domingo, 31 de diciembre de 2017

Quince para 17

Ulises Velázquez Gil

Cada año, se intensifica la labor de leer en horas 24, pues a cada párrafo, verso o cita a pie de página, un libro se convierte en dos, y luego el segundo, con sus propias características, de igual forma se “duplica”, y así nos podemos seguir hasta el infinito.
             Sin embargo, en el afán de hacer el listado anual de cada año, la asombrosa multiplicación de los libros juega a favor nuestro, siempre en aras de compartir algunas cosas encontradas en la travesía lectora de todos los días (y donde no faltarán escritoras por conocer y admirar, la lectura mediante). Hoy les comparto a los pasajeros más notables de mi viaje por 2017.
(Si en algún momento, ustedes encuentran ciertas ausencias, excesivas inclusiones o simplemente hacer expreso un reclamo, quien esto escribe los recibirá con todo gusto. Sin más que decir, he aquí mi listado.)

1) Andamos huyendo, Elena (Liliana Pedroza) Como el glorioso centenario de Elena Garro sigue (y seguirá) ganando batallas, y este acertado, generoso e inteligente ensayo sobre su obra, para quienes incursionan por vez primera a la obra elegarriana, es una excelente guía; y para quienes la hemos leído, renueva nuestra predilección por su vida, obra y milagros.
2) Rotación del tiempo (Paola Velasco) Luego de dos libros de ensayo al hilo, la autora incursiona en el género de la poesía; una obra poética de franca sencillez y cuidado al detalle en cuando a sus imágenes. Aunque su brevedad en cuanto a la edición nos deje con ganas de leer algo más, bien merece constantes relecturas.
3) Hacia el Centenario de la Constitución (Javier Garciadiego) A la luz del centenario de nuestra carta magna, resulta indispensable para conocer el ambiente donde se originó el documento más importante que nos define como país; además, la sencillez y la profundidad le otorgan mayor atractivo a este texto.
4) Los opuestos se atraen. Indiferencias y afectos sintácticos en la historia del español (Concepción Company Company) ¿Por qué la presencia de un texto académico en este listado, en particular, el discurso de ingreso a una institución en el ojo del huracán en meses recientes? Muy sencillo, para conocer de primera fuente los trabajos de una investigadora que sigue abriendo brecha y suscitando polémica por donde quiera que se mire. (Quede en ustedes la decisión…)
5) La terquedad de la esperanza. Cuatro cuadros circundantes a un libro revolucionario (Marcos Daniel Aguilar) Itinerario y aprendizaje de un grupo de jóvenes ávidos de llevar el fuego de los clásicos al ambiente de su tiempo; sus acertadas, generosas e inteligentes lecturas de la realidad mexicana en el siglo XX hoy siguen suscitando nuevas y constantes lecturas para los años recientes.
6) Debo olvidar que existí. Retrato inédito de Elena Garro (Rafael Cabrera) El genio y la figura de la mejor escritora mexicana del siglo XX, visto desde la mirada de un periodista -biógrafo necesario, para el instante actual-, donde justiprecia con suma justicia tanto la vida como la obra de Elena Garro. De las mejores biografías de los últimos años.
7) Aves migratorias (Mariana Oliver) El buen ensayo suele ser como un cerillo, sencillo y directo; lo primero, para una deliciosa lectura, y lo segundo, para movernos el pensamiento más de la cuenta. En la dictadura del paper académico, este volumen ensayístico es una bocanada de aire puro.
8) La chica que se ha quedado sola (Mariel Damián) Amén de ser el primer libro de poesía de una joven escritora, desde el primer verso hasta el último, destellan con toda intensidad intuición y experiencia, características que denotan gran maestría en un oficio tan persistente como el tiempo.
9) Cuaderno de faros (Jazmina Barrera) Un buen libro de ensayos, además de remover sensibilidades, es el mapa de ruta hacia la cartografía personal de su autor, y en este volumen, se ejerce a cabalidad un consumado oficio de videncia, es decir, que sabe contemplar más allá de la distancia, a la busca de los arcanos del tiempo. 
10) Eros una vez (Julia Santibáñez) La poesía, para quien la toma en serio, sabe de su carácter lúdico, de jugar a cada instante con las palabras y de quitarle a la eternidad una rebanada; y en ese empeño, este libro viene a comprobarlo de buenas a primeras. (Un libro que viene a confirmar el genio de sus antecesores, Rabia debida y Ser azar.)
11) La isla tiene forma de ballena (Vicente Quirarte) En esta primera novela encontramos a plenitud el interés del autor por el siglo XIX, en particular el periodo de la Intervención y la República restaurada; generoso y bien escrito homenaje a la novela de aventuras -indispensable en la primera formación del autor.
12) Obra negra (Gilma Luque) Cada vida, por donde quiera que se vea, siempre se halla en construcción, y mientras se avanza en la lectura de esta novela, se tiene presente que la “demolición” de sucesos, cosas y personajes, hace eco en la vida ulterior de su protagonista. Una novela que “reconstruye”, mientras nos confronta con la destrucción.
13) Ecos (Atenea Cruz) Se dice que al escribir se convocan fantasmas, pero si esos “fantasmas” nos comparten la cuenta de sus días, la historia es doblemente atractiva, y esta novela, fantasmal de principio a fin, es ejemplo de ello. Una prosa bien cuidada, y una trama que no nos dejará indiferentes.
14) La pulga de Satán (Mariana Orantes) El buen ensayo es, por antonomasia, un paseo, así también una expedición por los territorios cercanos a nuestra realidad; en este volumen, nada (ni nadie) se escapa a la mirada de su autora, moviéndonos a la reflexión, al asombro y al descontento (cualidades del buen ensayo, cabe subrayarlo). 
15) Mi diario sobre ti (Raymundo Ramos) Con más de medio siglo dando batalla en las letras mexicanas (desde la poesía, la edición crítica y el cuento), llega a nosotros su primera novela, en cuyas páginas se concentra toda una vida de creación y de facetas de la experiencia (virtual, vicaria, vivencial); el mejor homenaje para un escritor non, leerlo de primera fuente. 

(Mención aparte merecen dos libros más: Estación México. Notas 1943-2000, de Álvaro Mutis, y El dibujo de la escritura, de Jorge F. Hernández, los cuales merecerán sus propias líneas más adelante. Desde aquí, un digno reconocimiento para ambos.)

Como toda lista, siempre habrá omisiones que excesivas inclusiones, sin embargo, ninguna es definitiva (porque hasta al crítico con más horas de vuelo, se le va el mejor de los aviones); lo que sí, el albedrío de cada lector en elegir los de gran interés, porque “todo lo sabemos entre todos”, como aconsejaba un generoso escritor de fina estampa. 
Aunque 2018 se contempla interesante (por donde quieran verlo), que este año sea de muchas lecturas y maravillosas conversaciones; y aquí, bien lo saben, nos pondremos a mano con ello.
(¡Muchas gracias a ustedes!)

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