Ulises Velázquez Gil
En la película Más allá de las nubes,
el protagonista, un cineasta que vuelve a casa luego de terminar una filmación,
recorre cada rincón de la ciudad en busca de otras historias en espera de
volverse material de próximas películas. Caso similar ocurre con los
escritores, quienes al perderse por geografías ajenas y en su tránsito por
caminos de papel, hacen un alto en el camino para llevar la cuenta de sus pasos.
Para el
primer libro de Mariana Oliver, Aves migratorias, esta condición se
cumple por entero, y doblemente cuando el ensayo se vuelve forma toral para ese
empeño, al mostrar los resultados y pesquisas de viajes por el mundo que nos
circunda, al encuentro con otras geografías.
Los
diez ensayos que conforman el presente volumen, son el resultado de varias
expresiones dentro y fuera de la página escrita, donde se da fe de la constante
trashumancia a la que se sujeta el escritor en aras de asir el tiempo presente:
desde el mundo que se ve a la distancia hasta el punto de partida, desde y
hacia las palabras. Algunas veces, de manera inesperada, es posible
anticipar fragmentos del futuro en un momento. Hay destellos que desgarran el
curso de lo cotidiano, una epifanía de la que no es posible desprenderse.
En el
ensayo que da nombre al libro, Mariana Oliver se ocupa de un caso excepcional:
el piloto canadiense Bill Lishman, quien luego de haber sido rechazado por
todas las escuelas de vuelo -por razones meramente genéticas-, no ceja en
cumplir su deseo de volar y encuentra en el vuelo de los gansos canadienses su
razón de ser; estudia sus movimientos y, pese a su marcado daltonismo, las guía
en su camino hacia el sur y así éstas concreten su destino y continuación de la
especie. Una vez que los auxilia, hace lo propio con aves de características
similares, hasta obtener, por vía de la persistencia (que unos llaman necedad),
una razón para volar; caso similar, el ensayo: como las instancias “oficiales”
que le negaron la licencia de vuelo a Lishman, el sector académico ejerce
cierta tiranía sobre el género, a través de nomenclaturas sui generis, jergas gremiales, demasía de notas al pie y
referencias en cuanto sistema se antoje usar (APA, Harvard, el tradicional
hispánico), cuando en los hechos, los mejores ensayos se estructuran en los
andamios de la creación. (El ensayo como estilo libre, a donde los vientos te
lleven…)
El viaje
ensayístico de Mariana Oliver hace escala en una geografía lejana de nuestros
días: Alemania, vista desde los linderos de “Casandra”, “La lengua de Özdamar”,
“Berlín” y “Koblenz”; para el primer ensayo de esta “cuarteta germánica”, la
autora confronta dos lecturas del mundo: la de Christa Wolf, escritora a
contracorriente en la Alemania Democrática, y la del Berlín anterior a la caída
del muro. En este sentido, la obra de Wolf augura el desastre por venir, como
aquella sacerdotisa del templo de Delfos que da nombre al ensayo. (No por nada,
se dice que con la escritura se ejerce cierta videncia, del futuro o para
señalar el final del horizonte.)
Caso
similar, el segundo ensayo, donde la autora -mexicana en Berlín- conversa con
Emine Sevgi Özdamar, escritora turca, que a fuerza de realidad y de buscar un
lugar a salvo del tiempo, adoptó el alemán como su lengua de escritura,
convencida (como E. M. Cioran hiciera con el francés) que más que habitar un
país, se habita una lengua: [Özdamar] sabía
que llegar a un país sin boleto de regreso implica entregarse voluntariamente a
una extranjería indeterminada, abandonarse en otra lengua y asumir que siempre
habrá algo imposible de comprender en las palabras, algunas veces más distorsionado
que se aleja cuando creemos acercarnos. (Paréntesis aparte. De forma
particular en este ensayo, Mariana Oliver “siembra” aforismos y máximas sobre
la escritura y las palabras que ocurren al paso. Si la forma fragmentaria de
Oliver predomina en la estructura de sus ensayos, dentro de éstos, la
fragmentaria devastación del aforismo cumple su función de hacernos despertar.
O, por lo menos, robará algo de atención.)
