jueves, 26 de abril de 2007

Leaving Port Memories: Palacios de la Infancia

Luego de resolver parcialmente algunas minucias en Danesa 33, digo, Dinamarca 84, resolví pasearme por los alrededores, en busca del recuerdo perdido, es decir, de mis palacios de la Infancia. No puedo negar que sí los encontré, pero ya no eran lo que antaño. Mejor me explico.
En la calle Antonio Caso, cerca de Insurgentes, estaba la peluquería El Sol Naciente, lugar que hasta hace poco estuvo allí: ahora es un antro más. En dicho lugar, mi padre y yo nos cortábamos el pelo, donde también tuve contacto con varias de las cosas que hoy día forman parte de mi escudo de armas: en los revisteros de la peluquería, siempre estaba Siempre!, los dos locales que estaban pegados al lugar eran un expendio de lotería (con dulcería integrada) y una librería dedicada a materiales didácticos, enfrente estaban el Teatro Venustiano Carranza y los Trajes Dover, lugares que aún resisten el paso del tiempo.
Calles más adentro, en Serapio Rendón, estaba mi otro palacio, el cine Ópera. Después de la jiribilla con los peluqueros, mi padre siempre me llevaba a ver películas (infantiles, y en las que se dormía mi papá, je je), en su mayoría clásicas: Oliver y su pandilla, Bernardo y Bianca, y mi favorita, Los Aristógatos. Sin embargo, en aquel cine se exhibió la película de mi generación: Thundercats. (Para quienes, de niños, seguíamos la serie animada por la tele todas las tardes, era el suceso del año. Y además de disfrutar más de las aventuras de Leon-O y sus leales compañeros, ahora aparecían personajes nuevos: Linzo, Pumara y Bengalí, con los cuales, tiempo después, se hizo la segunda temporada.) No recuerdo exactamente si ésa fue la última película que vi. Ahora que volví a verlo, me siento como Toto, aquel personaje de Cinema Paradiso: sólo me queda esperar su inminente demolición, dado su trágico estado.
[Si estas líneas tienen un fin en especial, es por una toral razón: ganarle tiempo al olvido. Bien sé que la vida, como el más real de los espectáculos, debe seguir. Sin embargo, entre la vorágine de casos y cosas, y como una vez le dije a Laura Cabrera, nada como volver a los viejos puertos. ¿Será?]

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