miércoles, 2 de enero de 2019

Inventario de gratitudes

Ulises Velázquez Gil


En algún momento de la vida, echamos mano de un discurso -preparado, improvisado, da igual- para ponderar las cualidades de una persona, incitar a la reflexión sobre un tópico determinado, o simplemente para celebrar la vida y los detalles que la pintan de cuerpo entero; pero cuando se enfoca en rendirle señero homenaje a la vocación elegida y agradecer los aprendizajes recibidos, el discurso se torna profesión de fe. Y en este sentido, la gente de letras se distingue por completo.
            Para Fernando del Paso (1935-2018), la escritura de discursos no le fue del todo ajena a su labor creadora, sino más bien un complemento, donde sus lecturas del mundo le ayudaban a encontrar su papel dentro de éste, agradeciendo encuentros como travesías suscitados en ese proceso.
            Amo y señor de mis palabras. Artículos, discursos y otros textos sobre literatura consigna ese franco empeño, al reunir doce textos donde Del Paso de fa de su peregrinaje por las letras, sea como lector, sea como creador, y nos comparte sus encuentros, así también sus aprendizajes en el arduo oficio de vencer al tiempo mediante las palabras, a lo largo de veinte años “de lecturas y algo del mundo” (por emplear un título de Álvaro Mutis). Vayamos por partes.
Dentro de las lecturas que Del Paso incluye en este libro podemos encontrar Adán Buenosayres de Leopoldo Marechal, Al filo del agua de Agustín Yáñez y La región más transparente de Carlos Fuentes, cuyos textos donde aborda esas novelas nacieron para mesas redondas dentro de ferias del libro, o para conmemorar su aniversario de publicación. A medida que uno se adentra en su lectura, nace dentro de nosotros […] la imperiosa necesidad de leer lo que uno no ha leído pero que está allí, esperándolo desde siempre, que uno no suele volver a algunos libros […], por más que uno se haga el propósito de hacerlo.
A la par de las lecturas arriba descritas, Del Paso hace lo propio con su obra misma, como puede leerse en “Un siglo y dos imperios”, “La novela que no olvidé” y “Mi patria chica, mi patria grande”; éste último (a guisa de recibir el Premio “Rómulo Gallegos” en 1982 por su novela Palinuro de México), donde reflexiona sobre la palabra patria y los efectos que conlleva tanto en su narrativa como en su propia vida. Cuando niño me costó mucho trabajo aprender a pronunciar la palabra patria. Ahora, tras una infinidad de años de no pronunciarla y ni siquiera escribirla, me doy cuenta de que el esfuerzo es más grande aún. […] Comencé a comprender que patria era algo así como una extensión de mi casa, como si mi casa se desparramara sobre esos ríos y pueblos y montañas cuyos nombres, aún más difíciles de pronunciar que la palabra patria cautivaban mi imaginación por su majestuosa sonoridad: Papaloapan, Queréndaro, Citlaltépetl…
Y mientras se vuelve consciente de las palabras, para y con su propia obra, Fernando del Paso da muestra de su franqueza como escritor, sin olvidarse de las palabras que le dieron norte y trayectoria: Amo y señor de mis palabras, esclavo del lenguaje, poco o nada podría decir de mi obra sin correr el riesgo de decirla, sobredecirla e, incluso, maldecirla. Hablar de lo que con ella he intentado, sería aceptar el fracaso de tales intenciones, ya que sólo lo que se ha logrado se deja de intentar.  
