllez y Julio Alfonso Pérez Luna; éste, a la sazón, Secretario de la SOMEHIL. Y para terminar de igual forma la jornada, Marina Garone y Rosario Orozco Sánchez, hicieron lo propio al hablar del Libro antiguo y las lenguas indígenas. Las jornadas vespertinas del primer día no podían quedarse atrás con la intervención de otros egregios ponentes, como Pilar Máynez, Salvador Reyes Equiguas, Rodrigo Martínez Baracs, Justyna Olko y Mercedes Montes de Oca, quienes compartieron con el público asistente toda una amplia variedad de temas acerca del Análisis documental.
Durante las mañanas del segundo y tercer día del encuentro, en la Biblioteca Nacional, el Dr. Esparza Torres impartió un curso sobre la Historia de la lingüística en el ámbito hispanoparlante. Pero las mesas del encuentro, por la tarde, continuaron. En la tarde del martes, los trabajos de Dora Pellicer, Sofía Torres, Lucero Meléndez, Rosa María Rojas y Albert Álvarez llenaron la tarde de datos y nuevas perspectivas. Respecto a la del miércoles, Elena Madrigal, María Tienda, Zarina Estrada, Cristina Monzón, Lucía González y José Ulises Velázquez presentaron trabajos de excelente factura acerca de Lengua y cultura y de léxicografía. No cabe duda que estos trabajos sentarán nuevos precedentes y, en ciertos casos, hasta le darán un nuevo impulso a los ya existentes.
El auditorio Sahagún del Museo de Antropología fue la sede del cuarto día del encuentro y por ponentes no paramos. Carmen Herrera, Lucero Pacheco, Moisés Ramírez, Rosa H. Yáñez, Uliana Cruz Guerra y hasta Thomas Smith (quien también envió su ponencia, a pesar de las circunstancias), confirmaron con sus trabajos la importancia de reunirse bienalmente para presentar avances y nuevas investigaciones; sino, cabe decirlo, de constancia y de cordialidad.
Para un excelente comienzo, vale también un gran final. Y si el lugar es el Castillo de Chapultepec, mejor aún. Luego de una última mesa conformada por Yolanda Lastra, Frida Villavicencio, Michael Swanton y José Carmen Díaz, y de presentar la nueva imagen de la página web de la SOMEHIL, el Dr. Esparza Torres impartió una conferencia de clausura sobre Nebrija y los modelos de los lingüistas misioneros. Con ésta y la inaugural, no cabe duda que la primera visita de este investigador a México nos llenó de nuevas impresiones.
Cierro estas notas con una última cosa: creo claramente que en los coloquios y encuentros se conocen nuevos amigos y se confirman los ya conocidos. (A título personal, conocí a una gran mujer, además de bella y amable, muy inteligente. ¡¡Inclusive pienso que bajó del Olimpo para deleitarnos con todas sus cualidades!!) Sólo me queda decir que espero ver a mis colegas dentro de dos años. Ojalá que sí.
¡¡Gracias!!

lunes, 27 de octubre de 2008

Los "mornin chou"

