Ulises Velázquez Gil
“Venimos
de muy lejos, de fuera o de adentro de nosotros mismos, de idiomas
contrapuestos, de países que se aman”. Con estas palabras, como parte del
discurso a nombre de los galardonados con el Premio Nobel correspondiente a
1971, el poeta chileno Pablo Neruda definió así todos los campos del saber que
se hallaban representados en aquella ocasión. Dentro de nuestra propia
cartografía de andanzas y de maestranzas, digno es reconocer los objetivos
alcanzados, pero sobre todo a las personas y a las circunstancias que les
dieron origen y destino, incluso de lejos y hasta de muy cerca.
En La aparición de la vida: consiliencias y discordancias
(a la sazón, su discurso de ingreso), el biólogo Antonio Lazcano Araujo revisa
con pasos cuidadosamente dados una trayectoria interesante que lo llevó a
convertirse en uno de los científicos más sobresalientes en cuanto al estudio
del origen de la vida, tópico todavía por ofrecernos otras respuestas no menos
sorprendentes. […] Estoy seguro de que
siempre deseé ser científico, aunque a veces me pregunto si lo he logrado. Un
día, pero sólo un día, jugué con la idea de ser abogado, pero rápidamente me di
cuenta de que prefería el código genético al código penal o al código civil.
Si seguimos
a Octavio Paz, a cada quien le llega el momento de elegir entre el llamado y el aprendizaje; aunque para
Lazcano Araujo el primero se encuentre por las veredas de la ciencia, el
segundo, en cambio, se encontraría en sus lecturas de la Iliada y la Odisea, en el
acercamiento a la astronomía desde los libros que usara su bisabuela, así
también en su “descubrimiento” de la Ciudad de México, donde el mural de Diego
Rivera en el Palacio de Bellas Artes le obsequió el siguiente hallazgo: […] Es fácil comprender las razones que llevaron
a Rivera a pintar a Darwin cerca de Marx y Engels. La relación de ambos con
Darwin está condimentada con mitos y leyendas, pero los escritos públicos y
privados tanto de Marx como de Engels, demuestran la admiración que sentían por
El origen de las especies. Eso es
fácil de comprender, porque […] la
biología comparte con las ciencias sociales la dimensión temporal.
En el
camino que une a Lazcano Araujo con Darwin se encuentran varias presencias
importantes, como las de Alfonso L. Herrera, seguidor de las ideas darwinianas
y pionero en México en cuanto a la enseñanza de la biología; un tramo
interesante del camino con miras a volverse autónomo y prolífico de no ser por
la reestructuración de la Universidad Nacional, sufrida por el insigne biólogo.
(Incluso hoy, entre días de cónclaves universitarios, nada ni nadie se salvaría
de otra reestructuración similar. Confiemos que sólo quede en palabras.)
Otra
presencia de toral importancia para Lazcano Araujo –de ecos darwinianos, pese a
su categórica negación– es la del científico ruso Alexander Oparin, cuya
perspectiva por develar el origen de la vida apuntaba hacia altos vuelos. Oparin fue más lejos, porque terminó
formulando un programa de investigación multidisciplinario opuesto a la posibilidad
de la generación espontánea. La suya no es una teoría sobre coacervados o sobre
la sopa primitiva, sino una hipótesis que explica el origen de la vida como
resultado de un proceso lento y gradual de evolución, primero química, luego
prebiótica y finalmente biológica.
En la
geografía personal de Lazcano Araujo, los “idiomas” hablados por Darwin,
Herrera y Oparin dan cuenta del quehacer a realizar por nuestro autor, y como
sucede con su libro más famoso, El arte
de la vida (empleado por quien esto escribe en sus años de preparatoriano
incipiente), en su discurso de ingreso a El Colegio Nacional destella el afán
de divulgar un saber en proceso de complementación, donde los nombres de los
científicos citados y sus aportaciones en el ramo susciten gran interés tanto
para lectores como a estudiosos en esos temas, sin cometer el pecado capital
del ámbito académico: la especialización excesiva, restringiendo a la biología
solamente a los ámbitos de la física y la química. Un ambiente plural y
reforzado donde los biólogos de bata
y los biólogos de bota limen
asperezas y compartan teorías y hallazgos, que hasta los biólogos de computadora se unan a sus pesquisas.
¿Por qué
leer La aparición de la vida:
consiliencias y discordancias? Si la respuesta más inmediata se dirige a
darnos santo y seña de una investigación en constante interés y con un justo
lugar en la historia de la ciencia, habremos dado en el clavo al primer
esfuerzo; pero si en otra respuesta se observa la inquietud y el pro domo sua de un científico que es,
ante todo, una persona en deuda ”con la
amistad, el talento, la lealtad, el trabajo y la imaginación (a veces excesiva)
de los estudiantes que me acompañan en el empeño por entender cómo apareció la
vida”, no cabe duda que estaremos frente a una profesión de fe, en cuyo preclaro lugar de procedencia (es decir,
“dentro de nosotros mismos”) indique el camino a seguir, y mil y un maneras
para defenderlo por vía del conocimiento.
Más que un discurso de ingreso, una lección inaugural, este libro de Antonio
Lazcano Araujo es una bitácora de navegaciones. Quede en ustedes su dedicada
lectura.
Antonio Lazcano Araujo. La aparición de la vida: consiliencias y
discordancias. Discurso de ingreso. México, El Colegio Nacional, 2014.
(4/noviembre/2015)
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