domingo, 31 de agosto de 2008

Las crononautas de la blogósfera

Desde hace tres años, gracias a la ocurrente idea del israelí Nir Ofir, el 31 de agosto se instituyó el Día Internacional del Blog, como una manera de homenajear a este singular espacio en la red, donde todas las perspectivas (sean del tipo que sean) tienen cabida en la internet. Y para participar dentro de semejante celebración, cada bloguero (hispanización de la palabra blogger) debe recomendar cinco espacios de su predilección y con distinta temática, para así motivar el intercambio de informaciones. Y como Nueva República de Babel no quiere quedarse atrás, paso revista a cinco bitácoras en red dignas de mi atención.
  1. A mis 95 (http://amis95.blogspot.com/): Nacido como regalo cutre por parte de su nieto, la española María Amelia, luego de cumplir 95 años, dedica este espacio para compartir sus experiencias como una mujer que ha visto y sentido todo. Nos cuenta sus lecturas, viajes, simpatías culturales e incluso se da tiempo para darle una severa lección a quien no coincide con sus palabras. Leer a María Amelia siempre es una delicia porque sus impresiones siempre despiertan los sentidos; además, varias de las cosas sencillas de las que nos habla, suelen tener más profundidad que cualquier tratado de filosofía. En una palabra, tiene el entusiasmo a flor de piel. Y, por último, luego del fallecimiento de la australiana Olive Riley, María Amelia se convirtió en la bloguera más decana de la red, pero no por ello seguirá sorprendiéndonos con nuevas cosas que plasma en su blog. Para ella, ¡¡mil gracias!!
  2. Julia Cuéllar (http://juliacuellar.blogspot.com/): A la par de su trabajo periodístico en varias publicaciones, la mexicana Julia Cuéllar toma por asalto la blogósfera con una serie de reflexiones sobre el quehacer de la cultura y la experiencia que ésta conlleva. Nos cuenta sus lecturas (y las perlas de sabiduría que en éstas encuentra), sus viajes, sus expectativas, pero sobre todo, para saber que el siguiente día nos depara nuevas y gratificantes sorpresas. Si María Amelia es entusiasmo, Julia Cuéllar es persistencia. Siempre será grato coincidir con ella. De verdad.
  3. Lacónica (http://nobuhardilla.blogspot.com/): Una joven poetisa argentina, Lacónica, nos presenta una obra poética que goza de cabal salud, es decir, cuyas imágenes son de una frescura impresionante, que no le pide nada al resto de la poesía producida en su país. Si he de emparentarla con una tradición, sin duda sería con las obras de Oliverio Girondo, César Vallejo y Vicente Huidobro: creaciones que, sin importar el tiempo transcurrido, aún conservan inmutables sus imágenes; sino de una poesía, cabe decirlo, atemporal.
  4. La aguja que lleva el hilo (http://obbeche.blogspot.com/): Creada hace algunos años por una amiga nuestra, María Luna, es una suerte de crónicas sobre la vida misma. Entre amores y desamores, viajes sedentarios y lecturas a diestra y siniestra sobre el mundo, nos cuenta su vida con todo y sus resultados. Una de sus peculiaridades, es concederle importancia a las señales que aparecen a lo largo de la vida, sea para confirmar, sea para cambiar sus cartas de navegación. Hace semanas, se anunciaba su inminente fin, pero por ahora entró en primavera pospuesta.
  5. Mariposa Amarilla (http://mariposaamarilla.blogspot.com/): Gracias al ocio británico de Daniela Sandoval, nació este blog dedicado a contar las andanzas y maestranzas de una mexicana en Inglaterra (con escalas en España, Alemania y Portugal), mismas que le han permitido conocer un lado del mundo entre extraño y peculiar. Como en las bitácoras anteriores, describe el mundo que le rodea, pero también juega con nosotros a través del recuerdo, que lo mismo va del cine a la literatura y, claro está, la Historia. Los primeros capítulos se desarrollaron en Birmingham y ahora los más recientes tienen a Londres como escenario. Aunque sus colaboraciones salgan de manera esporádica, siempre será un privilegio leerla. De cualquier forma, Londres, como el París de Enrique Vila-Matas, no se acaba nunca.
En realidad, son tantos los blogs de los que podría hablar, pero ahora decidí ocuparme de cinco por una sola razón, además de entrarle a las celebraciones por el Blog Day: comparto con sus creadoras el gusto por la vida, por sentime parte del mundo ya sea por lo que leemos, escuchamos y/o sencillamente, vivimos. Somos, si se me permite el término, una suerte de crononautas de la blogósfera, porque navegamos en el tiempo recobrado gracias a la escritura en red. De cualquier forma, siempre habrá nuevos puertos donde podamos hacer escala obligada y, para ello, aún nos queda un largo y gratificante viaje. Gracias mil.

