martes, 14 de agosto de 2007

Clío también es una telenovela

La semana pasada concluyó con la muerte del actor y productor televisivo Ernesto Alonso, artífice de la telenovela en México. Y es un hecho meramente lamentable porque muere con él no sólo una tradición, sino también un inigualable estilo de hacer televisión, que alcanzó la cúspide con un preclaro ejemplo: la telenovela histórica, que no se debe confundir con la telenovela de época. (La toral diferencia entre una y la otra es que la primera se limita a recrear un suceso histórico con la mayor fidelidad posible, siempre y cuando no se pique de exageración ni de superficialidad, mientras que la segunda, con base a un tiempo determinado, se cuenta una historia por completo ficticia. Comparar, por ejemplo, Senda de gloria con Amor real raya en el nivel de la estupidez. Y aunque Carla Estrada intente seguirle la huella a don Ernesto, por más que lo haga, nunca llenará -¡¡ni con chochos!!- el inmenso hueco que dejó el Señor Telenovela.) Pero volvamos al camino por andar.
En 1952, el primer encuentro de Ernesto Alonso con la telenovela histórica se concretó gracias a su primer trabajo en torno a la figura de Sor Juana Inés de la Cruz. Por desgracia, no pasó de ser una ilustración cual estampita de papelería. Y siguió adentrándose por los senderos de Clío, con producciones más decorosas como Carlota y Maximiliano, Los Caudillos, La Constitución (donde consta la única actuación de María Félix en la pantalla chica) y El Carruaje (recién exhumada el año pasado por el fervor juarista). Todo esto entre las décadas de los 60 y 70: período que marca su primera época de telenovela histórica, misma que tuvo una extraña consecuencia: se desataron opiniones adversas -provenientes de altos mandos, regularmente- en torno a Carlota y Maximiliano, y la opción para equilibrar la balanza fue el posterior y casi inmediato estreno de El Carruaje, para quitarle el cochambre a un importante prócer. Cuestión de enfoques.
La segunda época (y la más gratificante de todas) surgió en 1987 con el estreno de Senda de gloria. La trama inicia en los úlitmos años de la Revolución mexicana (la Constitución de 1917 y los asesinatos de Zapata, Carranza y Villa) y termina con la expropiación petrolera decretada por el presidente Lázaro Cárdenas en 1938. Veinte años en la vida de los Álvarez, protagonistas de la serie, sí son algo. (Muchos de los que fuimos niños en aquellos años, supimos lo que era la historia de México gracias a esa producción, cuyo guión contó con el talento del dramaturgo Miguel Sabido y del poeta Eduardo Lizalde. Además, el tema de entrada, compuesto por Osni Cassab, siempre lo recordaremos.)
Tras varios años de absoluta discreción, en 1993 sale al aire la producción -hasta ese momento- más ambiciosa del teledrama histórico: El vuelo del águila, centrada en la vida y obra de Porfirio Díaz. Las polémicas no se hicieron esperar, por una o por otra cosa. (Lo dejo a su conciencia.) El guión contó con la maestría de dos historiadores importantes: Fausto Zerón-Medina y Enrique Krauze, cuyo primer volumen de su Biografía del poder fue el punto de partida. Innegable olvidar las magistrales actuaciones de Humberto Zurita y de Manuel Ojeda como Porfirio Díaz en sus distintas épocas; sin dejar a un lado las participaciones de Jacqueline Andere, Diana Bracho, Alma Delfina, Claudio Brook, y hasta una menos ostentosa Salma Hayek, por mencionar algunos. Y si le sumamos el encanto del legendario Enrique Rocha al narrar cada capítulo y la magistral música incidental compuesta por Daniel Catán, no negaremos que fue una telenovela inolvidable.
Se cierra una época de bonanza televisiva con La antorcha encendida, donde Ernesto Alonso retoma la guerra de Independencia como eje temático. (Por mucho superó a Los Caudillos, gracias a la pericia de los historiadores Fausto Zerón-Medina, Carlos Herrejón y Jean Meyer -cuyos Tambores de Calderón sí que tuvieron buena vela en ese entierro- y a los adelantos tecnológicos en materia de producción televisiva.) Sin embargo, de las tres que conforman el terceto narrativo, fue la menos lograda, porque aún con los adelantos técnicos y la buena pluma de sus asesores, no era meramente creible recrear los últimos años del siglo XVIII y los primeros del XIX. Pero la peculiar partitura de Jorge Avendaño Luhrs corrió con un poco más de suerte. Cosas que pasan.
Hasta la fecha, la televisora de San Ángel no ha retomado el concepto de la telenovela histórica por lo accidentado de sus costos y por un interés exagerado por darle cuerpo a sus noticiarios. Sin embargo, y gracias a la maravilla del dvd, los que fuimos niños cuando Senda de gloria y jóvenes con El vuelo del águila y La antorcha encendida, podemos volver a esos tiempos las veces que se quiera. Ah, y porque la historia está cada vez más viva, sea como sea. Y si gracias al encomiable trabajo de don Ernesto Alonso, muchas personas se adentran en el estudio de la historia, entonces él ya puede descansar en paz. Definitivamente. Porque Clío también es una telenovela. ¿O no? (La opinión final es suya.)

1 comentario:

erich obed dijo...

Fue un gran esfuerzo de Ernesto Alonso por hacer algo diferente en las telenovelas (El Vuelo del Aguila es mi predilecta aunque me dijan plutocrata neoliberalista por admirar a Don Porfirio Diaz) pero tambien aprendi a no creer para nada en el monopolio de la historia de los Krauze que se parecen al TVyNovelas (Verdades a cuartas y mentiras enteras u ocultas).