miércoles, 30 de abril de 2008

La biblioteca y el museo del niño Ulises

Hace algunos días, cuando le presumía a nuestra Rosalía la carpeta que compré durante mi visita al IV Encuentro de Escritores Latinoamericanos en el Claustro de Sor Juana, ella, lapidaria, como siempre, me espetó una frase que resume toda la verdad: "oye, eres un niño, porque te engolosinas con los objetos". A decir verdad, coincido con esa frase, porque así es. Y procedo a explicarme.
Desde que tengo memoria, siempre he jugado con los objetos, desde los juguetes que religiosamente me dejaban los Santos Reyes cada 6 de Enero, pasando por las chacharitas que compraba tanto en la cooperativa de la escuela como afuera de ésta, hasta las cosillas que encontraba en los muebles que mi papá procedía a reparar con su épico oficio de carpintero. (Desde luego, no faltaron las opiniones que descalificaban ese interés.)
El primer lugar donde puse mis botines de guerra, fue el librero-cabecera que mi papá me hizo. Con pedazos de madera que sobraban de la carpintería, hacía edificios para ciudades invisibles, cuyos habitantes eran figuras de acción, llaveros, comics de La pantera rosa, Cantinflas y Sandybelle, hasta las cajas y envases de las medicinas que llevaba mi mamá, enfermera de temple también épico. Pasó el tiempo y los modelos a escala de importantes barcos de la historia, formaron parte de esa improvisada galería.
Desde el día en que tuve mi propia habitación, mis libreros siempre han jugado un importante papel dentro de mi postrero ser y hacer. Durante la huelga universitaria de 1999, me dediqué a viajar, pero también comencé religiosamente a formar mi biblioteca. De alguna forma, proseguía con el infantil empeño de coleccionar objetos, pero también engolosinarse con éstos. En la temporada de las ferias del libro (Minería, el Politécnico, Antropología), siempre aflora ese niño interior que llevo dentro y como si estuviese frente a un anaquel repleto de chocolates y/o juguetes, le daba gusto al gusto. (El niño de aquellos días, de ver mi colección privada, caería desmayado y pediría que lo llevara conmigo cuando las ferias del libro, al súper o, simplemente, a cascarear por el Centro Histórico, buscando compactos de música, carpetas escolares, muñequitas de colección, separadores, postales, y, desde luego, libros.)
Mientras escribo esto, contemplo una fotografía de cuando era niño y me pregunto si aún está acompañándome. No dudo que así sea y ello mantiene presente la capacidad de asombro cuando un objeto, sea cual sea, me genera interés. (Por ejemplo: un biberón, una muñequita de trapo, una campana, cromos con barcos, figuras de las películas Anastasia y Robots, una botellita de Coca-Cola, sin olvidarme del batallón de separadores para libro y las postales de variopinta materia, forman parte del imperio secreto que cuida religiosamente mi niño interior.) Además, bien lo decía Brancusi, "todo artista tiene un niño adentro" y cuando colecciona, guarda y reúne en un solo lugar el fruto de sus andanzas, todavía queda mucho por hacer, ¿no creen?

