miércoles, 12 de agosto de 2015

Secreto y corazonada

Ulises Velázquez Gil

En su discurso de ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua, Salvador Elizondo dijo lo siguiente: “Nada ilustra mejor la vocación de un escritor que la vida de su primer libro”. Para los escritores de largo trayecto y bibliografía consumada, es un recordatorio de la vida que asumieron desde el momento en que llenaron una página, y para quienes navegamos por el mar de la opera prima, es apenas el aviso de un destino venidero.
Ante esa circunstancia, son contados los casos de escritores noveles cuya primera incursión en las letras denota originalidad y oficio consumado; tal es el caso de Diana Ramírez Luna y su primer libro, A hurtadillas, donde se evidencia una búsqueda constante por ceñir y posponer el tiempo mediante el artilugio más eficaz del cual se puede valer un escritor: la palabra.
A hurtadillas se compone por diez cuentos que nos conducen por ambientes nostálgicos, donde un amor lejano –en todos los sentidos– se decanta a medida que avanzamos en su lectura; es la imperiosa necesidad de asir el tiempo para mantenerlo a raya lo que lleva a esta incipiente y experimentada narradora a cuestionarse muchas cosas: ¿Quién diría que aquella imagen, la misma que in día irradió tanta luz, ahora nos haría palidecer?
En siete de los diez textos de A hurtadillas, Diana se esmera en convertir un sentimiento avasallador en una imagen inmune a toda espera y susceptible a toda esperanza (incluso un “lugar de las apariciones”, recordando aquel minicuento de Juan José Arreola), donde relucen perlas como ésta: Nos acostumbramos a ti, a mí, a esa fotografía que sin querer construimos. Al recuerdo aquel, el más bello, el más lúcido, el único que vale la pena: el del momento que nuca vivimos. […] Y retornar definitivamente a nosotros, recobrar un atisbo de voluntad perdida, atarnos de nuevo a lo real. Morir de la muerte para recordar su brevedad, y volver a la vida (“Breve muerte”). Y aunque nos parezca hallar párrafos similares en los seis restantes, el empeño de decir de otro modo lo mismo persiste para demostrarnos lo contrario: […] En cada momento, en cada paso. Sé que te estoy olvidando. Sé que hoy te recuerdo un poco menos que ayer. Sé que hoy tengo menos archivos nuestros. […] Ya te recuerdo menos, sobre todo cuando cierro los ojos y veo tu rostro tan claro., Sé que te estoy olvidando (“Te olvido”).
Digno es de notar lo siguiente: los siete cuentos de Ramírez Luna, por la peculiaridad del lenguaje empleado, rayan territorios del poema en prosa; incluso se diría que hay una poeta en potencia escondida tras la forma del cuento, en espera de tomar por asalto el silencio. En este sentido, encuentro gratas coincidencias con –y hasta en mayor medida– con Esther Seligson, quien navegara por todos los géneros justo en ese afán de asir el tiempo. Y si dejara fluir su pluma y sus corazonadas mediante la poesía, seguramente Dolores Castro, Rosario Castellanos y Enriqueta Ochoa guiarían sus pasos, o, por lo menos, suscribirían algunas de sus angustias e incertidumbres.
En A hurtadillas hay dos cuentos que merecen especial mención: “Casita musical” y “El espejo”. En el primero, el tópico del “lugar de las apariciones” se sucede continuamente hasta el grado de entregarnos un cuento redondo en fondo como en forma, pues la historia del encuentro de dos jóvenes atraídos por fuerzas difíciles de explicar, cuya música de fondo se vuelve una morada en el tiempo: […] Un par de besos no bastaron, la música subía de volumen al grado de ensordecer y hacer perder la cordura. Lo buscaron, pero no hallaron interruptor que sirviera para apagarla y sus pieles se erizaban más con cada goce. Las manos frías ya de un hombre en una espalda desnuda, en unos pechos más grandes y en unas nalgas ya de mujer no bastaron. El simple contacto no bastó. […] Y aunque para dos cuerpos tan débiles la de aquella casita sea música imposible de ignorar, quizás las noches de estertores, manos y cigarrillos no vuelvan.
Respecto al “El espejo”, éste debe leerse en clave autobiográfica, a guisa de explicarse una vida entre líneas. La protagonista, Mariana Villagrán Ortiz, en la inmensidad (o intensidad, ¿por qué no?) de su cuarto es viajera e inquilina de sus propias creaciones, con una vida propia, deshaciéndose de toda noción de tiempo, donde la única realidad sólo esté hecha de palabras. (Era sencillo, escribir, dejar lo mejor de mis palabras en este mundo e irme…) Y como las palabras nunca osarán dejarnos a la deriva, solamente suscribiendo el espíritu que las mueve, el olvido, la nostalgia o el propio tiempo inclusive, persistirá nuestra pasión por la escritura.
De los diez cuentos, hay uno que, a la primera de cambios, “desentona” por su temática, “El pequeño de los ojos grandes”, relato casi costumbrista de no ser por dos cosas: el silencio y la secrecía de sus personajes, empezando por el niño del título, susurrando a los oídos de las personas palabras que apenas se escuchaban, y la presencia, subrepticia, de la propia autora como testigo de estas historias fugitivas. La joven de al lado, de unos diecisiete años, era la última que había abordado el tren y la única que prestaba atención a lo que ocurría. Observaba a la gente imaginando historias acerca de qué era lo que cada una de esas personas pensaba.
En suma, A hurtadillas es un libro doblemente notable, por su manera de buscar en el silencio de las cosas y de los recuerdos un lugar a salvo de la vida y de sus altibajos; secreto y corazonada donde las mejores historias habrán de sucederse y en el afán de contarse, toda angustia no desaparece por completo, pero se afronta al fin. No cabe duda que en este primer libro, Diana Ramírez Luna tiene muy bien asumida su vocación, ahora sólo queda confirmarla a diario, con prudencia e imaginación, a la vera de otras historias, y sobre todo, Observar cada cosa en espionaje, si atendemos al señero verso de Raymundo Ramos, y así ganar de antemano todas las batallas posibles: a hurtadillas, si se permite. (Verdad que sí…)

Diana Ramírez Luna. A hurtadillas. México, Sediento ediciones, 2013. (Agave, 9)

(11/marzo/2015)

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