miércoles, 23 de septiembre de 2015

Breviario de presencias

Ulises Velázquez Gil

Si una misma cosa me gusta hacer cuando voy tanto a las librerías como a las tiendas de discos, es, sin duda, comprar una antología (un Best Of, en música) del personaje que me interese en ese momento. Para los alcances que tiene la literatura, contar con una antología a la mano resume dos cuestiones: por un lado, es la puerta de entrada a los intereses y obsesiones de un autor, y, por el otro, resume una vida y las aristas que la conforman. Sea por el propio autor o por un crítico generoso y lector acucioso, siempre es un placer acercarse a una antología.
Para el caso de Rubén Bonifaz Nuño, ambos casos aplican en cuanto a este volumen de Ensayos (tercero de cuatro tomos que conforman su Antología general), donde podemos descubrir cuáles fueron los intereses y las obsesiones de un escritor con un oficio poético a prueba de tiempo, atento a otras manifestaciones del ser humano, como el arte y la cultura, a la par de responderse las preguntas fundamentales: ¿qué, quién, cuándo, dónde, por qué?
Ensayos se conforma por trece partes, entre prólogos, discursos y colaboraciones para libros colectivos y catálogos de arte. Para los lectores de la obra de Rubén Bonifaz Nuño, contar con un libro de esta naturaleza permite conocerlo de cuerpo entero, de estar al tanto de sus travesías (si así podemos denominarlas) vistas bajo el tamiz de la reincidencia. Pero vayamos por partes.
Abren el libro sendos discursos de ingreso a instituciones insignes como la Academia Mexicana de la Lengua y El Colegio Nacional, donde Bonifaz Nuño compartió algo de su saber, o por lo menos de sus impresiones encontradas en ese empeño; para el caso de la Academia, “Destino del canto” es una profesión de fe: No quiero disimular, no podría disimularlo aunque quisiera, el orgullo que siento al estar entre ustedes. No sé cuáles puedan ser los merecimientos que tenga yo para haberlo conseguido. Acaso, más que los que provienen de mi decidida vocación por las letras, sean los que se fundan en mi buena suerte de que me ampare la estimación de mis maestros. En todo caso, me enorgullezco profundamente de la obligación a que en adelante estaré sujeto, y de la que intentaré ser digno con todo el esfuerzo de que soy capaz.
Aquí se conjuntan tres palabras importantes para Bonifaz Nuño: vocación, estimación, obligación. Para la primera, la palabra escrita es el mejor medio para expresar muchas inquietudes; en la segunda, muchas de las cosas que somos se deben gracias a que generosos e inteligentes maestros han sabido conducirnos por la vida en todas sus formas, y respecto a la última, una toral misión para y con el tiempo presente, sin importar la forma. Y como en Bonifaz Nuño la poesía siempre aparece, dejemos que este fragmento hable por sí mismo: […] buscar en la poesía de las dos principales colectividades de que provenimos, en la de los latinos y la de los nahuas, particularmente, algunas señales que nos ayuden a encontrar un rumbo definido que supere la situación, tan confusa a veces, en que se mueven nuestras letras actuales.
Si seguimos el conocido adagio Nada humano me es ajeno, Bonifaz Nuño siempre buscó una respuesta equilibrada en el conocimiento de la cultura grecolatina y en el estudio de la cultura prehispánica, en aras de justipreciar nuestra presencia, como se evidencia en “La fundación de la ciudad”, primera lección como nuevo integrante de El Colegio Nacional, donde prosigue el sendero trazado en “Destino del canto”: […] El hombre camina, guiado por la raíz de una visión, hacia algo que existe y que se le ha dicho que gracias a él existirá. Atraviesa por entre guerras y amores y enfermedades; es acosado por los poderes muchas veces incomprensibles del mundo exterior; va dejando en la ruta, como señales de su paso, a quienes, más débiles en el cuerpo o en el alma, no han mantenido en su interior el impulso necesario para llegar. ¿Llegar a dónde? Y esta pregunta última, la que quiere la finalidad misma del camino, es la interrogación fundamental, aquella cuya respuesta pueda acaso ser válida para iluminarnos en algo, aún ahora; para aclarar en alguna manera el posible significado profundo de la existencia.
En ese sendero a seguir, es inevitable encontrarnos a otros viandantes de la palabra, como Horacio, Propercio, Eurípides y Píndaro, cuya experiencia (traducida en primer plano por Bonifaz Nuño, y suscrita en los prólogos aquí incluidos) nos recuerda que las pasiones humanas, pese a que nos superan en intensidad, sólo se sobrellevan si encontramos en ellas una toma de conciencia necesaria para salir avante.
Una manera de reconocerse en pleno, según la experiencia de Rubén Bonifaz Nuño, es la confrontación con el arte en su forma más pura, es decir, con la obra misma. A este respecto, contamos con dos textos: “Lectura iconográfica” y, desde luego, su pletórico ensayo sobre la Coatlicue. Condición del ser humano es su curiosidad. La incesante capacidad de hacer preguntas y de buscar respuestas. Tales preguntas y respuestas tienen, en la raíz, dos asuntos: el ser humano mismo y el mundo en el cual se incluye. (El mundo escrito y el mundo no escrito, si apelamos a una expresión de Italo Calvino.)
Para responder a esas interrogantes, el autor busca hacerlo de la mejor manera que le es posible: desde su propia experiencia, y desde la escultura que más mella ha hecho en su vida, la Coatlicue, con la que se prodiga en exhaustivas descripciones, las cuales no le parecerán suficientes; y no es para menos, pues para Bonifaz Nuño todo empeño por innovar no se quedaba en la primera impresión, sino en el afán de ir dos pasos más adelante. (Si en poesía esto es asignatura obligatoria, en su prosa el riesgo va por partida doble.)
Cierra este volumen un “Resumen y balance”, aquella entrevista que le hiciera Marco Antonio Campos, colega y amigo (de semejantes y filológicas andanzas que el propio Bonifaz), a guisa de pequeña autobiografía y, si se quiere, hasta de preceptiva poética para aquellos que desean entregar su vida a las letras. Cuando uno empieza a escribir, no es tan importante el deseo de expresar un sentimiento […] un poema se construye, o yo lo construyo al menos, alrededor del sonido de una palabra, que va llamando a otras, cuyas vocales y consonantes lo apoyan o lo contradicen y que componen en conjunto una expresión efectiva. Y llamo expresión efectiva lo contrario del lugar común.
En suma, la lectura de estos Ensayos nos muestra de primera fuente a un escritor en constante búsqueda –tanto de los orígenes de la cultura de la sociedad como de sí mismo−, que nunca se permitió medias tintas en cuanto a buscar una expresión propia, prístina, a prueba de tiempo; breviario de presencias al encuentro con un lector ávido de respuestas, en aras de encontrar su vero lugar en el mundo, lo cual, cabe decirlo, nos llevará un buen tramo de vida, y mientras persista ese empeño, quede la sabia guía de Rubén Bonifaz Nuño en esta antología, donde la última palabra casi siempre es la primera de todas. (Así sea.)

Rubén Bonifaz Nuño. Ensayos. Selección de Pável Granados y César Arenas. México, UNAM/ Gato Negro, 2009. (Antología general, 3)

(10/junio/2015)

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