lunes, 28 de abril de 2008

Un marginal en el Claustro de Sor Juana

La semana pasada, tuve la fortuna de asistir al IV Encuentro de Escritores Latinoamericanos en la Universidad del Claustro de Sor Juana, dedicado a Octavio Paz y con el tema "Pasiones y obsesiones". Evento organizado, cabe decir, en el marco del Festival de México en el Centro Histórico. Del 24 al 26 de abril, varios escritores latinoamericanos leerían sus obras y disertarían sobre pasiones y obsesiones, según cómo ellos interpretan esto.
El primer día, quien escribe llegó después de la inauguración, pero estuvo muy a tiempo para escuchar la primera mesa, integrada por escritores de la talla de Jorge Volpi, Anamari Gomís, Eduardo Antonio Parra, Enzia Verduchi y el argentino Daniel Link. (Una mesa como anaquel de armería, es decir, que cada quien dispara por su lado. Cuestión de enfoques.) Al final, los escritores fueron abordados por la comunidad estudiantil del Claustro, quienes no dudaron en pedir el consabido autógrafo, la foto con el autor de su predilección e, inclusive, hasta pedir su e-mail, por si las moscas. (En lo personal, Anamari Gomís quedó conmocionada cuando le presenté mi ejemplar de Ya sabes mi paradero, al cual estampó una cálida pero sincera dedicatoria. Mil gracias.) Luego de toda esta primera parafernalia, tocó turno a la segunda mesa, donde el norteamericano Santiago Vaquera, el brasileño Alexandre Vidal-Porto y los mexicanos Rafael Lemus y Claudia Guillén, se lucieron de lo lindo. (De acuerdo con la programación del encuentro, estaba anunciada la presencia de Rosa Beltrán, pero nunca asistió. Cosas de la vida.) Después de toda esa avalancha de talentos y de obsesos metidos a ponentes en horas 24, tomé la imperiosa decisión de abandonar la universidad y dedicarme a buscar obras de los próximos expositores.
El viernes, como es natural en un servidor, llegué rayando el pavimento. A diferencia del día anterior (cuyas actividades se realizaron en el Patio de la Fundación), ahora se habían trasladado al sotocoro del Ex-templo de San Jerónimo, donde -se supone- está enterrada Sor Juana Inés de la Cruz. La mesa de turno merece, a mi juicio, la siguiente palabra: iconoclasta. El argentino Martín Kohan, el peruano Iván Thays, y los mexicanos José Ramón Ruisánchez -conductor del programa Entrelíneas, de canal 22-, Geney Beltrán y Jorge Fernández Granados, tuvieron el turno de contarnos sus pasiones y sus obsesiones. Solamente el texto de éste último, leído por Claudia Posadas, dejó maravillados a los estudiantes claustrianos, lo mismo que a quien escribe. (Cuando le compartí ese beneplácito, mientras firmaba mis ejemplares de Letras Libres donde se publicaron unos poemas suyos, agradeció sobremanera ese gesto. Su condición invidente, pero franca, cordial y sabia, me hizo recordar a otro gran Jorge, de apellido Borges.)
A las 2 p.m, Adolfo Castañón impartió una plenaria sobre Pasado en claro, de Octavio Paz, obra que conoció desde el primer momento de su impresión, cuando trabajaba en el Fondo de Cultura Económica. Castañón mostró a los asistentes la edición de lujo del poema paciano, hecha en un papel especial, color tierra, numerado y firmado por el autor, dentro de un estuche muy bonito. (No cabía duda de que Paz era muy cuidadoso con las ediciones de sus libros. Y con las ediciones especiales, nunca le falló el tino.)
Luego de un intermedio para comer, a las 4 p.m, comenzó la primera mesa de la tarde, conformada por los mexicanos Sealtiel Alatriste, José María Espinasa y Álvaro Enrigue, y la brasileña Daniela Abade. Después que los mexicanos leyeron sus escritos ex profeso, Abade contó sus experiencias como escritora en un mundo lleno de lenguas que se confunden entre sí. Para rematar esa idea, proyectó un fragmento de su videoblog donde sostuvo esa postura. (Al final de la mesa, primero me acerqué a ella para felicitarla por su exposición, pero también para preguntarle si ella era la protagonista de un filme brasileño, Dos perdidos en una noche sucia; se extrañó al oír eso y dijo que no. Bueno...) Saludé a Enrigue, quien me reconoció de inmediato; mientras eso sucedía, tuve una microplática con una estudiante del Claustro (recuerdo que se llamaba Deetta, nombre de origen yugoslavo, según recuerdo) sobre... Enrigue, para variar, y también para informarle que había un libro de Sealtiel Alatriste a la venta y editado por el Fondo, mismo que no tardó en comprar. Más allá de ello, rien ne va plus.
La última mesa vespertina tenía, taurinamente hablando, buen cartel, conformado por el guatemalteco Arturo Arias, el colombiano Darío Jaramillo Agudelo, y los mexicanos Heriberto Yépez, Ignacio Solares y Julieta García, bellísima como siempre. Jaramillo confesó que sus placeres son la lectura y la escritura, y sus obsesiones, apoyar a un equipo de soccer de Medellín, llamarle a su madre todos los días a las 7 p.m. y la puntualidad. Solares, por su parte, dedicó su intervención para hablar sobre la pasión por la corrección que tuvo Octavio Paz en vida. Cuenta que Paz leía los originales (que aparecerían en próximos números de la revista Plural) desde la primera letra hasta la última coma, sea en la comodidad de su departamento en Reforma, sea ¡¡por teléfono!! (¡¡Y aún así los corregía!!) Al final, me acerqué a la mesa para que Solares firmara mis libros, y luego abordé a Julieta para que hiciera lo propio sobre mis ejemplares de Letras Libres. Al comentarle que la escuchaba en 90 Kinkys, aquel legendario programa de radio donde ella alguna vez participó, simplemente se rió y sólo pudo darme las gracias. (Habrá un día, seguro.)
Al convivir entre escritores jóvenes y maduros, me sentía como aquellos primeros años en la carrera de Letras, cuando soñábamos con ser famosos, llenos de talento, entre otras cosas. Hacía tiempo que no estaba en estos ambientes, sin embargo, me sentía un outsider, perdido entre los habitantes de un país de opereta. (Así lo veía y no he cambiado al respecto.) Sólo el repentino (re) encuentro con Eunice Alpízar, quien trabaja ahora en el Pasaje Zócalo-Pino Suárez, me hizo sentir como en casa. De cualquier manera, no dejé de sentirme marginal.
[¿Asistiré al encuentro del año entrante? Seguro que sí, pero aún lo dudaría... Como siempre me decía una amiga historiadora, ahora madre de familia, el tiempo a veces no es nuestro. Pero hay que intentarlo, ¿no?]

miércoles, 23 de abril de 2008

Los 1001 libros del Primer Aniversario

Antes que nada, doy infinitamente las gracias a todas las personas que respondieron a la convocatoria para celebrar el Primer Aniversario de la fundación de la Nueva República de Babel. Aunque no están todos los que son, sí son todos los que están. (¿Lo dije o lo pensé?)
Sin embargo, como sé que este tipo de cosas motiva el enlace con los tiempos y las épocas, a medida que vayan llegando los listados restantes, se irán integrando a esta interminable lista, incluyendo algunos listados que formaron parte de un antiguo "ciberjuego" llamado Hacia la Nueva Biblioteca de Babel. (Ah, y he dejado para el final mi listado personal.) A todos ustedes, ¡¡muchas gracias!!


