miércoles, 19 de octubre de 2016

Una mirada interminable

Ulises Velázquez Gil

Según el escritor colombiano Álvaro Mutis, las cosas que definen el curso de la vida suceden entre los 7 y los 12 años; aunque todas las infancias se parezcan, cada una tiene sus propias maneras de ver la vida, en concreto, del día que se vive y percibe, donde la última cosa sujeta a preocupaciones sea el propio tiempo. 
Desde el territorio interminable de la infancia, Irma Gallo nos obsequia un relato donde se encuentran por igual inquietudes que preocupaciones, que su protagonista experimenta paso a paso.
#YoNomásDigo cuenta en dieciséis capítulos la historia de Antonia (Mejor díganme Tony y todos contentos y felices. #foreverandever), niña de 11 años y medio, en cuyo tránsito hacia los doce le atraen sobremanera tantas cosas, desde los amigos, las mascotas y las redes sociales, hasta la violencia escolar, la adicción a las nuevas tecnologías y los padres separados; temas que de tan cercanos se escapan de las manos, sin embargo, la manera en cómo las mira Tony las pone de frente para verlas detenidamente.
Para el caso de las redes sociales (donde es ineludible contar con una cuenta de Facebook, Twitter, la que gusten nombrar), Tony es vista casi con asombro al no integrarse en alguno de estos espacios. De pronto parecería que lo que pasa ahí es más importante que la vida real. Como si fuera una película en la que a todos les va muy bien, son los más chidos en lo que hacen (así sea lograr la bomba de chicle más grande), se van de viaje a lugares padrísimos, tienen las mascotas más lindas del planeta […] y, sobre todo, ponen fotos de perfil en las que se parecen a las más hermosas y a los más guapos del mundo. […] Lo malo es que luego los ves en persona y te quedas: ¡órale! ¿pues qué les pasó después de que se tomaron esa foto? ¿o de plano no eran ellos? #amínomecuenten.
(Paréntesis aparte: En alguna ocasión, un joven sociólogo me dijo: “Facebook no es la vida”, pero luego de varias experiencias, dentro y fuera de, su frase debió ser así: “Facebook no es la vida, pero… ¡ah, cómo se le parece!” Y en este sentido, bien avalo las palabras de Tony.)
Sin embargo, las redes sociales también son susceptibles de peligro, cuando se crean perfiles falsos con tal de hacer daño. Tony ve muy de cerca este caso cuando la hermana de uno de sus compañeros de escuela, desapareció a causa de una mala pasada escondida tras un perfil de éstos. Ante este panorama, a Tony no le son (ni le serán) indiferentes otras cuestiones: la violencia escolar (bullying), los desórdenes alimenticios y hasta las imposiciones de la sociedad, en aras de hacerlo todo ideal: […] ¿por qué tendríamos que parecernos a las actrices, cantantes o modelos para ser bonitas? ¿Quién dice lo que significa “ser bonita”? 
En este punto, se desprende una fuerte inquietud que pone a pensar a Tony sobre los (supuestos) estándares de belleza, cuyo lado oscuro deriva en una dupla fatal, de bonito nombre e intereses escabrosos, como se ve en el episodio “¡No quiero ser princesa!”: […] me quedé muy intrigada por saber qué querían decir esas palabras con las que se referían unas a otras: ana y mía. […] Así que seguí googleando un rato y di con varias páginas de información médica que hablaban de desórdenes alimenticios. ¿Y cómo creen que se llaman dos de los principales? Pues ANorexiA y buliMIA. […] no sabía que hubiera páginas web dedicadas al tema, donde algunas chicas les daban consejos a otras para perder peso, y peor aún, donde todas pensaban que ser princesas significaba ser flacas […].
Y ya que seguimos con el tema de las princesas, Tony nos comparte también sus dudas sobre ser una princesa; disiente sobre el papel adjudicado desde antaño. Como que en el fondo esas historias querían decir que si eres mujer no vas a conseguir nada por ti misma: siempre vas a necesitar a un príncipe azul (aunque tenga cara de sapo aplastado) para conseguir lo que deseas en la vida. Y pues obvio que #esonoescierto.
Sobre los asuntos propios de las pre-adolescentes, Tony los enfrenta de una forma particular, muy cercana para quien lea, empezando por el lenguaje que se usa hoy en día, característico por el uso de emoticones y frases antecedidas por un “gatito” o hashtag, tal y como se aprecia en redes sociales. Detalle que, doblemente, reduce distancias y genera coincidencias, como en toda amistad que se digne de serlo… como la de Tony y Jess. ¿Ya he dicho que cuando conocí a Jess me di cuenta luego, luego de que íbamos a ser amigas? No sé, #asímevibró. Se me hizo que era una niña muy inteligente y sensible, alguien con quien podía hablar y me iba a escuchar, alguien a quien le interesaba jugar lo mismo que a mí. […] Más allá de sólo tener alguien con quien juntarte en el recreo o en los campamentos, es la onda que existan esas personas con las que nos divertimos, que ayudamos y nos ayudan, con las que hasta podemos llorar y por supuesto hacer cosas chidas junt@s. (A medida que avance la novela, encontraremos sucesos y cosas donde su amistad reluzca y destelle por entero.)
Pero en algunas cosas no todo marcha bien, como en “Los molestones” (en torno al acoso escolar o bullying, cuando uno de sus compañeros es víctima de otros, molestándolo a diestra y siniestra. Ante este panorama, mira de cerca el problema y con la ayuda de su maestra, toma conciencia y junto a sus compañeros, busca una solución: […] teníamos que forma algo así como un comité de vigilancia para observar que no hubiera actos de maltrato en la escuela, y que si los había teníamos que intervenir de inmediato: que habláramos con el (o la) que estaba maltratando a otr@, y le dijéramos que se diera cuenta de que estaba haciendo sentir muy mal a su compañero. Si no cambiaba su actitud, o veíamos que otro día lo volvía a hacer, le íbamos a pedir una acción reparadora.  
En varios capítulos de #YoNomásDigo aparece un personaje fundamental en la vida y aprendizaje de Tony: su mamá, ni más ni menos. En “¿Tengo que parecerme a mi mamá?” se expresan un poco más las diferencias madre-hija, pero al final del día, todo se vuelve una feliz correspondencia: Lo que no me gustaría es que mi vida se determine porque soy hija de mi mamá. ¡Ah, caray! ¡Te volaste la barda, Tony! ¿Y eso qué quiere decir? Paciencia, que soy lenta, pero ahí voy. Quiero decir que no me gustaría nada que la gente esperara algo específico de mí sólo porque soy SU hija, y no de otra persona. […] Si mi ma es feliz siendo periodista, #chidoporella, pero yo prefiero descubrir por mí misma lo que voy a hacer cuando sea grande. (Son tantos los temas que suscitan la curiosidad de Tony, que lo ideal –por lo menos, en este instante– es dejarlas para cuando llegue el libro a nuestras manos…)
En suma, #YoNomásDigo es una novela que se lee gratamente de principio a fin, por su estilo sencillo y jovial, lo cual permite acercarse a todo tipo de temas, sin que nos parezcan ajenos a la primera de cambios; una mirada interminable en cuanto a conocer otro ángulo de las cosas que se viven y se ven –siempre me quedo pensando en las mismas cosas, pero como buscándoles otro ángulo. Y ante los avatares del tiempo que corre, esta novela tiene ganadas muchas batallas de antemano.
A final de cuentas, las cosas que definen el curso de la vida sí suceden entre los 7 y los 12 años: lo importante es conocerlas y defenderlas a cada paso. Que las andanzas de Tony nos ayuden en ese empeño. (#esoespero)

Irma Gallo. #YoNomásDigo. México, Ediciones B, 2015. (B de Blok) 

(27/junio/2016)

miércoles, 5 de octubre de 2016

Palabra y ponderación

Ulises Velázquez Gil

En algún momento de su vida, al periodista y escritor español Julio Camba se le planteó la posibilidad de ingresar a la Real Academia Española, a lo que el punzante periodista respondió: “Si la Academia es una distinción, mejor distinción es no ser de la Academia”. Y no le faltaba razón, pues los académicos de la lengua –en ese tiempo– se preocupaban más por el lucimiento intelectual que por la búsqueda del conocimiento colectivo. (Por fortuna, en estos tiempos las Academias ya moderaron su conducta, pero aún quedan cosas por resolver.) 
Entre los esfuerzos por llevar el conocimiento del español de México a una gran parte de la población, el referente obligado son las Minucias del lenguaje de Victoriano Salado Álvarez (retomadas, medio siglo después, por José G. Moreno de Alba), desde la trinchera del periodismo diario; en ese empeño, digno es resaltar la presencia del historiador y sacerdote Ángel María Garibay (1898-1967), quien dedicó tiempo y espacio hemerográfico en exponer temas de índole lingüística, muy a contracorriente de la historia de lo inmediato, como Renato Leduc denominó al periodismo. Gracias al encomiable esfuerzo de la investigadora universitaria Pilar Máynez Vidal, esos artículos encontraron puerto seguro para fines de divulgación, en espera de suscitar otros debates y colmar la curiosidad del paciente lector.
En torno al español hablado en México reúne 32 artículos donde Garibay abordó temas de naturaleza lingüística, en afán de disipar algunas dudas sobre el origen (real) de ciertas palabras, echar luces hacia frases de uso frecuente, e incluso, desde contextos diferentes (política, literatura, asuntos propios del periodismo) poner sobre la mesa temas que, en apariencia ingenuos y no tan notorios, desaten polémicas de altos vuelos. Tal es el caso de “Errores garrafales”. Cuenta Garibay que mientras espera ser atendido por un amigo suyo, hojea un tomo de la Enciclopedia Jackson y encuentra un error respecto a un artículo sobre cultura prehispánica; para quien pasó más de media vida inmerso en el estudio de las culturas autóctonas, era de esperarse la siguiente reacción: […] Es una vergüenza que saquen tanto dinero en estas enciclopedias, y para escribirlas no tengan la mínima dosis de honradez. Informes torcidos son peores que la absoluta ignorancia. Es doloroso pagar porque lo desorientan a uno totalmente. Por otro lado, en “Bello paradigma”, reconoce la importancia de las enciclopedias para el lector, donde su información […] nunca puede estar completa, nunca pueden abarcar el todo. Aunque el todo a que se limitan sea ya muerto. […] cada día, cada hora, hay nuevos descubrimientos y nuevas interpretaciones de los textos descubiertos. Nunca acaba la indagación y por eso nunca acaba la información.
Por otro lado, cabe señalar que cada artículo de Garibay es, en sí, una pequeña enciclopedia, porque además de dar santo y seña sobre el origen de una determinada palabra o su correcta etimología, también ahonda –de a tiro por viaje– en la política (“Divagaciones sobre el tapado”, “Chilaquiles”), demografía (“¿De quién es el porvenir?”) y educación, por decir algo; pero hay un tema donde tiene muy bien afilada la vista: la labor de la Academia Mexicana de la Lengua, a la que en algunos artículos sólo llama “la notable”: Los estudios lingüísticos que hacen las academias –si de veras los hacen y no pierden el tiempo en capillas de adoración pública, o en pleitecillos de quinto patio– suelen ser poco trascendentes. Y no por falta de valor, que a veces lo tienen y muy alto, sino porque rara vez trascienden al pueblo. […] Y el pueblo sigue, en uso de uno de los pocos derechos que nadie puede quitarle, elaborando nuevos modos, creando nuevas palabras, forjando nuevos giros. Ayer pudieron ser disparates; pasado mañana serán perlas del joyero clásico (“Cuestión de palabras”).