sábado, 30 de agosto de 2008

Eleni Karaindrou: la memoria recobrada

En la historia de la música, es contada la presencia de mujeres dedicadas a la composición. Sin embargo, no debemos lamentar del todo esa circunstancia, puesto que hay presencias que llenan todos los huecos habidos y por haber con una prístina obra que rebasa tiempo y espacio. Una presencia importante es la compositora griega Eleni Karaindrou, cuya obra musical ha realizado en su mayoría gracias al trabajo fílmico de su compatriota Theo Angelopoulos.
Nacida en Teichio, Grecia, el 25 de noviembre de 1939, estudió, además de composición musical, arqueología e historia en la Universidad de Atenas; carreras que perfeccionó en la ciudad de París cuando realizó una especialidad en etnomusicología. Precisamente, estos estudios le permitieron acercarse a la música tradicional de su país y que, visto de una manera general, forman parte de ese particular estilo de composición que tanto la caracteriza. En 1975, comenzó su carrera componiendo las partituras para películas, teleseries y documentales, además de catapultar a la cantante María Farantouri. Fue hasta principios de los años 80 cuando conoce al cineasta Theo Angelopoulos, con quien colabora hasta la fecha, componiendo partituras de excelente calidad musical.
Parte de la magia (si así se le puede llamar) de la colaboración de Karaindrou con Angelopoulos, es en la manera como logra compaginar los caracteres de los personajes con el medio que les rodea. En El apicultor (1986), una pieza con toques de rock, describe los problemas del protagonista cuando encuentra a una lolita punk que le mueve completamente el tapete. En Paisaje en la niebla (1987), la inocencia de dos niños que buscan a un padre hasta ahora inexistente, se describe en una tonada sencilla pero triste, cuya finalidad, indirectamente, es conmocionarnos a tal grado que su sufrimiento es también el nuestro. Y en La eternidad y un día (1998), no sólo nos invita a sufrir, sino también a gozar con las últimas horas del protagonista, en cuya travesía final descubre el valor de las palabras y, por qué no, de la música. (Precisamente, en este score, Karaindrou recupera parte del bagaje musical de Grecia, introduciendo cantares de boda y melodías tradicionales de provincia.) Pero el verdadero tour de force en su obra se nota a todas luces en La mirada de Ulises (1995), donde una sola melodía juega con el protagonista, en una suerte de variaciones en torno al mismo tema, como un Odiseo balcánico en un viaje sin final aparente.
Aparte de sus colaboraciones con Angelopoulos, con quien tiene planeada la confección de una Trilogía sobre la Grecia del siglo XX -de la que El prado en llanto (2004) es apenas el principio-, Eleni Karaindrou incursionó en los terrenos de la ópera con su versión de Las Troyanas (2001), de Eurípides. Pero la música para cine parece ser que gozará de su talento por muchos años más.
E. M. Cioran decía que "toda música verdadera nos hace palpar el tiempo". En Eleni Karaindrou, es la memoria recobrada, porque después de un tiempo transcurrido, siempre es vital regresar al origen, sea cual fuere el destino final. Además, sus composiciones, fuera del ambiente donde surgieron, las películas de Theo Angelopoulos, rebasan todo tiempo y espacio y, claro está, nos hacen vivir la experiencia de la memoria recobrada. Finalmente, para describir la obra de Karaindrou sobran las presentes líneas, así que mejor los invito a que vivan con plenitud esa experiencia escuchando su música. Ésa sí dirá todo y más. ¿A poco no?