-Nora de la Cruz (Jefa del Cuerpo Diplomático Neobabélico)
1.- Las armas secretas, de Julio Cortázar. Creo que fue un libro que cambió mi forma de entender la literatura. Siempre que lo leo me sorprende de distintas formas.
2.- Un traje rojo para un duelo, de Elena Garro. Le dediqué dos años enteros de mi vida y lo volvería a hacer, porque estoy convencida de que es un libro olvidado y menospreciado.
3.- La Ilíada, de Homero. Para mí, contiene toda pasión humana. Es hermoso.
4.- Humillados y ofendidos, de Dostoievsky. Hay cosas más famosas en la producción de Dostoievsky, pero éste me parece uno de los libros más personales del autor. Ahí están muchos de sus complejos, sus rencores, su desprecio por la sociedad. Además, la escena inicial, en la que se retrata la última miseria de un ser humano, ya de por sí miserable, me parece de un patetismo impecable. Insuperable, acaso.
5.- Infancia, de Tolstoi. Los rusos fueron mis primeros libros de cabecera. Recuerdo haber leído esta obra de Tolstoi cuando era niña, y haber tenido la impresión de que el autor era, seguramente, un niño de mi edad. Así de auténtico es el retrato que hace Tolstoi del espíritu infantil.
6.- Ficciones, de Borges. Lo que me hace sentir Borges con su precisión, con su simetría, con su curiosidad insondable y su asomo a lo infinito, es indescriptible. Este libro es obligatorio para todo aquél que quiera conocerlo.
7.- Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez. Cuando terminé de leerlo, quería besarlo. No más comentarios.
8.- El reino de este mundo, de Alejo Carpentier. Uno de los textos que más me han impresionado en mi vida. Cuando tengo que regalar un libro siempre elijo ése.
9.- El principito, de Antoine de Saint-Exupery. Me recuerda el placer de leer que sólo se siente en la infancia.
10.- El loco, Khalil Gibrán. Fue el primer libro que leí en mi vida. Recuerdo que cuando lo terminé pensé que ser escritor parecía muy fácil, así que escribí mi propio tomo de parábolas. Se lo vendí a mi papá. Veinte años después, no he logrado escribir nada que me guste, pero gracias a Khalil Gibrán comencé a intentarlo.
-Daniela Sandoval (Consejera Corresponsal)
1. Los nueve libros de la historia, de Heródoto
2. 1984 de Georg Orwell
3. Los recuerdos del porvenir de Elena Garro
4. El llano en llamas de Juan Rulfo
5. La insoportable levedad del ser de Milan Kundera
6. Apologie pour l'Histoire de Marc Bloch
7. Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez
8. Querido Diego te abraza Quiela, de Elena Poniatowska
9. El Diosero, de Francisco Rojas González
10. Rayuela, de Julio Cortázar
(Ésa es mi lista, creo que solo los primeros 5 van en orden después están como se me vinieron a la mente... quizá el de Marc Bloch merezca un tercer lugar... lo siento, la historia me gana, ja ja ja!!)
-Elisa Cuevas (Consejera Numeraria)
Están en desorden, porque no puedo decir cuál es el preferido por encima de todos. Más bien los puse en orden cronológico, según los fui leyendo durante los primeros años de mi vida de lectora que comenzó alrededor de los once años cuando leí por primera vez María de Isaccs y Crónicas Marcianas (éste último fue un libro que me impactó muchísimo pues a los once años de edad yo veía el año 2000 y el avance tecnológico como algo lejanísimo...) Aquí van pues, me faltaron muchísimos.
1. Crónicas Marcianas de Ray Bradbury.
2. Demian de Hermann Hesse.
3. Marianela de Benito Pérez Galdós
4. El hombre de la situación de Manuel Payno
5. Los hijos de Sánchez de Oscar Lewis
6. Crimen y castigo de Fedor Dostoievski (por cierto que hay muchas formas de grafía de este nombre y apellido)
7. Cantar de ciegos de Carlos Fuentes
8. Rojo y Negro de Stendhal
9. El Laberinto de la soledad de Octavio Paz
10. El libro de la risa y el olvido de Milan Kundera
11. La Cueva de Saramago
12. Las preciosas ridículas de Molière
13. Romeo y Julieta de Shakespeare
14. El Quijote de la Mancha de Cervantes
(Y me faltaron Rabindranath Tagore, Tolstoi, los sociólogos clásicos, los politólogos clásicos, los economistas clásicos, etc. etc.)
-Paulina Martínez (Consejera Decana)
1. El mundo de Sofía de Jostein Gaarder.
2. El general en su laberinto de Gabriel García Márquez.
3. Ayer en México, una crónica de la revolución de John W. F. Dulles.
4. La saga Harry Potter de J. K. Rowling. (Especialmente El prisionero de Azkaban y La orden del Fénix, pero mmm… como es muy difícil decidirme, mejor anexar toda la colección.)
5. La reina del sur de Arturo Pérez-Reverte.
6. Corazón tan blanco de Javier Marías.
