Ulises Velázquez Gil
Hace poco, mientras leía un artículo de
Andrés Henestrosa sobre las dedicatorias en los libros, recordé una muy
entrañable hecha por una colega y amiga mía, en la cual enfatiza nuestro común
interés por Octavio Paz; interés que, andando el tiempo, se refuerza cada vez
que aparecen nuevas compilaciones y estudios críticos, los cuales, más tarde
que temprano, logramos conseguir. (Si 2014 fue un año pródigo en cuanto a
producción bibliográfica, de los siguientes ¿qué se puede esperar?)
Una benemérita institución,
El Colegio Nacional, en el marco del centenario de Octavio Paz, publicó Lenguaje en libertad, volumen
recopilatorio donde se reúne la mirada de 25 de sus integrantes en torno a la
vida, obra y milagros de Paz: desde el ensayo crítico hasta el ejercicio
memorialista, repartidos en 47 colaboraciones, cuidadas por el crítico Eduardo
Mejía y su hija María José Mejía, ingente colaboradora en este empeño paciano.
Aunque no exista una división
predeterminada, Lenguaje en libertad
se compone de cuatro partes: el discurso de ingreso de Octavio Paz a El Colegio
Nacional (del cual, según consignan los compiladores, se excluyó su segunda
parte, el ensayo “La nueva analogía”), un texto de Jorge Cuesta (quien
ponderara por vez primera los alcances de la obra de Paz), una selección
poética sustraída de Las palabras son
puentes, en el marco de los 80 años de Paz, y una antología de ensayos,
retratos, notas y “homenajes” artísticos (pintura, arquitectura, música). Tanto
en la selección poética como en el resto de la compilación, predomina la
presencia de los integrantes de El Colegio Nacional (cinco en la primera,
cuarenta y cinco en la segunda). Desde Alfonso Reyes y José Vasconcelos
(fundadores) hasta Enrique Krauze y Juan Villoro (de reciente ingreso en la
última década), todos, en algún momento de su trayectoria, se acercaron a la figura
de Octavio Paz, como lo demuestran los trabajos reunidos en el presente
volumen.
Por la perspectiva crítica,
los ensayos de Miguel León-Portilla, Eduardo Matos Moctezuma, José Emilio
Pacheco, Samuel Ramos, Alejandro Rossi, José Vasconcelos, Luis Villoro, Ramón
Xirau y Gabriel Zaid hablan por sí mismos; mientras que su lectura del mundo escrito y no escrito (empleando
una frase de Italo Calvino) es tratada por Salvador Elizondo, Enrique Krauze,
Fernando del Paso, Pablo Rudomin y Juan Villoro. De la incursión en ambos
territorios, se entresacan –por decir un ejemplo– apreciaciones como éstas: […]
Octavio Paz considera que la función del
poeta es la de dar cada vez mayor universalidad no solamente al lenguaje que
hereda de todos los poetas sino también a la lengua en cuyo légamo duermen los
símbolos ancestrales, los signos que esperan el reconocimiento por el que se
verán convertidos en poema, por el que la alquimia del verbo realiza la
prodigiosa transmutación (Salvador Elizondo). Un intelectual que comparte una figura del mundo puede tener dos
actitudes ante ella. La primera es reiterar las convenciones con que usualmente
se expresa, repetir su discurso usual, sin hacerlo consciente ni ponerlo a
prueba. La segunda es ponerla a la luz, objetivarla. Para ello es menester
explorar sus posibilidades, ensayar, sin salir de ella, formas y maneras
nuevas, recrear sus modalidades posibles, hasta que se hagan patentes sus
posibilidades y sus limitaciones, En ambos casos […] confirma la figura de su mundo, pero el sentido de su confirmación es
distinto (Luis Villoro, sobre Sor
Juana Inés de la Cruz o Las trampas de la fe).
Buena parte de estos ensayos
coinciden tanto en su innegable oficio poético como en su interés por diversos
temas; de la creación literaria a la política del tiempo presente, con escalas
en el arte, para Paz ningún tema le fue del todo ajeno, inclusive los inscritos
en el ámbito científico, tal y como lo consigna Pablo Rudomin en su texto de
homenaje. (Neurólogo entre filósofos, poetas e historiadores. Escritores todos,
al fin y al cabo.)
Por el lado testimonial y
memorialista, los textos de Antonio Alatorre, Carlos Fuentes, Alfonso Reyes y
Vicente Rojo hablan por sí solos. Respecto a Reyes y Fuentes, sus cartas
presentan justas definiciones a su persona, inmunes al tiempo y a las
distancias suscitadas: Nos demostraste,
quizá, que un escritor no puede comprometer a la sociedad, la historia, el arte
y la individualidad si primero no compromete a la realidad misma […] la conciencia no nace de la descomposición
de la sociedad o de la historia, sino de la descomposición de la realidad
misma. […] Hay que escribir,
escribir, con audacia, vulgaridad, belleza, terror y sueño (Carlos
Fuentes). Habría que ser, de veras, un gran poeta para encontrar las palabras
no gastadas, vírgenes, que expresaran mi agradecimiento y mi emoción. Ud.
sabe bien que he vivido entre
incomprensiones y hasta traiciones, aunque no he dejado que se me amargue por
eso la viña del alma (Alfonso Reyes).
Mención aparte merece Vicente
Rojo, en cuya correspondencia con Paz se consigna el proceso de trabajo de
sendas obras primordiales en la obra paciana: la caja de Marcel Duchamp y los Discos
Visuales, cuyas imágenes acompañan a las cartas. A lo largo de dicho
proceso, podemos encontrar perlas como ésta, por parte de Rojo: […] voy a centrar todo mi trabajo en el Duchamp y los Discos (que, de pasada, me han sugerido algunas ideas pictóricas).
(Paréntesis aparte: si en
algo coinciden tirios y troyanos –críticos y lectores– es en el hecho de
suscitar otras lecturas, nuevos caminos para la creación y hasta enconadas
polémicas, sin importar interlocutores ni temas por tratar y/o defender. De
cualquier manera, los aciertos pacianos acaban por imponerse, pero sobre todo,
nos invitan a seguir en el debate y en la conversación.)
¿Qué más puede ya decirse de Lenguaje en libertad. El Colegio Nacional
celebra a Octavio Paz? Por un lado, tenemos una compilación bien cuidada
donde todas las perspectivas e imágenes que se tienen de él –por parte de sus
colegas y compañeros del recinto de Donceles 104– tienen cabida, en aras de un
objetivo en común: justipreciar la figura de Octavio Paz desde sus linderos
respectivos –filosofía, ciencia, artes, literatura–; y por el otro, estamos
ante una antología en constante actualización, de la cual esperamos, en
subsecuentes reediciones, se incluyan las aportaciones de ulteriores
integrantes de El Colegio Nacional, dispuestos a proseguir la conversación en
torno a. (No dudaría ni un ápice que el historiador Javier Garciadiego tenga
algo que aportar al respecto, pero el tiempo hará lo suyo.)
Todavía quedan cosas por saber,
discutir y conocer de Octavio Paz, presencia
imbatible en las letras mexicanas y en la cultura universal; para fortuna
nuestra, todas las interrogantes generadas aquí y ahora, tienen una sola
respuesta: leer sus obras (conocimiento de primera fuente) o la presente
compilación, para darse una idea. Ya el tiempo se encargará de desmentirnos o
de acertar en plural. (Así sea.)
Lenguaje en libertad. El Colegio Nacional celebra a Octavio Paz. Compilación de Eduardo
Mejía y María José Mejía. México, El Colegio Nacional, 2014.
(29/julio/2016)
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