miércoles, 18 de julio de 2007

La persistencia de las lecturas postergadas

En estos días, mis viajes al fondo del librero me han dado grandes sorpresas, mismas que se han reflejado -de cierta manera- en la Biblioteca de Buenavista, pero también en una necesidad de seguir leyendo el mismo libro cuya lectura aún no finaliza. Me explicaré mejor.
Luego de haber leído sendas obras teatrales de los españoles Alejandro Casona y Miguel Mihura (La sirena varada y Ninette y un señor de Murcia, respectivamente), y un volumen de cuentos del mexicano Rafael Solana, y después de recibir dos alegres llamadas a mi celular, saqué de un librero un grueso ejemplar que hacía tiempo no hojeaba: Empresas y tribulaciones de Maqroll el gaviero, de Álvaro Mutis. Era la cuarta vez en cinco años que lo abría, solamente para leer una novela de las siete que lo conforman. (Me leí las dos primeras durante un viaje finisemanal a Guanajuato; la tercera, en el trayecto México-Puebla hace algunas navidades, y la cuarta, hace un año, sentado en el reposet de mi habitación.) Para fortuna mía, ya había terminado las labores de la casa, y resolví aplatanarme en uno de los sillones de la sala para leer la quinta novela sin interrupción alguna. Al terminarla, los cinco años que tengo de leer ese libro, me parecieron ¡¡cinco días!! O sea, que mi impresión inicial permanecía sumamente intacta. Creo que eso es lo importante de una lectura postergada.
Para quienes el borgesiano oficio de la lectura es santo y seña, no debe extrañarnos esta reacción. Claro está que no pararemos de leer ni tampoco de adquirir libros, hecho que se nota en el tamaño de nuestras bibliotecas; lo importante de una lectura postergada es conocer si nuestro interés inicial aún persiste al darle continuidad a ese libro. (Por el contrario, hay libros que retomamos y en el tiempo que nos distanciamos de éstos, el interés primigenio sólo queda en eso, es decir, en la mera intención.) Además, son pocos los volúmenes que cumplen con esa condición.
E.M. Cioran decía -con sorna, típico en él- que "sólo existen los autores que son releídos", y no le faltaba razón. (Claro está que una relectura tiene gran poder de persistencia, por más vuelta que le den al asunto.) Sin embargo, esa afirmación no se halla completa sin el poder para regresar a la lectura postergada, en la que debe predominar el deseo del terminarla, para que luego se instale en la galería de las predilecciones, en el listado de obras que nos acompañaran hasta el resto de nuestros días.
En suma, hice bien en regresar a ese voluminoso ejemplar, porque todavía me falta conocer más de su mundo; y creo que la persistencia en la lectura puede quedarse tranquila, porque el reencuentro será gratificante. De cualquier manera, nada como volver a los viejos puertos. ¿Verdad que sí?

1 comentario:

La niña Fonema dijo...

y hay libros a los que uno siempre volverá...