7. Cuando fui mortal de Javier Marías.
8. Como agua para chocolate de Laura Esquivel y Mientras ellas duermen de Javier Marías.
9. Ojerosa y pintada de Agustín Yáñez.
10. Noticias del Imperio de Fernando del Paso.
-Patricia Montoya (Consejera Numeraria)
1. Los Hermanos Karamazov (Fedor Dostoievski)
2. Humillados y Ofendidos (Fedor Dostoievski)
3. A sangre fría (Truman Capote)
4. La perla (John Steinbeck)
5. Crimen y Castigo (Fedor Dostoievski)
6. El laberinto de la Soledad (Octavio Paz)
7. La Región más transparente (Carlos Fuentes)
8. Tiempo mexicano (Carlos Fuentes)
9. Nuevo tiempo mexicano (Carlos Fuentes)
10. El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha (Miguel de Cervantes)
(Estos son los primeros que se me vinieron a la cabeza, y todos ellos me dejaron profunda impresión.)
-Omar Pérez Olvera (Asesor Ciudadano)
1. La ciencia de la supervivencia de L. Ronald Hubard proque me ha enseñado a disfrutar la vida y a lograr metas fácilmente (aunque éste porque se aplica a todos sus libros)
2. El Quijote (omito el nombre completo) de Cervantes por el afán de lucha y búsqueda del sueño de un personaje sumido en un mundo decadente.
3. Espadas como labios de Vicente Aleixandre por sus imágenes inusitadas y su forma de concebir el mundo tan distinta a otros poetas.
4. En la masmédula de Oliverio Girondo por la manera de transmitir sensaciones sin imágenes, sólo con el lenguaje.
5. El aleph de Borges por sus enseñanzas sobre el universo.
6. La peste de Albert Camus porque evidencia la apatía con que se vive y motiva a vivir sin estar dormidos.
7. Nadie encendía las lámparas de Felisberto Hernández porque manifiesta la mirada de un poeta en narrativa.
8. Cartas de Abelardo y Eloísa por expresar la lucha por la conjugación de mente/corazón.
9. Las diecinueve tragedias de Eurípides porque exaltan mejor que ningún otro pasiones humanas.
10. Muerte sin fin de José Gorostiza por dar una explicación de nuestra relación con dios, la muerte y la vida.
-Irma Hernández Bolaños (Consejera Decana)
Para entretener:
-Drácula (Bram Stocker)
-El perfume (Patrick Süskind)
-El retrato de Dorian Grey (Oscar Wilde)
-Fausto (J. W. Goethe)
-Doce cuentos peregrinos (Gabriel García Márquez)
-El amante de lady Chatterley (D. H. Lawrence)
-Un mundo feliz (Aldous Huxley)
-El gran Gatsby (F. Scott Fitzgerald)
-El último Catón (Matilde Asensi)
-La historiadora (Elizabeth Kostova)
Para admirar:
-Comunidades imaginadas (Benedict Anderson)
-La evolución política del pueblo imaginado (Justo Sierra)
-Los hombres que disperso la danza (Andrés Henestrosa)
-Juárez bajo el pincel de la oposición (AA. VV.)
(…y muchos, muchos, más.)
-Laura Cabrera (Consejera Decana)
1. Ernesto Sabato. Sobre héroes y tumbas.
2. Ernesto Sabato. Abaddón el exterminador.
3. Javier Marías. Vida del fantasma.
4. Juan Benet. Volverás a Región.
5. Jorge Ibargüengoitia. Los relámpagos de agosto.
6. Gabriel García Márquez. Cien años de soledad.
7. Víctor Hugo. Los miserables.
8. José Saramago. El hombre duplicado.
9. José Donoso. Donde van a morir los elefantes.
10. Balzac. La tragedia humana.
11. Carlos Fuentes. La región más transparente.
12. Mario Benedetti. Buzón de tiempo.
13. Mario Benedetti. La tregua.
14. Lewis Carroll. Alicia en el país de las maravillas.
15. Fernando Vallejo. La virgen de los sicarios.
16. Elena Garro. Los recuerdos del porvenir.
17. Miguel Delibes. Cinco horas con Mario.
18. Herman Hesse. Demian.
19. Borges. El Aleph.
20. Eliseo Alberto. La eternidad por fin comienza un lunes.
21. Eugenio Aguirre. Gonzalo Guerrero.
22. Laura Restrepo. Delirio.
23. Eduardo Mendoza. El último trayecto de Horacio Dos.
24. Fernando Vallejo. El desbarrancadero.
25. Rosa Montero. La loca de la casa.
-Eleutheria Lekona (Consejera Corresponsal)
1. Alicia en el país de las maravillas y Alicia a través del Espejo de Lewis Carroll. Los considero un solo libro, porque –de hecho- vienen en combo; compras uno y ya tienes el otro. Es un libro estupendo en la tradición del nonsense inglés, repleto de argumentos absurdos en una lógica impecable que, además, nos remite al amable mundo de los niños.
2. Ariel de Sylvia Plath. En los cantos de Sylvia Plath encuentro ecos de mi propia voz. Celestial voz femenina, personal mirada de concebir el mundo, de matizarlo y hacerlo inmensamente singular y, al mismo tiempo hermoso a pesar de la acechante muerte. Eso es Sylvia Plath.
3. Boquitas Pintadas. Manuel Puig. Creo que este es un libro fascinante de entre la literatura argentina. El título en sí mismo es digno de aparecer en cualquier Biblioteca Virtual.
4. La Broma, Milan Kundera. Este libro para mí fue un descubrimiento: como literatura, como pensamiento absoluto que se yergue frente al mío todavía inexperto, como el encuentro con lo europeo y el encuentro con la nostalgia, con la música, con el indiscutible arte literario.
5. Cartas a un joven poeta, Rainer Maria Rilke. Lo incluyo porque nadie como Rilke para, pretextando poesía, abarcar lo que le es esencial al hombre en un texto tan corto.
6. Las Ciudades Invisibles de Italo Calvino. No sólo porque es esencial a los arquitectos, sino a todos aquellos que amamos las más exóticas y laberínticas formas capaces de ser imaginadas. Definitivamente, de no haber escrito Calvino este texto, algún otro loco lo hubiera escrito y –me atrevería a decir- con un abanico de ciudades aún más variado.
7. La Condesa Sangrienta, Alejandra Pizarnik. Además de que cuenta con epigramas estupendos, es un extracto de la tradición literaria que engloba tanto a Samuel Taylor Coleridge, Joseph Sheridan Le Fanu con su Carmilla, Lautremont, Gautier, Stoker, Valentine Penrose, Sade y todo cuanto amante del sadismo y de la perversión hay en el mundo. Un libro exquisito.
8. Crimen y Castigo, Fiódor Dostoyevski. Por el Raskolnikov que todos llevamos dentro aun cuando, incluso, algunos lo ignoran. Yo a Raskolnikov le reconocí de inmediato, como reflejo mío y de una sociedad absolutamente tanatoide.
9. Cuentos, crónicas y ensayos, de Manuel Gutiérrez Nájera. Otro pequeño cruel. Relatos amargos y románticos, atisbando siempre presagios y precisas maneras de decir las cosas. Y todo eso lo hace aún más magnificente cuando descubres que se trata del universo de un mexicano del siglo XIX hundido hasta las cachas en un romanticismo finisecular tardío.
10. Ejercicios de Admiración y otros textos, Emil Mihal Cioran. Cada uno de los textos anunciados en el título constituye un delirante encuentro con lo más lúcido de la mente de un hombre que lo fue siempre. Allí, incluso, yace el texto más lírico que haya escrito este hombre del que siempre se sospechó amor.
11. Eureka, Edgar Allan Poe. A veces, quizá en medio de la euforia, me he atrevido a pensar que no ha habido hombre más erudito que Edgar Allan Poe sobre la faz de la Tierra. Ni siquiera Borges logra escudriñar la sucesión de las cosas como este miserable hombre que, sin embargo, nos legó historias fantásticas entretejidas con verdades ineludibles. Eureka recoge bastante del pensamiento científico-racional de aquella época: esa sed del hombre por lograr asertos. Un tratado a la vez gnoseológico y cosmológico a través de un recorrido en la evolución del conocimiento como actitud y aptitud en el hombre; empezando con los griegos y su simbolismo-misticismo, pasando por Euclides, Kepler hasta llegar al positivismo, esa verbalización del pensamiento científico.
12. Las Flores del Mal, Charles Baudelaire. Tal vez porque es el poeta de lo que, con él, se nos ha insistido en llamar malditos (sin quitarle créditos a Verlaine).
13. Frankenstein, Mary Shelley. Este libro es una obra que expone con una terrible y devastadora humildad las grandes contradicciones de la naturaleza humana. Más allá de lo inocentes que puedan ser algunas situaciones –como que Víctor Frankenstein deje a la recién consorte sola y disponible al monstruo infernal- las cavilaciones del monstruo junto con las descripciones de los paisajes son dignas de páginas inmortales en mi mente.
14. Lestat, Anne Rice. Aun a sabiendas de que la inclusión de este título en mi lista, resta mis probabilidades de ser ganadora de uno de tus tesoros, lo incluyo sin miramientos porque es mi best seller favorito.
15. El Lobo estepario, Hermman Hesse. Hallazgo capital que dejó en mí, en simiente, la conciencia de que la existencia, aun siendo ruinosa, encuentra bríos y satisfacción en tal ruindad. El relato de Hesse es un viejo risco del cual es posible saltar al fondo del mar. Para mí, es una obra fundamental en la tradición del existencialismo.
16. Matemáticas e Imaginación, Vols. I y II, Kesner, Newman. Si no hay un libro de matemáticas en una biblioteca, se corre el riesgo de que cuando se acabe el mundo y lleguen los extraterrestres no se sepa de qué éramos capaces los humanos ;-) Ya en serio, recoge varios de los tópicos más apasionantes de las Matemáticas: topología, curvas fractales, geometrías no euclidianas, números trascendentes (π, e, etc.), cambio y mutabilidad (cálculo para los colegas) y la más hermosa de todas las teorías abstractas: los números transfinitos de Georg Cantor y con ello, el arribo de una teoría que le vino a dar, de una vez por todos, rigor a todo aparato matemático, sí, la teoría de conjuntos.
