Ulises Velázquez Gil
En alguno de sus Escenarios del sueño, Jorge F. Hernández dice que hay ciudades que
se leen y ciudades que se escriben; que las primeras “nos quedan mejor en la
imaginación”, mientras que las segundas “se dibujan con cada aventura personal”.
Dentro de la literatura es posible hallarse dentro de ambas ciudades, donde,
entre intención e invención, se busca un lugar a salvo del tiempo, y a este respecto,
en el cuento se cumplen todas las condiciones.
Luego
de conocer los altos vuelos de una saga de fantasía, Andrea Chapela nos entrega
Un año de servicio a la habitación, volumen de cuentos donde la
imaginación y la experiencia habitan el mismo lugar, a la espera de encontrar a
sus propios personajes.
Compuesto por veinticuatro cuentos, tiene
como escenarios un hotel de Madrid, donde se suceden diversos personajes, a
quienes la autora les asigna un lugar específico, en que habremos de
conocer su propia historia, entre marcadas rutinas e inusitadas maravillas. En “Check-in”,
por ejemplo, conocemos a Mari, gobernanta del hotel, cuyo día no comienza
precisamente a primera hora, sino en el ritual previo de acoplar sus propias
taras al ritmo de trabajo por llegar, y aunque en apariencia esto no sea del
todo atractivo, la mirada de Andrea Chapela nos convence de lo contrario. Nadie que trabaje con ella esperaría que su
rutina matutina incluyera poner la radio, quitarse los zapatos y estirar los
pies por debajo del escritorio disfrutando de los minutos antes de las medias y
los zapatos ortopédicos. O tal vez sí deberían esperarlo. Aunque raramente sonríe,
directa y eficientemente frente a los huéspedes, Mari lleva el cabello suelto,
rizado, le crece hacia arriba desafiando la gravedad, como una melena negra,
blanca y gris. Es un claro signo de que no es lo que parece. (Una vez puesta en su papel, sólo le resta
aparecer de forma incidental en otras historias.)
En “El arte de la metrología”,
conocemos a un huésped que, a semejanza de la gobernanta Mari, no puede hacer
propia su estancia en el hotel no sin antes realizar cierto ritual: medir todo
lo que encuentra, armado con cinta métrica y libreta para cálculos y
mediciones. […] Te entran ganas de medir algo, lo que sea, con tal de darle
un uso al último gesto sobreprotector de tu madre. Piensas en la expresión sin
medida, en un amor o deseo sin límites que decide esconder pequeños recordatorios
para que los encuentres al otro lado del mar.
Para el caso de “La importancia
de la simetría”, sucede algo parecido en la historia descrita líneas arriba, sólo
que, en lugar de medir el terreno, se le busca su propia constante, un patrón,
por así decirlo. Si te obligaran y
tuvieras que explicar cómo te sientes, dirías que es como cuando te percatas de
que, por pura coincidencia, te encuentras caminando por la misma cuadra, una
cuadra que no habías visto antes, una y otra vez. Y te obsesionas con esa
esquina, con los números de los edificios y los postes de la luz. De repente la
sientes más tuya, como si hubiera una familiaridad entre ustedes. (Si observamos ambas historias, quizá sea
evidente una proclividad por los patrones…)
Respecto a las maravillas que
guarda Un año de servicio a la habitación, fijemos nuestra mirada en dos
cuentos: “Para encontrar lo perdido” y “28006, Madrid”. En el primero, ya conscientes
de nuestra estancia en el hotel (con todo y sus convencionales rituales), ahora
se suscitan cosas poco creíbles a la primera de cambios, como una sección del
edificio donde los objetos desaparecen a capricho… igual que en otros hoteles. Querido
nuevo residente, te escribimos esta carta con algunos consejos. El primero es
que lo aceptes desde el comienzo: las cosas se pierden en los hoteles. Es normal.
[…] Perder, abandonar, olvidar. Da lo mismo en un hotel. Pero los residentes,
nosotros (sí, ahora eres parte del nosotros) que pasamos una temporada larga,
que hacemos de este lugar nuestra casa, también perdemos cosas. Lo que en
principio parecería una simple advertencia, sólo es el principio de sucesos
inusitados (por no decir sobrenaturales), y dejemos que su lectura devele el
misterio.
En “28006, Madrid”, ¿qué se
esconde tras las postales que llegan a las taquillas de correo del hotel, sin indicios
del destinatario? Lo que en principio parecería un equívoco del servicio
postal, se vuelve botella al mar que lleva dentro de sí la pequeña crónica de una
relación amorosa, con todo y altibajos. Tal parecería que su remitente se empeñó
en buscar su propio espacio en el mundo, mientras cuenta su historia, cuyo
destinatario no sería, precisamente, su pareja, sino cualquier persona -un empleado
del hotel, quizá-, con el fin de compartirle sus sentimientos y sus vivencias.
(¿Qué otra cosa es la literatura sino el arte de lanzar botellas al mar?)
Mención aparte, digno es de
resaltar “Historia de un jardinero y el gato que le enseñó a escribir”, que, de
cierta manera, es un canto a la vocación de escribir. De cómo el encuentro con
un gato despierta en un joven jardinero el deseo de contar historias y ponerlas
en papel, por consejo de su madre, con el fin de que ella las leyera. Desde el
primer momento en que se encuentra con el gato (Ponerles nombre a los animales
es el primer paso de aceptarlos como mascotas), comenzará para él una aventura
sin regreso, donde al echar mano de la memoria, saldrá avante con su relato.
En suma, Un año de servicio a la habitación reúne tanto imaginación como
experiencia, cualidades de un buen cuento, donde en el afán de contar una
historia, nos servimos de los casos y de las cosas que se llevan dentro de sí; ciudades
al interior del tiempo, donde se dibuja un viaje, una estancia, una despedida
y un retorno. (Baste leer “Check-out” y comprobarlo de buenas a primeras…)
Desde sus primeras obras, Andrea
Chapela destella maestría y gran dominio, en cuanto a sus empeños como narradora,
y luego de cuatro incursiones en el campo de la novela, y de ahí, hasta llegar
al cuento, esta condición se confirma a lo largo de este libro; en esos vaivenes
narrativos, escritoras como Beatriz Espejo, Anamari Gomís y Mónica Lavín, por
mencionar algunas, comparten sus mismos afanes.
Quede en ustedes su dedicada y
deliciosa lectura. (De verdad.)
Andrea
Chapela. Un año de servicio a la
habitación. Guadalajara, México, Universidad de Guadalajara, 2019 (Concurso
Nacional de Cuento Juan José Arreola).
(29/mayo/2020)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario