miércoles, 2 de noviembre de 2016

Presencia imbatible

Ulises Velázquez Gil

Hace poco, mientras leía un artículo de Andrés Henestrosa sobre las dedicatorias en los libros, recordé una muy entrañable hecha por una colega y amiga mía, en la cual enfatiza nuestro común interés por Octavio Paz; interés que, andando el tiempo, se refuerza cada vez que aparecen nuevas compilaciones y estudios críticos, los cuales, más tarde que temprano, logramos conseguir. (Si 2014 fue un año pródigo en cuanto a producción bibliográfica, de los siguientes ¿qué se puede esperar?)
Una benemérita institución, El Colegio Nacional, en el marco del centenario de Octavio Paz, publicó Lenguaje en libertad, volumen recopilatorio donde se reúne la mirada de 25 de sus integrantes en torno a la vida, obra y milagros de Paz: desde el ensayo crítico hasta el ejercicio memorialista, repartidos en 47 colaboraciones, cuidadas por el crítico Eduardo Mejía y su hija María José Mejía, ingente colaboradora en este empeño paciano.
Aunque no exista una división predeterminada, Lenguaje en libertad se compone de cuatro partes: el discurso de ingreso de Octavio Paz a El Colegio Nacional (del cual, según consignan los compiladores, se excluyó su segunda parte, el ensayo “La nueva analogía”), un texto de Jorge Cuesta (quien ponderara por vez primera los alcances de la obra de Paz), una selección poética sustraída de Las palabras son puentes, en el marco de los 80 años de Paz, y una antología de ensayos, retratos, notas y “homenajes” artísticos (pintura, arquitectura, música). Tanto en la selección poética como en el resto de la compilación, predomina la presencia de los integrantes de El Colegio Nacional (cinco en la primera, cuarenta y cinco en la segunda). Desde Alfonso Reyes y José Vasconcelos (fundadores) hasta Enrique Krauze y Juan Villoro (de reciente ingreso en la última década), todos, en algún momento de su trayectoria, se acercaron a la figura de Octavio Paz, como lo demuestran los trabajos reunidos en el presente volumen.
Por la perspectiva crítica, los ensayos de Miguel León-Portilla, Eduardo Matos Moctezuma, José Emilio Pacheco, Samuel Ramos, Alejandro Rossi, José Vasconcelos, Luis Villoro, Ramón Xirau y Gabriel Zaid hablan por sí mismos; mientras que su lectura del mundo escrito y no escrito (empleando una frase de Italo Calvino) es tratada por Salvador Elizondo, Enrique Krauze, Fernando del Paso, Pablo Rudomin y Juan Villoro. De la incursión en ambos territorios, se entresacan –por decir un ejemplo– apreciaciones como éstas: […] Octavio Paz considera que la función del poeta es la de dar cada vez mayor universalidad no solamente al lenguaje que hereda de todos los poetas sino también a la lengua en cuyo légamo duermen los símbolos ancestrales, los signos que esperan el reconocimiento por el que se verán convertidos en poema, por el que la alquimia del verbo realiza la prodigiosa transmutación (Salvador Elizondo). Un intelectual que comparte una figura del mundo puede tener dos actitudes ante ella. La primera es reiterar las convenciones con que usualmente se expresa, repetir su discurso usual, sin hacerlo consciente ni ponerlo a prueba. La segunda es ponerla a la luz, objetivarla. Para ello es menester explorar sus posibilidades, ensayar, sin salir de ella, formas y maneras nuevas, recrear sus modalidades posibles, hasta que se hagan patentes sus posibilidades y sus limitaciones, En ambos casos […] confirma la figura de su mundo, pero el sentido de su confirmación es distinto (Luis Villoro, sobre Sor Juana Inés de la Cruz o Las trampas de la fe).
Buena parte de estos ensayos coinciden tanto en su innegable oficio poético como en su interés por diversos temas; de la creación literaria a la política del tiempo presente, con escalas en el arte, para Paz ningún tema le fue del todo ajeno, inclusive los inscritos en el ámbito científico, tal y como lo consigna Pablo Rudomin en su texto de homenaje. (Neurólogo entre filósofos, poetas e historiadores. Escritores todos, al fin y al cabo.)
Por el lado testimonial y memorialista, los textos de Antonio Alatorre, Carlos Fuentes, Alfonso Reyes y Vicente Rojo hablan por sí solos. Respecto a Reyes y Fuentes, sus cartas presentan justas definiciones a su persona, inmunes al tiempo y a las distancias suscitadas: Nos demostraste, quizá, que un escritor no puede comprometer a la sociedad, la historia, el arte y la individualidad si primero no compromete a la realidad misma […] la conciencia no nace de la descomposición de la sociedad o de la historia, sino de la descomposición de la realidad misma. […] Hay que escribir, escribir, con audacia, vulgaridad, belleza, terror y sueño (Carlos Fuentes). Habría que ser, de veras, un gran poeta para encontrar las palabras no gastadas, vírgenes, que expresaran mi agradecimiento y mi emoción. Ud. sabe  bien que he vivido entre incomprensiones y hasta traiciones, aunque no he dejado que se me amargue por eso la viña del alma (Alfonso Reyes).
Mención aparte merece Vicente Rojo, en cuya correspondencia con Paz se consigna el proceso de trabajo de sendas obras primordiales en la obra paciana: la caja de Marcel Duchamp y los Discos Visuales, cuyas imágenes acompañan a las cartas. A lo largo de dicho proceso, podemos encontrar perlas como ésta, por parte de Rojo: […] voy a centrar todo mi trabajo en el Duchamp y los Discos (que, de pasada, me han sugerido algunas ideas pictóricas).
(Paréntesis aparte: si en algo coinciden tirios y troyanos –críticos y lectores– es en el hecho de suscitar otras lecturas, nuevos caminos para la creación y hasta enconadas polémicas, sin importar interlocutores ni temas por tratar y/o defender. De cualquier manera, los aciertos pacianos acaban por imponerse, pero sobre todo, nos invitan a seguir en el debate y en la conversación.)
¿Qué más puede ya decirse de Lenguaje en libertad. El Colegio Nacional celebra a Octavio Paz? Por un lado, tenemos una compilación bien cuidada donde todas las perspectivas e imágenes que se tienen de él –por parte de sus colegas y compañeros del recinto de Donceles 104– tienen cabida, en aras de un objetivo en común: justipreciar la figura de Octavio Paz desde sus linderos respectivos –filosofía, ciencia, artes, literatura–; y por el otro, estamos ante una antología en constante actualización, de la cual esperamos, en subsecuentes reediciones, se incluyan las aportaciones de ulteriores integrantes de El Colegio Nacional, dispuestos a proseguir la conversación en torno a. (No dudaría ni un ápice que el historiador Javier Garciadiego tenga algo que aportar al respecto, pero el tiempo hará lo suyo.)
Todavía quedan cosas por saber, discutir y conocer de Octavio Paz, presencia imbatible en las letras mexicanas y en la cultura universal; para fortuna nuestra, todas las interrogantes generadas aquí y ahora, tienen una sola respuesta: leer sus obras (conocimiento de primera fuente) o la presente compilación, para darse una idea. Ya el tiempo se encargará de desmentirnos o de acertar en plural. (Así sea.)

Lenguaje en libertad. El Colegio Nacional celebra a Octavio Paz. Compilación de Eduardo Mejía y María José Mejía. México, El Colegio Nacional, 2014. 

(29/julio/2016)