Ulises Velázquez Gil
Según el
escritor colombiano Álvaro Mutis, las cosas que definen el curso de la vida
suceden entre los 7 y los 12 años; aunque todas las infancias se parezcan, cada
una tiene sus propias maneras de ver la vida, en concreto, del día que se vive
y percibe, donde la última cosa sujeta a preocupaciones sea el propio tiempo.
Desde el
territorio interminable de la infancia, Irma Gallo nos obsequia un relato donde
se encuentran por igual inquietudes que preocupaciones, que su protagonista
experimenta paso a paso.
#YoNomásDigo cuenta en dieciséis capítulos la
historia de Antonia (Mejor díganme Tony y
todos contentos y felices. #foreverandever), niña de 11 años y medio, en
cuyo tránsito hacia los doce le atraen sobremanera tantas cosas, desde los
amigos, las mascotas y las redes sociales, hasta la violencia escolar, la
adicción a las nuevas tecnologías y los padres separados; temas que de tan
cercanos se escapan de las manos, sin embargo, la manera en cómo las mira Tony
las pone de frente para verlas detenidamente.
Para el
caso de las redes sociales (donde es ineludible contar con una cuenta de
Facebook, Twitter, la que gusten nombrar), Tony es vista casi con asombro al no
integrarse en alguno de estos espacios. De
pronto parecería que lo que pasa ahí es más importante que la vida real. Como
si fuera una película en la que a todos les va muy bien, son los más chidos en
lo que hacen (así sea lograr la bomba de chicle más grande), se van de viaje a
lugares padrísimos, tienen las mascotas más lindas del planeta […] y, sobre todo, ponen fotos de perfil en las
que se parecen a las más hermosas y a los más guapos del mundo. […] Lo malo es que luego los ves en persona y te
quedas: ¡órale! ¿pues qué les pasó después de que se tomaron esa foto? ¿o de
plano no eran ellos? #amínomecuenten.
(Paréntesis
aparte: En alguna ocasión, un joven sociólogo me dijo: “Facebook no es la
vida”, pero luego de varias experiencias, dentro y fuera de, su frase debió ser
así: “Facebook no es la vida, pero… ¡ah, cómo se le parece!” Y en este sentido,
bien avalo las palabras de Tony.)
Sin
embargo, las redes sociales también son susceptibles de peligro, cuando se
crean perfiles falsos con tal de hacer daño. Tony ve muy de cerca este caso
cuando la hermana de uno de sus compañeros de escuela, desapareció a causa de
una mala pasada escondida tras un perfil de éstos. Ante este panorama, a Tony
no le son (ni le serán) indiferentes otras cuestiones: la violencia escolar (bullying), los desórdenes alimenticios y
hasta las imposiciones de la sociedad, en aras de hacerlo todo ideal: […] ¿por qué tendríamos que parecernos a las
actrices, cantantes o modelos para ser bonitas? ¿Quién dice lo que significa
“ser bonita”?
En este
punto, se desprende una fuerte inquietud que pone a pensar a Tony sobre los
(supuestos) estándares de belleza, cuyo lado oscuro deriva en una dupla fatal,
de bonito nombre e intereses escabrosos, como se ve en el episodio “¡No quiero
ser princesa!”: […] me quedé muy
intrigada por saber qué querían decir esas palabras con las que se referían
unas a otras: ana y mía. […] Así que
seguí googleando un rato y di con varias páginas de información médica que
hablaban de desórdenes alimenticios. ¿Y cómo creen que se llaman dos de los
principales? Pues ANorexiA y buliMIA. […] no sabía que hubiera páginas web dedicadas al tema, donde algunas
chicas les daban consejos a otras para perder peso, y peor aún, donde todas
pensaban que ser princesas significaba ser flacas […].
Y ya que
seguimos con el tema de las princesas, Tony nos comparte también sus dudas
sobre ser una princesa; disiente sobre el papel adjudicado desde antaño. Como que en el fondo esas historias querían
decir que si eres mujer no vas a conseguir nada por ti misma: siempre vas a
necesitar a un príncipe azul (aunque tenga cara de sapo aplastado) para
conseguir lo que deseas en la vida. Y pues obvio que #esonoescierto.
