miércoles, 10 de enero de 2018

Escalas de la generosidad

Ulises Velázquez Gil

Una de las maravillas de este mundo que no deja de sorprender a Jorge F. Hernández, es la amistad a primera vista, la cual se presenta frente a nosotros de maneras poco frecuentes; en la lectura se manifiesta bajo el feliz hallazgo de un escritor nuevo, o en las palabras de un lector agradecido dentro de un e-mail. (A final de cuentas, en ambas destella un mismo sentimiento: la gratitud.)
            Para el escritor colombiano Álvaro Mutis (1923-2013) esa generosidad se evidencia en el sinnúmero de páginas escritas desde y para el país que le acogió desde finales de los años 50 hasta su muerte en 2013, y que, gracias a su hijo y colega Santiago Mutis Durán, tenemos en nuestras manos: “En los cincuenta años que dura esta segunda patria, Mutis ha escrito toda su obra, y aunque ha hablado del ‘exilio’, él no se considera uno de esos seres ajenos, gracias a las cualidades de esta inagotable estación y de quienes allí nacieron”.
Estación México. Notas 1943-2000 se conforma por setenta y un textos, entre prólogos, artículos periodísticos y textos incluidos en volúmenes colectivos, que dan cuenta de la vida, obra y milagros de colegas y amigos mexicanos: desde la pintura -a la que Mutis dedica bastantes líneas, pese a su “desconocimiento” de la crítica de arte- hasta la literatura, sea prólogo, retrato a vuelapluma, o en el mero ejercicio de la remembranza.
Mal oficio para los poetas éste de hablar de pintura. Malo e inútil. Se trata de volver, con las consabidas y deslavadas palabras de todos los días, a tratar de asir lo inasible, de mencionar lo innominable. Ante la obra plástica de Carmen Parra, Vlady, Roger von Gunten, Arnaldo Coen, Fernando Botero, Vicente Rojo y los inverosímiles Abel Quezada y Juan Soriano, Mutis traza algunas líneas en aras de corresponder al milagro que presenció por obra y gracias del talento y del estilo de sus contemporáneos: En su forma de “ver” la pintura, en su manera de vivirla, nunca ha habido, que yo recuerde, un juicio emitido a la ligera, una palabra gratuita o nacida de un momentáneo capricho (Botero); Es una pintura que contribuye a nuestra felicidad personal y nos alivia, en parte, de la fea pena de existir y de su trabajo residual y gratuito (Vlady); En los óleos […] la nostalgia se pasea en ellos como un sorpresivo reptil y dejan en el espectador un no sé qué de perdido, algo que hubiéramos querido compartir en ese preciso instante que el cuadro eterniza y no en otro (Abel Quezada); […] esa otra ceguera de la que sólo pueden rescatarnos por obra de un azar inmerecido aquellos privilegiados que sí saben hacia dónde miran las ventanas del mundo y hacia qué silencio se retiran los vasos jamás maravillados por el líquido que hace olvidar las estaciones y confunde la rutina espectral de las brújulas (Vicente Rojo); […] canta en sus telas y papeles el milagro incesante del barroco y sabe hacerlo con espléndida fortuna merced a su dominio de todo lo que la pintura moderna ha podido crear en formas y colores insospechados (Carmen Parra).
Así también, Mutis dedica generosas líneas al arte de la fotografía, donde los nombres de Víctor Flores Olea, Paulina Lavista y Patricia Arriaga suenan con fuerza propia; por otro lado, en Estación México resaltan dos textos que se ocupan de la arquitectura: uno, alrededor del número especial de la Revista de la Sociedad Mexicana de Arquitectura, de 1994, y otro, en torno a la biblioteca de Luis Barragán, arquitecto de aura humanista, cuyo interés por la literatura y por la figura de san Francisco de Asís sobresalen por donde quiera que se mire. No creo que exista manera más fiel y directa de conocer a una persona que visitar su biblioteca. Los libros que han acompañado toda una vida son los testigos elocuentes de los más secretos rincones de un alma. No hay retrato igual. […] La extraordinaria sensibilidad que reflejan los libros reunidos por Barragán a lo largo de los años en esta tierra ponía en evidencia un alma abierta a las más hondas y más viejas inquietudes humanas.