(Paréntesis aparte: ¿por qué Garibay fue drástico y devastador con las Academias, pese a que fue uno de sus más renombrados y laboriosos integrantes? Muy sencillo. Por las discusiones bizantinas de sus colegas, donde se habla de todo para llegar a nada, siendo él de carácter persistente y ordenado. Ante esta situación, expresó lo siguiente: “Señores, yo no vuelvo aquí, no me gusta perder mi tiempo”. Pese a disentir con la dinámica predominante al interior, nunca renunció a la Academia Mexicana de la Lengua, y aunque su trinchera fue de papel… periódico, no dejó de lado su labor crítica y de investigación.)   
Una d las peculiaridades de los artículos de Ángel María Garibay es su estilo breve, conciso y certero; ningún tema le fue ajeno, inclusive los adversos a su dinámica de trabajo. Incluso se tomó tiempo para hacer una modesta proposición, materia prima de “Debiera haber académicas”: [es] la necesidad de que en la Academia hay damas. Tengo rumores de que hay varias vacantes en la corporación. Pero como hace largos meses que no la visito, ignoro cuántos sillones de inmortales están vacíos. Desde luego existen. ¿Por qué no dan uno a una dama? […] Me importa la participación femenina, no me importa quién ni por qué, con tal que tenga los méritos justos. (Para fortuna suya –y nuestra– la nómina femenina en la Academia Mexicana de la Lengua se abrió paso con el ingreso de María del Carmen Millán, y de ahí otras diez más, sin contar las correspondientes ni las honorarias. Pequeño paso, pero bien dado.)  
Para los tiempos que corren, no desmerece la lectura de “Estadista polígrafo”. Con el pretexto de ponderar un volumen laudatorio a Isidro Fabela, Garibay reflexiona sobre el significado de ambas palabras y el erróneo sentido que se les confiere. (Ojalá y los políticos de ahora se acerquen –un poquito– a este artículo. Así verán que la forma, como sugería otro estadista y polígrafo, es fondo. Apreciaciones aparte…)
Dentro de esta compilación, mención especial merecen los cuatro “Disparatarios” en los cuales se abordan brevemente asuntos sobre palabras, origen, destino y uso frecuente. Como, por ejemplo, el primero, donde aborda palabras como policlínica, simposio y el incorrecto uso del prefijo tetra-; claro, con ese estilo desenfadado y punzante que a más de uno le sacaría canas verdes o una cara ruborosa, según sea el caso. (Palabras de origen griego visten mucho y son perlas en la lengua corriente. Pero hay que usarlas bien y, más aún, saber las formas sin disparates.)
¿Dónde radica la importancia de En torno al español hablado en México? Para esclarecer aspectos poco explorados del español de México, es acertada compilación; para conocer una prosa clara y bien documentada donde todos los temas generan interés y curiosidad, magnífico punto de partida para acercarse al resto de la obra de Ángel María Garibay, empresa de mayor aliento. Sin embargo, su mayor acierto radica en darnos una lección de lectura en la cual se vean con claridad las maravillas que componen a nuestra lengua: palabra y ponderación a prueba de tiempo, a la vera de otros encuentros (y disparates ¿por qué no?).  
Retomando la caustica respuesta de Julio Camba, en efecto, no ser de la Academia sí que es una gran distinción, pero luego de leer estos artículos del padre Ángel María Garibay, la mejor distinción siempre sobrepasa toda suerte de instituciones. En ustedes, generosos lectores, queda comprobarlo. (¿Será?)

Ángel María Garibay. En torno al español hablado en México. 1ª reimp. Estudio introductorio, selección y notas de Pilar Máynez Vidal. México, UNAM, 2015. (Biblioteca del Estudiante Universitario, 124) 

(20/junio/2016)