17. Mihailo, Dolores Palá. El sucedáneo obligado de Cumbres borrascosas de E. Brönte cuando el mundo se me antoja lejano, gris, mutable. Entonces tomo esa novela que es de amor y tras la lectura, el mundo se me confirma como algo lejano, gris, mutable.
18. Mujer que sabe latín, Rosario Castellanos. Porque si de ensayistas se trata, coloco a esta escritora junto a Paz, Revueltas, Sontag, Montaigne, Heidegger y todo cuanto filósofo me pongan enfrente. Si como dice el prólogo al libro de Elizondo, el ensayo tiene como implícita misión el suministrarnos de concepciones inteligentes, basta con estos ensayos para comprender qué es la inteligencia.
19. El Origen de la Tragedia, F. W. Nietzsche. No me he cansado de decirlo, todo el desarrollo posterior de la filosofía Nietzscheana se atisba, en embrión, en este texto y qué mejor forma de anunciarla que a través del arte.
20. El Principito. Antoine de Saint-Exúpery. Oh, el más bello de todos los libros. Porque en él, es cierto, yace el ser de un niño.
21. Religión y Ciencia, Bertrand Russell. De entrada, en mi biblioteca personal no puede faltar una obra de uno que es uno de mis grandes personajes: Bertrand Russell, filósofo y matemático, egresado de Cambridge y perteneciente al círculo vienés, amante de la heráldica, el mar y las matemáticas (¿puede uno amar algo más en esta vida?) y, por si fuera poco, heredero de la tradición ensayista inglesa; me refiero a John Locke y David Hume. Poseedor de una mente absolutamente lógica y racional como para exponer argumentos a prueba de la antítesis más férrea. Y este ensayo, “Religión y Ciencia”, buena falta le hace a las generaciones actuales que, ávidas de espiritualidad y fe, andan queriendo casarse con las falaces doctrinas de las corrientes nuevarenses. Hace falta abogar por el juicio racional y entender la evolución e historia de la religión frente a la ciencia y, viceversa.
22. El Silmarillion, Tolkien. Después de todo, le agradezco a Peter Jackson popularizar un hallazgo que, de hecho, le pertenece a este hombre sin mote, llamado Jorge Luis Borges. Narraciones etéreas de una mente reservada.
23. Sobre la teoría de la relatividad especial y general, Albert Einstein. Es una obra capital del pensamiento. Se trata de entender, en palabras de Albert Einstein, que su teoría de la relatividad general –sí, esa que se vale de las geometrías no euclidianas- demuestra que el espacio es curvo. ¡¡¡Nos está diciendo cuál es la forma de nuestro Universo!!!
24. El Tambor de Hojalata, Günter Grass. La novela contemporánea, el personaje enrarecido, la prosa soberbia, la historia alemana, el tono sardónico. Óscar Matzerath Bronski, inmortal entre los inmortales.
25. Werther (y no "Las cuitas del joven Werther", a fin de que no se quede sola la W), J. W. Goethe. Por Dios, éste es todo el romanticismo expuesto por una de los pocos espíritus no dionisíacos; el romanticismo que algún día destiló la pluma clasicista de Goethe en una narración que le pertenece indiscutiblemente.
-Ulises Velázquez (Presidente Vitalicio de la N.R.B.)
1. El principito (Antoine de Saint-Exupéry) El primero que leí y el primero al que vuelvo. Tratar de explicarlo, sería pecar de exageración.
2. Enseres para sobrevivir en la ciudad (Vicente Quirarte) El perfecto manual para el escritor en ciernes.
3. Los tambores de Calderón (Jean Meyer) De cómo la Historia y la novela se hacen una para contar una historia.
4. Sostiene Pereira (Antonio Tabucchi) El compromiso toral, antes que con las palabras, con los sentimientos.
5. El cartero de Neruda (Antonio Skármeta) El aprendizaje de la poesía y de la vida en una misma circunstancia.
6. Del inconveniente de haber nacido (E. M. Cioran) El desconcierto del mundo visto a través de una mirada sardónica y avinagrada.
7. Mexicanos eminentes (Enrique Krauze) Una galería de figuras preponderantes en la historia mexicana.
8. Los pegasos de la memoria (Beatriz Escalante) De cómo la invención se une con la intención, es decir, ensayos que apelan a la inteligencia del lector.
9. Cultura y política en el México posrevolucionario (Javier Garciadiego) La historia cultural de un México a cuya prosapia rinde la más sincera pleitesía.
10. Toda la saga de Maqroll el gaviero (Álvaro Mutis) Tanto en poesía como en novela, vivir y sufrir con Maqroll el gaviero es un breviario de enseñanzas y es un largo aprendizaje por los senderos de la vida.

