martes, 12 de junio de 2007

Fauna de librería

Sí, lo admito: me asumo un irredento visitante de librerías. Pero hace diez años, simplemente era un lector de contentillo, porque mis lecturas se limitaban a las pocas compras (escolares, en su mayoría) que hacía en una librería cerca de casa y también al periódico que adquiría sanamente en el voceador de la esquina. Pero en la preparatoria, mi mundo cambió.
Luego de sacarle todo el jugo que podía a la librería de siempre, un día, una compañera de la prepa (cuyo nombre me reservo, ahora que la política nos ha separado) me recomendó leer obras de E.M. Cioran, cosa que aún le agradezco. Ante mi inquietante duda, le pregunté dónde podía conseguir libros de ese autor y me dijo que en la librería del Pacificador Hindú, allá por Miguel Ángel de Quevedo, podía hacerlo. Nunca me animé a ir, hasta que un día me armé de valor y decidí hacer una visita para ver los precios de los libros. Quedé convencido a la primera. Y de allí pa'l real. (Ahora, luego de confesar mi pasado, y como animal librario que soy, paso a lo siguiente.)
Al asistir a las librerías, se tiene la sensación de convertirse en un depredador a la búsqueda de una excelente presa para cenar -en este caso, no para saciar el estómago, sino para alimentar al cerebro. Para esto, existen tres tipos de visitantes bibliográficos.
  1. Los obligados. Se les suele ver previamente al comienzo del nuevo ciclo escolar, cuyo objetivo no pasa de comprar los libros de texto para materias que no les cuadran del todo. También se incluyen en dicha clasificación los que llegan de pisa y corre para adquirir el ejemplar que los saque del paso cuando de regalar se trata. (Para éstos, la época es lo de menos.) Si "la parábola del filólogo", escrita por el polifacético Peter Greenaway, fuera cierta, este tipo de visitantes no dudaría en cambiar el nombre de librería por el de supermercado.
  2. Los oportunistas. Para este tipo de animales librescos, la presentación de un libro o la firma de autógrafos por un autor de renombre, se vuelven su territorio natural a la hora de comprar algunos libros. (Obviamente, sí compra los del evento en si, pero también hace lo propio con las ofertas que se le ofrecen.) Con regularidad suele verse este tipo de especímenes en los anexos del Pacificador Hindú y la Parroquial, y, por antaño, en el antiguo Rebusque que estuvo hace poco en Eje Central, a unos minutos de Salto del Agua.
  3. Los hedonistas. Estos no conocen el significado de las palabras pisa y corre a la hora de entrar en una librería. No se limitan a revisar las últimas novedades editoriales ni tampoco su panorama se ciñe al minucioso chequeo del catálogo editorial. Además de estas sencillas cosas, se toman todo el tiempo del mundo para cotejar las ediciones del mismo libro, se engolosinan con las ilustraciones de los coffee table (V. gr. recopilaciones sobre Raúl Anguiano, ediciones en gran formato escritas por Enrique Krauze, compilaciones fotográficas de Lourdes Grobet sobre la lucha libre, etc.) y pasan horas y felices minutos en la deliciosa lectura y contemplación de su ejemplar en turno, sentados en un sofá súper cómodo. En una sola visita son capaces de leer completo un libro ¡¡para después abandonar el lugar!! (De esta extraña fauna, se derivan los coleccionistas de separadores, pero eso es materia de otra colaboración.)
(Seguramente hay muchas más clasificaciones, pero hasta ahora me restrinjo sólo a éstas.)
En suma, sean los motivos que motiven una visita a las librerías, no dudaría en pensar que los resultados siempre serán benignos y gratificantes. (Quien piense lo contrario, que me lo diga.) Aunque no compremos nada, por lo menos ganamos una batalla más al saber que ningún tema se agota a la hora de incrementar nuestro acervo personal. Además, así como hay momentos para ir al dentista, al banco o al súper, los que conciernen al tiempo librario son susceptibles de atenderse. (Ustedes, ¿qué piensan?)

1 comentario:

La niña Fonema dijo...

es verdad! yo soy de las hedonistas, y también coleccionista de separadores jeje!
lo triste es que últimamente no ha habido tiempo ni recursos para ir a una librería, ni para comprar un libro... en fin...
me he divertido mucho leyendo este post, zambomba, mucho mucho!