martes, 8 de abril de 2008

Lonesome Traveller: E. M. Cioran

Hay autores que no deben leerse demasiado pronto, porque se incurriría en un doble riesgo: por un lado, que a la primera de cambios, nos desagrade y con la sola mención de su nombre nos dé un ataque, y por el otro, que lo admiremos en extremo, tanto en su vida como en su obra. En el caso del escritor francorrumano Emil Mihal Cioran, sí se presentan ambos casos, pero al final su obra, sea como sea, dice la última palabra. Veamos por qué.
Nacido en Rasinari, Rumania, el 8 de abril de 1911, en Transilvania, fue hijo de un sacerdote católico ortodoxo, a quien terminó por llevarle la contraria, debido a las heterodoxas inclinaciones tanto literarias como filosóficas. Shakespeare, Dostoievski, León Chestov y Georg Simmel fueron algunos de los autores que desencadenaron su pensamiento ulterior. Sin embargo, cuando muy joven, una situación fue la que definió todo: el insomnio y las "meditaciones" que éste conlleva; producto de ello fue su primer libro, donde su vida ya estaba más que escrita: En las cimas de la desesperación (Pe cûlmile disperarii), al que le siguió De lágrimas y de santos (Lacrimi si sfinti), los cuales generaron un enorme descontento tanto en el sector religioso (obviamente, el paterno) como en el ambiente laico (donde su madre tuvo un papel significativo). Fue la primera de muchas polémicas que suscitaría, mismas que lo acompañaron en su viaje a París, donde supuestamente haría estudios de Filosofía.
En la Ciudad Luz, hubo otro hecho capital que influiría sobremanera sus obras sucedáneas. El escritor franco-uruguayo Jules de Supervielle fue de los pocos amigos que lo motivó a adoptar el francés como lengua de escritura. (Decisión que nunca lamentó el rumano, como sabemos.) Producto de esa transición lingüística, fue el libro Breviario de podredumbre (Précis de decomposition), el cual trajo consigo una avalancha de reconocimientos, mismos que Émile Michel Cioran rechazó, por varias razones. En París, solamente tres cosas le generaban cierta satisfacción: vivir en una buhardilla de la Rue de L'Odéon, caminar todos los días por el Jardín de Luxemburgo (donde eran de antología sus discusiones con Jean-Paul Sartre), y el amor y la complicidad de su esposa, Simone Boué, maestra de inglés y quien cuidó de él hasta el último día.
Desencantado de todo (la política, la filosofía, incluso la historia, a la que llamó abominable Clío), sus aforismos y ensayos, amén de motivar nuevas e innecesarias discusiones, cuentan con la misma frescura con que fueron escritos. Del inconveniente de haber nacido (De l'inconvenient d'être né) e Historia y utopía (Histoire et Utopie) son ejemplo de ello. (En el segundo, de alguna forma previó la caída del bloque socialista; el ensayo "Rusia y el virus de la libertad" lo puede ejemplificar.) Para cuando estos libros empezaron a circular en Francia, dos admiradores y amigos suyos, la mexicana Esther Seligson y el español Fernando Savater, no dudaron en traducirlo. (Muchas generaciones aún lo agradecemos.)
Para mediados de los años 80, Cioran comenzó a ceder ante el encanto de las entrevistas, al igual que las ediciones de bolsillo de sus obras. (Desde su primer libro francés, la legendaria editorial Gallimard no ha dejado de publicarlo. ¡¡Y eso es mucho pedir!!) Sin embargo, el desencanto y la lucidez de sus temas aún conserva esa frescura y ese espíritu combativo que les dio origen. (No en balde, los lectores más frecuentes de su obra ¡¡son jóvenes universitarios!! Cuestión de enfoques.) Espíritu que, cabe decirlo, ha contado con las certeras opiniones de Eugène Ionesco, Samuel Beckett, Octavio Paz y el propio Savater.
Después de ponerse al tú por tú con el mundo, el tiempo, finalmente, lo avasalló, puesto que falleció el 20 de junio de 1995, víctima del mal de Alzheimer. (Un escritor con la mente lúcida hasta las últimas consecuencias, moría a causa de la demencia senil. Cosas de la vida.)
Hoy, siguiendo la línea cioraniana, no sólo celebramos el nacimiento de un escritor sin par (cosa que le disgustaría sobremanera), sino una obra que, as time goes by, se conserva viva y, si quiere, hasta algo profética. El mejor de todos los homenajes es leerlo, y aquí les dejo una muestra.
  • He decidido no detestar más a nadie desde que he observado que termino por parecerme a mi último enemigo. (Del inconveniente de haber nacido)
  • Sólo se escribe con pasión, con verdad, cuando se está acorralado. La mente trabaja bajo presión. En condiciones normales, permanece improductiva, se aburre y aburre. (Cuadernos 1957-1972).

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