Para los
casos de “Berlín” y “Koblenz”, hay dos lecturas opuestas sobre la ciudad: desde
la superficie y debajo de ésta. En la primera (“Berlín”), se hace énfasis en un
elemento de suma atracción para la autora: su nomenclatura topográfica. Es la ciudad perfecta para los aficionados a
los mapas. Se requiere al menos de tres distintos para no perderse: el que
muestra los anillos en forma de caracol que organizan el transporte público, el
que registra el recorrido de un muro invisible y localiza en cuadrantes museos
y monumentos y, por último, un mapa ordinario en el que sólo caben los nombres
de las calles y los cruces. (La descripción arriba señalada bien aplica
para el conjunto de ensayos que nos ocupa, puesto que obedecen a muchas
lecturas, cualidad que se nota sobremanera en el ensayo mexicano contemporáneo.)
En “Koblenz”, la mirada es en sentido contrario, es decir, del interior de la
ciudad: una evacuación de sus habitantes ante la amenaza de bomba (¡y de la
Segunda guerra mundial!) Para los
habitantes de Koblenz, abandonar la ciudad debió ser como vislumbrar el pasado.
Una impresión semejante a la que producen las fotografías viejas en las que
aparecen familiares desconocidos, personas extrañas en cuyos rostros es posible
identificar facciones. Quizá la gente de Koblenz reconoció en las calles
deshabitadas y en la huida forzosa un fragmento de historia de su ciudad. Una
historia que se entretejía inevitablemente con la propia.
Mención
aparte merecen los ensayos “Los otros niños perdidos” y “Normandía”, donde el
tránsito por el mundo de mujeres y de niños pasa de la notoriedad al oprobio,
en aras de un resquebrajamiento semántico, inclusive existencial. De cómo las
mujeres expuestas en “Normandía” se vuelven “brujas” al sufrir una
resignificación de modo negativo: El
cuerpo de las mujeres se convirtió en un territorio más a recuperar para sellar
la victoria de una guerra. Ultrajarlo era una estrategia para denigrar al
enemigo y vencerlo de manera definitiva. La humillación pública […] se volvió una cacería contagiosa, parte
cotidiana del ritual de liberación en Francia; mientras que en el segundo
texto (cuyo título alude al universo creado por James Barrie), esa
resignificación conlleva crearse un origen nuevo: Algunos niños eran muy pequeños cuando llegaron a Nunca Jamás, así que
olvidaron el camino de regreso a casa y la lengua de sus madres, por eso cuando
volvieron fue necesario reordenarlo todo. […] Tal vez nacer en una isla
significa crecer con la conciencia rodeada de agua.
Cierra el
libro una dupla ensayística, enfocada al ejercicio de la memoria como prueba de
vida, por y hacia el mundo presente: “Mímesis en VHS” pone frente a nuestra
mirada lo vital que se vuelve un diálogo de película en un momento
determinante, y, por otro lado, qué tan importante es el espacio físico que nos
da destino y tiempo, evidente en “Plano de una casa”: […] La casa es el sitio por excelencia. La lógica indica que la cama donde
dormimos o las paredes que vemos a diario deberían ser más fáciles de describir
porque es sencillo evocarlas, pero esa presunción es falsa: la casa está cosida
al cuerpo, nos habita.
En suma,
¿dónde reside el itinerario de estas Aves
migratorias? Como género susceptible de cambios en su estructura, y al
auxilio de diversos elementos (el biográfico, harto socorrido), el ensayo
permite toda suerte de caminos con la finalidad de iluminarnos en torno a un
tema, sobre todo, para hallar franca correspondencia del escritor hacia los
sucesos, las cosas y los personajes al
interior del tiempo, donde la escritura siempre nos hará el quite.
En el
panorama actual del ensayo en México, junto al Barrio Verbo de Ingrid Solana, la Ausencia compartida de Marina Azahua y el Cuaderno de faros de Jazmina Barrera, este volumen ensayístico
demuestra por completo que dicho género goza de cabal salud, y como el
personaje de Más allá de las nubes
evocado al principio de estas líneas, ávido de sorprenderse a cada rincón, a
cada paso.
Un libro
que merece una y muchas lecturas, donde el tiempo y la cuenta nos acompañen en
el prístino empeño de leer el mundo. (Ahora y siempre.)
Mariana Oliver. Aves migratorias. México, Secretaría de Cultura, 2016 (Fondo
Editorial Tierra Adentro, 551)
(20/septiembre/2017)
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