Hay dos textos a resaltar de Amo y señor de mis palabras: “Carta a Juan Rulfo” y “Yo soy un hombre de letras”.  Sobre el primero, que nació en la cabina de Radio Francia Internacional (y se reúne por vez primera en libro), Del Paso recuerda sus andanzas y maestranzas con su colega y amigo, pero le “comparte” sus angustias y preocupaciones, una vez que se entera de la noticia de su muerte. Perdóname Juan, perdóname si no te escribí nunca, pero como me habían dicho que tú jamás contestabas una carta, pues yo dije: Entonces para qué le escribo. Y ahora me arrepiento; me arrepiento, Juan. Ahora quisiera que tú hubieras tenido varias cartas mías aunque yo no tuviera ninguna tuya. […] Perdóname también por todas estas trivialidades, y más que nada, por lo que no te dije. Porque me queda la sensación de que hay muchas otras cosas que debería decirte, pero no sé exactamente qué. Lo único que sé es que te tenía que hablar como te estoy hablando, Juan.
Respecto a “Yo soy un hombre de letras” (a la sazón, su discurso de ingreso a El Colegio Nacional), Del Paso pone en claro su papel como escritor y de cómo esa distinción (el ingreso a tan insigne recinto) se vuelve importante en cuanto a su proceder como representante de las letras mexicanas en un lugar destinado a la difusión del saber en todas sus expresiones. En ocasiones anteriores, cuando he aceptado un reconocimiento, he afirmado, y hoy lo reitero, que cada vez que se premia a un artista, se deja de premiar a muchos otros que también lo merecen. El Colegio Nacional no es una excepción: cada vez que ingresa un nuevo miembro, dejan de hacerlo otros poetas, otros hombres de ciencia, arquitectos, músicos, pintores, filósofos, que deberían formar parte de esta institución. Aceptar, por lo tanto, esta gran distinción, implica aceptar con ella, una enorme responsabilidad. Dentro de ésta, la de incluir las voces de sus colegas y amigos, pero sobre todo las de una sociedad ávida de conciliación, sabiduría y pluralidad. (Más que discurso de ingreso -o lección inaugural, si usamos la nomenclatura protocolaria-, “Yo soy un hombre de letras” es una profesión de fe, y si me permiten la sugerencia, su sola lectura es de imperiosa necesidad para los acérrimos detractores de El Colegio Nacional, preocupados más por la numeralia que por la inteligencia y la pluralidad.)
Llevado por el fervor del momento, Del Paso hasta se dio tiempo ¡para hablar de futbol! Lo que en principio sería una nota sobre la final de la Copa Mundial de Futbol España ’82 (aprovechando la estancia del escritor en Europa), se volvió una crónica en clave autobiográfica sobre el deporte y la vida: “La novena del futbol”. Y para sorpresa de algunos lectores, en “La imaginación al poder” y “El futuro de la cultura en México”, Del Paso ya sabía del poder de la televisión, enfocado hacia su uso inteligente, imaginativo, incluso. Llevar la imaginación al poder implicaría el aprendizaje de cierta humildad y, con él, el aprendizaje de las técnicas no sólo de la televisión, sino también del cine, del reportaje filmado, del documental que podríamos llamar de denuncia o de protesta. […] La imaginación para infiltrarse en el medio, saber aprovechar todas las oportunidades que se presenten -y que suelen ser contadas-, o incluso la imaginación necesaria para crear esas oportunidades.
¿Por qué leer Amo y señor de mis palabras? Para conocer una faceta muy poco explorada de Fernando del Paso, la de autor de discursos, artículos y textos donde el fervor del momento le pide tomar la palabras para compartir su experiencia con quien guste de escucharle. Decía Emilio Castelar que “los discursos se hacen con una hora de trabajo y veinte años de lecturas”; bajo su mirada, éstos se vuelven inventario de gratitudes, en particular, de aquéllas que son el engranaje de su obra literaria.
Quede en ustedes, lectores, acercarse a este florilegio de textos de Fernando del Paso, con miras a volverse clásico dentro de su obra, la cual, como el Cid Campeador, sigue ganando batallas después de todo… (¡Cuenten con ello!)

Fernando del Paso. Amo y señor de mis palabras. Artículos, discursos y otros textos sobre literatura. México, Tusquets, 2015 (Marginales).
  
(28/diciembre/2018)

No hay comentarios.: