Hasta donde va el calendario, 2009 fue un año pletórico en aniversarios: natalicios y obituarios, celebraciones y remembranzas. En la literatura mexicana de todos los tiempos, una figura dos veces señera tuvo la fortuna de engrosar las listas tanto de nacimientos como de muertes. Su nombre, Alfonso Reyes. En torno a la figura alfonsina se organizaron todo tipo de coloquios y conferencias, desde sus amadas casas de enseñanza (El Colegio Nacional, la UNAM y El Colegio de México), hasta las heroicas sesiones en su querida Capilla Alfonsina. Ante todo esto, corresponde cerrar un buen año con una magna exposición que enmarca la prolífica relación de Alfonso Reyes con el arte de todos los tiempos. Hablo de la exposición Alfonso Reyes y los caminos del arte, que hace unas horas tuvo a bien inaugurarse en el Museo Nacional de Arte. Vayamos con cuidado.
Hace una semana, quien escribe, de su visita al MUNAL (asistió a la presentación de un libro sobre Octavio Paz) sólo obtuvo dos cosas: el catálogo de la exposición sobre Goya -que compró ¡¡a mitad de precio!!- y una invitación para la muestra alfonsina. Al paso de la semana, decidió invitar a sus colegas y amigos del caralibro, y así asistir muy bien acompañado. A la cita sólo acudió una persona: Miguel Ángel de la Calleja, versado en las artes alfonsinas.
Al filo de las 7 pm, Calleja ya me estaba esperando en la puerta del museo, en aras de entrar a la exposición, sin embargo, ninguno contaba con que demoraríamos en ingresar. Mientras llegaba la hora de entrada, sacó su cámara celular y tomó algunas fotos del lugar: tanto el Palacio de Minería como el propio MUNAL motivaron su cacería fotográfica. Y un servidor, aspirante de socialité cultural, vio llegar a varias luminarias de la cultura en México. Pero fue Adolfo Castañón quien le generó cierto prurito. Cuando me le acerqué, él ya había notado que llevaba en mi brazo un ejemplar del Arbitrario de literatura mexicana, el cual tuvo a bien dedicarme. Al saber mi nombre para estamparlo sobre el libro, quedó maravillado: estaba ante sus ojos el autor de una pequeña crónica sobre el Premio Villaurrútia 2008 en Bellas Artes, misma que pueden leer en este blog. Aún así, me agradeció aquellas líneas y de paso me invitó a dos eventos: la lectura poética del venezolano Rafael Cadenas, y la presentación de cinco libros suyos: América sintáxis, Algunas letras de Francia, Grano de sal y otros cristales, Venezuela entre vista y Alfabeto de las esfinges, a realizarse el 7 y 8 de diciembre en la sala Ponce de Bellas Artes. Nuevamente, me agradeció todas sus atenciones y se retiró. Veinte minutos después, fue inaugurada formalmente la exposición.
Luego de atravesar la puerta de la sala de exposiciones temporales, Miguel Ángel y un servidor quedaron maravillados con la museografía; no había tópico alfonsino sin tratar. Entre cuadros de Francisco de Goya, Ángel Zárraga, Diego Rivera, Candido Portinari, entre otros, en amable contubernio con la prosa alfonsina, invitaban a vivir la experiencia del arte, de la mano de un autor non e inclasificable como Reyes. Inclusive, como estrategia didáctica del museo, se nos obsequiaron algunas "cartas" (dado que tenían impresos varios motivos alfonsinos, semejantes a la correspondencia personal del autor) donde aparecen diversas actividades a realizar. Por ejemplo, escribirle una carta a don Alfonso y compartir impresiones sobre Goya, Jusep Torres Campalans, etc. Mientras Calleja veía estupefacto los cuadros y admitía el desconocimiento de algunos, observé de refilón a la Dra. Alicia Reyes, nieta del homenajeado, en plena charla con Héctor Perea y las autoridades del museo. La sala donde esto ocurría tenía a su alrededor anaqueles con libros de y sobre Alfonso Reyes, haciendo las veces de biblioteca eventual, y un enorme panel donde se invitaba al visitante a compartir la experiencia de Reyes acerca de los museos. (Me imagino que el fantasma de don Alfonso ¡¡estaba que no cabía de gusto!!) Desde luego, en el arte no se excluye al cine, porque se acondicionó una sala para proyectar varias de las películas comentadas por Reyes, bajo el seudónimo de Fósforo. Lo mejor de todo es que a la par de la proyección, se escuchaba su propia crítica. Finalizamos nuestro recorrido con una sección dedicada a la traducción alfonsina de La Ilíada, con todo y las ilustraciones de Elvira Gascón, que el Fondo de Cultura Económica dio a sus prensas hace varios ayeres. La verdad, Calleja y yo queríamos recorrerla otra vez, pero el tiempo ya comenzaba a volvernos cenicientas de las letras. (En otra ocasión, seguro.)
Ya fuera de la sala, en el pasillo contiguo a la salida encontramos dos mesas donde podían adquirirse tanto las obras de Reyes como las publicadas por el MUNAL. Como la semana pasada quien escribe había comprado el catálogo de Goya, ahora le correspondió a Miguel Ángel hacer lo propio con el volumen dedicado al artista decimonónico Julio Ruelas. La tecnología bancaria permitó llevarse los únicos ejemplares (dos, para ser preciso), puesto que los libros de Reyes ya ostentaban un lugar de honor en su biblioteca. Mientras esto sucedía, me crucé con Héctor Perea y aproveché la ocasión para saludarlo.
Para cerrar con broche de oro una gran noche, le entramos con gusto al vino de honor, que sólo quedó en el nombre: Calleja tomó ron (algo fuerte, digamos), y el de la voz, se aventuró con el vodka. Brindamos por una exposición sui generis, digna de ser vista una y otra y otra vez. Invito a todos ustedes a visitar semejante exposición (termina en febrero 2010) y, sobre todo, acercarse a la prodigiosa obra de Alfonso Reyes. Después de todo, en sí misma ya es una celebración. ¿No es así?
1 comentario:
Alfonso Reyes... tantas ganas que tengo de escucharlo, de mirarlo, de estrecharle la mano y agradecerle por todas las veces que lo he leído, y nunca el tiempo es suficiente.
Qué bueno que pudiste asistir.
Magnífica reseña.
Un beso,
Mariposa Tecknicolor.
p.d. Te extraño un chorro. Aquí hace mucho frío, y como que me hace falta escuchar la radio contigo, reírnos de Domínguez Muro con Zabludovsky o tararear tu Radio Francia.
Te extraño.
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