En estos últimos años, hay una sola cosa que apenas soporto cada mañana cuando inicio mi jornada. En el transporte colectivo, el chofer nos receta una buena dosis de su estación de radio favorita, que lo mismo va del engorroso género grupero al maratónico horario de un comunicador, cuyo nombre -por ahora- me guardo. Sin embargo, hay una especie de programas que, de refilón, se han ganado algo de mi consideración: los morning shows (o mornin chou, ya castellanizado).
Cada estación se distingue por un perfil determinado, único en su género. Hay segmentos programáticos que se sustentan en mera música, pero también hay otros que encuentran en la entrevista de coyuntura o en el cotorreo sin medida, el santo y seña de su proceder. Mencionaré varios ejemplos, partiendo de la izquierda del dial en la frecuencia modulada.
  • La Primera de Panorama (De lunes a viernes, de 6 a 10 a.m, 88.9 FM): Cuatro comunicadores, Alejandro Cacho, Iñaki Manero, Areli Paz y Carlos Muñoz, el Chicken Little, además de darnos las noticias de cada día, dedican varios segmentos de su programa para hablar de diversos temas, como salud, finanzas, política, pero también se divierten de lo lindo al incluir algo de música a lo largo del programa, que va de la música clásica (de microbus) hasta los covers más bizarros en la historia de la música. A veces, sus bromas y chistes locales cansan, pero siempre es una delicia escucharlos. Ya.
  • ¡¡Ya párate!! (L-V, 6-10 a.m, 101.7 FM): Igual que la anterior, se sustenta en las ocurrencias de cuatro conductores de sobra conocidos en los mass media: Omar Chaparro (y su séquito de personajes), el irreverente Facundo, La Garra y la siempre bella Tamara Vargas. Entre la música del momento y las secciones fijas a cargo de Norma Bautista (libros), Grover Arango (diversos temas), Michelle Fridman (música de Putumayo Records), Armando Reyna y Mario Székely (cine), entre otros, las bromas telefónicas, los enlaces con artistas y hasta los concursos para ganar boletos para conciertos, se trata de un mornin chou desenfadado y, a ratos, ameno. Escucharlos un rato, es bueno. Quien decida hacerlo a diario, ya sabrá.
  • Toño Esquinca y la muchedumbre (L-D, 6-11 a.m, 106.5 FM): El locutor de marras, además de recetarnos una gran variedad de canciones de los años 80, 90 y dosmiles, dedica algunos espacios en su programa para hacerla de motivador profesional (léase Optimista), comparte frases célebres para llenar el boquete cultural y hasta le da chance al público radioescucha para hacerse famoso por ¡¡30 segundos!!, haciendo lo-que-sea. Para un ratito, funciona de maravilla. Lo demás, it's not our business.
Hay tantos mornin chou en la radio que no me alcanza el tiempo ni el espacio para ello. Simplemente he descrito algunos de éstos, pero el resto ya les corresponderá juzgarlos como debe de ser. Nada más.

jueves, 23 de octubre de 2008

Un día en "fast track"

