miércoles, 10 de junio de 2020

Ciudades al interior del tiempo

Ulises Velázquez Gil


En alguno de sus Escenarios del sueño, Jorge F. Hernández dice que hay ciudades que se leen y ciudades que se escriben; que las primeras “nos quedan mejor en la imaginación”, mientras que las segundas “se dibujan con cada aventura personal”. Dentro de la literatura es posible hallarse dentro de ambas ciudades, donde, entre intención e invención, se busca un lugar a salvo del tiempo, y a este respecto, en el cuento se cumplen todas las condiciones.
            Luego de conocer los altos vuelos de una saga de fantasía, Andrea Chapela nos entrega Un año de servicio a la habitación, volumen de cuentos donde la imaginación y la experiencia habitan el mismo lugar, a la espera de encontrar a sus propios personajes.
            Compuesto por veinticuatro cuentos, tiene como escenarios un hotel de Madrid, donde se suceden diversos personajes, a quienes la autora les asigna un lugar específico, en que habremos de conocer su propia historia, entre marcadas rutinas e inusitadas maravillas. En “Check-in”, por ejemplo, conocemos a Mari, gobernanta del hotel, cuyo día no comienza precisamente a primera hora, sino en el ritual previo de acoplar sus propias taras al ritmo de trabajo por llegar, y aunque en apariencia esto no sea del todo atractivo, la mirada de Andrea Chapela nos convence de lo contrario. Nadie que trabaje con ella esperaría que su rutina matutina incluyera poner la radio, quitarse los zapatos y estirar los pies por debajo del escritorio disfrutando de los minutos antes de las medias y los zapatos ortopédicos. O tal vez sí deberían esperarlo. Aunque raramente sonríe, directa y eficientemente frente a los huéspedes, Mari lleva el cabello suelto, rizado, le crece hacia arriba desafiando la gravedad, como una melena negra, blanca y gris. Es un claro signo de que no es lo que parece. (Una vez puesta en su papel, sólo le resta aparecer de forma incidental en otras historias.)
En “El arte de la metrología”, conocemos a un huésped que, a semejanza de la gobernanta Mari, no puede hacer propia su estancia en el hotel no sin antes realizar cierto ritual: medir todo lo que encuentra, armado con cinta métrica y libreta para cálculos y mediciones. […] Te entran ganas de medir algo, lo que sea, con tal de darle un uso al último gesto sobreprotector de tu madre. Piensas en la expresión sin medida, en un amor o deseo sin límites que decide esconder pequeños recordatorios para que los encuentres al otro lado del mar.
Para el caso de “La importancia de la simetría”, sucede algo parecido en la historia descrita líneas arriba, sólo que, en lugar de medir el terreno, se le busca su propia constante, un patrón, por así decirlo. Si te obligaran y tuvieras que explicar cómo te sientes, dirías que es como cuando te percatas de que, por pura coincidencia, te encuentras caminando por la misma cuadra, una cuadra que no habías visto antes, una y otra vez. Y te obsesionas con esa esquina, con los números de los edificios y los postes de la luz. De repente la sientes más tuya, como si hubiera una familiaridad entre ustedes. (Si observamos ambas historias, quizá sea evidente una proclividad por los patrones…)
Respecto a las maravillas que guarda Un año de servicio a la habitación, fijemos nuestra mirada en dos cuentos: “Para encontrar lo perdido” y “28006, Madrid”. En el primero, ya conscientes de nuestra estancia en el hotel (con todo y sus convencionales rituales), ahora se suscitan cosas poco creíbles a la primera de cambios, como una sección del edificio donde los objetos desaparecen a capricho… igual que en otros hoteles. Querido nuevo residente, te escribimos esta carta con algunos consejos. El primero es que lo aceptes desde el comienzo: las cosas se pierden en los hoteles. Es normal. […] Perder, abandonar, olvidar. Da lo mismo en un hotel. Pero los residentes, nosotros (sí, ahora eres parte del nosotros) que pasamos una temporada larga, que hacemos de este lugar nuestra casa, también perdemos cosas. Lo que en principio parecería una simple advertencia, sólo es el principio de sucesos inusitados (por no decir sobrenaturales), y dejemos que su lectura devele el misterio.
En “28006, Madrid”, ¿qué se esconde tras las postales que llegan a las taquillas de correo del hotel, sin indicios del destinatario? Lo que en principio parecería un equívoco del servicio postal, se vuelve botella al mar que lleva dentro de sí la pequeña crónica de una relación amorosa, con todo y altibajos. Tal parecería que su remitente se empeñó en buscar su propio espacio en el mundo, mientras cuenta su historia, cuyo destinatario no sería, precisamente, su pareja, sino cualquier persona -un empleado del hotel, quizá-, con el fin de compartirle sus sentimientos y sus vivencias. (¿Qué otra cosa es la literatura sino el arte de lanzar botellas al mar?)
Mención aparte, digno es de resaltar “Historia de un jardinero y el gato que le enseñó a escribir”, que, de cierta manera, es un canto a la vocación de escribir. De cómo el encuentro con un gato despierta en un joven jardinero el deseo de contar historias y ponerlas en papel, por consejo de su madre, con el fin de que ella las leyera. Desde el primer momento en que se encuentra con el gato (Ponerles nombre a los animales es el primer paso de aceptarlos como mascotas), comenzará para él una aventura sin regreso, donde al echar mano de la memoria, saldrá avante con su relato.
En suma, Un año de servicio a la habitación reúne tanto imaginación como experiencia, cualidades de un buen cuento, donde en el afán de contar una historia, nos servimos de los casos y de las cosas que se llevan dentro de sí; ciudades al interior del tiempo, donde se dibuja un viaje, una estancia, una despedida y un retorno. (Baste leer “Check-out” y comprobarlo de buenas a primeras…)
Desde sus primeras obras, Andrea Chapela destella maestría y gran dominio, en cuanto a sus empeños como narradora, y luego de cuatro incursiones en el campo de la novela, y de ahí, hasta llegar al cuento, esta condición se confirma a lo largo de este libro; en esos vaivenes narrativos, escritoras como Beatriz Espejo, Anamari Gomís y Mónica Lavín, por mencionar algunas, comparten sus mismos afanes.
Quede en ustedes su dedicada y deliciosa lectura. (De verdad.)    

Andrea Chapela. Un año de servicio a la habitación. Guadalajara, México, Universidad de Guadalajara, 2019 (Concurso Nacional de Cuento Juan José Arreola).  

(29/mayo/2020)

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