Sobre los
asuntos propios de las pre-adolescentes, Tony los enfrenta de una forma
particular, muy cercana para quien lea, empezando por el lenguaje que se usa
hoy en día, característico por el uso de emoticones
y frases antecedidas por un “gatito” o hashtag,
tal y como se aprecia en redes sociales. Detalle que, doblemente, reduce
distancias y genera coincidencias, como en toda amistad que se digne de serlo…
como la de Tony y Jess. ¿Ya he dicho que
cuando conocí a Jess me di cuenta luego, luego de que íbamos a ser amigas? No
sé, #asímevibró. Se me hizo que era una niña muy inteligente y sensible,
alguien con quien podía hablar y me iba a escuchar, alguien a quien le
interesaba jugar lo mismo que a mí. […] Más
allá de sólo tener alguien con quien juntarte en el recreo o en los
campamentos, es la onda que existan esas personas con las que nos divertimos,
que ayudamos y nos ayudan, con las que hasta podemos llorar y por supuesto
hacer cosas chidas junt@s. (A medida que avance la novela, encontraremos
sucesos y cosas donde su amistad reluzca y destelle por entero.)
Pero en
algunas cosas no todo marcha bien, como en “Los molestones” (en torno al acoso
escolar o bullying, cuando uno de sus
compañeros es víctima de otros, molestándolo a diestra y siniestra. Ante este
panorama, mira de cerca el problema y con la ayuda de su maestra, toma
conciencia y junto a sus compañeros, busca una solución: […] teníamos que forma algo así como un comité
de vigilancia para observar que no hubiera actos de maltrato en la escuela, y
que si los había teníamos que intervenir de inmediato: que habláramos con el (o
la) que estaba maltratando a otr@, y le dijéramos que se diera cuenta de que
estaba haciendo sentir muy mal a su compañero. Si no cambiaba su actitud, o
veíamos que otro día lo volvía a hacer, le íbamos a pedir una acción reparadora.
En varios
capítulos de #YoNomásDigo aparece un
personaje fundamental en la vida y aprendizaje de Tony: su mamá, ni más ni
menos. En “¿Tengo que parecerme a mi mamá?” se expresan un poco más las
diferencias madre-hija, pero al final del día, todo se vuelve una feliz
correspondencia: Lo que no me gustaría es
que mi vida se determine porque soy hija de mi mamá. ¡Ah, caray! ¡Te volaste la
barda, Tony! ¿Y eso qué quiere decir? Paciencia, que soy lenta, pero ahí voy.
Quiero decir que no me gustaría nada que la gente esperara algo específico de
mí sólo porque soy SU hija, y no de otra persona. […] Si mi ma es feliz siendo periodista, #chidoporella, pero yo prefiero
descubrir por mí misma lo que voy a hacer cuando sea grande. (Son tantos
los temas que suscitan la curiosidad de Tony, que lo ideal –por lo menos, en
este instante– es dejarlas para cuando llegue el libro a nuestras manos…)
En suma, #YoNomásDigo es una novela que se lee
gratamente de principio a fin, por su estilo sencillo y jovial, lo cual permite
acercarse a todo tipo de temas, sin que nos parezcan ajenos a la primera de
cambios; una mirada interminable en
cuanto a conocer otro ángulo de las cosas que se viven y se ven –siempre me quedo pensando en las mismas cosas, pero como buscándoles otro
ángulo. Y ante los avatares del tiempo que corre, esta novela tiene ganadas
muchas batallas de antemano.
A final
de cuentas, las cosas que definen el curso de la vida sí suceden entre los 7 y
los 12 años: lo importante es conocerlas y defenderlas a cada paso. Que las
andanzas de Tony nos ayuden en ese empeño. (#esoespero)
Irma Gallo. #YoNomásDigo.
México, Ediciones B, 2015. (B de Blok)
(27/junio/2016)