Reza el lugar común que "los viajes ilustran" y para las cosas que viví antier, digamos que se cumplió (¡¡y bien!!) esa sentencia. Pero si le sumamos que dichas andanzas se suscitaron en la misma ciudad, el propósito se dio a carta cabal. Mejor me explico.
Salí de casa más tarde de lo programado: una amiga me invitó a un coloquio en la Facultad de Filosofía y Letras y resolví acompañarla en tan importante ocasión. Como el destino siempre está proclive al cambio, tomé la decisión de irme hasta la estación del flamante Tren Suburbano que se encuentra por aquellos lares. Ya en la estación San Rafael, aboné algo de presupuesto a mi tarjeta y bon voyage!!! Sin embargo, no contaba con que me subí al tren equivocado porque en cuestión de minutos estaba llegando a la estación terminal, Lechería. "Ahora, ¿qué hago?", me dije. Bajé del tren y hecho un manojo de nervios, caminaba sin cesar por la estación. Hasta que, finalmente, encontré otro tren (éste sí, con dirección Buenavista) y me subí de inmediato. Mientras me acomodaba en mi asiento, dos cosas asaltaban mi pensamiento: una, estaba muy atrasado en mi itinerario hacia el sur para apoyar a mi amiga, y la otra, no sabía cómo escribir el outline del artículo que debo entregar por estos días. Solamente saqué de mi bolsa un libro de Andrés Henestrosa y mientras llegaba a mi destino, leía y leía sin darle importancia al resto del mundo. (Algo más, cada vez que viajo en el suburbano, siempre vienen a mi mente algunas escenas del videoclip de Mylène Farmer para la canción "XXL". Cosas que pasan.) En menos de lo esperado, estaba llegando a la terminal, Buenavista.
En cosa de minutos, saqué otra tarjeta, esta vez la del Metro, porque mi trayectoria siguiente derivaría en Ciudad Universitaria. Casi a punto de llegar a Copilco, revisé mi reloj y ¡¡sorpresa, sorpresa!!, el tiempo estaba de mi lado. Aún así, a paso berlinés llegué a la Facultad y logré acompañar a mi amiga, incluso antes de lo esperado, porque la mesa anterior a la suya, se había prolongado más de la cuenta. De cualquier manera, terminando su intervención, ella debía irse. (Me comentó algo antes de su conferencia, según recuerdo.) Y, por tanto, también yo me retiraba. En los pocos minutos que nos restaban juntos, hablamos de las cosas que habían pasado a lo largo de casi un año que llevamos de conocernos. De cualquier manera, ella -ya con un pie en el autobus universitario- me contará más mediante el e-mail.
No habían pasado ni quince minutos cuando pasó otro autobus, el cual hacía escala en una parada aledaña del Metrobus, donde al llegar, saqué otra tarjeta y, de acuerdo a mi proteica agenda, le debía una visita a una colega en el INEHRM. Lamentablemente, había pasado el metrobus que me correspondía, pero en cuestión de segundos apareció otro que -parcialmente- me acercaría a mi destino. Me bajé en La Bombilla y con una extraña tranquilidad, me dirigí hacia el instituto. Mi amiga ya esperaba mi visita y me tenía listo, no un ejemplar, ¡¡sino tres!! de los libros que editó el INEHRM. (La semana pasada, cuando tuve la oportunidad de saludarla durante un coloquio, entre plática y plática salió el tema de las publicaciones, y ella, de forma inesperada, quedó en obsequiarme algunos ejemplares, cosa que siempre le agradeceré.) No demoré mi estancia y luego de darle las gracias y de saludar a un colega nuestro, seguí con mi viaje. En la Librería del FCE, en Miguel Ángel de Quevedo, mi estancia se prolongó por varias horas.
Después de leer (casi por completo) algunos libros de Andrés Henestrosa, hojear los últimos números de Istor, ver de lejitos a Adolfo Castañón y revisar los anaqueles dedicados a las publicaciones de Conaculta, me dirigí hacia la última parte de mi viaje: el Palacio de Bellas Artes, donde se llevaría a cabo el Homenaje a Guillermo Samperio, por sus 60 años de vida. Me acomodé en un excelente lugar y no me perdí nada del show. Me alegré de encontrarme con tres compañeros míos, Ernesto, Sandra y Maribel, y con quienes pasé un buen rato. Obviamente, saqué de mi bolsa mis ejemplares de Hernán Lara Zavala, Silvia Molina y, claro, Guillermo Samperio, para obtener la tan ansiada rúbrica. Al filo de las 10 p.m, coincidimos en dejar el palacio e irnos a nuestras respectivas casas.
Mientras llegaba a casita, pensaba muy detenidamente en que sólo necesité para llevar a cabo todo eso, simple y sencillamente tres tarjetas: Metrobus, Suburbano y del Metro. Cada quien debe sentirse afortunado de tenerlas, porque así (no sin antes abonarles algo de presupuesto, por si acaso) los días que surgen en fast track, siempre terminan siendo los mejores. ¿No es así?

miércoles, 15 de octubre de 2008

La bolsa de la vida

Al confesar lo siguiente, me siento como personaje de Sex and the city: tengo una tremenda debilidad por las bolsas. Pero no por las Louis Vuitton, Cartier y/o Prada, sino por las que venden en las librerías. (Me reservo los nombres.) Y no es para menos, dado mi interés por llevar un mundo y medio en su interior. Más despacio y me explicaré mejor.
En mis años verdes como estudiante preparatoriano, siempre tuve el deseo de tener una bolsa de librería como las que usaban tanto mi maestro de taller literario como mi gran amiga, hoy día metida en política, pero tuvieron que pasar muchos años, hasta que mi trajín por las librerías se volvió escala obligada durante mis primeros años en la carrera de Letras. En una librería de Donceles, luego de hallar el ejemplar que necesitaba para una de mis clases, vi a un costado del mostrador, una flamante bolsa de tela con el logotipo de la librería y cuyo precio estaba bastante bien. Resolví comprarla y así cumplir mis aspiraciones de literato, es decir, llevar los libros que me acompañarían en mis andanzas por la ciudad, además de la libreta y los bolígrafos para plasmar las ideas al vuelo, y, claro, algunos víveres para alegrar el día (y el estómago). Durante varios meses, aquella bolsa de librería casi se volvió mi casa. Una compañera muy querida, al verla, de pronto quiso la suya; resolví encontrarle una igualita, pero no lo logré. Una tarde lluviosa, luego de pasar horas y felices minutos tomando un café y unos churros en El Moro, en un arrebato de generosidad, terminé por obsequiársela.
Pasó un tiempo y, al darme una vuelta por una de las librerías del Pacificador y ver que su precio me ajustaba muy bien, compré otra bolsa, que al poco tiempo corrió con la misma suerte que la primera; en ese momento, un politólogo fue su súbito destinatario. (Para aquel entonces, ya usaba mi portafolios guinda, así que pospuse la adquisición de una tercera.)
Hace unos meses, durante el coloquio Fronteras de tinta, a cada ponente se le obsequió, además de su constancia de participación y un bolígrafo, una flamante bolsa de lona de color azul, que aguantaría, no sólo un mundo y medio, sino hasta dos. (Finalmente, mi espera valió mucho la pena.) Pero eso no impidió que comprara otra, de color café, en el stand de El Colegio de México, durante la pasada Feria del Libro en el Museo de Antropología, y de la que, cabe decirlo, me ha dado bastante batalla. (Aún la uso, por si se me olvidaba mencionarlo.)
Entre tantas cosas, ¿para qué dedico unas líneas a este objeto? Muy sencillo. Se trata de un elemento vital para quienes hacemos de las letras una extensión de la vida o inclusive hasta la vida misma. Las cosas que guardamos en las bolsas de librería, son el reflejo del camino que elegimos, y, si se quiere, todo esto acaba por volverse la vida misma. Aunque cada quien tendrá su propia versión, al final habremos de coincidir que la vida es buena cuando la usamos, pero mucho mejor cuando la llevamos allí dentro. ¿A poco no?

lunes, 13 de octubre de 2008

Se renueva el Consejo

Consejeras, ciudadanos y habitantes:

Hace seis meses, la Nueva República de Babel cumplió su primer año y con el ingreso de nuevas integrantes al Consejo Femenino de Gobierno, las ideas que conforman su ser y hacer se renuevan día tras día. Ahora bien, el máximo órgano rector vuelve a renovarse con la presencia de nuevas integrantes, de las cuales, cabe decir, algunas ascenderan a un estado superior. Por ello, hago los siguientes anuncios:
  • Las consejeras numerarias Elisa Cuevas y Pilar Máynez, y la honoraria Martha Loyo, ascienden al grado de Decanas, por sus contribuciones en pro de la cliocracia babélica. Los lugares que dejan vacantes en cada sector serán ocupadas por las historiadoras Miriam Godínez y Beatriz Padilla, y por la periodista Julia Cuéllar, respectivamente, quienes ahora tendrán voz y voto dentro de la NRB. (Cabe notar que Julia Cuéllar seguirá siendo nuestra Embajadora Neobabélica Cultural, pero ahora, como Consejera Honoraria, su presencia en la Nueva República de Babel ahora será permanente.)
  • Claudia Chantaca, de consejera corresponsal, pasará a la categoría de Numeraria.
  • Nombro a la literata y actriz Ariadna Islas Bustamante, y a las historiadoras Dulce Liliana Cruz y Rita Robles como nuevas ciudadanas de la Nueva República de Babel, esperando que sus preferencias y coincidencias tengan cabida en este lugar a contracorriente. ¡¡Bienvenidas!!
  • Durante la semana del 27 al 31 de octubre, me ausentaré de la Presidencia por razones académicas (para las cuales estaré acompañado por la decana Pilar Máynez, representante del Consejo) y detentaré mis funciones en una Junta de Gobierno, conformada por las decanas Leyvi Castro, Martha Loyo, Paulina Martínez y Rosalía Velázquez.
Esperando que estas cosas se lleven a buen término, solamente me resta desearles buena suerte y ya el 3 de Noviembre, estaré de vuelta por estos lares.

Atte.
Ulises Velázquez,
Presidente de la Nueva República de Babel