(Paréntesis aparte. En una entrevista concedida a la edición mexicana de la revista Cambio, cuenta Mutis que ante el alud de problemas legales y migratorios en los que se hallaba inmerso a finales de los años 50 en México, Octavio Paz -a la sazón, amigo suyo- le dijo las siguientes palabras que lo marcarían para siempre: “Por muy graves que sean tus problemas, debes prometerme una cosa: que no dejarás de escribir. Prométemelo, pues lo demás no tiene importancia”.)
Otro aspecto fundamental de Estación México es la devoción por la lectura que Mutis profesa a cada instante, y doblemente cuando se trata de sus colegas, escritores de mar y tierra, cuya obra suscita en él un prodigio de empatía y, si se quiere, de amistad, y su pluma no repara en acertadas, generosas e inteligentes lecturas: Ese milagro que descansa en un equilibrio, siempre logrado y siempre mantenido, entre el significado de las palabras y su poder de invocación y evocación de personas y momentos que perviven más allá del tiempo y su trabajo inapelable (Andrés Henestrosa); Sólo quien se ha debatido […] con sus propios demonios y con los ajenos, sólo quien regresa de hondos abismos y fragorosos socavones, puede rendir cuenta de su vida y de los seres y lugares que la designan, con tan inteligente eficacia literaria (Juan José Arreola); Cada vez que recorro las páginas de su obra, lo primero que me asombra es justamente ese afán suyo de celebrar e inaugurar los elementos que pueblan el entrañable paisaje de su tierra tabasqueña (Carlos Pellicer); […] narra y canta a la vez la presencia de una ciudad y de algunos de sus habitantes y príncipes y, al cantarlos, vuelve a nombrar las cosas del mundo, las más cercanas, frutos, utensilios, caminos y rincones y las más distantes pero anunciadoras del destino de lo fundado por el poeta […] (Elva Macías).
Dos autores que han merecido mayor atención por parte de Mutis, sin duda, son Octavio Paz y Francisco Cervantes, cuyo genio poético sigue ganando batallas y afianzando puentes de amistad; la noticia del Premio Nobel de Literatura a Paz, y la reunión de la poesía completa del lusófilo queretano (con todo y una breve escala en la figura de Fernando Pessõa, donde ambos convergen armónicamente) son sólo algunos de los momentos que Mutis traza con el afecto y la pluma, en franco justiprecio de personas y obras.
Esta incursión por el universo mexicano de la obra de Mutis no estaría completa sin la mención de una palabra importante: Lecumberri. Fue en la cárcel del mismo nombre donde el escritor conoció a fondo la verdad de los hombres, misma que le ayudó, más adelante, para contar las aventuras de Maqroll el gaviero (presente desde su poesía previa, mucho antes de su reclusión); en el presente volumen se reúnen prólogos a diversas ediciones del Diario de Lecumberri, y un fragmento de las Cartas a Elena Poniatowska. Además, su recuerdo de la prisión, se denota en otros textos: uno sobre la pintura de Enrique Grau, y en el prólogo al libro Transgresión, creación y encierro de María Luisa Laguna y María Laura Sierra.
En suma, el valor de Estación México reside en evidenciar la importancia de México en la vida y en la obra de Álvaro Mutis (por vía de escritores y artistas plásticos, amigos todos), a guisa de agradecimiento por las maravillas vistas, leídas y vividas en un país que se precia de generoso y hospitalario desde el primer momento, entre infortunios y coincidencias; de igual forma, el compilador cumple aquí dos deudas: con su padre y colega, por darle el destino de la escritura, y con México, “estación” fundamental en su ulterior curso de vida. Y si me permiten, diría yo que hasta una tercera, hacia los lectores que agradecemos este libro, continuación de una antología previa, De lecturas y algo del mundo.
Ya no cabe duda de que a Jorge F. Hernández le asiste la razón al sostener que hay amistades a primera vista (mediante la lectura de signos, imágenes y sonidos, cabe subrayar), escalas de la generosidad presentes a cada paso, en aras de comprender la vida de todos los días, donde cada presencia obsequia sus dones y en ese encuentro, se defina mejor el papel del país que nos recibe y alimenta, porque nunca terminan los peregrinajes en patria propia. (En verdad.)

Álvaro Mutis. Estación México. Notas 1943-2000. Compilación y edición de Santiago Mutis Durán. Bogotá, Taurus, 2011.

(3/enero/2018)

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