miércoles, 27 de agosto de 2008

Libretas de segunda mano

Cada vez que alguno de mis hermanos mandaba a la basura un cuaderno casi en buen estado luego de un ajetreado ciclo escolar, sin pensarlo más de 30 segundos, lo rescataba de donde quiera que estuviese, y así lograba darle un poco más de tiempo de uso, para después, ya consumada su función, destinarlo al cesto de la basura. Para algunos de ustedes, seguro esta circunstancia es la versión extrema de la cultura del reciclaje. Sí y no. Sí, por aquello de la conciencia ecológica, y no, por la importancia que tiene como objeto. Pero vayamos por partes.
Si nada más diez hojas fueron empleadas y el resto no, sencillo, arranco con cuidado las partes garabateadas, forro las tapas con algún cartelito que me gusta y voilà!!: listo para un nuevo ciclo de casos y cosas. Sin embargo, la utilidad que le doy no reside en la escolar. Para nada. Más bien se debe a un vicio de escritor, a un placer culpable que tengo: a manera de libro de memoria (mal llamado diario) donde cumplo con la prístina obligación de escribir los sucesos de mi vida, los que mi maltrecha memoria me permite plasmar, aunque para ello me ayuden algunos objetos que intercalo entre los párrafos escritos con tinta verde. Folletos, boletos de transporte, notas autógrafas de los viejos y nuevos amigos, la servilleta del café y/o restaurante donde comí alguna vez, en fin... todo se integra a la libreta y cada vez que, por casualidad, la encuentro entre toda la avalancha de papeles, la memoria, como un título de Vladimir Nabokov, habla.
Además de estas libretas de segunda mano que se vuelven, luego de una sesión de cortar y pegar, en mis sinceras confidentes, hay otro tipo a las que también el tiempo posterga su final cuando llegan a mis manos. Agendas del año de la pera, cuadernillos de carácter publicitario y programas de mano (como los que entregan en la Feria de Minería, por ejemplo) me sirven como minutarios emergentes, es decir, donde anoto una cita textual que no debo olvidar, el teléfono y/o e-mail de una persona, la lista de compras o las ideas al vuelo cuando la inspiración te agarra trabajando. Para este tipo de minucias (según como se vea), cualquier pedazo de papel sirve, pero para mantener presentes estas cosas, bien que funcionan. Además, su naturaleza efímera obliga a vaciar su contenido en libretas más grandes cuando éste lo amerita. Y, sin embargo, nunca pasan de la primera página.
Mientras escribo estas líneas (en paralelo con la redacción de ¡¡tres ponencias!!), en la parte izquierda de mi escritorio tengo dos de esas libretas: una servía como directorio y la otra sí es completamente una libreta escolar, porque la rescaté de un salón horas antes del comienzo de las vacaciones universitarias. Ahora que las tengo en mis manos, agradezco sobremanera todas las cosas que apunté en éstas, porque veo que el tiempo no se me ha escapado de las manos y algunos de los datos anotados, lo mismo sirven para una conferencia magistral que para un dropping-name después de cenar.
Después de escribir todo esto, veo que mis libretas nunca serán de segunda mano, porque con la batalla que dan, abarcan una tercera, cuarta o hasta quinta mano. Ustedes, ¿qué piensan?

lunes, 25 de agosto de 2008

Homenaje a Alvaro Mutis

[Hoy, el poeta colombiano Álvaro Mutis cumple 85 años; además de celebrar una vida llena de experiencias y de una pasión desmedida por la escritura, también celebramos una obra literaria única en su género, donde todas las pasiones humanas se encuentran a flor de piel, encarnadas en aquel personaje atemporal de su invención: Maqroll el gaviero. Para unirme a la celebración, comparto con ustedes un poema suyo, el cual resume toda una vida, porque el mejor homenaje que se debe hacer a un escritor, es leerlo con devoción, sin duda alguna. ¡¡Felicidades, poeta!!]


Pienso a veces...

para Alejandro Rossi
Pienso a veces que ha llegado la hora de callar.
Dejar a un lado las palabras,
las pobres palabras usadas
hasta sus últimas cuerdas,
vejadas una y otra vez
hasta haber perdido
el más leve signo
de su original intención
de nombrar las cosas, los seres,
los paisajes, los ríos
y las efímeras pasiones de los hombres
montados en sus corceles
que atavió la vanidad
antes de recibir la escueta,
la irrebatible lección de la tumba.


Siempre los mismos,
gastando las palabras
hasta no poder, siquiera, orar con ellas,
ni exhibir sus deseos
en la parca extensión de sus sueños,
sus mendicantes sueños,
más propicios a la piedad y al olvido
que al vano estertor de la memoria.
Las palabras, en fin, cayendo
al pozo sin fondo
donde van a buscarlas
los infatuados tribunos
ávidos de un poder
hecho de sombra y desventura.


Inmerso en el silencio,
sumergido en sus aguas tranquilas
de acequia que detiene su curso
y se entrega al inmóvil
sosiego de las lianas,
al imperceptible palpitar de las raíces;
en el silencio, ya lo dijo Rimbaud,
ha de morar el poema,
el único posible ya,
labrado en los abismos
en donde todo lo nombrado
perdió hace mucho tiempo
la menor ocasión de subsistir,
de instaurar su estéril mentira
tejida en la rala trama de las palabras
que giran sin sosiego en el vacío
donde van a perderse
las necias tareas de los hombres.
Pienso a veces que ha llegado la hora de callar,
pero el silencio sería entonces
un premio desmedido,
una gracia inefable
que no creo haber ganado todavía.

lunes, 18 de agosto de 2008

¡¡¡Felicidades, Lani!!!

Cada vez que escribo una nota sobre alguna de las Consejeras de la Nueva República de Babel, de inmediato la memoria quiere jugarme sucio, dado que muchas cosas sobre quien deseo escribir se me escapan y no creo sacar, si no un retrato exacto, al menos uno justo. Pero tomaré el riesgo y hablar sobre Leilani Medina, como el París de Enrique IV, bien vale una misa.
Conocí a Lani hace algunos ayeres, cuando ella, recién salida de la carrera de Diseño Gráfico en la Universidad del Nuevo Mundo, buscaba, con demasiada esperanza, a un literato que leyera y corrigiera ajeno, cuya intuición le diera un nuevo rumbo a sus tesis de licenciatura. Acudió al jefe de sección y éste buscó al primero que se le pusiera enfrente. Aquella persona fui yo. Me platicó un poco de sus problemas de tesista y, más llevado por la intuición que por otra cosa, resolví corregir su tesis. (Confieso ahora, algo extrañado, que en aquellos días, éramos milpita tierna, es decir, noveles en nuestros campos, cosa que hoy hemos superado. Hasta ahora.) Después de mes y medio, un trabajo que -sinceramente- no tenía brújula ni catalejo, se convirtió en un equipo infalible para navegar, entre mar y guerra, hacia las grandes aguas del diseño editorial. Lani quedó maravillada con ello, y, por tanto, la promesa de un reencuentro futuro era casi segura. Nunca sucedió. (Pero ello no impidió coincidir con su mamá, doña Esperanza, maestra de la carrera de Matemáticas, algunas veces. Y hasta ahí.)
En noviembre de 2007, aprovechando el receso del primer día del coloquio Memoria e Identidad, me dirigí a un café internet para imprimir la versión definitiva de mi ponencia. Para cortar camino, pasé por la División de Diseño y Edificación donde, cabe decir, una presencia me era extrañamente familiar. Era Leilani, ahora convertida en maestra de la carrera de Diseño Gráfico. Parecía que el tiempo no había transcurrido, porque su cordialidad, buen humor, pero sobre todo, su belleza, estaban intactas. Fue grato el reencuentro por más de una hora, hasta que recordé que debía estar en mi coloquio, así que resolvimos intercambiar e-mails y celulares, con la esperanza de coincidir nuevamente. De cualquier manera, la invité al día de mi participación.
Ahora bien, ¿qué cualidades resaltaría de Leilani? Bueno, parece tarea difícil, pero me inclinaría, primero, por su capacidad de asombro (no hay cosa que no le genere cierta curiosidad), luego, su ímpetu y buen ánimo al plasmar sus ideas en clase (una maestra así no la tiene cualquiera), y, por último (pero no al último), su creatividad en toda empresa que planea y acomete. (De existir en el diccionario una palabra cuya primera acepción sea su nombre, emprendedora sería la opción. Y aún le queda corta.) A título personal, le agradezco una cosa muy importante: introducirme en las empresas y tribulaciones de la enseñanza en clase y la corrección de estilo. (Motivado por ello, di un inverosímil curso de ortografía y redacción, y hoy día reviso y corrijo la plana y el estilo de varias colegas historiadoras. Gracias mil.) De pilón, menciono una grata coincidencia: nuestra predilección por la gran Sarah Brightman. (Seguramente asistirá a su concierto en noviembre próximo. Ojalá.)
Querida Leilani, sé muy bien que 2008 será un buen año para ti. (La alegría, por sabida, no se menciona.) Pero hoy cumples añitos -no digas cuántos, porque las mujeres no tienen edad-, de todo corazón van mis mejores deseos para que la mayoría de tus proyectos se concreten y para que siempre cuentes con esa alegría que te caracteriza. Eso y más te mereces, mientras tanto me detengo.
¡¡¡Felicidades, Lani!!!

jueves, 14 de agosto de 2008

La cantante de la semana: Sarah Brightman

Reza el lugar común que "cuando una voz es hermosa, es mucho más poderosa que cualquier instrumento creado por el hombre". Y cuando ésta rebasa todo tiempo y espacio, mejor aún. En la historia de la música, son contadas estas presencias, mismas que han rebasado las barreras del tiempo y cuya belleza primigenia aún se halla presente. Tal es el caso de la cantante británica Sarah Brightman.
Nacida un día como hoy, pero de 1960, en Berkhampstead, Sarah tuvo desde temprana edad un marcado interés por la música y el baile, mismos que estudió conforme pasaba el tiempo; debutó en el teatro a la temprana edad de 13 años, y más adelante, se integró a varias agrupaciones de baile. Pero como la música era quien daba la nota cantante, en 1980 se convirtió en la vocalista del grupo pop Hot Gossip. Sin embargo, el teatro clamaba por su regreso y luego de abandonar el grupo, se integró al elenco del musical Cats, hecho que escribiría, de ahora en adelante, sus postreras cartas de navegación. Allí conoció a quien sería su esposo, Andrew Lloyd Webber, quien vio en Sarah una musa inspiradora para su música y a quien inmortalizaría en su obra cumbre: The Phantom of the Opera, musical de su creación, basado en una novela del francés Gaston Leroux. (Gracias a su interpretación como Christine Daee en dicho musical, Brightman fue rebautizada por críticos y admiradores como "El Ángel de la Música", título que aún conserva, a pesar del tiempo transcurrido.)
En 1989, Sarah sacó su primera producción como solista, The songs that got away, el cual no tuvo la respuesta deseada. Pero fue con su segunda producción, As I came of age, cuando empezó a despuntar en el mundo de la música. En junio de 1990, se separa de Lloyd Webber y sigue su propio camino musicalmente hablando. (En la memoria colectiva, su magistral interpretación en The Phantom of the Opera marcó un hito en su historia musical, pero lo mejor estaría por venir.)
Inspirada por los trabajos discográficos del grupo Enigma, Sarah viaja a Los Angeles y conoce al productor Frank Peterson, quien terminaría por producir todos sus discos. Desde Dive (1992), ya empezaba a vislumbrarse su peculiar estilo, es decir, el bel canto y el teatro musical, conjugados con algunos toques de pop y rock. (También conocido como crossover.) De este disco se desprendió el primer sencillo, "Captain Nemo", mismo que la llevó hasta los cuernos de la luna. Por aquellos días, se cuenta su participación en los Juegos Olímpicos de Barcelona '92, interpretando a duo con el tenor español José Carreras, el tema oficial, "Amigos para siempre". (Dicho dueto, fue el primero de varios que la harían doblemente famosa. Desde Plácido Domingo y José Carreras, pasando por Josh Groban y Andrea Bocelli, hasta Ofra Haza y Paul Stanley del grupo Kiss, cada colaboración es única en su género.)
Sus álbumes posteriores se caracterizaron por darle una nueva interpretación a temas ya consolidados en la historia musical, tal el caso de Eden (1998) donde interpreta obras de Puccini, Ennio Morricone y hasta un cover de "Dust in the wind" del grupo Kansas. Con La luna (2000), Sarah hace un recorrido por todas las canciones con el tema de la luna, entre éstas, "Hijo de la luna", del grupo español Mecano. Pero como los intereses musicales rebasan toda frontera, se lanza a grabar un álbum cuya principal idea surgió de su lectura de Las mil y una noches: Harem (2003), donde introduce los rítmos árabes sin dejar de lado el pop. (Así, un aria de Madama Butterfly de Puccini, se convierte en "It's a beautiful day", y "Canção do mar", éxito de la portuguesa Dulce Pontes, en "Harem".)
En este año, y luego de varias recopilaciones discográficas en torno a su carrera, sacó un nuevo álbum de estudio, Symphony, donde destacan los duetos con Alessandro Safina, Andrea Bocelli y el contratenor argentino Fernando Lima, con quien interpretó el tema principal de la telenovela mexicana Pasión. De pilón, cabe mencionar que tuvo el privilegio de interpretar, a duo con el chino Liu Huan, "You and me", el tema oficial de los Juegos Olímpicos de Beijing 2008, inaugurados hace una semana.
Ante todo esto, la trayectoria de Sarah Brightman está llena de incursiones en todos los terrenos de la música, porque una cantante así solamente aparece cada siglo (o ¿debería decir milenio?) Sarah ha logrado encantarnos con su polifacética voz y además, para que la música llegue a todos nuestros corazones, no debe haber barreras de todo tipo, incluyendo las que se ponen dentro del propio mundo de la música. (Acercarse a las arias de Puccini no debe ser difícil para nadie, saben.) Pero ella ha logrado eso y más. No hay mejor homenaje para ella que escuchar sus discos y deleitarse con cualquiera de sus canciones. Después de todo, la verdadera música -como ésta- nos hace palpar completamente el tiempo. ¿No es así?