miércoles, 16 de abril de 2008

Jean Meyer visita la FES-Acatlán

Después de casi tres años de labor de convencimiento y de algunos gratos encuentros tanto en la Academia Mexicana de la Historia como en la Biblioteca Lerdo de Tejada, la visita del historiador franco-mexicano Jean Meyer a nuestra FES-Acatlán (UNAM) ya es toda una realidad. El pretexto idóneo: impartir la conferencia magistral La Cristiada, ¿ochenta años después?
Cerca de las 12 p.m de hoy, don Jean llegó a tierras acatlecas acompañado por su colega y amiga Martha Loyo, investigadora en este peculiar campus. Meyer llevaba consigo una maleta de viaje, repleta de cuadernillos sobre la Cristiada en México, y por ejemplares de la revista Istor, publicada por la División de Historia del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) donde es profesor-investigador; mismos que puso a disposición del público asistente.
Alrededor de las 12:15, Meyer comenzó su conferencia magistral, la cual tuvo como sustento gráfico una serie de fotografías que fue explicando detenidamente a medida que el aparato de power point lo permitía. De entre todas las fotografías, destacaban algunas donde se ponía de manifiesto la religiosidad del pueblo que estuvo dentro del movimiento cristero. Además, aprovechando la logística del momento, compartió con el público asistente una grabación de un sobreviviente de la Cristiada. (Cabe notar que, aunque la grabación original se hizo en cinta de carrete, su traslado a formato digital permitió mayor fidelidad al sonido.) Entre explicaciones fotográficas y el testimonio grabado de uno de sus informantes, transcurrieron las dos horas programadas para el desarrollo de la conferencia. Al final de ésta, el espacio dedicado para responder preguntas del público, no se hizo esperar. (Y con una moderadora de lujo como Rosalía Velázquez Estrada, ¡¡mejor aún!!) De entre todas las preguntas hechas al Dr. Meyer, destaca la intervención del Dr. Raymundo Ramos, quien además de felicitarlo por tan genial conferencia, compartió con él su simpatía por la literatura cristera, ante lo cual, Meyer le confió una anécdota de Juan Rulfo, quien le ayudó mucho cuando don Jean se lanzó al estudio del movimiento cristero. Luego de semejantes preguntas -con sus edificantes respuestas, claro está-, concluyó la conferencia, para dar paso a la firma de libros y cuadernillos del público.
Después de las 3 p.m, el comité organizador llevó a Meyer a comer a un restaurante cerca de allí. El Dr. Guillermo González Rivera, coordinador de Posgrado; Martha Loyo, Rosalía Velázquez, Pilar Barroso, jefa de la sección de Historia; y un servidor convivimos con él durante varias horas, en las cuales se habló de todo: historia, política, memorias familiares, literatura, etc., muy bien acompañado por un exquisito menú gourmet-gourmand, que encantó a todos. Cerca de las 5:30 p.m, el Dr. González emprendió la retirada, debido a sus ocupaciones administrativas. Y como número final, durante la hora del postre, Rosalía y quien escribe ofrendamos nuestra admiración obsequiándole nuestros trabajos: ella, su México en la mirada de John Kenneth Turner (libro que dictaminó Martha Loyo, por cierto), y un servidor, su artículo sobre Andrés Iduarte, publicado en el #93 de El Búho. Agradeció tan singular y sincero gesto de ambos y, junto con Martha, emprendió el camino de regreso a casa. Me despedí de él con la esperanza de (re) encontrarnos en la Academia Mexicana de la Historia, donde comenzó esta historia. (En septiembre, cuando la ceremonia de ingreso de Javier Garciadiego, seguramente.)
Y ¿cuándo vendrá nuevamente a estos lares? Seguro en 2010, pero eso es punto y aparte, ¿no es así, Martha y Rosalía?
Merci beaucoup, don Jean!!!

sábado, 12 de abril de 2008

Discurso del Primer Aniversario

Ericka Mildred Aguilar,
Presidenta en Turno saliente del Consejo Femenino de Gobierno
Ana Cárdenas,
Presidenta en Turno entrante del Consejo Femenino de Gobierno
Ernesto González Rubio,
Director de la Junta de Asesores Ciudadanos
Leyvi Castro,
Presidenta del Comité Organizador para los festejos del Primer Aniversario
Rosalía Velázquez,
Consejera y archidecana de la cliocracia babélica
Nora de la Cruz,
Jefe del Cuerpo Diplomático Neobabélico

Ciudadanas y habitantes:

Hace un año, la convivencia multidisciplinaria y las gratas coincidencias entre colegas y amigos, aún no hallaban seguro puerto donde plasmarse. Gracias a la primera temporada del Coloquio Letras de la historia e Historia de las letras, ahora es una realidad; virtualmente hablando, claro está, debido a la multiplicidad de la Súper carretera de las Informaciones.
Como Presidente Vitalicio de la Nueva República de Babel, he cumplido en buena parte con los postulados del Acta Fundacional, como dejar que todas las áreas con ciertas coincidencias, sea culturales, sea de entretenimiento, hallan encontrado en esta eutopía en red un seguro puerto de llegada. Arquitectos, diseñadoras gráficas, lingüistas, comunicadoras, historiadoras, etc., ahora se sientan a la mesa donde los viajes (internos y exteriores) siempre ilustran y para un servidor, son objeto de mi más sincera admiración. Ojalá que en lo sucesivo se generen nuevos y mejores puntos de encuentro.
Cuando nació a la vida virtual de la Internet, la NRB comenzó con sólo diez consejeras, número que, un año después, se triplicó, y orilló la reestructuración del Consejo Femenino de Gobierno, máximo órgano rector neobabélico. (En este punto, se cumplió sobremanera el punto número cinco del Acta Fundacional: la ginecocracia como nueva utopía.) Sin embargo, fue necesaria la creación de la Junta de Asesores Ciudadanos, para equilibrar funciones. Aún así, sus propuestas, comentarios e ideas siempre tendrán cabida aquí.
Ahora bien, y como Primer Mandatario Neobabélico, tengo el honor de anunciar lo siguiente:
  1. A partir de hoy, el número de Consejeras Decanas aumenta, de cuatro integrantes a siete, cuyas nuevas vacantes serán ocupadas por las historiadoras Irma Hernández Bolaños y Paulina Martínez Gutiérrez, y la comunicadora Leyvi Castro, quienes ya dejarán su caracter numerario. Espero que su sabia dirección, al igual que sus compañeras, dé más luz al sendero de la Nueva República. ¡¡Muchas gracias!!
  2. La Junta de Asesores Ciudadanos aumenta a diez miembros, con el ingreso del arquitecto Juan Luis Rodríguez Parga, de quien esperamos que su estancia en la NRB sea de lo más gratificante. ¡¡Bienvenido, Juan Luis!!
  3. Con motivo de este Primer Aniversario, hago público el nombramiento de Nora de la Cruz como Jefa del Cuerpo Diplomático de la NRB, al cual se integran desde hoy el historiador Pablo Serrano, a quien designo Embajador Neobabélico Colimense; el escritor Roberto López Moreno, Diplomático Cecalameca Nefelibata; el fotógrafo Carlos Domínguez, y, por último, Ximena Ganado Velázquez, Embajadora ballerina en Inglaterra.
  4. A sugerencia de Leyvi Castro y Rosalía Velázquez, otorgo la carta de ciudadanía neobabélica a Marcos Morales y Gabriela García, y nombro como Consejeras Honorarias a las historiadoras Ascensión Hernández Triviño y Martha Loyo.
Por último, y a nombre de las treinta consejeras, los diez asesores y del mío propio, deseo que éste sea el primero de muchos aniversarios y que ojalá el tiempo nos coloque en un buen lugar. A todos ustedes,
¡¡muchísimas gracias!!
Atte.
Ulises Velázquez,
Presidente Vitalicio de la Nueva República de Babel

