lunes, 10 de febrero de 2020

Grandeza mínima

Ulises Velázquez Gil


En Los días del maestro, Vicente Quirarte cuenta que en alguna clase de Sergio Fernández, en la Facultad de Filosofía y Letras, un alumno se aventó a decir que estudiaría el siglo XVIII, por ser “el tiempo de las cosas pequeñas, preciosas y delicadas”, a lo que el profesor respondió llenando el pizarrón con nombres de obras y de autores más relevantes del siglo de marras, rematando con la siguiente frase: “Aquí tienes tus cosas chiquitas”.
            A semejanza de aquel osado discípulo, muchas de las veces vemos con desdén ciertas cosas, pero si fijamos la mirada en éstas, nuestra sorpresa se torna mayor y hasta con miras a conocer su engranaje propio, y qué mejor manera de llegar a ello mediante la escritura del ensayo.
            Luego de diseccionar del presente sus propias retóricas, Laura Sofía Rivero vuelve a la palestra del ensayo con Tomografía de lo ínfimo, volumen donde aborda temas y tópicos insospechados, que parecerían insignificantes a la primera de cambios, y que bajo su mirada encuentran otra perspectiva. Así como el maestro de la estampa referida líneas arriba respondió a esa afrenta con un alud de nombres y de obras, Rivero hace lo propio en un solo párrafo: Las cosas diminutas no necesariamente son pequeñeces. La humanidad se cifra en las moronas, las células y las pelusas. Son colosos el amor, el tiempo y la muerte; ¿pero qué no acaso está también la pasión en un roce? ¿O la perfección de Dios en una canica?
A lo largo de once ensayos (doce, si incluimos el “Minifacio”), Laura Sofía Rivero disecciona asuntos diversos, develando sus detalles más nimios, y una vez terminada la lectura, suscitar dudas o suscribir perspectivas -mas no indiferencia. En su “Meditación sobre las uñas”, lo que en principio es una consulta de rutina con el podólogo, se vuelve visión panorámica de quienes ponen esmero en el cuidado de sus uñas, y aquéllos que las dejan a la vera del Creador. A pesar de todo este aparato de la prevención y exaltación, hay partes del cuerpo que no dejan de parecer menos ornamentos. No dan razones suficientes para explicarnos por qué se encuentran allí. Sin embargo, sólo cuando esas pequeñas piezas fallan nos percatamos de su importancia fundamental. Nadie sabe lo que tiene hasta que lo mira enfermo.
Respecto al ensayo “El séptimo mandamiento: ensayo de un crimen”, se parte de un hecho nimio en apariencia -el robo de unos anteojos metálicos de la estatua de Ignacio Zaragoza, en una plaza cívica- y de ahí reflexionar en torno al móvil detrás de un robo mínimo, y del cómo éste conlleva su propia dinámica. El robo se encuentra a caballo entre el vicio y la virtud. En él no solamente existe un acto puro de maldad sino también el torcido camino que han tomado la valentía y la inteligencia. […] también existe un acto de sustracción que se presenta como juego mental, como una oportunidad de salir en traje de luces a pavonear la destreza en el ruedo.
Como el bolsillo de Chesterton, la “bolsa temática” de nuestra autora se compone por diversos objetos, centro de su reflexión, que no dejan de generar sorpresa; en “Bolsas que guardan bolsas”, el desaguisado comienza cuando al formar un hogar, las bolsas de plástico se multiplican una tras otra, a tal grado que se les crea un propio universo, es decir, otra bolsa más grande, que las albergue.  Una bolsa de plástico que, a su vez, guarda bolsas de plástico, no se adquiere o se compra: se construye. Se debe ser paciente para ver su gestación, como el feto que comienza a hincharse en las entrañas y sólo revela su forma en el ultrasonido. La vida de la bolsa que guarda bolsas es un espejo de la vida propia. Se nutre de ella, de las salidas al supermercado, de cada compra. En un punto de la historia del nacimiento del hogar se deberá seleccionar a aquella que se tragará a sus hermanas. Fatal destino. (Paréntesis aparte. Ante la reciente medida que prohíbe el uso de bolsas de plástico en establecimientos comerciales este ensayo ¿se vuelve réquiem anticipado, u oda a contratiempo? Sólo el uso continuo habrá de desmentirnos…)
Respecto a “Circunferencia de las canicas”, el asunto se sostiene en la mayéutica del juego de canicas, donde la pericia del buen jugador -el padre de la autora, para más señas- nos deja lecciones precisas de cómo conducirse en ese juego -y en otros con dialéctica similar. Para jugar a las canicas no se necesitan más que dos principios básicos: golpear un objetivo o llegar a un agujero. Es el mismo precepto del boliche o de la meta que persigue al lanzar dardos. Conocimiento fundamental del cazador o deportista, humana percepción.
En “Análisis estructural de tus besos”, Laura Sofía Rivero retoma el espíritu primigenio del ensayo por antonomasia: el de paseo, cuyo trayecto resalta la importancia del ensayo por el ensayo mismo. Y más que hablar en primera persona, cede la palabra a los moretones, los dientes y las corbatas, donde al final el ensayo […] tiene la misma consistencia que la pasta de dientes. No es sólido como la narrativa, tampoco tiene la liquidez de la poesía acuosa ni se asemeja a la dramaturgia efervescente como un gas. El ensayo literario es el coloide de los géneros. (Si para Alfonso Reyes, el ensayo es “el centauro de los géneros” -por su naturaleza híbrida-, la autora restringe un poco más el concepto, así como el calor ejerce influencia sobre el mercurio en un termómetro (en este caso, las cosas y casos que nos circundan).
¿En dónde reside la importancia de Tomografía de lo ínfimo? Ante la tiranía del paper académico (y endogámico, cabe puntualizar), contar con un libro de ensayos de esta naturaleza resulta ser una bocanada de aire nuevo en cuanto a la lectura del mundo presente y los objetos que lo componen; adentrarse en sus historias secretas les restituye su grandeza mínima al saberlos cercanos, de formar parte de la vida, con todo y sus aproximaciones.
En el ensayo mexicano contemporáneo, Tomografía de lo ínfimo comparte las mismas batallas, pero con diferente intensidad, que Ausencia compartida de Marina Azahua y Barrio Verbo de Ingrid Solana; y ante el aumento paulatino de ensayistas contemporáneas, no olvidemos lo que Laura Sofía Rivero nos dice al final de su “Minifacio”: La gota deja de ser gota si se consagra a la lágrima, al vaso de agua, al mar, al océano. Y en ese empeño, quedan muchas letras por delante. (Así sea.)   

Laura Sofía Rivero. Tomografía de lo ínfimo. Toluca, México, Secretaría de Educación-Gobierno del Estado de México, 2018 (Letras. Ensayo).  

(27/enero/2020)