martes, 8 de abril de 2008

Lonesome Traveller: E. M. Cioran

Hay autores que no deben leerse demasiado pronto, porque se incurriría en un doble riesgo: por un lado, que a la primera de cambios, nos desagrade y con la sola mención de su nombre nos dé un ataque, y por el otro, que lo admiremos en extremo, tanto en su vida como en su obra. En el caso del escritor francorrumano Emil Mihal Cioran, sí se presentan ambos casos, pero al final su obra, sea como sea, dice la última palabra. Veamos por qué.
Nacido en Rasinari, Rumania, el 8 de abril de 1911, en Transilvania, fue hijo de un sacerdote católico ortodoxo, a quien terminó por llevarle la contraria, debido a las heterodoxas inclinaciones tanto literarias como filosóficas. Shakespeare, Dostoievski, León Chestov y Georg Simmel fueron algunos de los autores que desencadenaron su pensamiento ulterior. Sin embargo, cuando muy joven, una situación fue la que definió todo: el insomnio y las "meditaciones" que éste conlleva; producto de ello fue su primer libro, donde su vida ya estaba más que escrita: En las cimas de la desesperación (Pe cûlmile disperarii), al que le siguió De lágrimas y de santos (Lacrimi si sfinti), los cuales generaron un enorme descontento tanto en el sector religioso (obviamente, el paterno) como en el ambiente laico (donde su madre tuvo un papel significativo). Fue la primera de muchas polémicas que suscitaría, mismas que lo acompañaron en su viaje a París, donde supuestamente haría estudios de Filosofía.
En la Ciudad Luz, hubo otro hecho capital que influiría sobremanera sus obras sucedáneas. El escritor franco-uruguayo Jules de Supervielle fue de los pocos amigos que lo motivó a adoptar el francés como lengua de escritura. (Decisión que nunca lamentó el rumano, como sabemos.) Producto de esa transición lingüística, fue el libro Breviario de podredumbre (Précis de decomposition), el cual trajo consigo una avalancha de reconocimientos, mismos que Émile Michel Cioran rechazó, por varias razones. En París, solamente tres cosas le generaban cierta satisfacción: vivir en una buhardilla de la Rue de L'Odéon, caminar todos los días por el Jardín de Luxemburgo (donde eran de antología sus discusiones con Jean-Paul Sartre), y el amor y la complicidad de su esposa, Simone Boué, maestra de inglés y quien cuidó de él hasta el último día.
Desencantado de todo (la política, la filosofía, incluso la historia, a la que llamó abominable Clío), sus aforismos y ensayos, amén de motivar nuevas e innecesarias discusiones, cuentan con la misma frescura con que fueron escritos. Del inconveniente de haber nacido (De l'inconvenient d'être né) e Historia y utopía (Histoire et Utopie) son ejemplo de ello. (En el segundo, de alguna forma previó la caída del bloque socialista; el ensayo "Rusia y el virus de la libertad" lo puede ejemplificar.) Para cuando estos libros empezaron a circular en Francia, dos admiradores y amigos suyos, la mexicana Esther Seligson y el español Fernando Savater, no dudaron en traducirlo. (Muchas generaciones aún lo agradecemos.)
Para mediados de los años 80, Cioran comenzó a ceder ante el encanto de las entrevistas, al igual que las ediciones de bolsillo de sus obras. (Desde su primer libro francés, la legendaria editorial Gallimard no ha dejado de publicarlo. ¡¡Y eso es mucho pedir!!) Sin embargo, el desencanto y la lucidez de sus temas aún conserva esa frescura y ese espíritu combativo que les dio origen. (No en balde, los lectores más frecuentes de su obra ¡¡son jóvenes universitarios!! Cuestión de enfoques.) Espíritu que, cabe decirlo, ha contado con las certeras opiniones de Eugène Ionesco, Samuel Beckett, Octavio Paz y el propio Savater.
Después de ponerse al tú por tú con el mundo, el tiempo, finalmente, lo avasalló, puesto que falleció el 20 de junio de 1995, víctima del mal de Alzheimer. (Un escritor con la mente lúcida hasta las últimas consecuencias, moría a causa de la demencia senil. Cosas de la vida.)
Hoy, siguiendo la línea cioraniana, no sólo celebramos el nacimiento de un escritor sin par (cosa que le disgustaría sobremanera), sino una obra que, as time goes by, se conserva viva y, si quiere, hasta algo profética. El mejor de todos los homenajes es leerlo, y aquí les dejo una muestra.
  • He decidido no detestar más a nadie desde que he observado que termino por parecerme a mi último enemigo. (Del inconveniente de haber nacido)
  • Sólo se escribe con pasión, con verdad, cuando se está acorralado. La mente trabaja bajo presión. En condiciones normales, permanece improductiva, se aburre y aburre. (Cuadernos 1957-1972).